sábado, 5 de mayo de 2018


                                                    


                                                   POR LA ALCARRIA CON CELA

                Hace ya unos meses, en uno de esos raros fines de semana en que no tienes planes ni tareas pendientes, me dediqué a buscar en mi pequeña biblioteca algún libro no leído y me topé con “Viaje a la Alcarria” de nuestro Nobel C.J Cela.  Se trata de una novela costumbrista escrita en 1948 y en la que Cela va relatando su viaje, en su mayor parte a pie, por una zona muy poco conocida de nuestro país y describiendo lugares, pueblos y gentes en una época difícil como fue la postguerra civil española. Literatura, música y pintura, entre otras, son actividades artísticas muy subjetivas. Lo que a uno le puede parecer una obra de arte a otro le puede resultar un auténtico tostón. Y a mi  la novela de Cela no me entusiasmó (mándenme a la hoguera los puristas). Me resultó algo plúmbea y reiterativa (al estar escrita en tercera persona, la palabra “el viajero” se repite más que el ajo). Pero si despertó mi curiosidad el saber como serían hoy en día esos pueblos  70 años después.
                Así que tracé la ruta sobre un mapa y comprobé que sería factible hacerla de manera tranquila en mi moto en un par de días. Dicho y hecho, reservé alojamientos y, aprovechando el puente de Mayo, me dispuse a recorrerla llevando como guía la novela de Cela y dispuesto a visitar una zona absolutamente desconocida para mi (como tantas otras que aún me quedan por recorrer). Os lo cuento.


DÍAS 1 Y 2


                Como siempre, mi primer día de viaje suele ser como lo denomino “de aproximación”. Enfilé la A-30 con destino a Albacete de momento sin agua, aunque las previsiones no eran muy optimistas. Atravesando Albacete llegué a La Gineta y ahí tomé el desvio por la N-320 hacia Cuenca. Al pasar por Tarazona de la Mancha paré a tomar un cafetito y, de paso, hacer alguna foto a su bella y recoleta Plaza Mayor.




               Continué la ruta hasta Cuenca por una carretera con buen asfalto, poco transitada y bonitos paisajes para llegar a la capital conquense y parar a comer y descansar un rato.
                Una vez repostados mi moto y yo seguí el camino hasta llegar a Guadalajara y buscar mi alojamiento (Hotel Pax) que, aunque se halla algo alejado del centro, es un  moderno hotel con una relación calidad/precio muy buena. Total 421 kms. Como la ciudad ya la conocía de mi viaje anterior a Los Pueblos Negros, dediqué la tarde a pasear por los alrededores aunque empezaba a lloviznar y, después de cenar algo, me fui a descansar con el pensamiento puesto en si la meteorología me iba a respetar.
                Y no me respetó. El día amaneció totalmente nublado y con lluvía pero no podía cambiar los planes. Así que, resguardado todo lo que podía, con una velocidad más que moderada me dispuse a recorrer por la A-2 los 20 kms. que me separaban de mi primer destino.
                   Este no era otro que Torija (“Torija es un pueblo subido sobre una loma”). Aparqué cerca de la plaza y resguardándome con el chubasquero fui a visitar los dos lugares más emblemáticos del lugar. La figura del Castillo, que domina toda la plaza, impresiona. Se cree que su fundación se debe a los templarios, posteriormente conquistado en el S. XV por los navarros y reconquistado por el Marqués de Santillana para después pasar a ser posesión de la familia de los Mendoza. En la Guerra de la Independencia fué volado por El Empecinado para evitar que cayera en manos francesas y en la Guerra Civil quedó muy deteriorado, siendo reconstruido en 1960. Actualmente es sede del Centro de Interpretación Turística de Guadalajara.




                              Me resguardé en los soportales de la plaza donde un lugareño amasaba harina al lado de un caldero con aceite a calentar: “ Buenos días. ¿ Va usted a hacer churros ?”. “Sí, cuando el aceite esté caliente”. “Vale, pues me acerco a ver la iglesia mientras y ahora vuelvo”.
                La cercana iglesia de la Asunción fué concebida en estilo tardogótico o prerrenacentista pero su construcción posterior siguió el estilo plateresco. Como estaba cerrada me conformé con ver la portada y realizar algunas fotos y regresé a reconfortarme con unos churros calentitos y proseguir mi viaje con una pertinaz lluvia que me estaba empezando a mojar por completo.



                      El siguiente punto del recorrido era Brihuega que distaba 15 kms. por la CM-2011. Como las distancias eran cortas, aunque bastante calado, me permitían resguardarme algo entre punto y punto.
                “Tres monumentos existen en esta gran población: Nuestra Virgen, San Felipe y puerta del Cozagón”. Realmente estos versos del libro no hacen honor a Brihuega como luego pude comprobar, ya que hay numerosas cosas que ver en esta villa. Al llegar, la lluvia había amainado algo y ,después de aparcar, me dispuse a recorrerla. Lo primero que me encontré fue la Puerta de la Cadena que forma parte de lo que queda de la muralla.



                Una señora que pasaba por allí y me vió haciendo fotos se prestó gustosa a informarme de la historia del pueblo (que conocía bastante bien) y, entre otras cosas, me contó que la CNT durante la Guerra Civil instauró en la villa el Comunismo Libertario y que allí tuvo lugar la famosa batalla de Guadalajara, una importante victoria del Ejército Popular Republicano. Me despedí amablemente y bajé por la calle principal para buscar la iglesia de S. Felipe, una bella construcción románica de transición al gótico del S. XIII.







                           Después de visitar la iglesia continué hacia abajo para adentrarme por estrechas callejas en el casco histórico para, después de atravesar la Puerta de Santa María desembocar en el edificio del castillo.



                           Se trata de una construcción de probable origen musulmán que se halla sobre un barranco al borde del rio Tajuña. Se le conoce también como Castillo de la Peña Bermeja por edificarse sobre unas rocas de color ocre y fué sede de numerosos obispos de la sede primada. Constaba de un recinto exterior y de un foso que hacían muy difícil el acceso al mismo. En su interior, hoy día, se sitúa el cementerio. Junto con la anexa iglesia de Santa María constituía una auténtica ciudadela.



                         La iglesia de Santa María es una bella y desconocida construcción del S. XIII con añadidos posteriores que posee una preciosa puerta septeptrional de estilo tardorrománico.



                       Muy cerca de allí se sitúa la Plaza de Toros que, en su momento, fué un coso de gran relevancia taurina. En su inauguración intervinieron El Cordobés (padre) y Paco Camino.



                   Subiendo una pequeña cuesta llegué hasta el Arco del Cozagón que nos ha llegado bastante mal conservado y rebajado pero que, en su momento, tuvo gran importancia porque constituía la puerta de entrada y salida para dirigirse a Toledo.



             La lluvia seguía siendo persistente, así que después de hacer una foto del paisaje circundante …


… me dirigí a visitar la otra gran iglesia del pueblo, S. Miguel, una preciosa construcción románica de transición al gótico del S. XIII .

                   Retomé mi camino para coger mi moto y seguir mojándome (recordadme que me tengo que comprar un traje de agua) y proseguir hasta mi siguiente destino. El cual no era otro que Masegoso de Tajuña al que se llega tras recorrer 20 kms. por la CM-2011.
                “Masegoso es un pueblo grande, polvoriento, de color plata, con algunos reflejos de oro a la luz de la mañana …”. No sé si polvoriento pero deshabitado si parecía. Me acerqué a la iglesia de S. Martín del S. XVII pero que fué completamente destruida en la Guerra Civil y reconstruida y donde, para pasmo mio, había dos señoras que la habían abierto para colocar flores y adecentarla y que me hicieron un interrogatorio en 3º grado: “¿  De dónde viene usted?, ¿y que hace por este sitio?, ¿es raro ver a algún viajero por aquí?. Me desembaracé como pude de las comadres y, tras hacer una foto de la plaza porticada del pueblo que no tenía mayor interés, me dirigí para recorrer por la N-204 los 8 kms. que me separaban del siguiente punto.



                          “Cifuentes es la capital de la Alcarria”.  Llegué a Cifuentes y, tras callejear algo, fuí a aparcar en la Plaza Mayor justo delante del Ayuntamiento. Como la lluvia no cesaba decidí que había que ir al grano y ascendí por una escalinata para encontrarme cara a cara con el edificio más emblemático del pueblo: la iglesia de S. Salvador. Se trata de un edificio que auna varios estilos: románico, gótico y renacentista. Construcción de gran envergadura que se divisa desde cualquier punto al llegar al pueblo.



                               Era domingo y estaba abierta por la celebración de la misa. Así que entré y esperé a que terminara la ceremonia para realizar algunas fotos, gustándome sobre todo el coro y un precioso púlpito gótico del S.XV.




                              Terminada la visita bajé a coger la moto. Mi idea era acercarme a ver el castillo de D. Juan Manuel del S.XIV construido sobre una edificación árabe anterior del S.XI o XII. Está en pleno proceso de restauración y entre eso y la lluvia me contenté con un vistazo a lo lejos. A los pies del mismo nace el rio Cifuentes, caudaloso y de pequeño recorrido (unos 2 kms.) que desemboca en el Tajo al llegar a Trillo.
                En esta tesitura decidí recorrer los escasos 5 kms. por la N-204 que me llevarían hasta “los Gárgoles”. Parafraseando a Cela “al viajero” le sorprende mucho el nombre de estos dos pueblos, ya que Gárgoles de Arriba se encuentra a la derecha viniendo desde Cifuentes en un lugar en suave descenso mientras que Gárgoles de Abajo se halla algo más adelante y construido sobre una loma. En fin, su explicación tendrá.
                “ … al coronar un resayo suave, se ve también Gargolillos, con su torre en punta, y Gárgoles, con su torre cuadrada. A Gargolillos le llaman algunos Gárgoles de Arriba y a Gárgoles, Gárgoles de Abajo”. La torre cuadrada a la que se refiere Cela es la de iglesia de la Inmaculada Concepción del S.XVII mientras que la torre en punta es de otra iglesia de la misma advocación pero esta románica del S.XII. Después de ver ambas y como los pueblos en sí mismos no tienen otro atractivo salvo el de hallarse situados ambos a orillas del Cifuentes, continué mi camino por la CM-2115 para llegar a mi siguiente destino.

                                                           Iglesia Gárgoles de Arriba

                                                             Iglesia Gárgoles de Abajo


                                 “Al llegar a Trillo el paisaje es aún más feraz. La vegetación crece al apoyo del agua, y los árboles suben, airosos como en Brihuega”.
                Efectivamente, a los que como yo no hayan viajado nunca por estas tierras, la idea preconcebida de que la Alcarria es de una zona algo desanlejada, quizás algo desértica y con escasos atractivos. Nada más lejos de la realidad. La Alcarria es una tierra fértil, con grandes extensiones de verdes prados y carreteras flanqueadas por especies como el olivo, la vid, sabinas, enebros e incluso castaños y donde podemos encontrar grandes zonas dedicadas al cultivo de plantas aromáticas como la lavanda, el romero, el tomillo o la salvia.
                Trillo es un pueblo grande que te sorprende gratamente. Fui directo a la Plaza del Ayuntamiento, que es lo que siempre suelo hacer porque alrededor de las mismas se concentran los sitios más atractivos del lugar. En ella se encuentra el impresionante edificio de la iglesia Parroquial, de tipo renacentista, construido con grandes sillares de piedra arenisca.




                                   Después de verla y si se la bordea, nos encontramos con una preciosa cascada que forma el rio Cifuentes antes de desembocar en el Tajo.


                                    
                                  Sobre el rio se encuentra otro de los puntos de interés, un bello puente del S.XVI que fue volado durante la Guerra de la Independencia para luego volverlo a reconstruir.El pueblo, aunque persistía una ligera lluvia, se hallaba muy animado con numerosos visitantes recorriéndolo y haciendo fotos. Supongo que en época estival será un punto de gran interés turístico, más aún si tenemos en cuenta que muy cerca del mismo está el Real Balneario de Carlos III con aguas termales cuyas propiedades eran ya conocidas por los romanos.


                                                                  Rio Tajo


Salí de Trillo con muy buen sabor de boca y me dirigí hacia el penúltimo lugar a visitar en esta primera jornada. En el camino, y dominando el paisaje, se pueden ver dos enormes cilindros, con luces destelleantes y que emiten continuamente un enorme humo blanco. Se trata de la Central Nuclear construida en 1988 y que supongo que constituye una fuente de riqueza para la comarca pero, la verdad, vista así acojona un poco.


      “Pareja es un pueblo industrioso y grande, con casas nuevas al lado de otras en ruinas y una fonda en la plaza principal”. A Pareja se llega tras recorrer 33 kms. por la N-204 y, lo primero que llama la atención, es una ermita situada a la entrada del pueblo. Se trata de la Ermita de Nª Sª de los Remedios construida en 1716.



                    Además de la ermita, Pareja tiene otras cosas que ver como unos bonitos soportales en la Plaza Mayor y un palacio neoclásico del S.XVIII. Una placa revela el paso de Cela por este pueblo.





                          Y ya, sin más, volví a tomar la N-204 y me dispuse a llegar después de 14 kms. al lugar donde debía pasar la noche. “En Sacedón se mete el viajero por el atajo del camposanto … el caserío se extiende bastante y la torre de la iglesia destaca airosa sobre todo él”.
                               Pregunté al llegar por mi alojamiento, lugar casi obligatorio para pernoctar pues la infraestructura de hospedaje la supongo muy escasa. Se trataba del Hotel Mariblanca situado en el mismo centro al lado de una estatua dedicada a este personaje del cual desconozco sus andanzas.


                                 Tomé la habitación sin muchos lujos que me dieron y me fui a buscar un sitio para comer ya que era algo tarde. Después de descansar un rato y como había dejado de llover decidí dar un paseo pero, en vez de dirigirme directamente a la iglesia cercana, seguí calle abajo para recorrer un bonito paseo asfaltado y que terminaba en una pequeña loma desde la que se divisaba el embalse de Entrepeñas. En el trayecto me sorprendió mucho la gran cantidad de empresas dedicadas al turismo naútico, solares con gran cantidad de barcos, empresas de windsurf e incluso tiendas de ropa y otros artículos para el deporte naútico.



                                Por eso, al regresar e ir a ver la iglesia, me pareció cuando menos incongruente el cartel que colgaba sobre la fachada del Ayuntamiento.
                          

                                
                        Sin entrar en discusiones pueblerinas/regionalistas, el hecho de que un pueblo que, aparentemente, no tiene problemas de suministro a la población ni a los regadíos y que tiene en el cercano embalse una fuente de riqueza con la explotación del turismo naval de recreo, coloque este tipo de reivindicaciones en su Ayuntamiento (y no es el único ya que me encontré carteles similares dispersos por otros lugares a lo largo de mi viaje), me resulta, cuando menos, un contrasentido.
                        Dejando a un lado mi pequeño cabreo, hice algunas fotos de la iglesia Parroquial, de estilo tardogótico con detalles renacentistas del S.XVIII. El resto del pueblo no tiene mucho que ver e incluso diría que es poco agraciado (y no tiene nada que ver esta opinión con el cartelito de marras). Así que regresé al hotel (buen restaurante) para cenar y reponer fuerzas para la siguiente jornada.



DÍAS 3 Y 4

                A la mañana siguiente preparé las cosas, me despedí del Sacedón reivindicativo y me dirigí primero por la N-320 y luego por la N-320A para, en tan solo 10 kms. y ya sin lluvia aunque nublado, plantarme en el siguiente pueblo.

                “Al cruzar por Auñón las criadas van cantando lo de Rosa de Madrid”.  Al llegar a la plaza del Ayuntamiento, desde donde se divisa un bonito paisaje, nos sorprende el edificio del Ayuntamiento. Es un magnífico ejemplo de construcción típica alcarreña, un edificio hidalgo con dos plantas, la inferior con soportales tapiados y la superior con columnas y zapatas de madera que sostienen la balconada, rematado todo ello por un gran reloj.


                 Al lado mismo se encuentra la iglesia de S. Juan Bautista, gótico tardío del S.XVI con el escudo de armas de la Orden de Calatrava en la portada.

         

             Callejeando por el pueblo, de estructura típicamente medieval y con casas colgadas sobre un barranco, llegué hasta una placita en la que se levantaba un bonito edificio que era la Capilla del Obispo de Salona del S.XVII.

                                                              

                  Retomé mi camino no sin antes hacer una foto del paisaje circundante.


                  Del siguiente lugar a visitar me separaban 22 kms. que se recorren por la GU-213. “Tendilla es un pueblo de soportales planos, largo como una longaniza y estirado todo lo largo de la carretera”. La descripción que hace Cela no puede ser más exacta. Tendilla es un pueblo de una sola calle, la calle Mayor, flanqueada por hileras de soportales que se extienden más de 1 km. y que albergan tiendas y restaurantes con encanto.




                         Además de soportales, en Tendilla hay una iglesia inacabada del S.XVI dedicada a la Asunción …


                          … y un palacio que perteneció a la familia López de Cogolludo.


                     También aquí hay una placa recuerdo del paso de Cela en la que hace mención a Pío Baroja.


                       
                       Saliendo de Tendilla por la GU-213 y continuando durante 22 kms. se llega a un pueblecito encaramado sobre una loma y en el que, para desgracia mía, la lluvia hizo su reaparición. “Hueva tiene la torre de la iglesia torcida, como la de Pisa”. En Hueva no hay mucho que ver, una plaza donde se sitúa el Ayuntamiento, la picota y un pilón y la iglesia que, efectivamente tiene la torre torcida, aunque desde la perspectiva de mi foto no se aprecia con claridad.


                           Ya sin más, me dispuse a recorrer los 8 kms. primero por la CM-2006 y luego por la CM-200 que me separaban del lugar donde iba a pasar el resto del día y hacer noche.


“… cuando el viajero se asomó a la plaza de la Hora, y entró, de verdad y para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse en una ciudad medieval, en una gran ciudad medieval”. Realmente esa es la sensación que provoca la llegada a Pastrana, ciudad grande que posee innumerables rincones para descubrir. Yo, al llegar, localicé primero mi alojamiento.
                Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) es el más importante autor dramático de la escuela neoclásica española. A la muerte de su padre heredó varias posesiones, entre las que se encontraba una casa en Pastrana en la que pasó largas temporadas y en la que escribió, entre otras obras, la famosa “El sí de las niñas”. Pues bien, esta casa hoy está convertida en Hostal Rural ( Hostal Moratín )  era el lugar elegido por mi para pernoctar. Decorado acorde con su procedencia noble, con cómodas habitaciones y un precio extraordinario (35 euros SA). Tomé la mía, recogí las llaves y me fui a descubrir Pastrana.
                Por la calle que desemboca en el arco que da acceso a la plaza de la Hora descubrí el Palacio Viejo, lugar donde residió temporalmente la Princesa de Éboli mientras le construían el Palacio Ducal.


                    Atravesando el arco se llega a la Plaza de la Hora, cuadrada y abierta a un bello paisaje en uno de sus lados y donde todo lo domina la figura del imponente Palacio Ducal, de planta cuadrada con torres a los lados y escasa ornamentación en la fachada. Se proyectó en 1541 pero, por diferentes motivos, su construcción completa nunca finalizó. En él estuvo encerrada la Princesa de Éboli desde 1581 hasta su muerte en 1592 y se puede contemplar el balcón donde podía salir una hora al día, de ahí el nombre de la plaza.


                                                                 Plaza de la Hora
                                                                Palacio Ducal

                              Atravesando un arco contrapuesto al que da acceso a la plaza se entra en la calle Mayor, bastante llena de turistas a esa hora. Recorriéndola sin prisas da tiempo a ver las bonitas casas que la adornan y se termina desembocando en el gran edificio de la Colegiata construida sobre una antigua iglesia románica del S.XII edificada por los caballeros calatravos y reconstruida totalmente en los S.XVI y XVII. El acceso a este gran templo se realiza por una portada de tradición gótica con una pequeña placita cerrada con una reja. Cuando llegué el párroco estaba cerrando dada la hora que era pero me informó amablemente de los horarios vespertinos para realizar una visita guiada.




                                 Así pues, decidí irme a comer y darme un pequeño homenaje en un restaurante que había seleccionado previamente. Se trataba del Cenador de las Monjas, situado en las dependencias de un convento aún en uso y que por mi información contaba con varios premios gastronómicos. Al llegar, observé con sorpresa que era el único comensal, pero el camarero me informó que estaba todo reservado para más tarde (cuando salí estaba todo lleno). Me acomodé en mi mesa y, para daros envidia, disfruté de una excelente comida servida con prontitud y eficiencia y a un precio más que razonable dado el lugar.

                El único pero es que al restaurante
. se llega desde la Colegiata descendiendo por empinadas callejas que, lógicamente, luego hay que volver a subir pero, bueno, ayuda a digerir lo trasegado. Así que sin prisa retorné hasta mi alojamiento para descansar un rato y luego visitar la Colegiata.
                Cuando llegué, un grupo de 8 personas de disponía a iniciar el recorrido, siendo el guía el propio párroco, hombre culto, ameno y socarrón (todo junto). Nos enseñó todos y cada uno de los lugares interesantes del interior del templo, contándonos entretanto mil historias, para luego llevarnos a una sala donde se encontraban expuestos objetos litúrgicos, cuadros y tallas. Al enterarse de que era de Murcia me mostró dos tallas que eran atribuidas a Salzillo y me puso en el aprieto de expresar mi opinión al respecto. Fui sincero y le dije que una de ellas si podía ser de Salzillo o de su taller pero la otra … para nada. Algo desilusionado el buen hombre nos llevó a conocer la joya de Pastrana que se alberga aquí: los famosos tapices.

                Se trata de cuatro paños tejidos en seda y lana de 11x4 metros y que, aunque se conocen como los tapices de Pastrana, fueron encargados por Alfonso V de Portugal y que narran con minuciosidad la conquista por éste de dos ciudades del Norte de Africa: Arcila y Tánger. Son del S.XV y, aunque rehabilitados, conservan una belleza y un colorido extraordinarios. Después de muchas vicisitudes, los habitantes de la villa consiguieron que volvieran definitivamente aquí y se convirtieran en la joya más preciada del pueblo. Si pasáis por este lugar no os perdáis una visita a los mismos.



                          Para terminar la visita, nuestro guía nos llevó al sótano para ver, entre otras, las tumbas de la Princesa de Éboli y su marido y para rematar la faena, a petición popular, nos obsequió con un mini-concierto en el precioso órgano de la iglesia del S.XVIII construido por Domingo de Mendoza.


  


                            Y todo esto por el módico precio de 5 euros.


                         Salí de la Colegiata ya anocheciendo y, retornando por la calle Mayor, giré a la izquierda para contemplar de noche la famosa fuente de los Cuatro caños del S.XVI con cuatro mascarones diferentes entre si de los que salen los caños de agua.


                            Deambulé un rato por las calles, ahora casi vacías, y entré en una bonita taberna para cenar algo antes de irme a dormir y prepararme para el regreso a casa.
                Además de lo anterior en Pastrana se pueden ver otras cosas, como la Plaza del Deán con bellos edificios, conventos fundados por Santa Teresa y S. Juan de la Cruz, varios palacios e incluso una de las plazas de toros más antiguas de la provincia.
                En mi hostal el desayuno no se servía hasta las 9´30 h., muy tarde para mi. Así que busqué uno de los pocos bares abiertos temprano en la plaza y con un café con leche y un bizcocho tomé la carretera CM-200 para acercarme hasta el último pueblo descrito en la ruta de Cela y cerrar el círculo.
                “Zorita de los Canes está situado en una curva del Tajo, al lado de los inútiles pilares de un puente que nunca se construyó”. El curioso nombre del pueblo parece que deriva de una tradición que dice que, al ser un enclave bastante estratégico, en muchos de los asedios la defendieron perros entrenados. Hoy Zorita es un pequeño pueblo al lado del rio con un castillo muy deteriorado que fue fundado por la Orden de Calatrava en el S.IX pero que a día de hoy solo conserva medianamente reconocible la torre albarrana.



                    Además posee una iglesia románica dedicada a S. Juan Bautista.


                     Su mayor encanto reside en contemplar el rio lleno de cáñamos en sus orillas y acercarse a ver la cercana ciudad visigoda de Recópolis, en bastante buen estado.


                          Con la satisfacción de haber completado todo el periplo descrito por Cela, retorné a Pastrana y desde ahí a Guadalajara, Cuenca, Albacete hasta llegar a Murcia, ahora sí, con buen tiempo.
                A los que, como yo, desconozcan esta comarca les aseguro que les va a encantar. Descubrirán bellos paisajes, pueblos con historia y lugares perdidos con gran interés que esperan ansiosos a ser visitados.