sábado, 20 de mayo de 2023

 



                                         ANDORRA: ESE EXTRAÑO PAÍS

 

12 Y 13 y 14 de Mayo

 

                Salí de Jaca para recorrer los 314 kms. que me separaban de Andorra. Un viaje tranquilo y agradable por bonitos paisajes que me depositó en la frontera a mediodía.

                Busqué mi hotel que no se encontraba en Andorra la Vella sino en L’Escaldes Engordany, que es un pueblo sin solución de continuidad con Andorra y de la que lo separa una calle con semáforo intermedio.

                Lo primero que llamó mi atención es que la mayoría de la gente portaba plumíferos pero al bajarme del coche lo comprendí ( ¡ joder que frío ! ). El hotel ( Tulip Inn Andorra Delfos ) muy céntrico y con buenas habitaciones e instalaciones.

                Dejé las cosas y fui a buscar un abrevadero cercano para luego descansar un rato y salir a hacerme una composición de lugar.

                Andorra es un micro-estado con una población de unos 80.000 habitantes. Su primera referencia data del año 27 a. de C cuando el historiador griego describió el paso de Aníbal por los Pirineos haciendo referencia a los androsinos. Posteriormente se incorpora al Imperio Romano y después fue ocupada por los visigodos.

                Tres siglos más tarde es conquistada por los árabes hasta que en 817 es incorporada a la Marca Hispánica por Luis El Piadoso sucesor de Carlomagno. Según la tradición Carlomagno concedió la independencia a este territorio a cambio de su ayuda en la lucha contra Al-Andalus hasta que en 1278 el conde francés de Foix y el obispo de Urgel acordaron compartir el gobierno del territorio. Diferentes avatares nos llevan hasta 1814 en que se formalizó el condominio entre el obispo de la Seo de Urgel y el Rey de Francia. La situación se mantuvo estable con diferentes altibajos hasta que en 1934 el barón de Orange, un ciudadano ruso llamado  Boris de Skossyreff se autoproclamó y coronó como rey de Andorra. El reinado le duró unos días, justo hasta que el Obispo de Urgel mandó a un sargento y cuatro guardias civiles que lo detuvieron y trasladaron hasta la frontera y de ahí a Barcelona.

                Durante la Guerra Civil y posteriormente la Segunda Guerra Mundial mantuvo un difícil equilibrio para preservar su neutralidad e independencia hasta que en 1993 se aprobó la segunda Constitución de su historia que declaraba al pueblo andorrano como único soberano del estado.

                Salí a curiosear y después de visitar algunos centros comerciales y varias tiendas de las múltiples existentes me percaté que Andorra ya no es lo que era. Baste como ejemplo que un videojuego que me había encargado mi hijo menor y que en Murcia costaba 58 euros, lo encontré al módico precio de 57,95 euros. Salvo el tabaco, alcohol y perfumes que siguen mereciendo la pena ( aunque su compra es muy limitada ) del resto de productos ( electrónica, ropa, etc. ) hacerse a la idea de que no merece la pena venir hasta acá para comprar porque los pocos euros que os podáis ahorrar se multiplican varias veces con la gasolina que os gastéis.

                Por lo demás Andorra la Vella no tiene ningún aliciente especial, es una larga avenida que transcurre entre centros comerciales, tiendas, restaurantes y hoteles y que continúa por el pueblo donde estaba mi hotel hasta salir del mismo. Así que para ver bonitos paisajes, hacer turismo de nieve y daros un capricho en el centro termal de Caldea vale pero para lo demás no merece la pena.

                Desilusionado por lo visto, cené en un italiano y me fui al hotel para preparar mi ruta del día siguiente.

 

                Amaneció nublado y lloviznando. Como Andorra no pertenece al espacio comunitario no tiene roaming, con lo cual si no quieres dejarte un pico en el móvil solo lo puedes utilizar usando la wifi del hotel y espacios similares.

                Así que para realizar la ruta prevista decidí utilizar mis propios GPS parlantes que tan buen resultado me habían dado hasta ahora en mis rutas en moto.

                Mi primer GPS fue una señora con un carrito de la compra que me encaminó directamente a un pueblecito de la montaña denominado d’Angolaster donde se encontraba mi primer objetivo.  

                El románico andorrano se podría calificar como un prerrománico de raíces lombardas y, dado el aislamiento del país hasta hace no muchos años, ha llegado hasta nosotros bastante bien conservado. Sus señas de identidad son la presencia de esbeltas torres campanario que, en la mayoría de los casos, resultan desproporcionadas con el tamaño de las iglesias.

                Un fiel ejemplo de ello es la Iglesia de Sant Miquel, situada al lado de la carretera y que presenta una altísima y desproporcionada torre-campanario con ventanas geminadas, una techumbre cónica de pizarra y que se adhiere a una minúscula iglesia. 




    

                    En si interior había una pinturas murales que fueron trasladadas al MNAC, colocándose en su lugar una reproducción de las mismas y que, lógicamente, no pude visitar por hallarse cerrada, siendo esta una constante de toda la ruta.

                Mi segundo GPS ( un simpático abuelete ) me dirigió hacia el cercano pueblo de Les Bons, a tan solo 9 kms. de allí, donde se encontraba mi segundo objetivo. Al llegar vi la Iglesia de Sant Romá encaramada a un elevado promontorio. Pregunté a un tercer GPS que paseaba un simpático caniche como llegar hasta ella. El hombre resultó que tenía ganas de conversación y nos liamos a hablar bajo la lluvia de lo divino y lo humano. Tras 20’ de chachara miré al perrillo y viéndolo empapado y tiritando decidí terminar la charla antes de que falleciera congelado. Por las explicaciones que me dio comprendí que no me iba a ser posible llegar hasta ella. Había que dejar el coche y recorrer unos 200 ms. por un terreno embarrado, sin paraguas ni calzado adecuado, con lo que me limité a hacer una foto desde un puente del rio que por allí pasaba y utilizar el zoom para fotografiar el templo.





             El parlanchín del caniche ya me había contado como llegar al siguiente punto denominado Canillo, distante solo 5 kms. y donde se encontraba la Iglesia de Sant Joan.

                Esta, al igual que la anterior, poseía las mismas características: una esbelta torre-campanario junto a la propia iglesia, aunque en este caso, era algo mayor que la d’Angolaster. Por descontado se encontraba cerrada y rodeada de materiales que denotaban trabajos de reconstrucción o mantenimiento.






            Como no pude fotografiar el interior me desquité con un bonito árbol en floración que encontré de regreso a por mi vehículo.





            Un tercer GPS me orientó al siguiente punto algo más alejado ( 18 kms. ) en un pueblo llamado La Cortinada. Se trataba de la Iglesia de Sant Martí y se encontraba a las afueras del pueblo. Edificación de una sola nave con torre-campanario a un costado y puerta de acceso con arco de medio punto así como un ábside semicircular.






                    Por la información que traía lo más importante de ella eran las pinturas de su interior ( estas sí originales ) pero no hubo forma humana de encontrar a alguien que me supiera decir quién me podía abrir la iglesia para su contemplación.

                El siguiente destino situado a 11 kms. de allí era el turístico pueblo de Pal, donde se encuentra una de las principales estaciones de esquí del Principado.

                Allí se sitúa la Iglesia de Sant Climent presumiendo los habitantes del pueblo de que posee el campanario más auténtico de todo Andorra.

                Así que aparqué y subí a la aldea por una empinada calle para contemplarla.






                Ciertamente el campanario era muy bonito, con tres cuerpos y ventanas geminadas, siendo las del último cuerpo un elemento único en Andorra. El edificio en sí del S. XI estaba muy bien conservado y el ábside es un añadido posterior ( S. XVII o XVIII ). A mi me gustó mucho el pórtico añadido con techo de madera que protege la entrada, sobre todo porque me permitió guarecerme de la lluvia que no cesaba.




                Al terminar la visita hice unas fotos de los alrededores.



    

          Esta lluvia fue la que me hizo desistir de mi último objetivo que era la Iglesia de Sant Sernín en Nagol, además de que por mis apuntes no aportaba mucho más al románico andorrano que había visto.

De manera que volví sobre mis pasos y retorné al hotel para comer y descansar y esperar a ver si el tiempo mejoraba.

Y, ciertamente, la tarde se presentó mejor. No es que saliera el sol pero al menos no llovía. Por ello pensé en trasladarme a visitar la joya de la corona que se encontraba en la propia Andorra la Vella pero justo en el punto contrario a mi hotel.

Decidí, aconsejado por el recepcionista, que lo mejor era tomar un autobús que paraba cerca del hotel y, de esta manera, hice un recorrido por la capital del Principado que reforzó la impresión que tuve al llegar y que ya os relaté.

El edificio en cuestión era la Iglesia de Santa Coloma y se encontraba en los límites de la capital de regreso a España, en concreto en el barrio/pueblo de Sant Juliá.

Lo más característico de la misma es su inconfundible torre-campanario de 18 ms. de altura y que presenta una construcción casi circular, lo que le hace ser único entre los campanarios románicos. El edificio aparece ya citado en 1040 en las actas de consagración de la catedral de la Seo de Urgel.

La estructura es una planta rectangular, con ábside cuadrangular, portada, pórtico y el mencionado campanario, el cual posee cuatro pisos con dos pares de ventanas geminadas y cerrado por una techumbre cónica. La cubierta es de madera con tejados de pizarra y se accede al mismo por una puerta con arco de medio punto y una arquivolta de dientes de sierra.







   Las pinturas del interior han desaparecido casi en su totalidad, encontrándose en un museo de Berlín y en manos particulares ( el expolio del patrimonio no es privativo de España ). Es por ello que muy cerca de la iglesia se construyó un lugar llamado Espai Columba, donde se pueden ver reproducciones de las mismas y conseguir la entrada para visitar el interior del templo. Lamentablemente cierra los sábados y domingos y hoy era sábado.

Tomé el autobús de vuelta que sigue un recorrido paralelo al rio Valira y desde donde pude ver el Pont de la Margineda, construido en el S. XV. Tiene una longitud de 33 ms. y es el puente medieval más grande y esbelto de Andorra. Lógicamente no lo pude fotografiar.

De camino al hotel iba meditando para mis adentros. Tenía programado el regreso para el lunes 15 pero … ya había visto de Andorra todo lo que me había propuesto, el domingo cerraban las tiendas y hacía mal tiempo. De manera que al llegar al hotel esgrimí una excusa y adelanté mi salida ( tuvieron el detalle de no cobrarme la noche del domingo aunque había reservado con booking ).

Así pues pequeña paliza de casi 700 kms. y a media tarde en casita.

Aún no tengo programada mi siguiente salida pero seguro que se me ocurrirá algo y espero contároslo en este mismo sitio.

 

                                       Sed felices y viajar todo lo que podáis.

  





 



                                                             HUESCA ROMÁNICA

 

                Como mi primer viaje “ no motero “ por la Costa Vicentina y Huelva no resultó tan frustrante como yo había pensado, al no ir como hasta ahora estaba acostumbrado, me he animado y me programé un segundo viaje sobre cuatro ruedas.

                Para el mismo he decidido retomar mi pasión por el románico y he fusionado dos rutas que tenía pendientes,  descubriendo construcciones de este arte que no conocía ( y mira que me he recorrido casi todas las rutas románicas de España ).

                La primera se ha centrado en la provincia de Huesca que posee numerosos elementos de un románico tardío, muy afectado por las órdenes militares que habitaron este territorio, con grandes portadas en los edificios y numerosas arquivoltas, además de una particularidad: incluye el castillo de Loarre que se considera el  edificio mejor conservado en toda Europa de estas características.

                La segunda ruta ha sido para descubrir el románico andorrano que presenta unas particularidades que lo aproximan más al prerrománico y que incluye características muy singulares, como por ejemplo poseer un campanario de planta casi semicircular en la iglesia de Santa Coloma y que es el único ejemplo de esta construcción que se conserva en Europa.

                El viaje completo lo he dividido en dos entradas para no aburrir al potencial lector.

                Así que carretera y manta y a ver que me deparaba esta nueva aventura … aunque fuera en coche.´

                                               Pinchad sobre las fotos para verlas ampliadas.









6 y 7 de Mayo

 

                Aunque sea en coche la distancia entre Murcia y Huesca es considerable ( 612 kms. ) y, aunque he realizado recorridos mayores con la moto, decidí salir tempranito y dirigirme a Valencia vía Alcoy para continuar hasta Teruel y desde allí pasando por Zaragoza llegar hasta Huesca a mediodía.

                Busqué el alojamiento ( Hotel Pedro I, céntrico, cómodo y buena relación calidad/precio ) y, después de comer y descansar un rato de la paliza de kilómetros me fui a explorar la ciudad.

                Huesca es una ciudad no  demasiado grande ( poco más de 53.000 habitantes ) que es atravesada por el río Isuela y a la que se considera la puerta de entrada a los Pirineos. Sus orígenes se remontan al Neolítico, pasando por manos íberas, romanas, visigodas y árabes ( fue una de las ciudades más septentrionales de Al-Andalus ), hasta ser conquistada definitivamente por tropas cristianas y establecer una fructífera relación con los reyes de Aragón.

                Se asienta sobre un cerro ovalado en una depresión conocida como la Hoya de Huesca y, para recorrerla, hay que dirigirse a El Coso, calle que rodea la antigua muralla de la ciudad y que es la zona comercial con gran cantidad de tiendas y locales de restauración, pudiendo  acceder desde ella a los lugares más emblemáticos de la urbe.

                Desde aquí ascendí por una empinada calle ( 6-7 % de desnivel le calculé ) que me hizo parar a mitad de camino para recuperar el aliento y llegar  hasta la plaza donde se encuentra la Catedral que, lamentablemente, los sábados y domingos permanece cerrada sin posibilidad de visita al interior.

                Se encuentra enclavada sobre los restos de la antigua mezquita que, tras la conquista de la ciudad por Pedro I, comenzó su construcción en un estilo románico tardío para finalizar en un gótico pleno. De su época románica quedan la portada con cuatro arquivoltas que descansan sobre capiteles y pilastras y el primitivo claustro adosado en el lado norte. En el centro del pórtico se encuentra un tímpano con la imagen de la Virgen María con dos ángeles. Todo ello está protegido por un alero de madera renacentista.

                Fotografié la portada y continué mi recorrido.






              Llegué a la plaza Luis López Allué, una de las principales de la ciudad, cuando comenzaba a lloviznar. Así que me resguardé en los soportales e hice tiempo entreteniéndome en fotografiar la plaza y en ver una curiosa tienda antigua de ultramarinos, en cuyo interior hay gran cantidad de objetos que, a los que peinamos canas, nos evocan recuerdos de nuestra juventud. No me gustó un cartel que indicaba que para hacer fotos había que presentar el ticket de compra, así que en un descuido de la señora mayor que estaba atendiendo dentro, hice una foto desde el exterior. No digo el nombre de la tienda para no hacerle una publicidad que no se ganan con su exigencia.






                Cuando cesó la lluvia descendí por una de las calles que llevan al Coso y lo atravesé hasta desembocar en el gran jardín que posee la ciudad. Se denomina jardín de Miguel Servet ( más adelante os contaré algo de este personaje oscense ) y lo recorrí haciendo fotos del mismo y de un bonito arco iris que había dejado la lluvia.







                Algo cansado del viaje cené en el propio hotel y a descansar y repasar el recorrido del siguiente día

                Amaneció despejado y puse rumbo a mi primer destino. Se trataba de Monzón, una urbe que destaca por la imponente silueta de su castillo que domina desde lo alto toda la ciudad. El lugar tiene datos de su ocupación desde la época del Neolítico y en él se encuentran los ríos Sosa y Cinca, este último el más caudaloso afluente del Ebro gracias a la nieve de su cabecera.

                Por aquí pasaron los romanos y posteriormente fue tomada de manera alternativa por árabes y cristianos hasta que en 1143 pasó a pertenecer de manera estable a los templarios. Ha sido sede en numerosas ocasiones de las Cortes de la Corona de Aragón y Carlos V celebró aquí unas Cortes Generales en 1528. Como veis Monzón atesora mucha historia.

                Me dirigí hacia el edificio que había venido a visitar que no era otro que la Concatedral de Santa María del Romeral, construcción románica en origen pero con numerosas transformaciones posteriores de manera que de su estilo primitivo solo perviven la portada y el pórtico de acceso.


    

        Es un edificio construido con sillares perfectamente escuadrados, con planta de cruz latina, tres naves paralelas, crucero y tres ábsides. A todo ello se añadió en el S. XVII sobre el cimborrio una torre de ladrillo de estilo mudéjar.



    

            Al salir hice una foto de su majestuoso castillo …



            … y al volver al coche otra del rio Cinca a su paso por la ciudad.


    

            El segundo punto a visitar se encontraba junto a un pequeño pueblecito denominado Villanueva de Sijena y mi curiosidad provenía de la lectura de un libro : El románico español. Ed. Almuzara 2020 y con cuyo autor José María Sadia había tenido el honor de intercambiar algún e-mail. En dicho texto, además de otras muchas cosas y cuya lectura recomiendo a los amantes del románico, el autor dedicaba parte del mismo a un documentadísimo relato de alguno de los expolios del patrimonio artístico español que han sucedido y, entre ellos, se encontraba el del Monasterio de Sijena.        

                Este edificio fundado en 1188 por la reina Doña Sancha de Castilla se convirtió, gracias a numerosas donaciones, en uno de los cenobios femeninos más ricos e importantes de Aragón, acogiendo entre sus muros a numerosas reinas, princesas e hijas de familias nobles del Reino de Aragón.

              Fue depósito de una parte del tesoro real, archivo monástico y panteón real de reyes, reinas e infantas de Aragón.

                La vida monástica en el edificio continuó con diferentes altibajos durante varios siglos albergando en su interior numerosísimas obras de arte, entre las que destacaba la Sala Capitular decorada primorosamente con valiosas pinturas. En el año 1835 se produjo la desamortización de Mendizábal ( ¡¡ vade retro !! ) que trajo consigo el abandono obligado de las monjas y la desaparición de gran parte de sus bienes.

                Las monjas regresaron años después pero el ambiente anticlerical de la II República y el comienzo de la Guerra Civil fue el caldo de cultivo perfecto para que el edificio fuera arrasado y quemado por los milicianos anarquistas. Algunas de las pinturas de la Sala Capitular que lograron salvarse se llevaron al Museo de Arte de Cataluña, continuando el mismo destino el resto de las que quedaron durante el franquismo.

                Por otra parte, la mayor parte de las obras de arte fueron vendidas por las monjas en una cifra cercana a los 50 millones de las antiguas pesetas y fueron a parar a los salones del Museo de Lérida.

                En el año 1995 el Vaticano reformó los límites de la diócesis y el monasterio pasó a depender de Aragón en vez de Lérida, momento en el cual se inició una batalla judicial para conseguir el retorno de los bienes sustraídos. A día de hoy se ha conseguido la devolución de la mayor parte de las obras de arte que fueron llevadas a Lérida ( el “ tesoro de Sijena “ ) pero se mantiene el litigio para la devolución de las pinturas llevadas al Museo de Arte de Cataluña.

                Con estos antecedentes mis expectativas por lo que me iba a encontrar eran máximas pero … mi gozo en un pozo. Lo que queda del monasterio solo se puede visitar en unos pocos días del año y con cita previa, con lo cual me quedé sin poder ver la fastuosa portada con nada menos que 14 arquivoltas y me tuve que conformar con hacer algunas fotos del exterior y colarme con mil excusas entre los albañiles que trabajan en el actual proceso de reconstrucción para hacer una foto del claustro. En cualquier caso la magnitud del edificio te lleva a hacerte una idea de lo que representó en su época de mayor esplendor.


                





  

               Con cierta frustración salí del recinto dirigiéndome al siguiente punto, un pueblecito distante 16 kms. y que tiene por nombre Chalamera. ¿ Y que se me había perdido allí ?. Pues dos cosas, por una parte visitar la casa natal de Miguel Servet, personaje del que ya os comenté que ampliaría información.

                Aunque algunos estudiosos datan su nacimiento en 1511 en Villanueva de Sijena, hoy en día se considera que nació en Chalamera y allí se encuentra la que es considerada su casa natal.

             Fue un teólogo y médico español que viajó por toda Europa defendiendo sus ideas teológicas acerca de la Santísima Trinidad y que lo enfrentaron tanto a católicos como a protestantes. En 1546 escribió su tratado más famoso el Christianismi Restituio, libro fundamentalmente teológico pero en el cual, en concreto en el Libro V, exponía su teoría sobre la circulación menor o pulmonar de la sangre. Eso fue su perdición. Calvino lo denunció ante la Inquisición de Lyon y, aunque logró huir, fue arrestado en Ginebra y condenado a morir en la hoguera acusado de herejía.

                Hoy en día sabemos que estaba en lo cierto y su figura es reconocida y venerada como el descubridor de la circulación sanguínea.

               Pues bien, allí estaba yo ante la que se supone casa natal de este colega a la que fotografié así como a un busto erigido en su honor frente a la iglesia. 






                La segunda cosa que se me había perdido en Chalamera era visitar una ermita románica que se hallaba en las afueras del pueblo y a la cual  me costó encontrar, eso sí ayudado por uno de los pocos seres vivos con los que me topé.

                La Ermita de Chalamera es una pequeña construcción situada en lo alto de un montículo y dedicada a la advocación de Santa María. Construida por los templarios en el S. XII presenta una cruz latina y una única nave con ábsides que solo son visibles desde el interior.

                El pórtico presenta 6 arquivoltas que son sostenidas por otras tantas columnas con capiteles de figuras humanas y animales. Sobre todo ello se abre un ventanal con arco de medio punto.

                Lógicamente estaba cerrada pues creo que solo se abre el 25 de Abril para la romería de S. Marcos.




    

                  Descendí de la ermita para ir a buscar mi último destino del día donde pensaba comer y descansar un ratito.   

                Llegué al que es considerado uno de los pueblos más bonitos de España y dos cosas me sorprendieron. Una la espectacular panorámica del pueblo con el castillo y la colegiata destacando al fondo sobre un montículo y dos que bastante antes de llegar al pueblo había muchos coches aparcados en el arcén de la carretera y en una especie de aparcamiento disuasorio. Ello podía significar que, afectivamente, era un pueblo muy bonito y por tanto muy turístico a pesar de la época en que nos encontramos. Señores, estamos en Alquézar.      

                El nombre de Alquézar proviene del árabe Al-Qsar y en términos cristianos de Alcázar que significa fortaleza. Hoy en día es un enclave turístico de primer orden.

                Para llegar hasta el castillo/colegiata hay dos itinerarios, yo elegí el que transita por el meollo del pueblo pudiendo apreciar así su arquitectura, sus casas blasonadas y multitud de rincones con encanto. Me llamó la atención que en algunas casas había colgadas en las puertas patas de jabalí y, al preguntar por este curioso adorno, me dijeron que era un símbolo de protección porque una leyenda hablaba de la existencia de brujas que provocaban tormentas y granizadas en ésta zona ( hoy en día no nos vendrían mal un par de ellas que paliaran la terrible sequía que tenemos ). 






                Con estos pensamientos llegué hasta el inicio de la subida al Castillo que, dicho sea de paso, se las trae  hasta llegar a la puerta de entrada. Abstenerse personas con movilidad reducida o paupérrima forma física.



                Al llegar un señor entrado en años abrió la puerta para que salieran otros visitantes y nos franqueó la entrada al grupito de 6 personas que nos concentramos para la visita previo pago del óbolo correspondiente.

                Primero nos llevó hasta la iglesia del S. XVI, de nave única donde lo que más llamó mi atención fue un bonito órgano de madera tallada y una imagen de un Cristo románico con los brazos articulados.





                Después pasamos a ver el claustro que tiene la particularidad de ser trapezoidal. Al indicarle a nuestro guía que eso delataba una clara influencia árabe en su construcción, ya que los claustros románicos suelen ser rectangulares, además de que los contrafuertes suelen ser de 90º y para la realización de otros con diferente inclinación se requerían conocimientos de ingeniería matemática que solo poseían los árabes, el buen hombre no supo que contestar ( creo que esos detalles no se los habían indicado en su aprendido discurso para guiris poco versados en el arte románico ). Inmediatamente me arrepentí de haber dejado al pobre hombre con la popa al aire y ya no pregunté nada más en el resto de la visita.


    

          Lo cierto es que los capiteles eran muy bellos y representan diferentes escenas de la vida de Cristo, conservando algunos de ellos parte de su policromía.

  





                Después subimos al piso superior que presenta unas bonitas vistas y algunas pinturas destacables en las paredes.




                La visita finalizó y me despedí de nuestro guía con cierto remordimiento para retornar por el mismo camino hasta la zona donde se concentran la mayoría de restaurantes.

                Una rica ensalada y una deliciosa trucha reconfortaron mi ánimo pero no hasta el punto de realizar la excursión ineludible de los turistas que hasta aquí llegan: las pasarelas del Vero. Se trata de un recorrido por unas pasarelas que cuelgan de los acantilados siguiendo el cauce del rio y que ofrecen imágenes muy fotogénicas, pero yo ni tenía tiempo ( el recorrido puede durar unos 90 minutos ) ni traía ropa adecuada para realizarlo, así que comido y descansado retorné a buscar mi vehículo y volver a Huesca dando por concluida mi ruta de este día. 

                Llegada al hotel, cena ligerita y hasta mañana.  


8 y 9 de Mayo          

 

                  La ruta prevista para este día era relativamente tranquila así que, antes de despedirme de Huesca y como no era festivo, fui a visitar las otras dos construcciones junto a la Catedral más representativas de la villa.

                La primera no tiene nada de románica. Se trata del edificio del Casino, una joya construida entre 1901 y 1904 en estilo modernista y que guarda la esencia desde entonces del discurrir de la vida social de la ciudad. Nació como sede del Partido Liberal y del denominado Círculo Oscense, club social y recreativo. Para su mantenimiento se abrieron salas de juego lo que determinó que fuera conocido como el Casino.

                Tiene un diseño vanguardista y polivalente que se debe al arquitecto Ildefonso Bonells con influencias, entre otros, de Wagner y Gaudí. La puerta de entrada de tipo arabesco se debe a Francisco Arnal. 




               Penetré en el mismo ( la entrada es gratuita ) y fui recorriendo sus estancias y diferentes salones ( el de lectura, el de juegos, etc. ) apreciando su rica decoración, sus esculturas, vidrieras, muebles y otros elementos, intentando imaginarme como sería el bullicio, las reuniones, el ocio y, en definitiva, la vida de la ciudad que transcurrió entre sus paredes.

                La dictadura de Primo de Rivera lo cambió todo. No había juegos ni partidos ni cuotas de socios para su sostenimiento con lo que el edificio se destinó a usos como Casa de Cultura y Hospital Militar hasta que en 1951 resurgió de sus cenizas, alojando a la biblioteca estatal, la primera sala de televisión, el Club de Montaña Peña Guara, el Orfeón Oscense, la Escuela de Jota, la Peña Zoiti y el Ajedrez Jaque entre otras agrupaciones, recuperando el antiguo aroma a café, tabaco, prensa, juegos, envites y tertulias. Os dejo unas fotos para que os podáis hacer una idea del ambiente que se ha respirado durante tantos años entre estas paredes.





 

              Retomé el motivo inicial que me ha traído hasta estas tierras y me fui a buscar el último edificio, este sí románico, que me quedaba pendiente.

                Se trataba del Monasterio de San Pedro El Viejo, Monumento Nacional desde 1885. 

             Sus orígenes se remontan a una necrópolis romana, pasando por una iglesia visigoda hasta terminar en 1117 en que se inició la construcción del templo que hoy podemos admirar.

                Comencé mi visita admirando la entrada principal denominada puerta de San Pedro El Viejo que presenta un arco de medio punto con tres arquivoltas que se apoyan en impostas y con un precioso taqueado jaqués. En el tímpano dos ángeles sostienen un crismón, pudiéndose apreciar la P y la X del monograma de Cristo y el Alfa y el Omega, principio y fin de todas las cosas.




           De ahí pasé directamente a ver el claustro, atribuido al anónimo escultor llamado Maestro de San Juan de la Peña.

                Tiene forma rectangular con cuatro crujías y presenta columnas pareadas con dintel único en el que descansan los arcos de medio punto. Son 38 capiteles de los cuales solo 18 son originales y los otros 20 reproducciones. 






 

                La iglesia consta de tres naves paralelas con bóvedas de cañón sostenidas por arcos fajones de medio punto que se sustentan sobre seis grandes pilares cruciformes.

                    El altar mayor es de madera tallada y de estilo renacentista en transición al barroco. En el centro se sitúa San Pedro con tiara y llaves en la mano.





                    Merece la pena visitar las capillas laterales y el coro con un bonito órgano.

                En el lado izquierdo de la nave central hay una pintura mural que nos hace imaginar cómo estaría toda la iglesia en el S. XIII.


    

                     Terminada la visita me despedí de Huesca hasta otra ocasión ( nunca se sabe ) y fui a buscar el coche para trasladarme hasta otra edificación también románica pero muy diferente a las vistas hasta ahora, se trataba de ni más ni menos de ¡¡ un castillo !!.   

                A 29 kms. de Huesca, en la zona conocida como la Hoya de Huesca, se levanta imponente la figura del castillo románico que se considera el mejor conservado de este estilo en toda Europa, se trata del Castillo de Loarre visible desde varios kilómetros antes de llegar. Domina toda la Hoya y, en particular, la zona de Bolea que era la principal zona musulmana de la zona controlando las ricas tierras agrícolas.  





 

               Se edificó en el S. XI por orden del rey Sancho III de Pamplona, erigiéndose sobre un espolón de roca caliza, lo cual impedía que los muros pudieran ser minados y abrir una brecha por la que asaltarlo.

                Dejé el coche en el aparcamiento habilitado y me dirigí hacia la caseta donde, además de chucherías variadas ( no entiendo como en este lugar se pueden vender toritos y flamencas con trajes de faralaes ), se pueden comprar las entradas para la visita. La verdad es que si sumo los descuentos que me hacen por ser mayor de 65 años me dan para un buen gin-tonic.

            Desde ahí me dirigí hasta la entrada y me uní a un grupo de turistas rusos preguntándome que hacía esta gente viendo el castillo de Loarre con la que está cayendo. En fin, todo tendrá su explicación.        

             Atravesamos la puerta de entrada por la muralla y, tras un corto trecho, penetramos en el castillo por una empinada rampa.

El castillo se construyó entre  1033 y 1035 con la función de servir de paso fronterizo y controlar a las huestes árabes que controlaban la cercana llanura de Bolea.

En un primer momento su función era meramente defensiva y de esta época se conserva lo que podríamos denominar la parte “ alta “ del conjunto: el edificio real, la pequeña capilla de Santa María, el torreón de la Reina, el patio de armas, las estancias militares y la torre del homenaje.        

Posteriormente, hacia 1071, se amplía el complejo y se funda un monasterio de canónigos de San Agustín que ocupan las dependencias de la parte “baja” del mismo. 

La puerta de entrada está formada por tres arcos de medio punto, descansando el central sobre dos columnas con capiteles de decoración vegetal mientras que el exterior presenta un bonito ajedrezado jaqués y los restos de un Pantocrátor.

        A continuación una empinada rampa nos introduce en el edificio pasando por un sencillo arco de medio punto en el que mi curiosidad logró distinguir una marca de cantero.


 



             Girando a la izquierda nos encontramos, sobre la cripta de Santa Quiteria, con la puerta de acceso a la iglesia de S. Pedro, románica de nave única y ábside semicircular con columnas adosadas a los muros con capiteles de motivos fantásticos y vegetales.

         




   

             Es de suponer la existencia de pinturas sobre los muros pero no han quedado restos de esta policromía.

El conjunto se completa con una bóveda de medio cañón con una cenefa de ajedrezado jaqués y una cúpula de 26 ms. de altura.

        Saliendo a la derecha se encuentran las dependencias de los canónigos y los nobles, un calabozo y la sala de armas. 




         Esta era la parte que a mi más me interesaba, lo que no quiere decir que el resto no tenga interés. Así que continué subiendo para visitar el patio de armas, la iglesia de Santa María, un aljibe que podía guardar hasta 8000 litros de agua y las cocinas.






                Desde arriba se divisa un paisaje precioso que me entretuve en fotografiar …






                … así como a las murallas que rodean todo el complejo al salir del mismo.




             Terminada la visita y aún con los rusos en el interior me dirigí a mi vehículo.

En principio tenía planificado dirigirme a mi siguiente destino donde pensaba pasar la noche, pero buscando entre las notas que había recopilado para poder contaros el viaje, me encontré con una reseña que hablaba de la Colegiata de Bolea y su retablo y, como me pillaba de paso y estaba cerca, hacia allá que me encaminé.

Bolea es un pequeño pueblecito de unos 500 habitantes con un rico pasado ligado a la dominación árabe que dominaba toda la llanura y que fue uno de los motivos de la construcción del Castillo de Loarre. Las huestes cristianas del rey Pedro I de Aragón la conquistaron en el 1101.

Pero la fama de esta villa se debe a la construcción de su Colegiata, a medio término entre gótica y renacentista y, sobre todo, a la existencia en ella de su retablo mayor que me disponía a visitar.

Dejé el coche a la entrada del pueblo y, como no podía ser de otra forma, el edificio de la Colegiata se encontraba en el punto más alto del mismo pero, como ya venía entrenado del Castillo de Loarre, no dudé en comenzar la ascensión por las empinadas calles que me conducirían a mi objetivo.

Llegué, jadeando pero llegué, y penetré en el edificio construido por un arquitecto vasco, Pedro de Irazábal, entre 1541 y 1559. Su diseño presenta una particularidad y es que todas las naves están a la misma altura. Es lo que se denomina “ planta de salón “ que le confiere una gran luminosidad.





Pero lo realmente importante del templo es su Retablo Mayor que está considerado como una de las grandes obras pictóricas renacentistas de España.

En el mismo se reúnen en una simbiosis perfecta pintura y escultura, con casi 60 figuras talladas por Gil de Bramante, artista flamenco asentado en Aragón, que utilizó diversas maderas como ciprés, pino, nogal o cerezo.

Curiosamente el autor de las pinturas es desconocido, por lo que se le conoce como el Maestro de Bolea. Supo aplicar el detallismo de la escuela flamenca con un impactante colorido, en el que destacan los tonos verdes y rojos.

Como es difícil describirlo en todo su esplendor, me limitaré a colgar las fotos que tomé del mismo.







         Salí de Bolea todavía impactado por la belleza de su retablo y me encaminé hacia el sitio donde pensaba pernoctar y visitar otra bella construcción románica.

Llegué a Roda de Isábena sobre las 15 h., momento en el cual me sonó el móvil. Era la dueña del alojamiento rural que había reservado que me preguntaba por la hora de mi llegada porque no estaba allí sino en Graus al ser festivo en el pueblo. Le indiqué que ya había llegado pero que tenía que comer y le pregunté por un lugar para hacerlo, siendo el único sitio abierto un restaurante anexo a la Catedral. Quedamos a una hora y me dirigí a reponer fuerzas.

En casi todos mis viajes siempre ha habido al menos un día en que las cosas no han salido como yo esperaba. Este era el señalado.

El sitio indicado estaba en el interior de la catedral, al lado mismo del claustro. Era un bonito salón con bastantes mesas y que tenía pinta de haber sido el antiguo refectorio del edificio.

         Para ser sinceros comí bastante bien y a la hora acordada me dirigí al establecimiento donde me esperaba un señor que dijo ser el marido de la dueña. Me abrió y me condujo a mi habitación dándome las instrucciones pertinentes. Me dio las llaves y se marchó. ¡¡ Yo era el único huésped del lugar !!. He de decir que no estaba mal. Mi habitación era amplia y coqueta aunque muy recargada con multitud de adornos y cachivaches varios pero al menos la cama era amplia y cómoda. Así que se imponía una buena siesta y luego ya veríamos.               

        Y lo que vi, a media tarde que salí a tomar el aire, era la nada más absoluta. No había un alma por ninguna parte. Todo estaba cerrado. Me acerqué al restaurante donde había comido y me informaron que el horario de cenas era a partir de las 21 h. Con lo cual no se me ocurrió otra cosa que aprovechar para hacer fotos del claustro, la portada y el exterior de la catedral y subir de nuevo a la habitación para leer un rato el libro que siempre llevo en mis viajes.

La primitiva Catedral, antiquísima del 956, fue destruida por una razzia en el 1006 por el hijo de Almanzor. La reconstrucción posterior se inició en estilo románico lombardo para inmediatamente comenzar con sucesivas restauraciones de manera que del románico primitivo quedan la portada románica con un un pórtico que la precede del S. XVIII, con una torre lateral barroca. Además de la portada sobreviven los ábsides y el claustro.

Así que decidí fotografiar lo que queda del primitivo edificio románico, cenar en el mismo sitio y, al día siguiente, desayunar si era posible y no esperar hasta la primera visita al interior programada para las 11.15 h.









Realicé el plan previsto. Al día siguiente a las 9 h. llegó la dueña, me obsequió con un frugal desayuno, le pagué y salí escopetado de Roda de Isábena con un regusto amargo y la sensación de haber desperdiciado un día de viaje.


10, 11 y 12 de Mayo

 

De esta guisa puse rumbo al último destino de esta ruta por el románico oscense en el que pensaba pasar dos noches y hacer un recorrido por lugares interesantes.

El lugar era Jaca y llegué hasta el por carreteras que me permitieron disfrutar de los paisajes extraordinarios que nos dejan los Pirineos: frondosos bosques, profundos valles por los que discurren ríos de cristalinas aguas y hasta de un cervatillo que se cruzó en mi camino.







 El alojamiento elegido era un apartotel ( Jacetania ) muy cómodo y funcional, con habitaciones amplias y posibilidad de aparcar gratis en la misma puerta aunque, eso sí, algo alejado del centro. Después del acomodo y descansar un ratito fui en busca del primer monumento y, quizás, el más importante de la ciudad: su Catedral.

Jaca es la capital de la Jacetania y se encuentra en una depresión en las tierras interiores del Pirineo. De la antigua Iaca se han encontrado restos que hablan de su existencia desde el S. II a. C. Integrada en el Imperio Romano tras su conquista por Marcio Poncio Caton fue fundamental como punto de vigilancia de los caminos del Pirineo.

Tras la conquista árabe pasó a integrarse en el condado del incipiente reino de Aragón, dentro de la denominada Marca Hispánica establecida por Carlomagno.

En el S. XI constituía un castro, es decir, un campamento militar fortificado perteneciente al reino de Pamplona hasta que Ramiro I estableciera aquí una residencia regia y posteriormente se iniciara, hacia 1082, la construcción de la sede catedralicia.

En épocas posteriores se consolidó como una importante plaza militar y, entre las fortalezas que a lo largo del Pirineo hizo construir Felipe II, se realizó la denomina Ciudadela de Jaca que hasta llegado hasta nosotros.

En tiempos modernos Jaca tuvo un importante papel en acontecimientos como la Guerra del Rosellón, la Guerra de la Independencia o la sublevación de 1930 contra la monarquía de Alfonso XIII, proclamándose la República desde el Ayuntamiento, aunque la rebelión fue sofocada en pocos días.

Pues bien, repasando estos acontecimientos de la urbe, me encontré frente al edificio que había ido a buscar.

La Catedral de San Pedro de Jaca es uno de los templos más importantes del románico español. Construida a partir de 1077 por orden del Rey Sancho Ramírez hoy se considera la primera catedral románica de España, conservando fielmente la esencia de este estilo arquitectónico.

Tiene una planta basilical de tres naves con cinco tramos con sus correspondientes ábsides, dos puertas de acceso y una esbelta cúpula.

Mi recorrido se inició, como no podía ser de otra forma por el pórtico, amplio y esbelto con una altura igual a la de la nave principal. En el suelo unos niños realizaban dibujos del mismo para lo que supuse una tarea escolar. 




 El tímpano es un bajorrelieve presidido por un crismón de excepcional factura con dos leones a los lados que, según los estudiosos, representan la estrecha relación entre el incipiente Reino de Aragón y el papado.





La portada se cierra con seis arquivoltas que se apoyan en dos pares de columnas con sus capiteles con motivos figurativos.




              

     Pasé al interior que, como dije anteriormente, es de tres naves con la central más ancha y alta que las laterales. En los pilares, columnas, muros y presbiterio hay hasta 28 capiteles con diferentes temas.





  Las naves se rematan en ábsides semicirculares con bóveda de cuarto de esfera, aunque solo el de la derecha está íntegro.

La Catedral primitiva estaba cubierta por bóvedas de madera, por ello sufrió numerosos incendios y obligó en 1447 a construir las actuales. El  presbiterio se sitúa en una posición infrecuente delante del coro que presenta sobre él un gran órgano de estilo romántico, aunque su posición me deja serias dudas sobre la sonoridad del mismo.

Las pinturas fueron realizadas por Manuel Bayeu, cuñado de Francisco de Goya.





   Las capillas de las naves laterales son del S. XVI y merecen una atención especial la de San Sebastián, la de Santa Orosia y la de la Trinidad.

Abandoné el templo por el muro sur, cuya puerta conserva el tímpano románico con el añadido posterior del escudo pontificio que obligó a destruir el Pantocrátor original.





 En la puerta románica hay dos capiteles con diferentes representaciones y en el pórtico otros dos a los que añaden dos con motivos vegetales y tres con figuras humanas.

En el muro está representada la vara jaquesa, unidad de medida que equivale a 77 cms. que se utilizó durante siglos en el Reino de Aragón.

Me senté a tomar algo en una de las cafeterías situadas frente a esta puerta sur, pudiendo apreciar el pequeño despropósito que constituye la actual torre del edificio que sustituyó a la primitiva románica. Se realizó en el S. XV con reformas posteriores que llegan hasta el XIX pero sus enormes dimensiones y peso constituyen un “ pegote “ que desvirtúa las características de este templo eminentemente románico. 




Después de la Catedral fui en busca del otro templo románico ( o lo que queda de él ) de la ciudad. Se trataba de la Iglesia de Santiago un antiguo edificio románico del S. X reconstruido tras la dominación árabe en el S. XI. Poco queda del mismo, salvo la torre campanario que presenta ventanas geminadas de falsa herradura, la cornisa original con sus canecillos y en el segundo cuerpo se aloja el campanario.




    En el interior lo más llamativo es una pila bautismal de estilo califal que estuvo colocada sobre un capitel del claustro de la Catedral. Ambos elementos fueron separados colocándose la pila cerca del altar mayor y el capitel en una urna para su contemplación integral ya que es un elemento muy curioso, fechado en el S. XII y con una rica interpretación cristiana, mitológica, astronómica y estacional. Las cuatro caras están decoradas con personajes vestidos a la manera clásica y cuidadosamente labrados y en los ángulos se sitúan cabezas de leones con las fauces abiertas. La interpretación más aceptada es que se trata de un ángel expulsando a Adán y Eva del Paraíso y sus hijos Caín y Abel como representación del Bien y del Mal.





  Cumplida mi ruta programada regresé hacia la Catedral pasando por la Torre del Reloj, edificación gótica del S. XV construida para colocar un reloj-campanario que marcara la vida de la ciudad y reconvertida posteriormente en vivienda del representante del rey encargado de recaudar los impuestos y, por último,  en cárcel de la urbe.

Es una torre de planta rectangular, muy esbelta y construida con piedras irregulares. La puerta de acceso es un arco de medio punto.


    

    Regresé a mi alojamiento para cenar y preparar el recorrido del día siguiente.

Con un cielo encapotado puse rumbo hacia mi primer destino distante 16 kms. de Jaca. Se trataba del bonito pueblo de Santa Cruz de la Serós donde, al llegar temprano, hube de esperar hasta las 10 h. para que la señora encargada me abriera las puertas de los dos lugares que había venido a ver.

El primero era la pequeña y antiquísima Iglesia de San Caprasio que me resultó encantadora.

Se trata de un edificio de pequeñas dimensiones datado en el S. XI y perteneciente al románico lombardo más representativo ( maestros lombardos que se desplazaban para construir edificaciones de forma itinerante ).

Presenta una sola nave con una cabecera de escaso presbiterio y un ábside semicircular. Los muros son de sillarejo y en el ábside hay tres ventanales que se encargan de la iluminación interior. En el S. XII se le añadió una torre campanario con huecos bíforos para campanas.

El interior ( desnudo por la probable pérdida del enfoscado que tuviera ) presenta sobre el ábside una bóveda de cuarto de esfera, una de medio cañón sobre el presbiterio y dos tramos de la nave con bóveda de arista.






  Su vecina es la más monumental Iglesia de Santa María que formaba parte de un monasterio del S. XI de carácter femenino, en el que ingresaron novicias como la Infanta Doña Urraca y la Condesa Doña Sancha ( ambas hijas del Rey Ramiro I ) así como otras damas cortesanas y de la nobleza, con lo cual, merced a generosas donaciones el monasterio tuvo una época de gran esplendor. Hasta que en S. XVI el rey Felipe II ordenó su exclaustración y las distintas dependencias del lugar fueron desapareciendo, quedando solo la iglesia con función de parroquia del pueblo.

Es un edificio de una sola nave con planta de cruz latina formada por un falso crucero formado por un pequeño presbiterio y dos capillas laterales. Se remata con un ábside semicircular. La nave se cubre con una bóveda de cañón con dos arcos fajones. A lo largo de toda la nave se observa una imposta horizontal con ajedrezado jaqués. 





    Saliendo al exterior nos encontramos con una monumental torre que confiere al edificio una gran verticalidad. Presenta planta cuadrangular con tres cuerpos con vanos geminados y un remate octogonal.







   En el muro sur se abre una pequeña portada que presenta un tímpano presidido por un crismón.




 Más interesante es la portada principal a los pies de la iglesia, que presenta un tejaroz con canecillos simulados y una moldura ajedrezada, con cuatro arquivoltas de medio punto sobre pilares y columnas, rematadas estas últimas por capiteles con escenas florales y figurativas.

El tímpano es muy interesante, con dos leones flanqueando un crismón trinitario con símbolos con el Rho ( P ) el Alfa y el Omega y curiosas inscripciones.





 La encargada de ambas construcciones me preguntó si iba a visitar el cercano monasterio de S. Juan de la Peña y, al contestarle negativamente puesto que ya he estado en él en dos ocasiones, no me cobró entrada alguna puesto que la misma incluía los tres monumentos. Hice alguna foto del pequeño riachuelo que discurre en el exterior y continué mi camino hasta el siguiente punto.

Para llegar a él tuve que recorrer una revirada y estrecha carreterita de montaña que discurre paralela al embalse de la Peña que recoge las aguas del rio Gállego. Paisaje precioso pero que no te permite descuidarte porque, curiosamente, la carretera tiene un denso tráfico pesado hasta el punto de que cuando se encontraban dos camiones tenían que hacer virguerías para pasar y, los que los seguíamos esperar a que completaran las maniobras. En esos momentos es cuando más eché de menos a mi querida moto.





       Al final conseguí llegar a mi objetivo que era una pequeña aldea denominada Yeste. En este remoto lugar casi despoblado se encontraba una pequeña edificación cuyo nombre respondía al de Iglesia del Salvador. Aunque se encontraba cerrado el acceso el pasamanos de la verja no tenía candado, por lo que pude acceder fácilmente.

Presentaba una única nave con un ábside semicircular con cinco arcuaciones que descansan en columnas de las que solo una permanece completa. Alrededor de la misma se encuentra el camposanto de la localidad. La portada principal presenta un porche de construcción posterior. En ella hay un tímpano historiado con bajorrelieves y es de arco de medio punto dovelado y descansa en jambas rectas a través de impostas que están decoradas con motivos de palmetas y cuadrúpedos.

En el tímpano se puede apreciar a la izquierda la imagen de un obispo con báculo y un diácono con un libro. A continuación hay un Agnus Dei y después una escena de la Anunciación.






 

 Curioseé las lápidas de las tumbas llamándome la atención una perteneciente a un varón de 60 años fallecido en Marzo de 1936, pensando para mis adentros “ de la que se libró el pobre “.

Abandoné el lugar y retomé la dichosa carreterita para dirigirme a ver otro monumento que, en este caso, no tenía nada de románico. Se trataba de unas curiosas formaciones con que a veces nos obsequia la naturaleza.

Se encontraba en un pueblecito llamado Riglos y eran unas formaciones geológicas formadas hace 65 millones de años ( ¡ ahí es nada ! ) cuando se formaron los Pirineos y que la posterior erosión del agua ha modelado hasta transformarlos en unas paredes rocosas que impresionan al acercarse a ellas y que son muy apreciadas por los aficionados a la escalada.

Conforme me acercaba me percaté de que el sitio estaba muy concurrido, hasta el punto de que a la entrada del pueblo se ha situado un aparcamiento disuasorio ( por supuesto de pago ) para poder acceder al mismo.

Como no tenía intención de ver el pueblo ya que, por mis notas, no había nada de interés especial, me limité a fotografiar los impresionantes mallos y dando la vuelta dirigirme al último punto del día.






 Este se encontraba a tan solo 14 kms. y, aunque también tenía sus propios mallos, yo venía a buscar otros monumentos.

El pueblo se denomina Agüero y uno de ellos era la Iglesia de Santiago, un impresionante templo románico que está inacabado y que se sitúa a unos 500 ms. de la entrada al pueblo, accediendo al mismo por una empinada carretera asfaltada.

Al llegar no encontré a nadie,  lo que me permitió una tranquila visita explayándome en los detalles de la construcción.

El territorio donde se enclava es conocido como “ el Reino de los Mallos “ y en su historia destaca la figura de la Reina Berta, de probable origen italiano, que se casó con Pedro I de Aragón y que, tras fallecer éste, gobernó durante unos años este Reino ficticio.

Este templo de Santiago, inconcluso, se erige majestuoso sobre el pueblo y se piensa que en el trabajó el anónimo Maestro de San Juan de la Peña.

Es una de las construcciones más enigmáticas e interesantes del románico aragonés ya que, aún a día de hoy, se discute el por qué realizar un proyecto de tal magnitud en un lugar remoto como este.

Las hipótesis sobre su construcción son varias: un emplazamiento más accesible a la comunidad de S. Juan de la Peña quedando inconcluso por la mala gestión de su abad Juan, una construcción para albergar el retiro de Ramiro II El Monje o incluso un panteón levantado por la Reina Berta para contener los restos de su marido Pedro I.

En cualquier caso se trata de un proyecto grandioso en el que se emplearon los mejores materiales y que hubo de suspenderse cuando tan solo se había edificado la triple cabecera, cerrándose abruptamente con un muro lo que estaba llamado a ser el primer tramo de las naves.

La triple cabecera tiene un volumen enorme y sus gruesas columnas adosadas al muro a modo de contrafuertes le confiere un aspecto más de fortaleza que de construcción religiosa.


    

 El tambor central se divide en tres paños separados por gruesas columnas. Llama la atención que un edificio en el que no escatimó en gastos los ventanales estén reducidos a la mínima expresión, aunque un friso historiado recorre todo el espacio inferior a las ventanas y despliega sobre todo en el ábside central gran cantidad de figuras como arpías, grifos, dragones y centauros.

Lo que más llama la atención es su portada donde el Maestro de San Juan de la Peña despliega su personal estilo con figuras con pliegues redondeados en sus ropajes o caras con los ojos saltones.

En el tímpano y capiteles también se aprecian las características de este constructor: bailarinas, combates entre guerreros y figuras que representan la Adoración de los Magos. 









Recorriendo el perímetro me llamó la atención un descubrimiento. Como sabemos en el medievo el grado de analfabetismo era muy elevado, también en el gremio de los trabajadores de la piedra o canteros. Pues bien, para identificarse, cada uno de ellos poseía un símbolo único y personal que los diferenciaba del resto y que labraban en las piedras que tallaban, en unos casos como “firma” de su autoría y en otros, cuando trabajaban a destajo, para que el maestro cantero pudiera identificar las piedras talladas por cada uno en el día y les pagara en consecuencia.

A lo largo de mis rutas he visto numerosas marcas de cantero pero, en ningún sitio como este, he podido identificar tantas marcas diferentes. Hasta 11 llegué a contar, lo que da idea de la magnitud del proyecto y de los numerosos artesanos que trabajaron en él.








Terminado mi recorrido me encaminé al pueblo para ver el último de mis destinos y con el que daba por concluido mi viaje por el románico oscense. Se trataba de la Iglesia del Salvador situada en el centro mismo del pueblo.

Aunque su fábrica original fuera románica hoy es un conglomerado de estilos producto de las reconstrucciones.

A día de hoy lo más destacable de su primitivo románico es la portada, protegida por un pequeño porche hoy en ruinas.

Presenta cuatro arquivoltas de medio punto y que descansan sobre dos columnas a cada lado con capiteles de decoración zoomorfa, sobre todo aves y leones.

Llama poderosamente la atención  el tímpano que preside el conjunto, con un volumen desproporcionado para el resto de elementos, lo que ha hecho pensar a los estudiosos en que se tratase de una pieza destinada a la cercana iglesia de Santiago y que, por los motivos que fueran, se desechó y se trasladó hasta aquí.

En él está representado un Cristo sedente con un libro en una mano y actitud de bendecir con la otra. Lo rodean los cuatro evangelistas representados con figuras zoomorfas






           Antes de salir de Agüero fotografié sus mallos que, aunque menos espectaculares que los de Riglos, también merecen una atención.





Regresé a Jaca con la íntima satisfacción del deber cumplido, habiendo visitado todos y cada uno de los objetivos previstos.

Cené y me retiré a descansar. Al día siguiente comenzaba la segunda parte de mi viaje para conocer el curioso románico andorrano. Pero eso será motivo de una nueva entrada en los próximos días. Espero no haber aburrido a los lectores no especialmente interesados en el románico y a los que si lo sean que hayan disfrutado y les haya servido de orientación para sus futuros viajes

                             Nos vemos en Andorra.