viernes, 10 de noviembre de 2017





              RECORRIENDO LA SUBBÉTICA CORDOBESA


                Ya empezaba a entrar el frío (no la lluvia por desgracia) y el otoño asomaba el hocico, lo cual significaba que el año motero tocaba a su fin y que había que irse despidiendo de la moto para rutear hasta la primavera. Por ello decidí desempolvar una de las rutas que tengo planificadas y lanzarme a recorrer los pueblos que conforman la subbética cordobesa, de los cuales solo conocía Priego por haber estado hace unos años. Así que aprovechando unos días libres (de jueves a domingo) preparé la moto, le arreglé el pito que había dejado de sonar y me lancé a descubrir esta bella zona cuna del buen aceite.

DÍAS 1 Y 2                                                                

                 Salí de Murcia por la A-30 para enlazar en Puerto Lumbreras con la A-92 que me llevaría hasta Granada, en un trayecto archiconocido por mí y en el que no me detuve más que para repostar y estirar las piernas. Al llegar a Granada tomé la N-432 hacía Pinos Puente y Córdoba y luego la A-339 que, pasando por Alcalá la Real, me llevaría hasta Priego de Córdoba. En total 351 kms. que recorrí en unas 4 horas. Al llegar a Priego pregunté por el hotel. Se trataba del Casa Baños de la Villa y estaba en pleno casco histórico casi pegado al Balcón del Adarve. El acceso resultó complicado, sobre todo porque la calle que llegaba hasta el hotel estaba cortada por la rotura de una tubería y tuve que acceder al mismo por un callejón por el que, con los espejos plegados, apenas cabía mi moto. El caso es que llegué, aparqué en la puerta y tomé la habitación de un hotel encantador, ambientado y decorado al estilo árabe y que ofrecía por 49 euros una estupenda habitación, un rico desayuno y un baño árabe del que no pude disfrutar por el corte de agua de la tubería mencionada. Así que, después de dejar las cosas, me dispuse a recorrer lo que pudiera de ésta bella ciudad hasta que hubiera luz solar (lo del cambio de hora todavía no termino de entenderlo).
                          Me dirigí a la cercana Plaza de Santa Ana y, como era hora de comer, hice honor al lugar y saboreé un excelente salmorejo y un más que aceptable flamenquín.

                                                       Plaza de Santa Ana

                              Con las fuerzas repuestas me fuí a callejear por el casco histórico, recorriendo la muralla del castillo, algún jardín semioculto con un precioso estanque central y admirar la portada de las antiguas Carnicerías Reales, epicentro del comercio en épocas pasadas.

                                                                 Castillo
                                                                    Jardín
                                                                  Carnicerías Reales 
                                                      Calle típica del casco histórico

                                        Después de este recorrido me dirigí a ver alguna de las iglesias existentes en la zona que, lógicamente, estaban cerradas casi todas menos una, la de Nª Sª del Carmen, de las otras  Nª Sª de la Asunción y  la Aurora solo pude admirar sus portadas.

                                                          I. de Nª Sª del Carmen
                                                                 I. de la Asunción
                                                                    I. de la Aurora

                                     Continué mi recorrido por callejuelas estrechas y encaladas, descubriendo rincones y pequeños patios llenos de macetas con flores que me recordaban tiempos de mi infancia (no hay que olvidar que soy andaluz recriado en Murcia). Saborear el silencio y el encanto que poseen estos lugares no tiene precio.





                                        Terminé mi recorrido en el Balcón del Adarve admirando sus preciosas vistas y el encantador jardín adyacente al mismo.




                                    Después del agradable paseo regresé para tomar algo en el mismo sitio donde había comido y me fuí al hotel a leer un rato y descansar para el día siguiente.

                                      Tras un buen desayuno y preparar las cosas, conseguí salir del casco histórico y encontrar la carretera que me llevaría a Iznájar. Ya noté algo raro en la cara de un señor al que pregunté por la misma pero es que la carreterita se las trae. Son sólo 30 kms. por la A-333 pero es una carretera muy complicada que transcurre entre subidas y bajadas por extensiones de olivares y más olivares, estrecha, bacheada y con curvas bastante reviradas. Lo único bueno es que es muy poco transitada (¿por qué será?). De hecho solo me encontré en todo el recorrido con dos coches y un grupo de 3 moteros que nos saludamos en plan "macho lleva cuidado que hay peligro de piñazo". De esta guisa llegué a Iznájar con una vista preciosa del pueblo, con el castillo y la iglesia encaramados a un promontorio y que presagiaban unas vistas espectaculares.


                                    La parte baja del pueblo no tenía gran interés y más aún con la sequía que sufrimos ya que el embalse de Iznájar (el más grande de toda Andalucía) presentaba un aspecto lamentable, así que ascendí por las empinadas calles para dejar la moto en un parking y continuar andando hasta el castillo, encontrándome en el camino un precioso edificio denominado Casa de las Columnas que sirvió en el S.XVII como administración de los Condes de Álbiz.


                                 Continuando el ascenso, antes de llegar al castillo, descubrí una preciosidad. Se trata de un recoleto patio denonimado Patio de las Comedias, un antiguo zoco donde se hacían representaciones teatrales y que está decorado todo él en un precioso color azul cielo con una fuente central. La verdad es que es un rincón encantador.



                                     Y ya, sin más, llegué al castillo y la iglesia anexa. El castillo es de los denominados castillos roqueros y está datado desde el S.VIII, aunque con posteriores transformaciones hasta la última del S.XVIII para acondicionarlo como residencia del administrador del  Duque de Sesa y da nombre a la población ("hisn" castillo "al-ashar" alegre).


                            La iglesia anexa está dedicada a Santiago Apóstol y está declarada BIC. Es de estilo renacentista muy depurado y hay pocos datos de su origen y transformaciones aunque hay notas que apuntan a Hernán Ruiz el Joven como su principal impulsor.
                           Después de alguna foto que confirmaba el lamentable estado del embalse, descendí de nuevo para recoger la moto y continuar mi camino.


                           Salí de Iznájar, no sin antes detenerme para realizar una foto de una casa particular que era un buen ejemplo del amor y el cariño con que por estas tierras se cuidan las plantas y las flores.




                                Tomé una carretera bastante más decente, la A-331,  y recorrí los 14 kms. que me separaban de Rute.
                             Rute es un pueblo que no hay que recorrerlo sino olerlo. Si paseas por sus calles todo el pueblo huele a anís, a chocolate, a dulces de Navidad. De hecho tiene innumerables "museos": del anís, del jamón, del chocolate. Creo que, junto con Guadalest, debe ser el pueblo de España que cuenta con más "museos" por metro cuadrado. Me dí una vueltecita sin que nada en especial me llamara la atención y, como no tenía intención de visitar ninguno de estos lugares, retomé mi camino para dirigirme por la misma A-331 a recorrer los 21 kms. que me separaban de mi próximo lugar donde pensaba pernoctar: Lucena.  
                             El pueblo de Lucena ha tenido gran protagonismo desde la época romana, donde se vió envuelto en la guerra civil entre Julio César y los pompeyanos, pasando por la dominación árabe en la que se convirtió en un enclave importantísimo de Al-Aldalus y siendo habitado entre los S.IX y XII exclusivamente por judíos, los cuales crearon una escuela universitaria que posteriormente se trasladó a Toledo.
                                Ya en época cristiana pasó por diferentes manos y en su castillo del Moral estuvo preso preso el último rey de Granada, Boabdil El Chico, apresado en la batalla de Lucena.
                                   Ya en época moderna tuvo un destacado papel en la Guerra de la Independencia y a partir de 1975 inició su despegue económico basado en la industria de la aceituna, la vinícola y la fabricación de muebles.
                                 Todo ello conlleva que su legado artístico y monumental sea muy destacable y a conocerlo me dispuse al llegar a el, localizando en primer lugar mi sitio de alojamiento que era el céntrico Hotel Santo Domingo de Lucena, edificado sobre un antiguo convento del mismo nombre y que tenía un pequeño problema de aparcamiento que pude solventar dejando la moto en un cercano estacionamiento para vehículos de dos ruedas situado apenas a 100 metros de la entrada.  
                                     El hotel en sí es muy bonito, con un precioso patio central que hace las funciones de restaurante, lugar de desayuno y sitio para tomar una copa. Quizás una modernización de las habitaciones no le vendría mal.
                                   Después de dejar las cosas me fuí a dar una vuelta y encontrar un sitio para comer. Al lado justo del hotel está la Iglesia de Santo Domingo. 




       
                              Paseando descubrí rincones y plazas con mucho encanto e incluso calles con nombres curiosos como la de más abajo, cuya interpretación dejo al libre criterio del lector.




                                    Después de comer de tapeo fuí a descansar un rato para luego continuar mi recorrido que me llevó hasta la Plaza Nueva, grande y espaciosa, donde se sitúa el Ayuntamiento con una torre con reloj que marca las horas de la vida de este pueblo. En el lado contrario al Ayuntamiento se halla la iglesia de S. Mateo, considerada una pequeña catedral. Como estaba abierta entré y pude ver su retablo renacentista de Jerónimo Hernández y Juan Bautista Vázquez.


                                                              Ayuntamiento
                                                                 Iglesia de S. Mateo

                               Pero lo más importante de esta iglesia es una pequeña joya denominada Capilla del Sagrario, considerada una de las obras cumbres del barroco andaluz. Construido en el S.XVIII bajo las órdenes de Leonardo Antonio de Castro Hurtado tiene planta octogonal, portada de mármoles y templete central y está completamente recubierta de yeserías policromadas de una belleza extrema.




                                     Continuando el paseo llegué hasta el Castillo del Moral, situado junto a la antigua plaza extramuros llamada el Coso. Es Monumento Histórico Nacional y data la parte más antigua del S.XI, de planta cuadrada con torres en las esquinas, entre las que destaca la torre del Moral y la torre del Homenaje que fué celda del último rey de Granada Boabdil El Chico, capturado por Martín Hurtado en una batalla cerca de Lucena. Actualmente alberga el Museo Artqueológico y Etnológico de la ciudad.




                          Empezaba a caer un ligero sirimiri, así que aligeré el paso y en el camino me encontré con la iglesia de la Purísima Concepción con una fachada claramente herreriana coronada por un frontón triangular.



                             El sirimiri se había transformado en un aguacero como Dios manda, así que no me quedó más remedio que correr a refugiarme en mi hotel a ver que pasaba. Y lo que pasó es que cayó agua a mantas acompañada de truenos y relámpagos y que me impidió visitar otros momumentos que tenía previstos, como los palacios de los Condes de Santa Ana y el de los Condes de Hust o las iglesias de Santiago Apóstol, S. Pedro Mártir o S. Felipe Neri. Es una buena excusa para volver a esta bella ciudad en un viaje próximo.
                                  Refugiado en el hotel y como la lluvia no cesaba, cené allí mismo y me fuí a descansar rezando para que al día siguiente el tiempo mejorara y pudiera continuar mi viaje.


DÍAS 3 Y 4

                              Al día siguiente comprobé con alivio que la lluvia había cesado e incluso tímidos rayos de sol se colaban entre las nubes. Desayuné, pagué la habitación, preparé la moto y me dispuse a tomar la A-339 que en 12 kms. me depositaría en Cabra.
                              Esta población, desconocida por mi, tiene una larga historia de inicio en la época romana (denominada Igabrum)  que continuó en la dominación árabe (Qabra) y que posteriormente fué conquistada y perdida varias veces por las tropas cristianas hasta su definitiva adhesión al reino cristiano por Alfonso XI. Ello conlleva que posea una interesante herencia cultural que se plasma en su castillo y su arquitectura religiosa.
                     Cuando llegué me di una vuelta sin apearme por el centro llamémosle "moderno", donde se sitúa el Ayuntamiento y me dirigí hacia lo que más me apetecía ver que era ni más ni menos que el barrio de La Villa, el núcleo original de la población y donde estaban situados el castillo y la iglesia Mayor. Aparqué sin problemas y tomé el camino que lleva al castillo, un corto y agradable paseo rodeado de jardines y en el que hay un monumento con una reproducción de la Tizona, ya que El Cid participó en una de las conquistas de este castillo.



                                  Al llegar arriba di una vuelta para contemplar las murallas y las callejuelas que conforman el barrio de un innegable sabor árabe.




                                   Después fuí a ver la iglesia de la Asunción, que estaba cerrada, pero que me permitió admirar su preciosa portada del S.XVIII con sus columnas salomónicas.




                                A tiro de piedra de la iglesia se halla el castillo, construido por los árabes y luego conquistado y ampliado por los cristianos. En el trayecto descubrí una pequeña joya. Se trataba de un busto del poeta andalusí Ibn Muafá Al-Quabri que fué el creador de la mujasawa, donde incluyó un canto popular (la jarcha) y que dió origen al zéjel y al villancico. Un popular grupo de folk de la época de los 80, autor de la famosa "Libertad sin ira", se denominaba Jarcha.     



                                 El castillo es de planta cuadrada, con muralla defensiva y torre del homenaje y hoy alberga desde un colegio hasta ¡un gimnasio!.



                                  Descendí del castillo y llegué a la antigua Plaza principal de la población  donde, después de tomar un café y realizar una última foto de la torre de la iglesia, retomé la moto para seguir hasta el siguiente punto, no teniendo tiempo de visitar alguno de los lugares pintorescos que jalonan Cabra, como por ejemplo la Cascada de las Chorreras , la Sima (formación geológica citada en El Quijote), el Lapiz de los Lanchares o el Chorrón. Por cierto, para las mentes malpensadas el gentilicio de los habitantes de esta villa es "egabrenses".




                                 El siguiente punto era un pueblecito llamado Zuheros distante 21 kms. por la A-318. El motivo de mi interés no era el pueblo en si mismo, ya que su patrimonio no es nada relevante, sino una cueva denominada Cueva de los Murciélagos distante 4 kms. del pueblo, que es un yacimiento geológico que tiene la particularidad de estar habitada por estos mamíferos. Cuando llegué o bien debería ser la hora del recreo o estaban de huelga en solidaridad con sus congéneres catalanes porque el caso es que no pude ver ni uno solo de estos bichos haciendo el pino, así que retomé el camino para dirigirme al punto inicial de esta ruta que era Priego.
                  Llegué a Priego con una ligera llovizna (las previsiones meteorológicas para este día eran lluvia con probabilidad del 95-100%). Busqué mi alojamiento, una casa antigua muy céntrica transformada en hotel que se denominaba Hotel-Museo Patria Chica y que se hallaba decorada y ambientada toda ella con objetos, murales y fotos de comienzos del S.XX, con habitaciones supercómodas y que tenía mucho encanto.
                                     Aproveché que era relativamente temprano y me fuí a visitar lo que me había quedado pendiente, pasando por el Ayuntamiento y siguiendo la calle del Rio, lo que me permitió ver algunos de los bonitos edificios e iglesias que la jalonan.




                De esta manera llegué a otro de los lugares emblemáticos de Priego, las fuentes del Rey y de la Salud. La primera es de estilo barroco y fué construida en el S.XIX por Remigio Mármol. Está construida en 3 niveles por donde descienden las aguas de un manantial y consta de 139 chorros con mascarones fantasmagóricos diferentes y está declarada Patrimonio Nacional.





                             La otra es la fuente de la Salud, anterior a ella (S.XVI) y que reclama un lavado de cara urgente.



                                 Como ya era la hora de comer y seguía lloviznando busqué un abrevadero donde degusté algunas delicias como criadillas, gambas rebozadas y cosas por el estilo aderezadas con un fino de rama de la tierra, para ir a descansar al hotel.
                                 Las escasas horas de luz que quedaban las aproveché para comprar un par de botellas del que dicen fué catalogado como el mejor aceite del mundo y un tarro de aceitunas "partías y aliñás". Un paseito nocturno para hacer tiempo y a cenar en el encantador restaurante del hotel atendido por unos camareros atentos y educadísimos.
                                     A la mañana siguiente, desayuno, preparativos, chek-out y caminito de vuelta a casa parando para repostar en Guadix y hacer algunas fotos de los preciosos colores que nos regala el otoño.




                             Bueno, pues este ha sido mi recorrido por esta preciosa zona andaluza. Lamentablemente no podré retomar mis exploraciones de rincones de España hasta que no pase al invierno pero   ..... volveré.

                                     ¡¡Nos vemos de nuevo en primavera !!                            
          
                              
                          

lunes, 11 de septiembre de 2017



                                       DOS POR LA SIERRA DEL ESPADÁN

         
           He de confesarlo: he contravenido uno de los principios fundacionales de mi perfil en este blog. Como lo de la edad es imposible (al revés, va a peor) y aún no he cambiado de moto, solo queda uno: viajar solo. Resulta que soy miembro de la Delegación de Murcia del Club Burgman y hago salidas puntuales (generalmente de un día) con ellos. Pues bien, en una de estas salidas un amiguete del grupo que vive en Huércal Overa me comentó que había leido este blog y que le gustaría hacer una salida un poco más larga conmigo. Yo le expuse las condiciones en las que suelo viajar y, como coincidían plenamente y no me puso pega alguna, rescaté una de las varias rutas que voy conformando y que archivo para cuando haya oportunidad de realizarlas.
              En este caso se trataba de conocer una zona que se conoce como la Sierra del Espadán y que se halla enclavada entre tres provincias: Valencia, Castellón y Teruel. Se lo propuse, le pareció bien y planifiqué una rutita de 2 días por esa zona aunque en realidad fueron 4, uno para ir otro para volver y dos de la ruta en sí misma. Os cuento la experiencia.
           
           El día de la salida esperé a Jaime en el punto de encuentro acordado y, aunque lloviznaba algo, nos dirigimos hacía Valencia vía Alcoi (es una derivación de la A7 con muy buenas carreteras y que acorta distancia desde Murcia). Llegamos a mediodía y después de tomar las habitaciones en el hotel reservado (Valencia Center) nos fuimos a buscar uno de los restaurantes seleccionados en TripAvisor y que se hallaba cerca. La verdad es que la política de clasificación de esta empresa yo nunca la he terminado de entender muy bien, te puedes llevar agradables sorpresas o bien encontrar grandes decepciones. En nuestro caso nos tocó lo segundo, pues el restaurante en cuestión (Mesón Rey D. Jaime) era de lo más normalito tirando para abajo. Pero bueno, había hambre y la cuestión era llenar el estómago. A Jaime también le gusta una reparadora siesta, así que nos dirigimos al hotel y a media tarde nos fuimos en bus al centro de Valencia para dar un paseito, tomar algo al lado de la Catedral y buscar un sitio decente para cenar. A los dos nos apetecía probar marisco y buscamos una de las marisquerías más afamadas de la capital del Turia (Civera). Hombre, el sitio era acogedor y la calidad del producto no estaba mal pero, por el precio que pagamos, conozco así como 10 marisquerías que le dan sopas con onda. El caso es que cumplimos el antojo y nos fuimos a descansar con un taxista que ¡era motero! y con el que fuimos contando batallitas hasta el hotel. Al día siguiente empezaba la ruta.

         Salimos de Valencia relativamente fácil gracias al "tontolino" (léase GPS) de Jaime. Yo, como sabéis, no llevo y me resisto a ponerlo pero reconozco que en las grandes ciudades resulta bastante útil. Así que nos dirigimos al primer pueblo de la ruta: Olocau. Se hallaba a tan solo 35 kms. por la CV35. La verdad es que no tenía mucho que ver, una casa señorial (el Palacio del conde de Olocau) y la iglesia parroquial (por supuesto cerrada). Asi pues, continuamos nuestra ruta por la CV25 para, tras 11 kms. aterrizar en Gátova. Tras dejar las motos en la plaza del pueblo y caminar un poquito por la ¡calle Mayor! (de unos 3 metros de ancho) terminamos en el Lavadero público, centro social del pueblo donde se reúnen sus habitantes a charlar y que fué restaurado en 1993. Al lado del mismo, sobre un barranco, se sitúa el puente erigido en el S.XX para dar paso a la carretera que cruza el pueblo. Es de grandes dimensiones y está construido totalmente por piedra de rodeno trabajada formando una espectacular obra de arquitectura civil


          Volvimos a montarnos y seguimos nuestro periplo pasando por Segorbe pero sin detenernos, ya que íbamos a pernoctar allí al día siguiente. Muy cerca de Segorbe se halla Castellnovo. Es un pequeño y pintoresco pueblo que, como mayor atractivo, tenía un olmo plantado en 1812 con motivo de la Constitución de Cádiz. Y digo tenía porque se incendió, luego se recuperó para morir finalmenete en 2012 por la grafiosis. En su lugar se plantó un tilo que tuvo que ser trasladado por la presión vecinal ya que la plaza perdía su significado (se llama Plaza del Olmo). El año pasado se volvió a plantar un olmo nuevo que aún está muy chiquitito (habrá que volver a verlo en 30-40 años). En la misma plaza se halla la Iglesia de los Santos Reyes (S.XVII-XVIII). También posee este pueblecito una cisterna de origen musulmán con un depósito de 200.000 litros de capacidad pero que no pudimos ver por estar cerrada, así que nos hicimos una foto para inmortalizar el momento y seguimos nuestro camino.


         Nuestro siguiente destino era Jérica a la que se llegaba tras recorrer 16 kms. primero por la CV200 y luego por la A23. Hay que decir que las carreteras de la zona son bastante buenas, con asfalto reciente, aunque al ser carreteras de montaña, tienen bastantes curvas y con nuestras motos hay que conducir con precaución. Llegamos a Jérica divisando desde lejos la impresionante figura de la Torre de las Campanas, construida en el S.XVII en estilo mudéjar y teniendo la particularidad de ser una torre exenta, es decir, está separada de la propia iglesia. Dejamos las motos y fuimos a verla más de cerca.


          Jérica, además de la torre, hay varias iglesias y conventos y un castillo de época musulmana que se halla muy deteriorado.
        Estábamos llegando a mediodía, así que después de una cervecita fresca con su pincho de tortilla, nos dirigimos hacia Montanejos por la CV195. Este trayecto lo hicimos con una gran pena ya que atravesamos toda la zona que fué devastada por un gran incendio en el pasado mes de Julio. Impresiona ver los extensos bosques quemados, salpicados por pequeñas islitas verdes que se han salvado milagrosamente. Arboles de grueso tronco completamente calcinados y partidos. A mi me llamó poderosamente la atención que, a pesar del casco y haber transcurrido ya 2 meses del incendio, me penetraba un intenso olor a quemado que me sobrecogía. La idiotez humana no tiene límites.
           Así que apenados por el espectáculo llegamos a Montanejos. Es un pueblo que, aunque tiene cosas para visitar (la Torre de Montanejos, el Ayuntamiento, la Casa de Valterra), su mayor interés radica en que constituye un centro turístico de gran importancia en torno a las aguas termales que posee que conforman un rio con numerosos remansos donde la gente baja a pasar el día y refrescarse en sus aguas. Además de que íbamos apurados de tiempo Jaime no se había traido bañador, así que desistimos de la idea de bajar (total "pa ná") y nos limitamos a hacer unas fotos desde arriba y admirar el paisaje.




               En Montanejos hay varios hoteles con spa y un gran complejo situado en un circo rodeado de piedras, el bioespacio natural de Tasta.
               Nos dispusimos a continuar hasta el destino final de este primer día: Rubielos de Mora, pero al tontolino de Jaime, no sé si por el calor, se le cruzaron los cables y nos llevaba en dirección contraria así que recurrí a mi recurso de siempre y que no suele fallar: parar y preguntar a alguien autóctono. Nos indicaron el camino correcto y tomamos la CV195 para, después de un precioso recorrido por una carretera muy curveada, con pequeños túneles que la atravesaban y bordeando el embalse de Arenoso dirigirnos a nuestra meta. De pronto nos dimos cuenta que habíamos entrado en la provincia de Teruel, no porque hubiera cambiado el paisaje sino porque había cambiado el asfalto. De las agradables carreteras que traíamos pasamos a auténticos caminos de cabras, firme levantado y lleno de baches, piedras sueltas, curvas traicioneras. En fin, un desastre que Teruel no debía consentir porque afea muchísimo la imagen de la provincia, sobre todo en comparación con la vecina Castellón. Así que dando botes y con mucho cuidado conseguimos llegar a Rubielos de Mora y localizar nuestro hotel situado en la Plaza Igual y Gil, el Hotel Los Leones.
             Eran las 3 de la tarde y dudábamos que nos dieran de comer, pero el amabilísimo dueño (Manolo) nos acompañó al comedor y pudimos saborear una de las mejores comidas del viaje degustando, entre otras cosas, un ternasco preparado de una manera muy original y que, según nos contó, había recibido el Primer Premio del Concurso de Ternasco que anualmente se organiza en Teruel. Hay que ir y disfrutarlo porque no se puede describir. Tanto Jaime como yo, al final del viaje, coincidimos en que la estancia en este hotel y la visita que luego hicimos al pueblo había sido lo mejor del mismo. El hotel es un antiguo palacio, restaurado con mimo y gusto exquisito y con una preciosa decoración. Habitaciones muy cómodas, decoradas en estilo medieval y con detalles preciosos (yo me encapriché de un pequeño mueble joyero que había en la mia pero, además de parecerme mal llevármelo, es que no sabía como lo podía transportar en la moto). Jaime se quejó un poco de que no había TV (incluso la buscó dentro del armario) pero al final se conformó y se entretuvo con las revistas que había. Asi que, después de no perdonar la reparadora siesta, salimos a descubrir lo que nos ofrecía este precioso pueblo.

                                                           Hotel Los Leones

            Rubielos de Mora está considerado uno de los pueblos más bonitos de España y la verdad es que hace honor a este calificativo. Tiene una estructura medieval y en su tiempo estuvo fortificado por una muralla con siete puertas de entrada de las que aún se conservan dos, la de S. Antonio y la del Carmen. La primera tiene en lo más alto la figura de un buho que vigila el horizonte.

                                                                   Puerta del Carmen
                                                                    Puerta de S. Antonio

           La verdad es que es una delicia pasear por sus callejuelas empedradas mientras admiramos sus casas solariegas y sus palacetes adornados con nobles escudos de madera y forja. La Casa Consistorial es de estilo renacentista del S.XVI y también notables son la de los Condes de Florida y la de los Condes de Creixell, cuartel general del General Cabrera durante las Guerras Carlistas para preparar el asalto a los sublevados que se hallaban en el cercano Convento de Carmelitas. En los dinteles de muchas casas se pueden apreciar objetos que se referían al oficio de la persona que la habitaba y también otros símbolos de significado incierto y que se piensa que podrían pertenecer a antiguas sociedades secretas del medievo. Además del ya mencionado Convento de las Carmelitas existe otro convento, el de las Agustinas con su iglesia del S.XIV y que fué la primitiva parroquia. La iglesia de Sª Mª la Mayor es una construcción barroca de mampostería y cantería que presenta una notable portada principal labrada en piedra. La torre es de 4 cuerpos (3 cuadrados y 1 octogonal) y tiene varias campanas, la más antigua del S.XV. En los alrededores del pueblo hay varias ermitas (la de Abdón y Senén, la de Santa Ana, la del Pilar, la de Santa Bárbara, la de los Desamparados, la del Calvario y la de S. Roque). Os dejo algunas fotos de este bello pueblo.




          Conforme paseábamos, tanto a Jaime como a mi nos entró la duda de donde cenábamos, ya que ambos estábamos bastante saciados. Así que terminamos en un barecito de una plaza cercana al hotel que, cuando llegamos, estaba vacio. Solo se encontraba el encargado que se hallaba ocupado en trasegarse un plato de medio kilo de cecina con un buen vaso de vino (su figura se correspondía con sus gustos culinarios). Entre cecina va y cecina viene el hombre se dignó a ponernos un plato de jamón y queso y un par de vasos de vino y con eso nos dimos por satisfechos y nos fuimos al hotel donde nos tomamos un par de copichuelas (una Jaime y otra yo) en un recoleto patio exterior y ... a descansar.

       Al día siguiente retomamos la ruta tras repostar para dirigirnos por el camino que habíamos traido hasta la población de Olba donde, después de ver el Ayuntamiento y buscar sin éxito al Doncel de Olba (tapa de un sarcófago de un caballero del S.XII en estilo protogótico) continuamos hasta Puebla de Arenoso. Aquí paseamos por sus calles de estilo medieval y terminamos en la plaza donde se halla el Ayuntamiento, con una estructura palaciega del S.XVII de mampostería y sillería ...


         ... y la iglesia parroquial de Nª Sª de los Angeles al lado del mismo. Destacar la curiosidad de que la plaza es triangular, formando un triángulo casi perfectamente equilátero. En los soportales del Ayuntamiento se reunían los regidores de la villa para tomar contacto con el pueblo y que cuando llegamos nosotros estaban ocupados por varias personas que parecían esperar algo que luego resultó ser una furgoneta ambulante de frutas y verduras. Como observaréis , en casi todos los pueblecitos que visitamos hay unas estructuras de rejas metálicas que deslucen las fotos pero que son el resguardo para contemplar a los toros que en todos los pueblos sueltan por las calles.


        Desde un mirador cercano pudimos apreciar las obras de contención del cercano embalse Arenós, realizadas para evitar el hundimiento del terreno sobre el que descansa el pueblo.



        Desde Olba recorrimos 50 kms. de buenas carreteras por la CV20 y la CV195 hasta llegar a Onda que con 25.000 habitantes debe constituir el tercer municipio más poblado de Castellón, tras la propia capital y Villarreal. Aquí había muchas cosas por ver (varias iglesias y conventos, el casco antiguo, el castillo, etc) pero de nuevo el tiempo nos apremiaba así que nos limitamos a un corto paseo por el casco histórico y después de tomar algo en una coqueta placita y contemplar el paso de una charanga (Paquito el Chocolatero incluido) nos volvimos a montar en las motos para dirigirnos hasta nuestro destino final: Segorbe.


                               
        Llegamos a Segorbe después de una nueva jugada del tontolino de Jaime, ya que en vez de por la CV200 que era la ruta que yo llevaba nos derivó por la A23 (aunque hicimos más kms. ahorramos algo de tiempo porque una autovía es una autovía). Al llegar localizamos el hotel (Hotel Spa Martín el Humano) que se trataba del antiguo hospital rehabilitado. Al hacer las reservas nos pareció algo caro pero resulta que Segorbe estaba en plenas fiestas que duran 2 semanas y esta última es la más importante porque se dedica a los toros de todo tipo (Entrada de Caballos y Toros, toro embolao, toro ensogao, toro cabreao, etc.). Después de tomar las habitaciones pensábamos comer en el propio hotel pero resulta que el comedor estaba reservado íntegramente durante toda la semana por una de las peñas, así que no nos quedó más remedio que zambullirnos en la vorágine de gente que discurría de bar en bar con sus respectivas terrazas e intentar pillar algo. En uno conseguimos un par de cervezas y 6 langostinos que, aunque gordos, nos salieron a 3 euros por langostino y en otro pillamos otras dos cervezas y un plato de jamón y queso. Para rematar la comilona le propuse a Jaime unas partidas al futbolín que tenían, dándole un buen repaso (no sabía con quién se enfrentaba en este noble arte) y con las mismas a descansar al hotel.

                                                                Marcha en Segorbe

     A media tarde salimos a pasear por el pueblo atestado de gente, fuimos a la Plaza del Ayuntamiento donde acaba de terminar una suelta de vaquillas y subimos a ver las murallas.
       Segorbe (denominada erróneamente, debido a su nombre, como la antigua Segóbriga y que en realidad se halla en Saelices término de Cuenca) es un municipio enclavado entre las Sierras del Espadán y la Calderona. Hay constancia de su existencia desde tiempos prehistóricos y constituye un punto estratégico vital porque desde ella se domina el camino natural entre la costa mediterránea y Aragón. Como no podía ser de otra forma por ella han pasado romanos, árabes y cristianos. Fué residencia del Rey Martín I de Aragón "el Humano" (de ahí el curioso nombre de nuestro hotel) que se casó con la segorbina María de Luna y fué tal su importancia que durante los S.XVIII y XIX le disputó la capitalidad a Castellón de la Plana para, posteriormente, decaer su influencia. Como antigua ciudad fortificada conserva gran parte de la antigua muralla con dos torres bastante curiosas, la de la Cárcel (porque en la parte baja servía como tal) y la del Verdugo (porque en ella residía el verdugo, el botxí en valenciano).

                                                              Torre de la Cárcel
                                                                 Torre del Verdugo

         Dimos un paseo contemplando las vistas desde la zona de las murallas y observando como se aproximaban unas negras nubes con no muy buenas intenciones



          Y efectivamente, en menos tiempo del que se tarda en contarlo, se abrieron los cielos y nos cayó el diluvio universal. Nos reguardamos como pudimos bajo un tejadillo y esperamos que la cosa pasara. Y pasó, pero dejó las calles del pueblo (con arena para los toros y los caballos) hechas un auténtico barrizal. Le preguntamos a un policía por un taxi y se descojonó de la risa, asi que no quedó más remedio que seguir al tontolino de Jaime (en este caso el google maps) que nos dió un mojado paseo por todo el pueblo porque el pobre se creía que éramos un automóvil para al final depositarnos en el hotel. El plan previsto era cenar (el empacho ya había desaparecido) en un restaurante que se hallaba en un pueblecito a 2 kms de Segorbe que se llama Altura (chiste fácil, los segorbinos dicen que son el pueblo más alto de España porque se hallan a 2 kms de "altura"). Desde el hotel intentamos conseguir un taxi pero quedó claro que eso era una misión imposible, así que los dos quasiabuelitos (Jaime lo es pero yo no) se montaron en sus burgmans y desafiando a los elementos y a la Guardia Civil se plantaron en Altura para darse el homenaje final. Grata sorpresa, el restaurante (la Farola) es un agradable local con diseño moderno en madera y espaciosas mesas con una cocina altamente recomendable e innovadora. Nos dejamos aconsejar y nos trasegamos un pulpo de roca (entero) sencillamente espectacular, unos boquerones levemente marinados, unas croquetas con relleno innovador y una carne en horno japonés de una calidad inmejorable (30 euros por cabeza con bebida). Satisfechos y contentos regresamos al hotel rezando para que la Benemérita no nos parara porque caíamos fijo. Llegamos sin novedad y a descansar porque al día siguiente tocaba el regreso a casa.

      Al día siguiente, mientras preparaba el equipaje, me llevé la sorpresa desagradable de este periplo: las llaves de la moto no aparecían por ningún lado. Bajé rápidamente por si me las había dejado puestas (ya me ha pasado en alguna ocasión) pero nada, la moto estaba en su sitio pero ni rastro de las llaves. Así que deduje que me las habría metido en el bolsillo de la chupa y habría guardado esta bajo el asiento. Forzarlo era imposible y, lógicamente, las de Jaime no servían. Desayunamos con preocupación y Jaime me aconsejó que llamara al seguro de la moto. Lo hice y, la verdad sea dicha, respondieron con efectividad. Mandaban un taxi a mi casa en Murcia para que mi hijo le entregara la copia que guardo allí y, posteriormente, el mismo taxista se encargaba de desplazarse hasta Segorbe para dármela. En esta tesitura no me quedó más remedio que despedirme de Jaime. Tenía que regresar ya que al día siguiente tenía un viaje en barco. Y yo me dispuse a  hacer tiempo hasta las 13,30 que calculaba llegaría el taxista. Por tanto me fuí a dar un repaso al pueblo y aproveché para hacer alguna foto del Ayuntamiento, antiguo palacio de los Duques de Segorbe y Medinaceli del S.XVI y de la Catedral Basílica del S.XIII adosada a las murallas, así como del paisaje que rodea a la población

 

         Regresé al hotel para dejar la habitación (eran las 11,45) y seguir esperando al taxi y, al pasar junto a mi moto, me detuve a mirar por si las llaves se hubieran caido por algún lado. Nada. Todavía no sé muy bien por qué se me ocurrió abrir la guantera y ¡¡ oh sorpresa !!, las llaves estaban allí. Yo nunca he dejado las llaves en la guantera por lo que deduje que me las había dejado puestas y que algún alma caritativa pasó y las vió y, en vez de intentar llevarse la moto, las metió en la guantera para que nadie las viera. Es imposible que este buen samaritano lea este blog pero si lo hiciera desde aquí le doy mil gracias porque me salvó de un gran apuro si otro hubiera pasado y se hubiera encaprichado de mi moto. Todavía quedan buenas personas en este mundo.
        Así que llamé al taxista (estaba llegando a Valencia), le dije que se diera la vuelta, cargué la moto y me vine para Murcia sin más contratiempo que un fuerte viento que me acompañó todo el camino. En este viaje se nos han perdido dos cosas: un intercomunicador de Jaime y las llaves de mi moto ¡¡ y las dos han aparecido!! (no hay que olvidar que me llamo Antonio y una oración a este santo dice .... "todo lo que fuera perdido fuera encontrado".

CONCLUSIONES:

1. He ampliado mi campo de posibilidades, además de salidas puntuales con el Club Burgman y las mías en solitario que seguiré haciendo, se pueden hacer rutas en compañía siempre y cuando exista compenetración y buen rollo. Voy a planificar alguna otra por si Jaime se apunta.

2. Todavía quedan buenas personas que piensan en los demás (gracias de nuevo anónimo salvador)