domingo, 17 de septiembre de 2023

 



                                             PALENCIA, VACIADA Y ROMÁNICA

 

                               En mi anterior entrada comenté que con mi viaje por tierras de La Rioja había dado por concluidas mis excursiones de este verano. Pues iba a ser que no. Mirando el calendario me percaté que el 12 de Septiembre era festivo en Murcia ( la Romería ) con lo que me salían 6 hermosos días libres. El problema era encontrar un lugar atractivo para mí y no excesivamente alejado.

                               Y, de repente, me vino a la mente un sitio que visité hace muchos años y que después, solo de manera puntual, he pasado por alguno de sus pueblos. Se trataba de Palencia que, además de una rica gastronomía y un clima muy agradable para los bochornos veraniegos que estamos sufriendo, cuenta con una de las mayores concentraciones de arte románico de toda Europa junto con Zamora.

                               En algún ranking que he visto Palencia es la capital menos visitada de España, así que, aunque no fuera a ella, me propuse aumentar el número de visitantes a su provincia.

                               Básicamente son tres las rutas del románico palentino. La del Camino de Santiago ( con Frómista y Carrión de los Condes como lugares emblemáticos ). La del románico sur con Palencia como punto de origen y la del románico norte que era la más desconocida para mí, con punto de arranque en Cervera de Pisuerga y realizando en dos días una ruta circular con gran cantidad de monumentos interesantes a visitar. Así que esta última fue la elegida.   


Jueves 7 y Viernes 8 

 

                               Terminado el trabajo salí con destino a Madrid, parando a comer en Albacete y continuando para llegar al atardecer al punto intermedio elegido tanto a la ida como a la vuelta. Se trata de un pequeño pueblo de Burgos denominado La Vid y que conocí cuando realicé la ruta del Duero ya que este rio pasa por el mismo. Además del precioso Monasterio de La Vid, que aún no he podido visitar porque tiene los días y horarios de visita muy restringidos, cuenta con un espectacular hotel enológico ( El Lagar de Isilla ) que hará las delicias de los amantes del vino y que se complementa con un restaurante de dos tenedores y unas preciosas habitaciones temáticas.

                               Cena, algo de TV y a dormir.

                              Al día siguiente puse rumbo hacia el sitio que iba a ser mi punto de partida para realizar las rutas que tenía previstas en los dos siguientes días: Cervera de Pisuerga. Pero para llegar hasta allí me había organizado un rodeo de unos 200 kms. para, en tierras burgalesas, visitar una aldea que contaba con una iglesia muy bonita y peculiar.

                           Dicha aldea se llama Vallejo de Mena y se encuentra en el valle del mismo nombre en la comarca de las Merindades. Se llega hasta allí por unas carreteritas de media montaña algo estrechas y rodeadas de un bello paisaje. La encontré con la ayuda del G. Maps al que cada día le voy cogiendo más cariño a pesar de las trastadas que a veces me hace.

                            Aparqué y me fui en busca de mi objetivo.

                       El templo se denomina de S. Lorenzo y, al parecer, fue donado a la Orden de Jerusalén ( más tarde Orden de Malta ) por una noble que se encuentra enterrada en el mismo.

                               Su construcción tiene dos fases claramente diferenciadas, la cabecera del S. XII y el cuerpo ya en el XIII con algunos rasgos distintivos del gótico.

                               Es de nave única con un ábside muy original con cinco ventanas y otras dos en el presbiterio, las del ábside todas con arcos de medio punto y dos arquivoltas que se apoyan en capiteles y columnas. Las del presbiterio son más monumentales. Salvo dos el resto están cegadas.  



                  A todo el conjunto del ábside lo dota de gran dinamismo la franja de arcos ciegos apoyados en ménsulas que lo rodean, además de la riqueza escultórica de las semicolumnas adosadas con sus capiteles.


            El cuerpo de la iglesia se divide en tres tramos, con las portadas en el centro coronadas por una ventana en la parte superior.


         Un elemento que llama la atención es una galería de arcos de medio punto en los dos últimos tramos de la nave a la que solo se puede acceder desde el exterior. No se sabe con certeza su utilidad, aunque se ha postulado que podría servir de lugar de descanso para los peregrinos que hacían el Camino de Santiago.


        En el lado septentrional está la portada conocida como la del Perdón, ya que por ella accedían al interior los peregrinos que no podían continuar hasta Santiago y recibían el Jubileo.

       La portada de los pies es la más rica con un arco apuntado con cinco arquivoltas y un guardapolvo.



            No pude ver el interior porque estaba cerrada y para verla había que llamar a un teléfono y concertar una visita y mi plan de viaje no me permitía esos lujos. Así que continué mi camino hasta llegar a Cervera de Pisuerga, tomar la habitación y, tras descansar un rato, salir a descubrir el pueblo.                               

                                       

        La verdad es que, para ser sincero, Cervera de Pisuerga no tiene mucho encanto. Está atravesada por el rio del que toma el nombre y como lugares de interés cuenta con la iglesia de Santa María del Castillo que se alza sobre un promontorio donde se encontraba el antiguo castillo y del que toma el nombre. Es gótica del S. XVI y llama la atención su fachada de dos colores por estar construida por dos tipos de piedra diferentes. El interior se articula en una gran nave con dos capillas a modo de crucero y cabecera poligonal. Las bóvedas son de crucería.


            Me llamaron la atención el púlpito a la entrada de la capilla mayor, bonita pieza labrada en piedra con finas labores de talla y blasones grabados …

 


           … y una talla en madera del Cristo de las Batallas del S. XIII que fue policromada posteriormente. La monumentalidad de la figura es clara herencia del estilo románico.


        Otro punto de interés es la ermita-cueva de S. Vicente, emplazada en la periferia del pueblo en la pedanía de Vado. Es una sala rectangular con vanos muy toscos y una capilla separada por un escalón del resto. Rodea a la ermita una necrópolis fechada entre los siglos VIII y XI. Se piensa que el conjunto de ermita y necrópolis fueron parte de un pequeño complejo monástico y que, una vez desaparecido este, pervivió la ermita hasta mediados del XIX en que fue abandonada.




           Junto a estos dos elementos de interés el pueblo posee gran cosa,  alguna antigua casona con escudo nobiliario y poco más.


                
Así que me dirigí hacia la Plaza Mayor, lugar de reunión de sus habitantes y donde se concentran todos los lugares de restauración existentes. Cené en uno de ellos y a descansar. Mañana empezaba lo interesante de este viaje.


Sábado 9 

 

          Inicié mi recorrido temprano para recorrer 15 kms. y llegar a Perazancas donde se encuentra la iglesia de la Asunción. Como vestigios de su primitiva construcción románica quedan el ábside central con un bonito ventanal cegado y con columnillas…

        

 …  la espadaña y, sobre todo, su portada con tres arquivoltas. El apoyo interno es sobre triples columnas ( bastante infrecuente ) y destaca la arquivolta intermedia que posee una corona de figuras que representan a músicos tocando diferentes instrumentos ( violas, laúdes, arpas, tambores, etc. ). Su manufactura, aunque deteriorada, indican que fue realizada por un buen taller.



              Ya saliendo me llamó la atención un árbol “ vestido “ con un traje de punto de vivos colores y que he encontrado en diferentes lugares en mis viajes. Aún desconozco el significado de los mismos más allá del puramente estético aunque, en mi opinión, resultan innecesarios e incluso perjudiciales para ellos.       

    
                Saliendo de Perazancas me dirigí al territorio de “ los Ojeda “ para ver en primer lugar la iglesia de San Juan Bautista en Moarves de Ojeda, un pequeño pueblecito de la España vaciada con unos 25 habitantes y cuya iglesia es un regalo para la vista. Es un templo del S. XII con alguna reforma tardogótica posterior. Rodeando el edificio sin nada que me llamara la atención me topé con su fachada sur y su portada  que era lo que había venido a buscar.

          Consta de cinco arquivoltas de medio punto decoradas con motivos ajedrezados, baquetones y hojas de acanto. Descansan sobre columnas acodilladas rematadas por capiteles con diversos motivos como bailarinas danzantes o Sansón desquijarando al león.



        Pero, al levantar la vista, te quedas completamente extasiado ante un friso escultórico que está sostenido por dos ménsulas decoradas. La composición es un apostolado presidido por un Pantocrátor con el Libro de la Vida en su mano izquierda y la derecha en actitud de bendecir. Está flanqueado por los cuatro evangelistas que portan las escrituras y se completa la composición con un apostolado completo ( seis a cada lado ) en la que es fácil identificar cada figura por los nombres labrados en las filacterias que portan. La composición es de una extraordinaria belleza y se conserva en bastante buen estado.







   Todavía con la imagen del friso en la retina retomé mis pasos para ir a Olmos de Ojeda, aunque lo cierto es que me podía haber ahorrado la parada ya que en la iglesia de San Miguel poco queda de su origen románico, tan solo parte de la espadaña, la caja de muros y una portada inacabada del lado meridional.



            
Siguiendo el camino se llega a Cozuelos de Ojeda donde encontramos en sus inmediaciones la iglesia de Santa Eufemia que es el único resto que queda de un antiguo monasterio. Queda tapada por un edificio que es un alojamiento rural y hay que bordearlo para ver el exterior de la misma ya que es de propiedad particular y sólo se puede ver el interior a través de complicadas gestiones.

         De esta manera se puede contemplar tres ábsides donde destaca el central, articulado por dos potentes contrafuertes que delimitan tres paños. En cada uno de ellos se abren ventanales de medio punto con guardapolvos ajedrezados y capiteles con motivos vegetales y animales.    




            Terminado mi recorrido por “ los Ojeda “ me dirigí hacia un pueblecito para ver un pequeño capricho románico. El lugar se denomina Vallespinoso de Aguilar y a la entrada del mismo, con una visión muy fotogénica, se encarama a una peña y a los pies de un manantial la Ermita de Santa Cecilia.

            Lo primero que llama la atención es una torre que, en origen, debió estar coronada por una tronera y que posteriormente fue cubierta por una cúpula. Su función sigue sin estar clara entre los especialistas ya que hay los que se inclinan porque era un elemento defensivo, otros porque servía de acceso al campanario y algunos apuestan por una función mixta para ambas cosas. El caso es que, desde el interior de la iglesia se aprecia un acceso a la misma y una escalera de caracol que asciende por el interior. Más adelante relataré como encontré una estructura similar aunque de menores proporciones en otra iglesia.

            Se llega por un camino que asciende hasta la portada y encontramos la puerta cerrada con un simple gancho y un curioso cartel “ Por favor, cierren al salir “. Es una bonita forma de permitir el acceso a todo el que desee admirar el edificio. ¡¡ Si yo contara la de iglesias similares que no he podido ver por estar cerradas !!.

           El interior es de una sola nave, destacando la verticalidad y una escalinata de seis peldaños que separa la nave de la cabecera, solucionando con ello el desnivel existente debido a la morfología del terreno donde se construyó el templo.



        Los capiteles de las columnas son preciosos, pudiendo encontrar a Sansón desquijarando al león ( figura muy repetida y que explica por qué no hay leones en estas tierras ), espirales vegetales, parejas de grifos, etc.




           Si volvemos a salir podemos apreciar una magnífica y algo desproporcionada portada que cuenta con siete arquivoltas apuntadas que crean una gran bocina. Solo una de ellas tiene una decoración vegetal.


        Los capiteles de las columnas sobre las que se apoyan se extienden creando una banda amplia sobre el arimez y presentan una inusual riqueza escultórica, pudiendo encontrar un soldado peleando con un dragón, un diablo con llamas en la cabeza, una figura con un manojo de llaves que se ha identificado como S. Pedro  y un largo etcétera de figuras que nos podrían llevar bastante tiempo si las quisiéramos identificar todas.



      Completa la construcción un ábside semicilíndrico con dos columnas entregas y tres ventanales abocinados siendo el central el más destacable por su ornamentación con hojas de acanto.

        Terminada la visita cerré la puerta e hice una última foto al paisaje que me rodeaba para subir al coche y encaminarme al siguiente destino. 


        
El siguiente punto a visitar era un viejo conocido de hace demasiados años y se hallaba algo alejado de allí, pero la preciosa aunque estrecha carretera que serpenteaba entre montañas y bosques hacía el recorrido muy llevadero.

     Se trataba de San Salvador de Cantamuda, donde se encuentra su Colegiata y que es considerada uno de los más bellos ejemplos del románico palentino.

       Al llegar me sorprendió la gran cantidad de coches aparcados y es que en ese momento se celebraba una misa por el alma de una reciente fallecida.   

      Esperé a que terminara y me entretuve fotografiando el exterior, con su maravillosa espadaña a la que muchos consideran como la más bella del románico español. Tiene tres cuerpos, el primero con un arco apuntado y rehundido que abraza un ventanal y los dos siguientes con dos arcos de medio punto sobre columnas y capiteles de entrelazo. El conjunto se remata con un piñón triangular.


        

         En el exterior no hay elementos añadidos, salvo el husillo y el pórtico pero, al sentarme en un banco para esperar el fin de la ceremonia, pude apreciar algo que me llamó la atención. En la parte alta del muro, sobre un ventanal con una arquivolta de medio punto coronada con una decoración en dientes de sierra y que se apoya sobre dos columnas con capiteles esculpidos uno con temas vegetales y otro con un rostro humano, había la señal de que al menos 11 sillares habían sido reconstruidos probablemente por desgaste de los originales, pero lo más llamativo es que la reconstrucción se había realizado con sillares de una piedra blanca y sin picar totalmente diferente al del resto de los sillares, siendo una especie de “ pegote “ que desluce el muro. La piedra de los sillares originales es muy abundante en la zona y no hubiera costado mucho trabajo reponerlos con ella. El autor de la reforma no estuvo ese día muy inspirado.


        Finalizada la misa penetré al interior que presenta una planta de cruz latina, con nave única, crucero muy marcado y triple cabecera con ábside central de mayor altura y anchura que las absidiolas laterales.

        La nave se cubre con bóvedas de cañón ligeramente apuntados, tan solo en la bóveda de la intersección se recurrió a la crucería con nervios de decoración floral.




        Otra de las joyas del templo es su mesa de altar, pieza casi única del románico español. Es un ara monolítica sustentada en la parte frontal por 7 columnillas adornadas con diferentes motivos y con capiteles vegetales.

        Pero para fotografiarlo había un problema. Los familiares de la difunta habían colocado en el centro del altar un soporte con una fotografía a gran tamaño de la misma y claro, no me pareció bien retratar a la finada y que su imagen se difundiera sin su consentimiento, así que me limité a fotografiar tan solo cinco de las siete columnillas y aún así no pude evitar que salieran parte de las patas del soporte citado. En fin, cosas que pasan.

        Ya en el exterior fotografié los ábsides, apreciando que el central se articula en tres paños separados por contrafuertes que se transforman en columnillas pareadas con sencillos capiteles. Las absidiolas son totalmente lisas.

       
      Terminé mi visita a San Salvador de Cantamuda con un par de fotos, una a la espadaña en visión posterior y otra a la portada de entrada.



        Antes de despedirme del lugar fotografié el riachuelo que atraviesa el pueblo y el Rollo de la Justicia que, además de delimitar la jurisdicción del lugar, servía para darle matarile a los reos condenados.



        Salí del pueblo y, dada la hora, paré en la Venta La Morera para comer estupendamente, hacer un poco de sobremesa y seguir hasta los dos últimos puntos de mi itinerario en el día de hoy.

        El primero se encontraba en un pueblecito denominado San Cebrián de Mudá y era la iglesia de San Cornelio y San Cipriano. En el camino paré para hacer una foto del bonito paisaje que me rodeaba y confirmar, por el embalse situado a la izquierda, el grado de sequía que soporta este país.


        La iglesia de San Cornelio y San Cipriano es del S. XII y está construida en piedra arenisca de diferentes colores. Se encuentra en el centro del pueblo con una elevación sobre el resto de la plaza y alrededor hay una necrópolis. A diferencia de la Ermita de Santa Cecilia estaba cerrada con dos grandes correderas con candados, por lo que no pude ver el interior. Solo conserva de su fábrica románica la portada con tres arquivoltas ligeramente apuntadas que presentan bonitos grupos escultóricos …


        … y una gran espadaña triangular en el muro occidental.

    

      Pero para consolarme de este pequeño fallo en mi programación me esperaba otra iglesia de igual nombre que la anterior y que, esta sí, era otra de las joyas del románico de Palencia y, probablemente de toda España. Estaba situada en el pueblo de Revilla de Santullán y, al llegar, un cartel indicaba que la hora de apertura eran las 17 h. Como no faltaba mucho me di un paseo por el pueblo y la hora en punto apareció un hombre de mediana edad con cierto aspecto estrafalario que amablemente me abrió la puerta de acceso y me dejó que en soledad admirara lo que tenía ante mí.

      La portada queda oculta tras un pórtico posterior renacentista que ha permitido que dicha portada se conserve prácticamente intacta.

      Consta de un vano apuntado a partir del cual se suceden seis arquivoltas molduradas con boceles, medias cañas y figuras zigzagueantes.

       Pero la más destacada es la segunda ya que en su contorno y de manera radial se representa la Última Cena con Cristo en el centro y seis apóstoles a cada lado, unos con barba y otros sin ella, unos calzados y otros no y todos con su plato y el cuenco para la bebida. Cada personaje está enmarcado con un pequeño arco que se apoya en capiteles y columnas. Resulta complicado identificar a cada uno de ellos, tan solo es posible distinguir a cuatro  por sus rasgos distintivos: S. Pedro porque porta dos llaves, S. Juan por la ausencia de barba y estar a la derecha de Jesús, S. Bartolomé porque su nombre está labrado en su arco correspondiente y S. Mateo porque en lugar de un plato porta una pluma y un pergamino, señal de que está escribiendo su evangelio.




    

   

     En los dos extremos hay dos figuras ajenas, una de ellas barbada ha sido considerada la de un profeta y la otra, la más interesante, en la que aparece sobre el arco que la resguarda la inscripción “ Micaelis me fecit “, es decir, “ Miguel me hizo “. Estamos, por tanto, ante una representación del propio autor de la obra ya que, además, sus ropajes son los propios de un maestro cantero y porta en su mano derecha una maza y en la izquierda un cincel.    


  




        
Este hecho es extraordinariamente raro. Algunos maestros canteros dejaron su impronta en forma de inscripción o incluso tallando su cara pero es excepcional que el autor quisiera dejar su sello no solo con la inscripción sino con su figura completa ataviada con sus ropajes y utensilios de trabajo. No hay constancia de otros trabajos de Miguel y su rastro se pierde en la noche de los tiempos.

        Los capiteles que rematan las columnas de la portada también son de una belleza singular con variadas figuras como arpías encapuchadas, dragones, un felino que lucha con un reptil y varias escenas vegetales.




                        El interior es de nave única con un ábside semicircular. Está muy reformada con pinturas posteriores a su construcción.



        
Se conserva de época románica una pila bautismal decorada con rosetas de cuatro pétalos.


        Completado el periplo del primer día regresé a Cervera para darme un paseo y cenar algo. El día siguiente también prometía ser intenso.


Domingo 10      

 

       Mi ruta de este segundo día comenzaba trasladándome 22 kms. hasta la localidad de Cillamayor para ver la iglesia de Santa María la Real, edificio construido con sillería de arenisca ocre rojiza.

       Consta de una sola nave con un ábside semicircular que posee dos semicolumnas que emergen y se adosan a unos contrafuertes a modo de pilastras. Delimitan tres calles verticales en dos de las cuales se abrieron ventanales tipo portada.



        En el muro sur se encuentra una pequeña puerta románica que se descubrió en el 2006 tras unas excavaciones y que se hallaba literalmente tragada por el pavimento urbano. Tras su recuperación y restauración podemos contemplarla con sus cinco arquivoltas de medio punto apoyadas en tres parejas de columnas y las jambas.


        Uno de los aspectos más interesantes de esta iglesia es el conjunto de canecillos que soportan el alero de las cornisas de la cabecera. Son modillones muy voluminosos con personajes humanos tallados por un taller con gran personalidad donde encontramos cabezas grandes y aplanadas que recuerdan a hombres primitivos, casi simiescos, y donde también hay animales de cuerpo entero ( felinos ) o solo el busto ( carnero ).


     Desde Cillamayor me desplacé hasta una pequeña aldea llamada Corvio donde se encuentra un templo de reducidas dimensiones que responde al nombre de iglesia de Santa Juliana. La parte románica del S. XIII es la cabecera poligonal ya que la nave, torre, portada y baptisterio se realizaron en estilo gótico.


    Me llamó la atención que, adosada al campanario, encontré una estructura cilíndrica muy similar a la que posee la Ermita de Santa Cecilia de Vallespinoso. En este contexto se me hacía muy raro que pudiera tener un carácter defensivo ( edificio en llano, aldea con escasa importancia estratégica ) por lo que lo atribuí ( a riesgo de equivocarme ) a un elemento de acceso a la torre para diferentes tareas. Si estoy en un error que me corrijan las autoridades pertinentes.


   Uno de los puntos fuertes de este día era el cercano Aguilar de Campoo en el que estuve hace años, no sé si en moto o en coche y no recuerdo en que viaje ( me estoy haciendo mayor ).

   El principal monumento de la ciudad es el monasterio premostratense del S. XIII de Santa María la Real y que hoy es un foco de irradiación del románico ( Fundación de Santa María la Real ) además de un gran centro educativo que incluye una sede de la UNED. Nada más llegar recordé su gran patio de acceso y su magnífica espadaña. 


    
Pagué la entrada sin reducción a yayos e hice una visita bastante rápida porque me sonaban todas las estancias que iba viendo, la iglesia …



        … el claustro




        
… y la sala capitular.



        Hay que indicar que hoy en día el edificio, además de su función docente, se ha transformado en un complejo hotelero con posada y restaurante. He de decir que para mí ( es una opinión personal ) este tipo de complejos mitad monumento religioso mitad complejo de ocio pierden parte de su esencia y se descontextualizan. Prefiero las ermitas perdidas que se conservan tal y como fueron concebidas o las iglesias de pequeños pueblos que guardan auténticos tesoros como los que encontré en el día anterior, aunque no pueda tomarme una cerveza en el restaurante anexo. En fin, es cuestión de gustos.

    Me despedí del monasterio con una última foto del jardín con el ábside y el canal que lo recorre.


        Otro punto a visitar en esta ciudad y que, este sí, no recordaba haberlo visto era la Ermita de Santa Cecilia. Y digo que no recordaba porque para acceder a ella hay que subir por una pasarela en zig-zag bastante larga aunque asequible. Si hubiera subido en mi anterior viaje la recordaría.

     La Ermita se encuentra situada en un cerro al lado del castillo y es un buen ejemplo del románico tardío palentino así como de lo que es una buena restauración.

      Cuando recobré el aliento hice una foto del conjunto con su elegante torre de tres pisos, los dos últimos con unos preciosos ventanales.



        El acceso se realiza por una bonita portada con cuatro arquivoltas de baquetones y medias cañas con perfil ojival.


       Pagué el óbolo correspondiente y entré. Aquí hago un inciso para indicar que, en este viaje, los impuestos revolucionarios para visitar los templos no han sido excesivos. Uno o dos euros en la mayoría de los casos y algunos gratuitos. El más caro, curiosamente, creo que fue en el Monasterio de S. Andrés del Arroyo donde las monjitas me soplaron cinco euros para únicamente ver la cilla y el claustro, aunque los di por bien empleados solo por mantener la agradable conversación que tuve con mi monja/guía.

    Retornando a Santa Cecilia, la iglesia consta de tres naves separadas por arcos doblados apuntados que descansan sobre potentes pilares a los que se adosan las columnas de los arcos formeros. 


      
El arco triunfal de ingreso al presbiterio descansa sobre dos capiteles, uno de ellos de excepcional finura con temas vegetales y arpías y el otro que constituye uno de los elementos más importantes del románico palentino y que representa la Matanza de los Inocentes a manos de soldados con traje de malla. Hay que indicar que, aunque parezcan reformados, no es así. Son los capiteles originales sometidos tan solo a una limpieza externa.



   
El resto de los capiteles, aunque bonitos, no llegan a alcanzar la maestría de los dos descritos anteriormente.


    Terminé la visita rodeando el exterior del templo y haciendo una foto de un bonito ventanal de dos arquivoltas de medio punto sobre columnas acodilladas con capiteles vegetales.


       Finalizada la visita descendí ( esta vez sin agobios ) por la pasarela y tomé el coche para desplazarme hasta otra iglesia completamente diferente a la que acababa de ver.

        Se encontraba en el término de Olleros de Pisuerga en medio de un bosque frondoso pero de fácil acceso.

      Es una ermita rupestre llamada de los Santos Justo y Pastor y cuyo origen es incierto. Sus formas son románicas aunque algunas dependencias serían bastante anteriores, por lo que el amplio rango de su construcción oscila entre el S. IX hasta finales del S. XIII, aunque reformas posteriores han desvirtuado en parte el primigenio edificio. 

    

    Para mí no hay duda que aquello fue un eremitorio que se transformó en un cenobio y, quizás, en un incipiente monasterio.

   Pagué la entrada a la madura e inexperta señora que custodiaba la entrada y me dispuse a visitarla.

   El interior se articula en torno a dos naves rematadas con sendos ábsides semicirculares. Las cubiertas son falsas bóvedas, de cañón apuntado en el cuerpo y de horno en los ábsides. Varios vanos excavados aportan luz natural.




        En la cabecera de la nave hay otra nave que bien pudo ser el origen del eremitorio/cenobio y que luego se amplió para realizar la nave principal. En la actualidad funciona como sacristía ocasional.


     Me llamó la atención que en esta dependencia así como en el resto del recinto existieran múltiples oquedades en las paredes, algunas producto del desgaste y la erosión pero otras realizadas claramente por la mano del hombre.

      Al inquirir a la encargada de la entrada sobre ello, la pobre mujer se perdió entre infinitas explicaciones a cada cual más absurda con lo que llegué a la conclusión de que no tenía ni p.. idea del tema. Finalizó la conversación diciéndome que se lo preguntaría al guía oficial la próxima vez que lo viera.   

     Al salir se pueden ver algunas tumbas antropomorfas y alejada varios metros una torre exenta que en su origen era una torre defensiva y que pasó a transformarse en campanario de la iglesia.


      
El siguiente punto a visitar se encontraba en Santa María de Mave y no era otro que su famoso monasterio.

        Al llegar me reafirmé en la idea de que me estoy haciendo mayor. Yo ya había estado allí. Y para más inri había pernoctado en el complejo hotelero que se levanta a espaldas de la iglesia. ¿ Cuando ?, ¿ en qué viaje ?, ¿ en moto o en coche ?. Ni repajolera idea. Conclusión: estoy fatal.

       Aparqué en el parking del hotel y, dada la hora, reservé mesa para comer en el restaurante del mismo.

        Me quedaba una hora para ver la iglesia y allí que me fui. Hay que hacer un pequeño apunte histórico. En origen fue un pequeño cenobio del S. IX y luego pasó a depender del Monasterio de Oña. Su construcción se debe a la tenacidad y persuasión de una mujer llamada Sancha Jiménez que logró que el abad de Oña se la otorgara en préstamo vitalicio y recaudó lo necesario para su fundación e inicio de las obras. Ni que decir tiene que fue abadesa de este monasterio.

      Llama la atención el color de la piedra arenisca ( rojo oscuro alternando con grisáceos ) que se empleó para su construcción.   


    A
l entrar en la iglesia te maravilla y te resulta casi increíble que este imponente edificio se levantara en tan solo 8 años ( de 1200 a 1208 ), estando documentado este dato y teniendo en cuenta el largo período de tiempo que, en aquella época, se tardaba en construir edificios mucho menos monumentales. Ello nos da una idea de la gran cantidad de donaciones e incluso impulso real que tuvo que recibir la tal Sancha.

   Ya en el interior la iglesia se articula en tres amplias naves abovedadas con soportes de separación entre ellas de planta cruciforme y cuatro semicolumnas embebidas en sus caras.



        Las bóvedas laterales son de medio cañón con eje perpendicular a la iglesia.

     Destaca la cúpula semiesférica del crucero que es soportada por el cimborrio. El paso del cuadrado de los arcos torales al octógono y después al círculo de la cúpula se soluciona aquí mediante trompas.



       Para completar la visita se proyecta un audiovisual algo soso, eso sí amenizado por una extraordinaria coral que interpreta varias composiciones y de la cual la guía no supo facilitarme el nombre.

        Terminada la visita me encaminé al restaurante para comer digamos que bien a secas y luego me di una pequeña siesta reparadora en el propio coche antes de emprender el camino hasta el penúltimo punto del día a visitar.

       Y este no era otro que el afamado Monasterio de San Andrés del Arroyo al cual se llega aún no sé muy bien como ( eso hay que preguntárselo al G. Maps ) pero que está tan perdido que, al llegar a él, se termina la carretera y hay que dar la vuelta para salir.

      La erección de este complejo monástico se debe a una mujer: Mencía. A la que, al parecer equivocadamente, se la nombra ( incluso en la Wikipedia ) como Mencía de Lara cuando según las investigaciones realizadas por Cristina Párbole y que expone en su libro ¿ Que hay detrás del románico palentino ? esta noble dama no pertenecía a la familia Lara salvo por su breve matrimonio con Álvaro Pérez de Lara y que en realidad tuvo sus orígenes en la también importante familia de los López de Haro.

      Fuera como fuese la tal Mencía, al enviudar, decidió fundar un monasterio y con el apoyo de su amigo el rey Alfonso VIII inició su construcción en la primera década del 1200.

      Lo primero que te encuentras al entrar al recinto es con el Rollo de la Justicia que será motivo de una cariñosa disputa posterior entre la venerable monja que me acompañó en mi visita y yo mismo.

    Hay dos letreros que indican “Iglesia” y “Claustro”.  Me encaminé a la primera que tomó como modelo para su construcción el Monasterio de las Huelgas Reales en Burgos. Una vez dentro se ve como el presbiterio se cubre con una bóveda románica de cuarto de esfera reforzada con 8 nervios que se unen en una clave común. 



        
Varios ventanales iluminan el interior.


   En el lado norte se alza un pórtico lateral formado por cuatro amplios ventanales con arcos ligeramente apuntados que descansan sobre finas columnillas con capiteles vegetales.

 

    

    El pórtico de acceso cuenta con cuatro arquivoltas, lisas las dos centrales, en dientes de sierra la superior y con una composición de entrelazos la inferior. Se apoyan en finas columnillas con capiteles vegetales.


    Al terminar mi visita a la iglesia y salir al exterior me encontré con una monjita de avanzada edad que barría alrededor de una fuente. Le indiqué que quería visitar el claustro y me dirigió hacia la recepción donde otra monja más joven de rasgos sudamericanos me cobró los 5 euros ya comentados y me mandó hacia una puerta donde me esperaba la monjita barredora que iba a ser mi guía.

  Pasamos primero a una sala que era la antigua cilla ( almacén ) y donde se han encontrado varias tumbas antropomorfas con diferentes formas.

  Y por fin llegamos a la joya del monasterio: su claustro. Tiene un diseño cuadrangular con un jardín central donde hay plantados varios árboles.


    Está rodeado por arquerías ligeramente apuntadas con capiteles sobre parejas de columnas con fustes separados. Estos capiteles son de temas vegetales pero esculpidos con una finura propia de entre un tardorrománico y un incipiente gótico.


    Lo más llamativo del conjunto son las columnas angulares que presentan un grueso fuste y están decoradas con motivos geométricos y florales. En la base tienen unos originales adornos con forma de media circunferencia y que se han denominado como “ ova andresina “. Este elemento se distribuyó ampliamente por otros monasterios del entorno.


    

    Los capiteles presentan motivos vegetales tallados de forma que casi parecen desprenderse del resto.


    También en el claustro se encuentra una fuente con una concha de peregrino en la parte superior, una celosía sin fin en el centro y una cabeza humana en la base de la que brota el agua.


       A todo esto la conversación entre la monjita y yo se hizo más fluida, comentándome que el lugar estaba habitado por 6 monjas de 101, 91, 91, 87, 54 y 47 años. Ella tenía 91 y la más joven era la monja peruana que me vendió la entrada. La mujer tenía los achaques propios de la edad pero su cabeza funcionaba casi mejor que la mía.

      Pasamos a la sala capitular que, como era preceptivo en los monasterios cistercienses, se abría al claustro. Según los expertos esta dependencia fue ejecutada por un taller diferente al que hizo el claustro.

    La entrada resulta muy elegante, con arquivoltas apuntadas y los habituales ventanales bíforos a los lados. 

    El interior es de planta cuadrada con bóveda de crucería y sin soportes centrales. La luz entra a través de dos ventanas abocinadas con arcos ligeramente apuntados. En la pared frontal se encuentra una imagen de S. Andrés que se apoya sobre una columna que se asemeja a las existentes en los ángulos del claustro.



    Y en el centro dos sepulcros guardan los restos de Mencía y de su sobrina María. El primero, mucho más elaborado, se sustenta sobre dos leones y está decorado con el escudo de los Lara lo que llevó a la confusión sobre el origen de la misma que, como ya hemos visto anteriormente, no era la familia Lara sino la de López de Haro.

   El sepulcro de María es mucho más austero y solo presenta el báculo abacial distintivo de las abadesas.

    

    La visita iba terminando y la conversación con mi guía iba derivando a temas más personales. Al preguntarme por mi profesión y decirle que era médico me comenzó a relatar su historia clínica, de forma que me vi pasando consulta a una monja de 91 años en pleno patio de su monasterio.

   Como ya he comentado a la entrada del monasterio se encuentra un Rollo de la Justicia. Resulta que la abadesa tenía “ privilegio de horca y cuchillo “, es decir, jurisdicción penal sobre los aldeanos de un total de 11 villas. Según había leído en diferentes sitios el rollo estaba situado en un cerro cercano ( El Cerro de la Horca ) porque no quedaba bien que a los condenados se les diera pasaporte dentro de un monasterio y solo en tiempos más recientes se desplazó hasta aquí, pues bien, mi amable monjita se empeñó en que el rollo se encontraba en el lugar que ocupa “ desde siempre “. No quise contradecirla y me despedí de ella deseándole que se cuidara y viviera feliz el tiempo que le quedara.


    De esta forma puse rumbo al último lugar que me quedaba por ver en este viaje. Había que llegar a un pueblecito llamado Barrio de Santa María y allí buscar la Ermita de Santa Eulalia. Pues bien, no es tarea fácil. Hay que desviarse de la carretera y ascender unos 200 metros por un camino pedregoso y estrecho. Dejé el coche donde pude y ascendí por la ladera hasta llegar a la ermita. Y allí, sentada con un libro, se encontraba una joven que aparentaba treinta y pocos años y que parecía estar esperándome. Era la guía de aquella ermita perdida y se llamada Isis ( no Iris ) como la diosa griega. De conversación amena y agradable comenzó enseñándome la puerta de entrada con dos hojas y que resulta que es la original del momento de la construcción ( finales del S. XII ), sin retoques ni añadidos, con lo cual tiene más de 800 años ¡¡ y funciona perfectamente !!.


    
Al parecer la ermita era la iglesia de un pueblo hoy desaparecido llamado Santa Olalla.

   Entramos al interior, de nave única y ábside semicircular. Está construida con sillería de gran calidad y completamente abovedada mediante medio cañón apuntado con fajones sobre columnas.

                                                   

    Lo que más llama la atención son las pinturas murales de la cabecera del S. XIII y con desigual conservación ya que las que están en el muro sur están en peor estado por el efecto del sol.

    Isis me  fue explicando con detenimiento los motivos iconográficos representados ( el peso de las almas por San Miguel, el envío de las almas al cielo, los demonios que atormentan a los condenados, una cara de San Juan que, probablemente, formaba parte de una pintura de cuerpo entero, etc. )

 






         
  Repasadas a conciencia las pinturas salimos al exterior para ver el elegante ábside gracias a su verticalidad, con columnas y ventanales y capiteles muy interesantes que representan arpías con capucha, animales mitológicos y uno en especial que hace referencia al Pecado Original, con la serpiente enroscada en un árbol y Adán y Eva a los lados.






    Seguimos en animada conversación Isis y yo hasta que descubrimos a una pareja de mediana edad que ascendía fatigosamente por la ladera y que, lógicamente, solo podía ir a visitar la ermita. Así que me despedí de mi amable guía y bajé hasta donde estaba el coche para retornar a Cervera, descansar un poquito y cenar. Al día siguiente comenzaba el regreso. 

 

Lunes 11 y Martes 12

 

       El regreso transcurrió sin contratiempos. Al igual que a la ida hice noche en El Lagar de Isilla donde pude relajarme, repasar fotos y notas para este blog y darme un merecido homenaje en forma de lechazo.

        Al día siguiente salida hacia Madrid y de ahí a casita.

        La verdad es que no sabemos apreciar la gran riqueza cultural que poseen estas provincias de la llamada España vaciada como Palencia, Soria, Zamora, Teruel y varias más. Yo sigo pensando que, sin desdeñar viajar a otros países, me entusiasma más conocer en profundidad el mío,  con rincones y lugares desconocidos pero de una gran belleza.

         Hasta la próxima que, con seguridad, no tardará mucho en caer.