jueves, 4 de abril de 2024

 



                                        

                              ¡¡ Y POR FIN !! :  LA TOSCANA

 

         Corría el año 2020 cuando comenté en este blog que, para celebrar mi pronta jubilación de la actividad pública, había pensado realizar uno de mis sueños: recorrer con mi Burgman 650 diferentes pueblecitos de La Toscana fuera de los circuitos habituales que se suelen hacer y que yo conocía de un viaje anterior.

                Con todo preparado y organizado a conciencia me encontré y nos encontramos todos con un elemento imprevisto que tanto dolor nos ha causado: el COVID. De manera que aquel sueño se aparcó y así ha seguido hasta ahora en que he decidido realizarlo aunque en otras circunstancias, ya que mi moto actual no me hubiera permitido esa locura. Además, a toro pasado, pienso que la Burgman tampoco,  por los acontecimientos que me han sucedido y que os relataré a continuación.

                Así que, aprovechando la Semana Santa, me subí a mi coche y me encaminé a descubrir esa preciosa zona italiana, haciendo una extensión para contemplar también los preciosos pueblecitos que conforman la Cinque Terre.

 

 

 

 

                La distancia hasta el primer pueblo de La Toscana ( Lucca ) donde pensaba iniciar mi recorrido era considerable, de tal manera que había que realizar dos paradas intermedias.

                La primera saliendo de Murcia llegaba hasta Gerona, donde pernocté sin llegar a visitar una ciudad en la que he estado en varias ocasiones y que pocas novedades me podía ofrecer.

                La segunda se extendía hasta llegar a Niza, recorriendo las autopistas y autovías que discurren por la Costa Azul y que no me eran ajenas ya que transité por ellas hace algunos años cuando fui a visitar a mi hijo menor que, por aquel entonces, se hallaba trabajando en Zagreb.

                Tenía la vaga esperanza de que las condiciones de circulación hubieran mejorado desde entonces pero, no solo no habían mejorado sino que estaban peor. Continuas retenciones cuando no considerables atascos ( yo creo que lo hacen a propósito para que puedas admirar los bellos paisajes ), Infinidad de obras en los arcenes y todos los túneles del mundo concentrados en este trayecto, amén de las innumerables paradas en los peajes. Así que me armé de paciencia y conseguí llegar relativamente pronto a Niza.

                Después de un severo contratiempo en el hotel reservado y que me obligó a buscar otro sobre la marcha, pude por fin darme un paseo y recorrer lo más emblemático de la ciudad.

                Niza es una populosa ciudad que se ha sabido crear una gran fama alrededor del turismo de lujo y visitantes exclusivos, concentrándose la mayor parte del mismo alrededor del enorme paseo marítimo.

                Caminé un buen rato por el mismo, observando la gente que disfrutaba del buen tiempo en la playa, hasta donde se traslada la mencionada exclusividad. Nada de fiambreras con tortilla de patatas y bocadillos de jamón. A pie de playa varios restaurantes instalan sus mesas bien engalanadas para que los turistas puedan disfrutar de sus excelencias gastronómicas mientras contemplan las olitas del mar.

FOTOS

                Después del largo paseo me senté en un lujoso bar/restaurante para contemplar la pasarela de la fauna más variopinta y diversa que os podáis imaginar y que desfilaban al lado del balcón de platea donde yo me encontraba y en el que me tomaba un pequeño gin-tonic que es el más caro que he probado nunca: ¡ 14 euros !. Supongo que en el precio iba incluido el espectáculo disfrutado.

                Regresé hacia mi hotel pasando por otros hoteles de ensueño, entre ellos el famoso Le Negresco, clásico y suntuoso que ha aparecido en varias películas.







                Al día siguiente abandoné el país galo para entrar en tierras italianas. La carretera no era muy diferente pero en lo que si notas la diferencia es en la forma de conducir de la gente. Como diría Astérix “ ¡¡ están locos estos romanos !! “.  De entrada ni en Francia ni en Italia conocen la señal de 120. Las velocidades máximas para circular pasan, sin solución de continuidad, de 110 a 130. No existe ni una sola señal de 120. Para que os hagáis una idea, tú vas a 110 y te dispones a adelantar a otro vehículo para lo que te pones a 120. Pues bien, en mitad de la maniobra miras por el espejo retrovisor y te encuentras pegado al culo a un kamikaze maccarroni que no va a menos de 150 y que no para de darte destellos y hacer sonar el claxon, hasta que terminas el adelantamiento y te pasa como alma que lleva el diablo. Pues así todo el rato. No me extraña  que los italianos ( junto a los portugueses ) tengan fama de ser los peores conductores de toda Europa.

                Así que harto de pitos y luces largas llegué hasta mi primer destino en La Toscana y, después de llegar al hotel ( por cierto una preciosa y enorme villa en las afueras de la ciudad que respiraba sabor toscano por todos los lados ) me dispuse a recorrer la villa.

                Lucca, situada a orillas del rio Serchio, es la capital de La Toscana. Su origen se remonta a la civilización etrusca, convirtiéndose en colonia romana en el 180 a. C. Pasó por diferentes vicisitudes y se convirtió en una próspera urbe merced al mercado de la seda.

                 En el 1160 se constituyó como república independiente, manteniéndose así durante cinco siglos. Mantuvo enconadas disputas con Florencia y pasó por diferentes manos hasta ser conquistada por Napoleón, después se convirtió en ducado y finalmente pasó a formar parte del Estado Italiano.

                Aquí pasó parte de su exilio Dante y es la cuna de importantes compositores como Giacomo Puccini o Luigi Boccherini.

                La ciudad se encuentra rodeada completamente por una muralla y está prohibido el tráfico rodado. Yo dejé el coche en uno de los parkings ( máximo 2,5 h. ) y entré por la Porta San Pietro para girando a la izquierda llegar hasta la Piazza Grande donde se encuentra el Palazzo Ducale con su gran fachada ocre. Esta plaza es el centro neurálgico y allí se reúnen sus habitantes para todo tipo de fiestas y eventos.

    

            En dirección opuesta al Palazzo Ducale llegaremos al centro religioso de la misma, articulado por las plazas de San Martino, Antelminelli y San Giovani y donde se encuentra el Duomo, el Baptisterio y la iglesia de Santa Reparata.




                La catedral es románica del s. XI y tiene una fachada de mármol bicromado, entrada porticada y tres niveles con arcos columnados. A la derecha se sitúa el campanario.



                En el interior hay varias obras maestras y en la sacristía se encuentra la tumba de Ilaria del Carretto, noble italiana perteneciente al linaje de los marqueses de Savona. A su muerte su marido mandó construir esta tumba funeraria que se considera una de las obras más famosa del Renacimiento italiano.




                Regresé hasta el coche para cambiar el ticket y, después de comer en una trattoria, callejeé sin rumbo admirando los bellos palacios …

            

                … hasta terminar en la Vía Fillungo donde se concentran múltiples tiendas de variadas mercancías.

                Regresé al hotel y, tras descansar un rato, paseé por sus bonitos jardines. Como curiosidad el establecimiento dispone de cuatro motos para alquilar a 80 euros/día, pero claro son vespas de 125 c.c que solo te permiten visitar la propia Lucca y sus alrededores. Cené estupendamente en el propio hotel ( delicioso el chianti que me sirvieron ) y a descansar para continuar mi periplo por La Toscana.

                El recorrido planificado era bastante intenso por lo que, tras desayunar, me dirigí hacia el primer objetivo situado a 46 kms. de Lucca. Cuando llegué aparqué, como siempre, fuera del casco histórico y me encaminé a recorrer el mismo.

                Pistoia o Pistoya en italiano es una de las capitales de provincia más desconocidas de La Toscana. Lugar de asentamiento de galos, ligures y etruscos pasó a convertirse en colonia romana en el s. VI a. C. Su época de mayor esplendor comenzó en 1177 cuando pasó a ser comuna libre y objetivo de las guerras entre güelfos y gibelinos, anexionándose definitivamente al Ducado de Florencia en 1533. Dio su nombre a la pistola, que comenzó a fabricarse aquí en el s. XVI.

             Para visitarla hay que dirigirse a la Plaza del Duomo, donde se encuentran los principales edificios: la catedral, el campanario y el antiguo Palazzo del Vescovi.


            La Catedral de San Zeno data del s. XI, construida en un románico pisano entre los siglos XII y XIII. Presenta una fachada de mármol blanco y verde con dos estatuas de mármol en su cúspide de los patronos de la ciudad: San Zenón y Santiago.


            El pórtico, de mármol, está adornado con terracota esmaltada. El interior, de tres naves, está adornado con numerosos frescos y pinturas.



                    El campanario domina la plaza desde una altura de 67 metros y es accesible tras subir 200 escalones ( demasiados para mí ).


                Medio oculto en un lateral de la plaza se encuentra el Baptisterio de San Giovanni in Corte y,  al lado del mismo, el Palacio de los Obispos del 1091.



            Completé el recorrido por las calles adyacentes admirando sus edificios y torres.




                El siguiente punto a visitar me costó algo de trabajo encontrarlo. Se encontraba a 29 kms. de Pistoia y era un pequeño pueblecito llamado Montefioralle al que se llega por una empinada carretera.

                Su origen está en una torre que se encuentra en lo alto del castillo y, a partir de ahí se construyeron las casas y calles de la pequeña ciudad rodeada por una fortificación de planta elíptica. Lo más destacable del mismo es la iglesia de Santo Stefano ( que se encontraba cerrada ) y los paisajes que se pueden admirar desde allí arriba.







        

                El nuevo pueblo a conocer era uno que me apetecía conocer especialmente. Desde el momento que te vas aproximando al mismo te quedas impactado con la vista de sus esbeltas torres dominando el paisaje. El pueblo no es otro que San Gimignano. Al llegar ya percibes que es un destino muy turístico por la gran cantidad de visitantes que hay a pesar de ser temporada baja. Aparqué, como siempre, en un parking exterior pues no se puede acceder con coche.

                San Gimignano es un pueblo pequeño y completamente amurallado de origen medieval. En esa época las familias nobles iniciaban una pequeña carrera para ver quién erigía la torre más alta, que significaba más poder y riqueza, sirviendo la mayoría de ellas como hostales o fortalezas. En concreto aquí se pueden admirar hasta 14 de estas torres.

                El pueblo fue fundado por los etruscos y en el s. X adoptó el nombre de un obispo, San Geminiano, defensor del mismo ante las huestes de Atila. Durante la Edad Media y el Renacimiento constituyó una parada obligatoria para los peregrinos que se dirigían a Roma. En el 1300 la ciudad acogió a Dante Alighieri en su calidad de embajador de la liga güelfa de Toscana.

                Se accede al mismo por una de las puertas de entrada y, desde allí, arranca la calle principal ( Vía San Giovanni ) totalmente repleta de tiendas variadas con todo tipo de productos, desde las especializadas en vinos y gastronomía toscana, hasta las de antigüedades, textiles y, por supuesto, las de recuerdos varios.



                 De esta forma se llega al corazón de la urbe formado por cuatro piazzas: de la Cisterna, del Duomo, de la Erbe y la Pecori. A partir de aquí hay que dejarse llevar e ir admirando las torres y los edificios que nos salen al paso.






                Después de pasear por ellas entré en la Catedral, de tres naves y con espléndidas bóvedas de crucería pintadas en azul. Las paredes están totalmente pintadas al fresco con diferentes motivos religiosos y se deben a ilustres pintores de la escuela sienesa del s. XIV.




                    
Comí en una encantadora terracita de un restaurante bajo un cálido sol y volví sobre mis pasos para coger el coche. Un apunte: los parquímetros de aquí son algo enrevesados ya que no funcionan todos igual. Unos tienen límite de tiempo y otros no, unos admiten tarjetas y otros solo metálico, en alguno si te equivocas ( como le pasó a una familia delante mío ) como  metas la tarjeta en el sitio inadecuado ya te puedes despedir de ella, so pena de peregrinar en busca de algún encargado que la rescate. En fin, un auténtico máster en parquímetros italianos.

             El siguiente destino se encontraba a tan solo 14 kms. Se llamaba Certaldo, aunque en realidad son dos pueblos distintos: el Certaldo Bajo más moderno y sin atractivo y el Certaldo Alto que es el casco histórico y al que se accede mediante un funicular que sale desde la plaza Bocaccio.

                En este último Certaldo se encuentra el Palazzo Pretorio con una singular fachada llena de escudos de cerámica. Incomprensiblemente ( eran las cinco de la tarde ) acababa de cerrar, así que me tuve que contentar con hacer fotos del exterior.




          De regreso, por la calle de acceso al Palacio, se encuentra la casa museo de Bocaccio ( sí, el del Decamerón ) que también se encontraba cerrada.




                       Así que vuelta al funicular …

 


                 … y despedirme del pueblo haciendo una foto de la estatua de Bocaccio que hay en el parking donde dejé el coche en el Certaldo Bajo.


            El día iba terminando. Ya solo me quedaba por ver un último pueblo y llegar hasta alojamiento. Este se llamaba Volterra, encontrándose a 39 kms. del anterior y, durante el trayecto, noté que el tiempo empezaba a cambiar y una ligera llovizna cubría el parabrisas.

                Después de aparcar subí por una empinada calle hasta el centro de Volterra.

            Se tiene constancia de la existencia humana aquí desde el Neolítico y esta zona fue el nacimiento de la civilización etrusca. En el 283 a. C los romanos derrotaron a los etruscos, pasando la ciudad a integrarse en la Confederación Itálica. Posteriormente la urbe pasa a estar bajo el dominio del Marquesado de Toscana y en 1254 cayó bajo el dominio de la República de Florencia pero, tras varios años, le enorme subida de impuestos que soportaban sus habitantes hizo estallar una revuelta denominada el saqueo de Volterra, con gran número de fallecidos y la pérdida de gran cantidad de bienes. Ya en 1860 se adhiere a la Unidad de Italia.

           Cuando se termina de ascender nos encontramos en la Piazza del Priori, donde se encuentra el Palacio del mismo nombre, del s. XIII y considerado el edificio público más antiguo de toda la Toscana.


                    Frente al mismo se sitúa el Palazzo Pretorio.


              
Detrás del Palazzo Priori se encuentra la catedral románica del s. XII. Hay algunos edificios religiosos más que pueden resultar interesantes pero, como el tiempo empeoraba, me limité a entrar en una bonita tienda dedicada a objetos de alabastro ( existe toda una tradición en la zona de trabajos muy diversos con este material ), comprar un recuerdo y hacer alguna foto más ya de regreso y subirme al coche para llegar hasta mi alojamiento.



                Este se encontraba algo escondido y se accedía al mismo por una carretera sin asfaltar. Ya de noche y lloviendo, sin la ayuda del Google Maps hubiera sido imposible encontrarlo.

              Se trataba de una villa toscana, muy similar a la de Lucca, que se sitúa cerca de un pequeño pueblecito denominado Monteriggioni. Cuando llegué una buena tormenta descargaba sobre el lugar, así que cogí la habitación, bajé a cenar y me acosté deseando que fuera algo pasajero.

                Al levantarme al día siguiente y abrir la ventana comprendí que el viaje se empezaba a torcer. No sé si era la borrasca Nelson que había llegado hasta aquí, pero llovía con ganas, había niebla y hacía frío. En esos momentos pensé qué hubiera pasado si me hubiera venido en moto. Mejor no imaginarlo.

            Cuando llegué a Montalcino el tema no había mejorado, así que me di una vuelta por el pueblo sin bajarme y decidí seguir. Total, según mis notas, lo más interesante del pueblo eran sus paisajes y alguna otra cosita como dos palacios ( el de los Priores y el Episcopal ).

             Recorrí los 23 kms. que me separaban de Pienza y … más de lo mismo. Esto si me fastidió porque creo que esta ciudad si tiene cosas interesantes: la catedral, el Palacio Piccolomini, el ayuntamiento y el Palacio Borgia. Pero en esas condiciones, lloviendo a cántaros y sin poder llegar en coche hasta la plaza Pio II que era donde se encontraban los mismos era una locura.

                Por el camino me entretuve haciendo fotos de la Toscana bajo la lluvia.





           Al llegar al siguiente punto el cielo me dio una tregua. El pueblo se llamaba San Quirico d’Orcia.  Así que aparqué y bajo una lluvia menos intensa pude visitar la iglesia de los Santos Quirico y Julietta, obra maestra del románico toscano que posee tres pórticos de este estilo, muy elaborados y decorados con figuras mitológicas de sirenas y dragones.





                El interior es sencillo, con un bonito retablo de Sano di Pietro.


           
Al salir, incluso pude hacer una foto de una estatua dedicada a Tazio Nuvolari, un campeón de motociclismo y automovilismo de los años 30 y natural de aquí …


        … y otra desde arriba de los bonitos Jardines Renacentistas del s. XVI que la rodean, así como de la muralla.



    
             
Algo más animado proseguí hasta Montepulciano donde, de nuevo la lluvia, no me permitió visitar su catedral y su Palazzo Comunale.

                Así que me dirigí hacia mi destino final de este día con un cabreo bastante considerable.

                Al llegar al mismo comprobé que era el típico pueblo levantado sobre una colina y que para llegar al centro había que subir y subir.

                Se trataba de Cortona, una villa fundada por los etruscos y que fue sacudida por las guerras, primero entre güelfos y gibelinos y más tarde contra las tropas de Napoleón. Después, en 1860, pasó definitivamente a pertenecer a la Unidad de Italia.

                Al llegar al hotel primera sorpresa. Es un hotel al revés, es decir, llegas a la recepción, haces el check in y te dicen que tu habitación está en la cuarta planta. Vale, te montas en el ascensor, pulsas el número 4 y compruebas que en vez de subir ¡¡ el ascensor baja !!. Es decir, la recepción es la parte más alta del hotel y las habitaciones y demás dependencias están construidas hacia abajo siguiendo la montaña en la que se apoya. Otra experiencia rara que llevarme a la mochila.

                Salí a buscar un sitio abierto ( difícil dada la hora ) para comer. Al final encontré uno con un dueño algo desagradable y donde estábamos dos grupitos de españoles y yo. Como sigamos así vamos a terminar haciéndole caso a la Yoli y cambiando nuestros horarios de comidas.

                Regresé a mi raro hotel donde mi cabreo y yo nos echamos una buena siesta.

             Cuando volví a salir ya era de noche. Me di una vuelta por la calle principal viendo tiendas y llegué hasta la Plaza de la República donde tienen lugar los eventos más importantes de la ciudad. Hice algunas fotos para inmortalizar mi paso por aquí y regresé al hotel para tomar algo ligero y rumiar que iba a hacer en los próximos días.




            Este día era “ de transición “, ya que me quedaba una buena tirada hasta llegar a La Spezia y en el camino solo había de interesante visitar Anghiari para ver sus murallas, la torre medieval del Campano y el Palacio Taglieschi, cosa que no pude hacer por los motivos que os podéis imaginar, de manera que a mediodía me encontraba en La Spezia.

                Esta ciudad no pertenece a La Toscana sino a Liguria y su mayor interés radica en que es el punto de partida para visitar Cinque Terre, cinco coloridos pueblecitos muy cercanos entre si y con mucho encanto que se recorren en tren desde aquí, bajándote en cada uno de ellos y volviéndote a montar para continuar hasta el siguiente. Tomé la habitación reservada para dos días y salí a tomar algo. Por si lo dudáis la lluvia continuaba.

                Siesta y ya de noche paseo para ver algo pero, la verdad sea dicha, no había mucho que ver. Una larga calle llena de comercios y restaurantes y … poco más. Hice tiempo para buscar un sitio para cenar y me entretuve haciendo una foto desde un puente donde se veían todas motos del mundo estacionadas una al lado de la otra. ¡ La Virgen Santa, cuanta moto ! .


                Al final encontré un sitio curioso, regentado por chinos, donde ofrecían una carta en la que se incluía “ pescaito frito “ con boquerones, calamares y gambas y de postre/desayuno unos ¡ churros con Nutella o con azúcar !. Ni que decir tiene que los chinitos habían estado previamente en España y habían terminado recalando aquí vaya usted a saber por qué. En su descargo decir que el pescaito no estaba mal. Los churros no los probé.

           El día de mi visita a Cinque Terre amaneció torcido, pero muy torcido. Durante el desayuno me interrogué a mí mismo. ¿ Merece la pena mojarte hasta los huesos para ver Cinque Terre de mala manera y sin disfrutarlo ?. ¿ Si no voy a Cinque Terre que carajo hago  aquí un día entero encerrado en la habitación ?. A la primera pregunta respondí que no y a la segunda que nada. De manera que arreglé sobre la marcha  los hoteles de vuelta ya reservados, preparé las cosas y salí de La Spezia prometiendo, eso sí, que volvería a visitar Cinque Terre de otra manera ( hay combinaciones de vuelo + tren que te permiten hacerlo en 3-4 días ).

                Pues nada, a casita. Primera paliza hasta Fréjus ( un pueblo de la Occitania ), segunda paliza hasta Tarragona y al tercer día … descansé en mi cama.

              Como podéis suponer me ha quedado un sabor agridulce de mi viaje. He podido comprobar que La Toscana es preciosa y merece un recorrido tranquilo y sin sobresaltos meteorológicos, pero eso solo te lo garantiza viniendo en verano con las consiguientes aglomeraciones y un calor sofocante. Así que os la recomiendo vivamente pero elegid bien las fechas y haceros socios de la AEMET.   

 

                               El próximo por Guadalajara y en moto.