viernes, 10 de noviembre de 2017





              RECORRIENDO LA SUBBÉTICA CORDOBESA


                Ya empezaba a entrar el frío (no la lluvia por desgracia) y el otoño asomaba el hocico, lo cual significaba que el año motero tocaba a su fin y que había que irse despidiendo de la moto para rutear hasta la primavera. Por ello decidí desempolvar una de las rutas que tengo planificadas y lanzarme a recorrer los pueblos que conforman la subbética cordobesa, de los cuales solo conocía Priego por haber estado hace unos años. Así que aprovechando unos días libres (de jueves a domingo) preparé la moto, le arreglé el pito que había dejado de sonar y me lancé a descubrir esta bella zona cuna del buen aceite.

DÍAS 1 Y 2                                                                

                 Salí de Murcia por la A-30 para enlazar en Puerto Lumbreras con la A-92 que me llevaría hasta Granada, en un trayecto archiconocido por mí y en el que no me detuve más que para repostar y estirar las piernas. Al llegar a Granada tomé la N-432 hacía Pinos Puente y Córdoba y luego la A-339 que, pasando por Alcalá la Real, me llevaría hasta Priego de Córdoba. En total 351 kms. que recorrí en unas 4 horas. Al llegar a Priego pregunté por el hotel. Se trataba del Casa Baños de la Villa y estaba en pleno casco histórico casi pegado al Balcón del Adarve. El acceso resultó complicado, sobre todo porque la calle que llegaba hasta el hotel estaba cortada por la rotura de una tubería y tuve que acceder al mismo por un callejón por el que, con los espejos plegados, apenas cabía mi moto. El caso es que llegué, aparqué en la puerta y tomé la habitación de un hotel encantador, ambientado y decorado al estilo árabe y que ofrecía por 49 euros una estupenda habitación, un rico desayuno y un baño árabe del que no pude disfrutar por el corte de agua de la tubería mencionada. Así que, después de dejar las cosas, me dispuse a recorrer lo que pudiera de ésta bella ciudad hasta que hubiera luz solar (lo del cambio de hora todavía no termino de entenderlo).
                          Me dirigí a la cercana Plaza de Santa Ana y, como era hora de comer, hice honor al lugar y saboreé un excelente salmorejo y un más que aceptable flamenquín.

                                                       Plaza de Santa Ana

                              Con las fuerzas repuestas me fuí a callejear por el casco histórico, recorriendo la muralla del castillo, algún jardín semioculto con un precioso estanque central y admirar la portada de las antiguas Carnicerías Reales, epicentro del comercio en épocas pasadas.

                                                                 Castillo
                                                                    Jardín
                                                                  Carnicerías Reales 
                                                      Calle típica del casco histórico

                                        Después de este recorrido me dirigí a ver alguna de las iglesias existentes en la zona que, lógicamente, estaban cerradas casi todas menos una, la de Nª Sª del Carmen, de las otras  Nª Sª de la Asunción y  la Aurora solo pude admirar sus portadas.

                                                          I. de Nª Sª del Carmen
                                                                 I. de la Asunción
                                                                    I. de la Aurora

                                     Continué mi recorrido por callejuelas estrechas y encaladas, descubriendo rincones y pequeños patios llenos de macetas con flores que me recordaban tiempos de mi infancia (no hay que olvidar que soy andaluz recriado en Murcia). Saborear el silencio y el encanto que poseen estos lugares no tiene precio.





                                        Terminé mi recorrido en el Balcón del Adarve admirando sus preciosas vistas y el encantador jardín adyacente al mismo.




                                    Después del agradable paseo regresé para tomar algo en el mismo sitio donde había comido y me fuí al hotel a leer un rato y descansar para el día siguiente.

                                      Tras un buen desayuno y preparar las cosas, conseguí salir del casco histórico y encontrar la carretera que me llevaría a Iznájar. Ya noté algo raro en la cara de un señor al que pregunté por la misma pero es que la carreterita se las trae. Son sólo 30 kms. por la A-333 pero es una carretera muy complicada que transcurre entre subidas y bajadas por extensiones de olivares y más olivares, estrecha, bacheada y con curvas bastante reviradas. Lo único bueno es que es muy poco transitada (¿por qué será?). De hecho solo me encontré en todo el recorrido con dos coches y un grupo de 3 moteros que nos saludamos en plan "macho lleva cuidado que hay peligro de piñazo". De esta guisa llegué a Iznájar con una vista preciosa del pueblo, con el castillo y la iglesia encaramados a un promontorio y que presagiaban unas vistas espectaculares.


                                    La parte baja del pueblo no tenía gran interés y más aún con la sequía que sufrimos ya que el embalse de Iznájar (el más grande de toda Andalucía) presentaba un aspecto lamentable, así que ascendí por las empinadas calles para dejar la moto en un parking y continuar andando hasta el castillo, encontrándome en el camino un precioso edificio denominado Casa de las Columnas que sirvió en el S.XVII como administración de los Condes de Álbiz.


                                 Continuando el ascenso, antes de llegar al castillo, descubrí una preciosidad. Se trata de un recoleto patio denonimado Patio de las Comedias, un antiguo zoco donde se hacían representaciones teatrales y que está decorado todo él en un precioso color azul cielo con una fuente central. La verdad es que es un rincón encantador.



                                     Y ya, sin más, llegué al castillo y la iglesia anexa. El castillo es de los denominados castillos roqueros y está datado desde el S.VIII, aunque con posteriores transformaciones hasta la última del S.XVIII para acondicionarlo como residencia del administrador del  Duque de Sesa y da nombre a la población ("hisn" castillo "al-ashar" alegre).


                            La iglesia anexa está dedicada a Santiago Apóstol y está declarada BIC. Es de estilo renacentista muy depurado y hay pocos datos de su origen y transformaciones aunque hay notas que apuntan a Hernán Ruiz el Joven como su principal impulsor.
                           Después de alguna foto que confirmaba el lamentable estado del embalse, descendí de nuevo para recoger la moto y continuar mi camino.


                           Salí de Iznájar, no sin antes detenerme para realizar una foto de una casa particular que era un buen ejemplo del amor y el cariño con que por estas tierras se cuidan las plantas y las flores.




                                Tomé una carretera bastante más decente, la A-331,  y recorrí los 14 kms. que me separaban de Rute.
                             Rute es un pueblo que no hay que recorrerlo sino olerlo. Si paseas por sus calles todo el pueblo huele a anís, a chocolate, a dulces de Navidad. De hecho tiene innumerables "museos": del anís, del jamón, del chocolate. Creo que, junto con Guadalest, debe ser el pueblo de España que cuenta con más "museos" por metro cuadrado. Me dí una vueltecita sin que nada en especial me llamara la atención y, como no tenía intención de visitar ninguno de estos lugares, retomé mi camino para dirigirme por la misma A-331 a recorrer los 21 kms. que me separaban de mi próximo lugar donde pensaba pernoctar: Lucena.  
                             El pueblo de Lucena ha tenido gran protagonismo desde la época romana, donde se vió envuelto en la guerra civil entre Julio César y los pompeyanos, pasando por la dominación árabe en la que se convirtió en un enclave importantísimo de Al-Aldalus y siendo habitado entre los S.IX y XII exclusivamente por judíos, los cuales crearon una escuela universitaria que posteriormente se trasladó a Toledo.
                                Ya en época cristiana pasó por diferentes manos y en su castillo del Moral estuvo preso preso el último rey de Granada, Boabdil El Chico, apresado en la batalla de Lucena.
                                   Ya en época moderna tuvo un destacado papel en la Guerra de la Independencia y a partir de 1975 inició su despegue económico basado en la industria de la aceituna, la vinícola y la fabricación de muebles.
                                 Todo ello conlleva que su legado artístico y monumental sea muy destacable y a conocerlo me dispuse al llegar a el, localizando en primer lugar mi sitio de alojamiento que era el céntrico Hotel Santo Domingo de Lucena, edificado sobre un antiguo convento del mismo nombre y que tenía un pequeño problema de aparcamiento que pude solventar dejando la moto en un cercano estacionamiento para vehículos de dos ruedas situado apenas a 100 metros de la entrada.  
                                     El hotel en sí es muy bonito, con un precioso patio central que hace las funciones de restaurante, lugar de desayuno y sitio para tomar una copa. Quizás una modernización de las habitaciones no le vendría mal.
                                   Después de dejar las cosas me fuí a dar una vuelta y encontrar un sitio para comer. Al lado justo del hotel está la Iglesia de Santo Domingo. 




       
                              Paseando descubrí rincones y plazas con mucho encanto e incluso calles con nombres curiosos como la de más abajo, cuya interpretación dejo al libre criterio del lector.




                                    Después de comer de tapeo fuí a descansar un rato para luego continuar mi recorrido que me llevó hasta la Plaza Nueva, grande y espaciosa, donde se sitúa el Ayuntamiento con una torre con reloj que marca las horas de la vida de este pueblo. En el lado contrario al Ayuntamiento se halla la iglesia de S. Mateo, considerada una pequeña catedral. Como estaba abierta entré y pude ver su retablo renacentista de Jerónimo Hernández y Juan Bautista Vázquez.


                                                              Ayuntamiento
                                                                 Iglesia de S. Mateo

                               Pero lo más importante de esta iglesia es una pequeña joya denominada Capilla del Sagrario, considerada una de las obras cumbres del barroco andaluz. Construido en el S.XVIII bajo las órdenes de Leonardo Antonio de Castro Hurtado tiene planta octogonal, portada de mármoles y templete central y está completamente recubierta de yeserías policromadas de una belleza extrema.




                                     Continuando el paseo llegué hasta el Castillo del Moral, situado junto a la antigua plaza extramuros llamada el Coso. Es Monumento Histórico Nacional y data la parte más antigua del S.XI, de planta cuadrada con torres en las esquinas, entre las que destaca la torre del Moral y la torre del Homenaje que fué celda del último rey de Granada Boabdil El Chico, capturado por Martín Hurtado en una batalla cerca de Lucena. Actualmente alberga el Museo Artqueológico y Etnológico de la ciudad.




                          Empezaba a caer un ligero sirimiri, así que aligeré el paso y en el camino me encontré con la iglesia de la Purísima Concepción con una fachada claramente herreriana coronada por un frontón triangular.



                             El sirimiri se había transformado en un aguacero como Dios manda, así que no me quedó más remedio que correr a refugiarme en mi hotel a ver que pasaba. Y lo que pasó es que cayó agua a mantas acompañada de truenos y relámpagos y que me impidió visitar otros momumentos que tenía previstos, como los palacios de los Condes de Santa Ana y el de los Condes de Hust o las iglesias de Santiago Apóstol, S. Pedro Mártir o S. Felipe Neri. Es una buena excusa para volver a esta bella ciudad en un viaje próximo.
                                  Refugiado en el hotel y como la lluvia no cesaba, cené allí mismo y me fuí a descansar rezando para que al día siguiente el tiempo mejorara y pudiera continuar mi viaje.


DÍAS 3 Y 4

                              Al día siguiente comprobé con alivio que la lluvia había cesado e incluso tímidos rayos de sol se colaban entre las nubes. Desayuné, pagué la habitación, preparé la moto y me dispuse a tomar la A-339 que en 12 kms. me depositaría en Cabra.
                              Esta población, desconocida por mi, tiene una larga historia de inicio en la época romana (denominada Igabrum)  que continuó en la dominación árabe (Qabra) y que posteriormente fué conquistada y perdida varias veces por las tropas cristianas hasta su definitiva adhesión al reino cristiano por Alfonso XI. Ello conlleva que posea una interesante herencia cultural que se plasma en su castillo y su arquitectura religiosa.
                     Cuando llegué me di una vuelta sin apearme por el centro llamémosle "moderno", donde se sitúa el Ayuntamiento y me dirigí hacia lo que más me apetecía ver que era ni más ni menos que el barrio de La Villa, el núcleo original de la población y donde estaban situados el castillo y la iglesia Mayor. Aparqué sin problemas y tomé el camino que lleva al castillo, un corto y agradable paseo rodeado de jardines y en el que hay un monumento con una reproducción de la Tizona, ya que El Cid participó en una de las conquistas de este castillo.



                                  Al llegar arriba di una vuelta para contemplar las murallas y las callejuelas que conforman el barrio de un innegable sabor árabe.




                                   Después fuí a ver la iglesia de la Asunción, que estaba cerrada, pero que me permitió admirar su preciosa portada del S.XVIII con sus columnas salomónicas.




                                A tiro de piedra de la iglesia se halla el castillo, construido por los árabes y luego conquistado y ampliado por los cristianos. En el trayecto descubrí una pequeña joya. Se trataba de un busto del poeta andalusí Ibn Muafá Al-Quabri que fué el creador de la mujasawa, donde incluyó un canto popular (la jarcha) y que dió origen al zéjel y al villancico. Un popular grupo de folk de la época de los 80, autor de la famosa "Libertad sin ira", se denominaba Jarcha.     



                                 El castillo es de planta cuadrada, con muralla defensiva y torre del homenaje y hoy alberga desde un colegio hasta ¡un gimnasio!.



                                  Descendí del castillo y llegué a la antigua Plaza principal de la población  donde, después de tomar un café y realizar una última foto de la torre de la iglesia, retomé la moto para seguir hasta el siguiente punto, no teniendo tiempo de visitar alguno de los lugares pintorescos que jalonan Cabra, como por ejemplo la Cascada de las Chorreras , la Sima (formación geológica citada en El Quijote), el Lapiz de los Lanchares o el Chorrón. Por cierto, para las mentes malpensadas el gentilicio de los habitantes de esta villa es "egabrenses".




                                 El siguiente punto era un pueblecito llamado Zuheros distante 21 kms. por la A-318. El motivo de mi interés no era el pueblo en si mismo, ya que su patrimonio no es nada relevante, sino una cueva denominada Cueva de los Murciélagos distante 4 kms. del pueblo, que es un yacimiento geológico que tiene la particularidad de estar habitada por estos mamíferos. Cuando llegué o bien debería ser la hora del recreo o estaban de huelga en solidaridad con sus congéneres catalanes porque el caso es que no pude ver ni uno solo de estos bichos haciendo el pino, así que retomé el camino para dirigirme al punto inicial de esta ruta que era Priego.
                  Llegué a Priego con una ligera llovizna (las previsiones meteorológicas para este día eran lluvia con probabilidad del 95-100%). Busqué mi alojamiento, una casa antigua muy céntrica transformada en hotel que se denominaba Hotel-Museo Patria Chica y que se hallaba decorada y ambientada toda ella con objetos, murales y fotos de comienzos del S.XX, con habitaciones supercómodas y que tenía mucho encanto.
                                     Aproveché que era relativamente temprano y me fuí a visitar lo que me había quedado pendiente, pasando por el Ayuntamiento y siguiendo la calle del Rio, lo que me permitió ver algunos de los bonitos edificios e iglesias que la jalonan.




                De esta manera llegué a otro de los lugares emblemáticos de Priego, las fuentes del Rey y de la Salud. La primera es de estilo barroco y fué construida en el S.XIX por Remigio Mármol. Está construida en 3 niveles por donde descienden las aguas de un manantial y consta de 139 chorros con mascarones fantasmagóricos diferentes y está declarada Patrimonio Nacional.





                             La otra es la fuente de la Salud, anterior a ella (S.XVI) y que reclama un lavado de cara urgente.



                                 Como ya era la hora de comer y seguía lloviznando busqué un abrevadero donde degusté algunas delicias como criadillas, gambas rebozadas y cosas por el estilo aderezadas con un fino de rama de la tierra, para ir a descansar al hotel.
                                 Las escasas horas de luz que quedaban las aproveché para comprar un par de botellas del que dicen fué catalogado como el mejor aceite del mundo y un tarro de aceitunas "partías y aliñás". Un paseito nocturno para hacer tiempo y a cenar en el encantador restaurante del hotel atendido por unos camareros atentos y educadísimos.
                                     A la mañana siguiente, desayuno, preparativos, chek-out y caminito de vuelta a casa parando para repostar en Guadix y hacer algunas fotos de los preciosos colores que nos regala el otoño.




                             Bueno, pues este ha sido mi recorrido por esta preciosa zona andaluza. Lamentablemente no podré retomar mis exploraciones de rincones de España hasta que no pase al invierno pero   ..... volveré.

                                     ¡¡Nos vemos de nuevo en primavera !!