viernes, 29 de abril de 2022

 


                                ENCANTOS DE GUADALAJARA

 

                Para retomar mis viajes, ahora que el buen tiempo comenzaba a asomar, tenía varios planes. El inicial era realizar un recorrido de varios días por las provincias de Burgos y Ávila, donde pensaba visitar varios monasterios e iglesias románicas, pero el Meteosat y la Aemet me lo desaconsejaron ( frío y lluvia ).

                Lo anterior me hizo inclinarme por hacer una ruta por la Sierra de Aracena y Huelva que iban a gozar de mejor metereología. A éste se apuntó Jaime que quería ir a Huelva por temas familiares, pero conociéndolo, dudé mucho que cumpliera su deseo ya que un viaje de 7 días para él es algo que se escapa de sus posibilidades moteras. Efectivamente, se rajó. Y aunque yo seguí adelante con mis planes tuve también que renunciar por cuestiones domésticas.

                De manera que, sobre la marcha, mis 7 días previstos ( la semana de las Fiestas de Primavera en Murcia ) quedaron reducidos a 5. Así que mirando opciones al final me decanté por hacer un recorrido por la provincia de Guadalajara para conocer a fondo tres de sus lugares más emblemáticos: Molina de Aragón, Sigüenza y Atienza, de los cuales solo conocía Sigüenza de una visita hace ya muchos años.

 

21 y 22 de Abril

 

                Para llegar a Molina de Aragón desde Murcia existen varias posibilidades. Yo me decanté por una en la que, salvo en el tramo Murcia-Albacete, evitaba autovías. De esta forma, al llegar a Albacete y continuar por la autovía, antes de llegar a La Roda, se toma el desvío que te lleva a Cuenca y unos 4 kms. antes de entrar en la ciudad se coge la N-320 y luego la CM-210 y, tras 413 kms., se llega a Molina de Aragón.

                La impresionante imagen de su castillo con la Torre de Aragón detrás domina toda la ciudad y el paisaje circundante.




            Busqué mi alojamiento a las afueras del pueblo ( Molino del Batán, bien en líneas generales ) y me fuí a aprovechar la tarde.

                Molina de Aragón fue un pequeño reino de taifa que fue tomada por el Rey Alfonso I El Batallador aunque, tras pasar por las manos de su hermano Ramiro I, volvió a manos musulmanas, concretamente de los almorávides. Alrededor de 1139 las tierras fueron tomadas por Manrique de Lara constituyéndose en señorío independiente, aunque en el 1336 decidió ponerse bajo la soberanía de Aragón ( de ahí su nombre ya que antes era conocida como Molina de los Caballeros ).

                Paseando por el pueblo lo primero que te encuentras es el puente viejo, en su origen románico pero muy reformado en épocas posteriores. Salva el rio Gallo y consta de tres arcos, siendo el mayor el central y está construido con sillares de piedra arenisca rojiza.




            Continuando el paseo desembocamos en el Monasterio de S. Francisco, fundado por  Blanca Alfonso de Molina que se encuentra enterrada en el mismo. Originariamente de estilo barroco aunque con reformas posteriores. La torre de la iglesia de planta cuadrada consta de tres cuerpos, el superior consta de varias campanas y está rematada por una cúpula rematada por una veleta de madera forrada de chapas metálicas que representa un arcángel portando una bandera y que es conocido como el Giraldo de Molina.




              Después encaminé mis pasos para ver la iglesia de Santa Clara, que es uno de los mejores ejemplos del tardorromámico de la provincia. Su uso fue como capilla del convento de clarisas que se estableció al lado de la misma. Está construida con piedra arenisca de color rojizo. Su portada, una de las más hermosas de Guadalajara, posee un tejaroz soportado por seis canecillos, con dos pares de estilizadas columnas que enmarcan toda la puerta.



              Hablando con un señor de avanzada edad que pasaba por allí ( parece mentira que yo diga esto ), me contó que la iglesia hace tiempo que permanece cerrada así como el convento, ya que las 4 últimas monjas que quedaban ( muy a su pesar ) fueron trasladadas a Soria. De manera que iglesia y convento permanecen abandonados a la espera de tiempos mejores.

              Bordeando el lateral de la iglesia se asciende por una escalinata que permite hacer alguna foto del castillo, ya que no lo pude visitar por estar cerrado.  




              Mi idea era llegar hasta el Santuario de la Virgen de la Hoz ( nombre por el que también se conoce al barranco ) donde se encuentra una iglesia. La historia de la misma es la misma que la que he encontrado cientos de veces en mis viajes por España: a un pastor se le pierde un animal, en este caso una vaca, pero podía haber sido una cabra, una oveja , un perro o cualquier otro “ser sintiente” que dirían ahora los pijos de la izquierda. El pastor se adentra en el bosque para buscarla y ve una luz, cuando se aproxima se encuentra a la vaca y la luz resulta ser nada menos que la Virgen que le pide que levante allí una iglesia en su honor. Pues nada, ya tenemos aquí el Santuario de la Virgen de la Hoz. También hay una hospedería y un restaurante, pero el tiempo se me había echado encima y me tuve que contentar con realizar algunas fotos del entorno y de algún resto de la reciente floración, pero sin duda es un lugar al que merece la pena volver y dedicarle una mañana o un día entero para disfrutar de sus varios miradores, cuevas y senderos que nos invitan al contacto directo con la naturaleza.







 

                Al regresar a Molina, mientras cenaba, se me planteó la duda de que hacer al día siguiente. Lo más importante del pueblo ya lo había visto, el tiempo amenazaba lluvia y permanecer encerrado en el alojamiento durante todo el día no me seducía. Así que, investigando con el móvil, encontré un lugar que llamó mi atención. Se trataba del Monasterio de Piedra, cerca de Calatayud y a unos 45’ de donde me encontraba. Además el sitio me traía recuerdos muy lejanos ya que, cuando viví durante un período con mis padres en Zaragoza, fuimos a visitarlo pero solo me acordaba de ver desde la parte de atrás una gran cascada de agua que se precipitaba al vacio.

                Ni mil palabras más, al día siguiente me iría a visitar el Monasterio de Piedra.

                Saliendo de Molina de Aragón se toma la N-211 hacia Madrid para inmediatamente coger la CM-210 hacia Calatayud. Esta es una carretera decente, con bastantes rectas, que discurre por un paisaje algo árido, con escasa flora y que te hace ir pensando como es posible que más adelante se encuentre un vergel repleto de cascadas con una flora y fauna exuberantes. Después de 33 kms. se toma la A-202 que ya es otra cosa, pues los últimos 14 kms. en tierras aragonesas se transforman en una carreterita de montaña, estrecha y mal asfaltada que te hace prestar especial cuidado para no tener un disgusto, aunque es cierto que poco transitada. De esta guisa se llega al Monasterio de Piedra y se aparca en el amplio parking a la entrada del mismo.

                El Monasterio de Piedra debe su nombre ( aunque mucha gente lo ignora ) a estar edificado en la margen derecha del rio Piedra. Fue fundado en 1195 por unos monjes cistercienses procedentes del monasterio de Poblet, que buscaban un paisaje que les invitara al recogimiento espiritual que las estrictas normas del Císter les imponían. Estos monjes habitaron la abadía durante nada menos que 600 años hasta que la maldita “ desamortización de Mendizábal “,  de la que ya he comentado varias veces en este blog su nefasta influencia en el patrimonio histórico de España, les obligó a abandonarlo.

                La recuperación del monumento llegó de la mano de la familia Muntadas ( empresarios textiles catalanes ) que en el S. XIX transformó la antigua abadía y los jardines aledaños con sus espectaculares cascadas en un centro recreativo y turístico de primer orden.

                Para visitar el monasterio y los jardines se abona una entrada ( barata para lo que luego puedes disfrutar ) que, en mi caso, fue de 11,5 euros.

                Primero se accede al monasterio por el denominado claustro nuevo, anexo a la antigua hospedería de los Muntadas hoy transformada en un moderno hotel con spa ( hay otro algo separado del conjunto ).

               Una vez atravesada una puerta lateral, accedemos al claustro viejo y la iglesia. Aquí, con las sucesivas transformaciones, encontramos una gran mezcla de estilos: gótico, barroco, mudéjar y renacentista. El claustro propiamente dicho se disponía alrededor de una fuente central de la que parten cuatro calles que evocaban al paraíso con cuatro ríos que lo regaban.




                 

        El claustro como tal se cubre con bóvedas de crucería y anexas al mismo se encuentran varias salas entre las que destaca la Sala Capitular donde se reunían los monjes cada mañana para tomar las decisiones concernientes a la abadía y cuyo interior recrea un jardín con palmeras. Como curiosidad, esta dependencia se dedicó a sala de juegos en la época de la hospedería de los Muntadas y pude ver una foto antigua con una mesa de billar en el centro de la misma.





    

               Posteriormente se añadieron al claustro dos retablos barrocos hoy bastante deteriorados.




        

            Una vez recorrido el claustro se accede a la iglesia barroca edificada por los monjes y que no presenta un buen estado de conservación, aunque se puede apreciar las escaleras que dan acceso a la cripta, varias capillas, el altar y la portada principal con un arco apuntado con cinco arquivoltas con dientes de sierra y en la parte superior el gran rosetón.





                Recorrí tranquilamente todas estas dependencias para volver a salir por la puerta de entrada y dirigirme a recorrer la joya del lugar: los jardines y las cascadas que albergan.

                Hay que avisar que conviene venir con ropa y calzado cómodos. Se trata de un recorrido de 5 kms. algo exigente por las continuas subidas y bajadas, aunque como se va parando cada poco para extasiarse con las cascadas se hace más llevadero.

                El jardín en si goza de un microclima con su flora y fauna propias y el recorrido está señalizado con flechas azules para la ida y rojas para el regreso.

                Pero sin duda lo que más cautiva son las cascadas de agua de su interior. Hay muchas, cada una con su nombre propio, algunas creadas por intervención humana a partir de derivaciones del río aprovechando la orografía del terreno: la Sombría, la Iris, la Caprichosa, los Chorreaderos, los Fresnos Altos y Bajos, la Trinidad y, como no, la más famosa de todas la Cola de Caballo, con un recorrido que nos lleva a una cueva ( la cueva Iris ) que nos permite apreciar la caída del agua desde una visión posterior. Os dejo fotos/vídeos de las mismas para que podáis haceros una idea.















                Además de lo anterior también podemos apreciar varios lagos, como el de los Patos o el del Espejo, en el cual se pueden ver barbos y truchas nadando tranquilamente.




                Entre la fauna os podéis encontrar si tenéis suerte con buitres leonados, mirlos, tórtolas, garzas e incluso garduñas y nutrias.

                Terminé el recorrido y, entre el cansancio de la caminata y la hora que era, decidí comer en un restaurante del  mismo recinto para volver a regresar a Molina de Aragón, donde una bien merecida siesta me repuso de la excursión.

                Cuando desperté una pertinaz lluvia había comenzado a caer, con lo cual el único plan viable era acercarme al centro del pueblo, realizar unas pequeñas compras que me eran necesarias y buscar un lugar para cenar algo ligerito. Al día siguiente me esperaba Sigüenza y me acosté deseando que la lluvia me respetara.


23 y 24 de Abril   

                Después de desayunar y preparar las cosas, salí de Molina de Aragón para recorrer los 80 kms. que me separaban de Sigüenza, primero por la N-211 y luego por la CM-110. Un ligero sirimiri pero soportable me acompañó en el trayecto. Llegué a Sigüenza temprano así que, antes de ir a buscar mi alojamiento, decidí hacer tiempo visitando su Catedral y la Plaza Mayor.

                Sigüenza es una villa con un rico pasado. Ya Plinio el Viejo ( S. I a.C ) menciona a la ciudad de Segontia habitada por los arévacos. En época romana tuvo importancia por estar situada sobre la calzada de Henares, que comunicaba Mérida con Zaragoza. En la época visigoda fue sede episcopal de la Hispania visigoda, aunque durante la dominación musulmana perdió su importancia en favor de Medinaceli. Fue conquistada por las tropas cristianas de Bernardo de Agén entre 1123 y 1124. En 1489 se instauró la Universidad de Sigüenza, posteriormente absorbida por la Universidad de Alcalá y ya en épocas más recientes, durante la Guerra Civil, fue objeto de una cruel batalla con los republicanos atrincherados en su catedral que sufrió graves desperfectos por los bombardeos, para ser tomada definitivamente por los sublevados en 1937.

                No se sabe con certeza el inicio de las obras de la catedral, aunque hay que situarla entre los S. XI y XII, ya que la portada principal es de ese estilo aunque con añadidos posteriores neoclásicos y barrocos.


    

           A ambos lados de la misma se alzan dos torres defensivas de piedra arenisca con cuatro cuerpos y pequeñas ventanas románicas, que posteriormente se unieron a la muralla.

 

                


            Más hacia levante se encuentra la fachada sur o del Mercado, que se abre a la Plaza Mayor. Es románica del S. XII y cubierta por un pórtico cerrado neoclásico. Sobre ella un rosetón románico muy original y al lado una torre ( la torre del Gallo ) con funciones de atalaya militar para transmitir órdenes al cercano castillo.





                Ya en el interior ( previo pago del óbolo correspondiente ) nos encontramos con un edificio de planta de cruz latina y tres naves, transepto y un gran ábside rodeado por un deambulatorio o girola. Las naves están separadas por grandes pilares, con columnas con capiteles vegetales que soportan los arcos fajones y formeros.

                    A los lados de las naves laterales se sitúan diferentes capillas, unas más notables que otras, pero la que se lleva todas las miradas es la Capilla del Doncel. Este curioso personaje que ,paradójicamente, ni era doncel ( puesto que estaba casado y tuvo una hija ) ni nació en Sigüenza, se llamaba en realidad Martín Vázquez de Arce, hijo de un consejero del Cardenal Pedro López de Mendoza, que murió a la edad de 25 años guerreando en Granada en 1486.

                Lo que hace a este personaje ser conocido universalmente y aparecer en casi todos los textos de historia ( yo recuerdo que era  la portada de un libro de mi bachillerato ) es su sepulcro, de autor desconocido, ya que se realizó en una postura totalmente anómala para la época. Se trata de un joven guerrero que se encuentra recostado, con un león a sus pies y leyendo un libro de manera relajada. Se trata de un sepulcro funerario de los más bellos y representativos del gótico español.




            En la misma capilla se encuentran los sepulcros de sus padres Fernando de Arce y Catalina de Sosa ( estos ya más acordes con los sepulcros “clásicos” ), así como los de sus abuelos.


    

                 Además de la Capilla del Doncel, a mi llamó poderosamente la atención la Capilla de la Sacristía Mayor también llamada de las Cabezas. Se accede por unas preciosas puertas de nogal y lo más llamativo de la misma es su bóveda, donde están esculpidas innumerables cabezas ( más de 3.000 ) que representan a diferentes personajes de la época, obispos, monjes, guerreros, reyes, campesinos, nobles etc.




                    Hay que fijarse en la preciosa puerta de nogal que da acceso a la misma.


                

            No hay que perderse el Altar de Santa Librada, adherido sobre el muro norte y que representa una de las mejores obras del plateresco ( S. XVI ). Fue concebido por Alonso de Covarrubias pero en su ejecución intervinieron varios autores con prolija y bellísima decoración.






    
                
                        Hay otras capillas interesantes, en una de ellas se encuentra la Anunciación de El Greco…




                    … y en otra hay una exposición de bonitos tapices flamencos.                




                   También hay que destacar el transcoro con grandes columnas salomónicas de mármol negro.

 


                    Terminada mi visita a la catedral emprendí el camino para buscar mi alojamiento. Se encontraba a 6 kms. de Sigüenza en la carretera que lleva a Palazuelos. En medio de una enorme recta divisé un cartel que ponía Hotel Rural La Cabaña. Paré y el aspecto exterior me decepcionó un poco. Para colmo el acceso estaba cerrado y no se intuían signos de vida inteligente. A punto de darme la vuelta y volver a Sigüenza para buscar un hotel descubrí un cartel con un número de teléfono. Llamé y al contestar indiqué que tenía una reserva. Rápidamente vinieron a abrirme.

                Amigos, las apariencias engañan. Cuando entré en el lugar y me acompañaron a mi habitación descubrí algo que no se percibe desde la carretera. En la parte posterior un bonito jardín con diferentes lugares para tomar algo, juegos para niños y alrededor del mismo varias habitaciones sumamente cómodas con todo lo necesario para una estancia relajada y agradable.

                Pero lo más importante fue la familiaridad y cercanía que recibí de sus dueños ( Alberto y Ana ). Me hicieron sentir como en casa y, para colmo, tenían un restaurante buenísimo donde degusté una sopa castellana y un cordero al horno para chuparse los dedos. Ya sabéis que este blog no tiene publicidad y estoy libre de ataduras, pero cuando uno encuentra lugares como este donde se siente tan cómodo y bien tratado merece reseñarlo, además de tener un precio que me pareció barato para todo lo que ofrecía ( 50 euros en AD ). Si pasáis por aquí y buscáis alojamiento no dudéis en venir. Me lo agradeceréis.

                Así que después de trasegar el cordero se imponía una buena siesta para, a media tarde, volver a Sigüenza para terminar de ver esta bonita ciudad.

                Aparqué en la plaza de la catedral donde el sirimiri de las narices continuaba cayendo. Subí por la calle Mayor y a mi paso encontré la iglesia de Santiago, románica del S. XII cuya fachada recuerda a un templo romano, con un busto del apóstol Santiago en el portal de entrada. Hoy se encuentra en restauración.






                    Continuando el ascenso por la calle Mayor desembocamos en el punto más alto de la ciudad, una gran explanada donde se encuentra el majestuoso castillo de la localidad. Es una fortificación románica del S. XII y se empezó a construir con el objeto de que sirviera como palacio-fortaleza y residencia de los obispos, señores de esta villa durante siete siglos.

Durante todo ese tiempo el edificio fue continuamente ampliado y reformado, creando nuevas salas y espacios para satisfacer las necesidades de sus habitantes. Es de planta rectangular y su aspecto sobrio solo es roto por las torres que lo flanquean. En su tiempo estaba rodeado de una muralla con un puente levadizo. Hoy en día es un Parador Nacional.




Volviendo a descender, al llegar a la altura de la iglesia de Santiago y girando a la izquierda entramos en la calle Travesaña Alta y a mitad de la misma encontramos la Plaza Vieja donde se encuentra la Casa del Doncel o Palacio de Bedmar, en el que residió la familia Vázquez de Arce. Es un bello edificio de traza gótica civil construido hacia el S. XV y que consta de tres alturas, un sótano y un semisótano. Ha sido reformado por la Universidad de Alcalá de Henares, pasando a constituir parte de la misma para celebración de diversas actividades.


    

    Unos metros más adelante encontramos la iglesia de S. Vicente, también románica, con arquivoltas ricamente decoradas en su portada. Se encontraba cerrada.



La calle desemboca en una plaza conocida como Plazuela de la Cárcel que es la antigua Plaza Mayor y en ella se encontraban los edificios más importantes de la urbe, el Ayuntamiento, la Posada del Sol y la Cárcel, celebrándose así mismo en ella el mercado. La mayoría de estos edificios se han conservada hasta nuestros días.




Como ya había visto lo más representativo de la ciudad y el sirimiri se había transformado en una lluvia más intensa, decidí regresar a mi alojamiento para, al calor de una gran estufa de leña en uno de los comedores, cenar algo ligerito y retirarme a mi habitación a preparar el recorrido del día siguiente.

Después de desayunar me encaminé al primer punto a visitar del día. Era el cercano pueblecito de Palazuelos, tan solo a algunos kilómetros de allí. Se trata de un pequeño pueblo catalogado como Conjunto Histórico Artístico y al que también se conoce como la Ávila alcarreña por estar completamente rodeado por una muralla. Al llegar te recibe el castillo de la localidad, mandado construir por Iñigo López de Mendoza, primer Marqués de Santillana. Hoy está en manos privadas y en proceso de reconstrucción, por lo que no es visitable.




Al pueblo se accede por una de las puertas de entrada, donde un mosaico nos explica algo de la historia de esta villa.





El lugar en sí es pequeño, con una gran Plaza Mayor rodeada de edificios con la arquitectura tradicional de la zona y muchos de ellos con bellos esgrafiados con símbolos solares celtiberos.




De ella parten varias calles que hay que recorrer tranquilamente, disfrutando de la tranquilidad del lugar y, por qué no decirlo, de la soledad ya que en mi paseo no encontré ni un solo lugareño, aunque claro era domingo y los supuse descansando en sus casas algo más de tiempo que en los días laborables.

Una de estas calles me llevó a la pequeña iglesia del pueblo dedicada a S. Juan Bautista y románica del S. XII aunque restaurada en el S. XVI. Conserva su  portada románica de medio punto protegida por un sencillo pórtico.



Terminada la visita a Palazuelos me encaminé a recorrer los 26 kms. que por la CM-110 me separaban de mi próxima parada. Se trataba de la villa de Atienza de la cual tenía buenas referencias.

Atienza fue un enclave estratégico al estar situada en la frontera entre los dominios castellanos y los musulmanes. El Cid Campeador que pasó por estas tierras de camino al destierro la denominó “peña muy fuerte”. Fue conquistada definitivamente por los cristianos en el S.XII y en el 1149 el rey Alfonso VII le concedió su propio fuero lo que conllevó un gran desarrollo de la misma.

Ya en el S. XIX se vió muy afectada por la Guerra de la Independencia, siendo cuartel general del Empecinado por lo que los franceses se ensañaron aquí, dejándola prácticamente arrasada después de incendiarla.

Aparqué en el centro neurálgico de la villa, la Plaza del Trigo, donde se encuentra la iglesia de S. Juan Bautista, cuya construcción se inició en el S. XII pero se rehízo a finales del S. XVI en estilo renacentista.





Desde la Plaza del Trigo se continúa subiendo por una calle de fuerte pendiente que te lleva hasta la iglesia de la Santísima Trinidad, hoy cerrada al culto y donde se emplaza un Museo de Arte Sacro y el Museo de la Caballada. Posee un bonito ábside románico de influencia segoviana.






El interior es de una sola nave, destacando una capilla de estilo rococó y el retablo mayor barroco. También se puede contemplar en otra capilla lateral un bonito cristo románico.





Al ser domingo esta era la única iglesia abierta en todo el pueblo, con lo cual salí al exterior y subí algo más, pudiendo apreciar el horroroso pegote cerca del castillo que constituye la plaza de toros.

Retorné a la Plaza del Trigo y atravesando el arco de Arrebatacapas ( no hay que explicar mucho el origen de este nombre ) se accede a la Plaza de España, de forma triangular y con la Fuente de los Tritones en el centro. En ella se sitúa el edificio del Ayuntamiento.

Después de visitar Atienza improvisé un recorrido que había estudiado la noche anterior y me dirigí a revisitar una villa, ya en tierras segovianas, que había dejado a medias en un viaje anterior por encontrarla llena de turistas, además de ser el día de mercado.

Se trataba de Ayllón al que se llega después de 56 kms. por la misma CM-110 que me había llevado hasta Atienza y que me permitió fotografiar algunas cumbres todavía con nieve de esta atípica primavera que llevamos. 




Ayllón fue un asentamiento celtíbero destruido por los romanos y repoblado por los árabes. Se cita por primera vez en el año 1076 con el nombre de Aellon. Muchos reyes han pasado por esta villa, además de personajes como el Cid, San Francisco de Asís o Santa Teresa. En el S. XV pasó a ser posesión del Condestable de Castilla Alvaro de Luna.

Se trata de una ciudad de innegable estructura medieval, con una gran Plaza Mayor epicentro de la vida de sus habitantes. Se llega a ella atravesando un puente romano de piedra y pasando bajo un arco medieval. Allí nos encontramos, además del edificio del Ayuntamiento, con la iglesia románica de S. Miguel, hoy desacralizada. Se trata de un templo de una sola nave que conserva de su origen románico el ábside con forma de hemiciclo y la portada, a la que posteriormente se le añadió un gran pórtico con balcón para que los clérigos pudieran seguir las celebraciones en la plaza.





    
                El interior presenta un coro y a los pies del mismo los sepulcros de D. Pedro Gutiérrez y Dª María Alvarez. Así mismo se puede apreciar un bonito retablo mayor barroco, con tres calles, dorado y policromado.





                 Dí un paseo por el pueblo contemplando sus numerosas casas señoriales y deteniéndome en la iglesia de Santa María la Mayor, única de la villa donde aún se celebra el culto y que destaca por su magnífica espadaña de 40 metros de altura, visible desde la Plaza Mayor.




            Dada la hora, decidí comer allí para proseguir por la tarde con mi improvisado recorrido que me había de llevar hasta un pueblecito llamado Hijes, distante 47 kms. que se recorren primero por la CM-110 y luego por la GU-145. El motivo de esta visita era únicamente ver la iglesia de Nª Sª de la Natividad construida entre finales del S.XII e inicios del S.XIII, por lo que podríamos situarla en estilo protogótico.

Lógicamente estaba cerrada pero si pude apreciar lo que queda de su origen románico, el ábside y una portada con tres arquivoltas y un guardapolvo.




El último punto a visitar en este mi último día de viaje se encontraba en un pequeño pueblecito llamado Albendiego, situado a tan solo 10 kms. de allí pero al que me costó enormemente encontrar por la falta de señalización adecuada. Finalmente confieso que recurrí al Google Maps para que me llevara al dichoso pueblecito. Después de dar varias vueltas sin encontrar lo que había ido a buscar y sin poder preguntar a nadie porque nadie había, decidí dejarme llevar por mi intuición y seguir por un caminito de unos 400 metros que tenía una indicación de “cementerio”.

¡ Bingo ¡. Allí, en medio de un campo con una hermosa arboleda, en un paisaje idílico y al lado del cementerio se encontraba aislada la iglesia de Santa Coloma.

El motivo de mi interés no era otro que ver lo que se considera uno de los ejemplos más bellos del románico rural de Guadalajara. Si os digo que estaba cerrada os váis a carcajear un rato, pero no me importó porque lo más destacable de la misma era el exterior, hasta el punto de ser declarada Monumento Histórico-Artístico en 1965.

Aparqué y me dispuse a recorrer su perímetro, viendo primero una pequeña y austera puerta en el muro meridional, de estilo tardogótico, que presenta un arco carpanel con decoración floral y por encima un guardapolvos ojival.




Se continúa rodeando el templo hasta llegar a la cabecera y poder ver la joya de este edificio. Se trata de tres ábsides, el mayor central y los laterales o absidiolos más pequeños. Su indudable belleza la hace estar considerada como una de las mejores del románico castellano.

El tambor central se articula mediante cuatro haces de columnas triples y en los tres paños se abrieron ventanales de tres arquivoltas y cada vano se completa con bellísimas celosías de gusto oriental con trazados de círculos, estrellas, triángulos, etc.

En los ábsides laterales hay una única ventana con arquillos laterales que coinciden en un pinjante que lleva tallado en sus caras el sello de Salomón.





Después de contemplar largamente esta maravilla arquitectónica, retorné a la carretera CM-110 para desplazarme los 43 kms. que me separaban del alojamiento y dar por completado mi viaje. Un rato de descanso, cena agradable con mis anfitriones y alguna copita a la que me invitaron mientras charlamos de cosas variadas.

Al día siguiente, después de desayunar y despedirme de mis anfitriones ( Ana tuvo el detalle de regalarme un tarro de miel de la zona y un imán de la Plaza Mayor ), me dispuse a retornar a casa en este caso por autovías, primero la A-2 hasta Madrid y luego la A-3 hacia Valencia, parando a comer por el camino y llegando a Murcia a media tarde del lunes 25.

La verdad es que ha sido un viaje muy bonito y variado, alternando pueblos con encanto, monumentos preciosos y espacios naturales de una gran belleza.

Ahora a preparar otra escapadita para Mayo, espero que con tiempo decente.