viernes, 4 de agosto de 2023

 



                                                    

                        VERANO 2023 ( Primera parte )

 

                Para este verano me habían ido surgiendo múltiples ideas, unas propias y otras inspiradas en páginas webs y periódicos digitales. Había pensado dividir mi período vacacional en dos partes dejando una para Julio y otra para Agosto.

                Al final, tras múltiples cambios y anulaciones, conseguí reunificar en un solo viaje de 12 días todas las opciones y me salió una variada macedonia con múltiples ingredientes pero que podía resultar muy atractiva.

                En primer lugar me dispuse a visitar los tres monasterios de la ruta del Císter en Tarragona ( Poblet, Vallbona y Santes Creus ) con el aliciente de alojarme en uno de ellos ( Poblet ). Después me dirigiría hacia Francia para visitar algunos de los que se consideran los pueblos más bonitos del país galo y que se encuentran en la Occitania, como Rocamadour, Cordes-sur-Ciel o Conques y en último lugar regresaría a España para estar una semana de relax en Castejón de Sos, un pueblo del Pirineo Aragonés. Aunque un relax relativo porque durante esa semana pensaba realizar una extensión al Valle del Boí en Lérida para ver todas las iglesias románicas de esa zona y que se agrupan en un reducido espacio de pueblos con encanto. Como véis un viaje sin mucha uniformidad pero que me permitiría ver lugares diferentes y diversos, descansar un poquito y estar algo más fresco alejado de mi horno murciano.

                Me quedaban libres otros tantos días en Agosto y ya pensaría si escaparme de nuevo o quedarme en mi urbanización aprovechando que la mayoría de mis vecinos se iban y podía tener para mi solo silencio, relax y casi en exclusividad la piscina de la misma.




PRIMERA PARTE: LA RUTA DEL CÍSTER

 

                La Ruta del Císter es identificativa de un territorio formado por las comarcas del Alt Camp, Conca de Barberá y el Urgell. Sus señas de identidad vienen marcadas por la existencia en cada una de ellas de un monasterio cisterciense: el de Poblet, el femenino de Vallbona de les Monges y el de Santes Creus que es el único deshabitado y que se halla inmerso en una profunda restauración.

                Así pues, salí de Murcia para zamparme varios cientos de kilómetros y con destino final en el Monasterio de Poblet ya que, para hacer el recorrido completo, había reservado dos noches en la  Hospedería del mismo.

                Llegué con un sol de justicia a mediodía y, tras tomar la habitación y comer en el propio restaurante de la Hospedería, me dispuse a realizar la visita.

                Para entrar en contexto y muy resumidamente, la Orden del Císter nació en Francia en 1098 en concreto en una abadía próxima a Dijon en lo que fue la antigua población romana de Cistercium ( de ahí el nombre ). Su creador fue Roberto de Molesmes y la idea era oponerse a la relajación que, en su opinión, había experimentado la Orden benedictina de Cluny.

                Para ello retomaron el espíritu inicial de la Regla de San Benito, promoviendo el ascetismo, el rigor en la liturgia y los trabajos manuales ( ora et labora ).

                Adoptaron como hábito la túnica blanca y el escapulario negro, por lo que fueron denominados los “ monjes blancos “. Su expansión fue rápida, sobre todo de la mano de Bernardo de Claraval y fundaron numerosos monasterios tanto en Francia como en Italia y España y de ellos tres de los más significativos me disponía a visitar.

                El nombre de Poblet deriva de la palabra latina populetum que significa alameda, ya que el lugar es muy rico en vegetación y bosques de álamos.

                Fue fundado por Ramón Berenguer IV conde de Barcelona que en el 1150 lo cedió a una abadía francesa cisterciense ya que reunía todos los requisitos de la Orden del Císter: aislamiento, abundante agua y un gran entorno para la agricultura.

                Recibió numerosas donaciones de la nobleza y en 1340 Pedro el Ceremonioso mandó crear el Panteón Real donde se hallan enterrados numerosos reyes de Aragón. Con la extinción de la Corona de Aragón comenzó su decadencia que concluyó en el  1822 con la expulsión de los monjes y la puesta a la venta de sus propiedades. Sufrió incendios y saqueos y en 1833, en plena guerra carlista, los militares violaron las tumbas en busca de oro y piedras preciosas, aunque se pudieron salvar gran número de obras de arte y numerosos ejemplares de la biblioteca.

                El resurgimiento de Poblet llegó en el 1930 con la creación del Patronato de Poblet que logró recuperar gran parte del expolio sufrido y logrando en 1940 que se afincaran en él  un grupo de cuatro monjes cistercienses italianos. En la actualidad hay casi una treintena de monjes que viven internados y que cuidan del lugar así como de una pequeña huerta.

                Para conocer el monasterio hay que visitar tres recintos. Al primero se accede por la Puerta de Prades y en él se encontraban las habitaciones de los labradores, obreros, legos y demás habitantes “ no monjes “ del lugar. Aún se conserva la casa del monje portero y actualmente allí se encuentra el lugar de recepción de visitantes, compra de entradas y espacio destinado a la compra de recuerdos.

                Se atraviesa la alameda y se llega al segundo recinto a través de la Puerta Dorada, en la que tenía lugar la ceremonia de bienvenida a los reyes que visitaban el lugar. Junto a ella se encuentra la capilla de San Jorge en la que, a las 21 h. y con acceso libre, los monjes entonan las completas en gregoriano. En este segundo recinto se encuentra la Hospedería.

                El tercer recinto es donde se encuentra el monasterio propiamente dicho. Está rodeado por una muralla de fortificación y lo que nos recibe es una bonita puerta barroca que da acceso a la iglesia.


                A la izquierda de ella y encajonada entre dos torres se encuentra la Puerta Real que da acceso al recinto.

                Una vez dentro, tras entregar el ticket, nos encontramos con el quizás único vestigio en el recinto que perdura de su época románica, una puerta con cinco arquivoltas que se apoyan sobre columnas únicas con capiteles bastante deteriorados. Aunque también hay románico en algunas zonas de la iglesia.


                Ya en el interior comenzamos el recorrido por el claustro, construido en sucesivas fases y que tiene unas bellas arquerías.



    
              

         En un lado del mismo se encuentra el templete que protege a la fuente que servía de lavatorio a los monjes antes de entrar en el refectorio.



                   Otras estancias visitables son el refectorio ( aún en uso ), una gran sala capitular con una magnífica bóveda de crucería y varios sepulcros de abades perpetuos del monasterio y el antiguo dormitorio de los legos.

 




                        Ya entrando a la iglesia ( que se proyectó hacia 1166 en estilo románico ) se observa que tiene planta basilical con tres naves, la central mucho más ancha, y crucero. También consta de un gran cimborrio y una girola.

                Impresiona un gran retablo de alabastro de traza renacentista, obra de Damián Forment, que fue restaurado en 1940.


                De igual manera son destacables los sepulcros reales del S. XIV colocados en el crucero y que albergan los restos de varios reyes aragoneses. Forman el conjunto funerario gótico más importante de Cataluña y se le conoce como la Capilla Real. No olvidemos que Cataluña, en aquella época, era un Condado perteneciente a la Corona de Aragón.

            Hay otros sepulcros de reyes y nobles diseminados por la iglesia.

            Dí por terminada la visita haciendo una última foto del coro.


            Al salir al exterior un calor sofocante me obligó a retornar a mi habitación para descansar y esperar a que atardeciera para ir a la vecina l’Espluga de Francolí a cenar algo.

                Al día siguiente retomé la ruta para dirigirme al monasterio cisterciense femenino de  Vallbona de les monges. Hay que dejar el coche en un aparcamiento cercano y subir por una calle hasta la entrada del mismo.

                Al parecer sus inicios se sitúan sobre el 1153 cuando unos grupos mixtos de ermitaños se transformaron en cenobitas y decidieron agruparse en una comunidad doble y seguir la Regla de San Benito.

                En el 1175 los hombres se trasladaron al Montsant y las mujeres permanecieron allí incorporándose a la Orden del Císter.

                Al llegar, la guía me indicó que la visita acababa de empezar y que podía incorporarme, advirtiéndome que se realizaba exclusivamente en catalán. No me importó ya que, aunque no lo hablo ni tengo interés en hacerlo, si soy capaz de leerlo y entenderlo relativamente bien si lo hablan despacio. A fin de cuentas es una lengua románica del grupo de las neolatinas que surgió entre los S. VIII y X. Si sabes un poquito de francés y un muchito de español no es demasiado difícil entender lo que dicen ( aunque ellos crean que no ).

                Lo primero es una proyección sobre la historia del monasterio. A continuación se visita uno de sus más apreciados tesoros: la botica. Las monjas cultivaban en su huerta gran cantidad de plantas medicinales con las que elaboraban  remedios en forma de soluciones, cremas, ungüentos y pastillas para ellas mismas y para el pueblo en general. La verdad es que es muy bonita y está bien conservada.




                También alcanzó gran fama el scriptorium y aún se conservan 14 códices del S.XIII copiados pacientemente por las monjitas.

                Llegamos a la sala capitular, no demasiado grande, con una bóveda de crucería ojival y varias lápidas de abadesas que fueron enterradas allí.



                    Pasamos a la iglesia que es de transición del románico al gótico, con planta de cruz latina. Sobre un crucero rectangular se encuentra un cimborrio ochavado del S. XIII.



                La iglesia se cubre con bóveda de crucería y los ábsides y el crucero con bóveda de cañón. El conjunto se completa con una esbelta torre campanario.

                Al lado del altar se conserva el sarcófago de la esposa de Jaime I, Violante de Hungría que, aunque falleció en el monasterio de Salas de Huesca, dejó escrito que sus restos se trasladaran hasta aquí debido al gran prestigio del lugar. De igual manera, los restos de su hija Sancha de Aragón también se encuentran aquí.


            Por último se visita el claustro que es de diferentes épocas y estilos constructivos con forma de cuadrilátero irregular y bóvedas de crucería.


           Las alas sur y este son románicas con arcos de medio punto, aunque la sur es más austera. El ala norte es típicamente gótica mientras que la oeste ya es renacentista. De esta manera encontramos en un mismo lugar tres bellos ejemplos de diferentes estilos arquitectónicos.

 





                Terminada la visita la guía se interesó por si me había enterado de las explicaciones. Le sonreí amablemente y le dije que no preocupara que lo había entendido todo, todo, todo.

                Continué mi camino para dirigirme al último monasterio que contempla la Ruta del Císter y que no era otro que el Real Monasterio de Santes Creus.

                Antes de pasar a describirlo comentaré un par de cosas. El nombre ( Santas Cruces en castellano ) no se sabe muy bien de donde procede pero hay una leyenda que lo atribuye a que ese lugar era utilizado por los pastores de los alrededores para pasar el invierno con un clima más suave que en las montañas, de manera que había gran cantidad de restos fecales de los animales así como los cuerpos de los que fallecían. Debido a la putrefacción de estos residuos en las noches de lluvia se producían gases fosforescentes que los aldeanos interpretaban como manifestaciones diabólicas y por ello, al día siguiente, se apresuraban a plantar cruces a modo de exorcismo y al lugar se le terminó llamando “ de las santas cruces “.

                La otra y esta no es una leyenda, es que de los tres es el único que ha permanecido deshabitado durante bastante tiempo, por lo que su conservación ha sido muy deficiente. Actualmente está siendo sometido a una profunda restauración y ello puede ocasionar en el visitante una cierta frustración.

                Las obras del recinto se iniciaron en 1174 y finalizaron entre finales del XII y principios del XIII.

                Su estructura es la clásica cisterciense con tres recintos, el primero de los cuales lo constituyen una serie de casas que forman la población de Santes Creus. Al segundo recinto se accede por el Arco Real.


                Es una gran plaza rectangular con una fuente central y edificios en los laterales en los que vivían los monjes más ancianos. Destaca en el margen derecho el antiguo Palacio Abacial, construido sobre el primitivo Hospital de Pobres del monasterio y que, a día de hoy, es la sede del Ayuntamiento del pueblo. El fondo está ocupado por la portada de la iglesia.

                El tercer recinto es el monasterio propiamente dicho que, como ya he comentado, se encuentra en plena fase de restauración por lo que las fotos que pueden realizarse son muy pobres, alguna del claustro o de una escalera de acceso al piso superior  …




                … otra del campanario y de la sala capitular …



                … y por último algunas del interior de la iglesia, con planta de cruz latina y bóveda apuntada de crucería.


                El retablo es barroco del 1640.


                Podemos destacar el sepulcro del Rey Pedro III, un sarcófago de pórfido sobre el que hay una urna con imágenes de santos.


                Lamentablemente esto es lo os puedo enseñar de Santes Creus. Habrá que volver cuando finalicen las obras de restauración aunque, al ritmo que van, creo que estoy siendo demasiado optimista.

                Aquí finaliza la primera parte de mi viaje de verano. La segunda se desarrolla por tierras francesas pero, ya anticipo, resultó enormemente decepcionante.
























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