LAS ERMITAS
A lo largo de los
viajes relatados en este blog he dejado constancia de mi gusto por las
construcciones del románico. He visitado gran cantidad de ellas y me sigue
fascinando su belleza, su pureza de líneas, su rica simbología y, sobre todo, cómo
sus constructores, con medios rudimentarios, fueron capaces de erigir entre los
siglos XI y XIII estas edificaciones que han logrado perdurar hasta nuestros
días.
Hay muchos tipos
de construcciones cristianas de estilo románico que podemos admirar:
catedrales, basílicas, santuarios, parroquias, capillas y ermitas. Pero, de
entre todas ellas, siempre he sentido especial predilección por las ermitas. Y
os explico por qué.
Una ermita originalmente era un lugar de oración y
recogimiento que permitía a un fraile o ermitaño poder
cultivar en paz su propia vocación particular. Está relacionado con el concepto
de eremitorio, que es un lugar donde existen uno o más frailes o monjes eremitas, al estilo de los Padres del Desierto o Padres de la Tebaida del cristianismo. Posteriormente, el significado se
extendió para incluir capillas, iglesias u otros santuarios, generalmente
pequeños, situados por lo común en el campo y que no tienen culto permanente.
Por ello, para mí las ermitas representan los
lugares que con más pureza se identifican con los principios para los que
fueron construidas: soledad, recogimiento y aislamiento del mundo material para
conectar con Dios mediante la oración y el sacrificio.
He visitado numerosas ermitas, algunas situadas
en lugares de difícil acceso y la mayoría de las veces en solitario. Pero,
independientemente de su mayor o menor belleza arquitectónica, en todas ellas
siempre he sentido la misma sensación de paz, tranquilidad y desconexión de mi
vida cotidiana en una ciudad.
Me quedan muchas por conocer pero, aprovechando
el puente del 1 de Noviembre, decidí desplazarme hasta Segovia para contemplar
tres de ellas que había descubierto en una web dedicada al románico. En ella se
relacionaban hasta seis de estas construcciones, de las cuales tres ya las había conocido en viajes anteriores,
así que me dispuse a completar el itinerario recomendado por dicha web.
Como siempre pinchad sobre las fotos para ampliarlas.
Dejé Murcia el primer día de Noviembre con la
congoja en el cuerpo por lo sucedido en días anteriores con la DANA en
Valencia. En Murcia también tenemos experiencia en este tipo de fenómenos meteorológicos,
algunos bastante recientes ( Los Alcázares ) pero, en ningún caso, tan
destructivos como el sucedido en la contigua Comunidad y que, eso es lo peor,
se ha cobrado un número de víctimas difícilmente asumible. Revisando hasta
última hora todas las webs que informan de las predicciones inicié mi camino
hasta Madrid con relativa tranquilidad porque ninguna informaba de que en
Segovia hubiera previsión de lluvias abundantes.
Aunque me lo venía barruntando al llegar a la
capital me chupé dos bonitos atascos, uno de una hora más o menos en la salida
hacia la A-6 debido a un accidente y otro, ya en la carretera hacia Navacerrada
porque a los madrileños, en cuanto pillan un puente, les da por escaparse y uno
de sus lugares predilectos es la sierra de Guadarrama.
De manera que, entre eso y encontrar el
alojamiento algo perdido en lo más alto del pueblo, llegué algo tarde. Comí
algo en un lugar cercano y, después de una reparadora siesta, dediqué el resto
de la tarde a leer un poco y pasearme por los alrededores.
Al día siguiente me dispuse a viajar hasta mi
primer objetivo situado a 80 kms. ya en tierras segovianas.
Llegué a Requijada y, dado que iba buscando una ermita, no podía estar en el
pueblo. Así que lo atravesé y, al salir del mismo, me encontré con un coche de
la Guardia Civil que me indicaron como llegar a mi destino distante unos 2 kms.
Altiva, bella y solitaria, cercana a una
carretera y rodeada por un bosque de encinas me di de bruces con la Ermita de la Virgen de las Vegas. Aparqué y me dispuse a visitarla en completa
soledad.
El edificio se puede fechar en sus partes más
primitivas en el S. XI formando parte del conjunto de edificios románicos
sepulvedanos. Excavaciones recientes indican que se construyó sobre un mausoleo
de época paleocristiana y así lo atestiguan dos tumbas que se encuentran en la
galería porticada.
Los capiteles de estos arcos se apoyan en
columnas geminadas y consisten en cestas unidas que permitieron a los canteros
tallarlos de manera individualizada con grandes relieves muy expresivos,
encontrando un dromedario, sirenas-pájaro, centauros, sirenas-pez, cabezas de
hombre y mujer entre volutas, etc.
La puerta de ingreso al templo es una pieza
bellísima.
Se abre sobre un cuerpo resaltado y posee
cuatro arquivoltas con chambrana ajedrezada y una rica decoración vegetal. La
arquivolta exterior presenta flores de ocho pétalos con botón central, la
segunda es ajedrezada, la tercera de baquetón y la interior tiene en cada
dovela un motivo de róleos. Descansan
sobre jambas menos una pareja de columnas con arpías y leones.
Las enjutas tienen dos figuras que representan
a la Virgen y al Arcángel San Gabriel en la escena de la Anunciación.
Llama poderosamente la atención la policromía
de esta puerta que se ha conservado en bastante buen estado.
En la puerta había un cartelito con un número
de teléfono para llamar si se quería visitar el interior pero, tal y como me
temía, en un sábado de puente y a hora temprana, nadie descolgó al otro lado.
Terminada la visita hice unas fotos de los
bonitos colores del otoño que me rodeaban y me dispuse a continuar en busca de
mi siguiente objetivo.
Se encontraba no muy distante de allí ( 11 kms.
), en un paraje conocido como El Arenal y donde pregunté a una pareja con niños que
encontré nada más llegar. Me chocó que me dirigieran hacia “ la iglesia “ pero
seguí sus indicaciones.
El concepto de iglesia y ermita aún no está
claro entre los no interesados en el tema. Cuando llegué y aparqué vi que
aquello era claramente una ermita, en concreto, la Ermita de San Juan Bautista. Edificio pequeño, alejado del pueblo y, aparentemente, sin
culto.
Un grave inconveniente se me presentaba. La construcción
estaba rodeada de un muro con una puerta que comunicaba con el cementerio anexo
y otra con una alta valla y cerrada con una cadena y un grueso candado. Hice
una foto del exterior.
Rodeando el muro encontré en la parte posterior otra puerta
más pequeña con una reja que terminaba en afiladas puntas. Con 30 años menos
aquello hubiera supuesto un pequeño salto sin importancia pero con 69
primaveras había que pensárselo. Lo pensé y decidí que no había venido desde
Murcia hasta aquí para irme sin verlo. Así que
despacito y con cuidado de que alguna de las puntas de la reja no se
clavara en alguna parte sensible, logré acceder al interior del recinto.
El edificio presentaba claramente varias fases constructivas.
La primitiva databa de finales del S. XII y comienzos del XIII, con dos naves y
el atrio. En los siglos XVI y XVII se realizaron arcos formeros de separación
entre las dos naves antiguas y en el XVIII se reformó la torre y convirtió el
atrio románico en una nave mas. En 1983 se recuperó la galería porticada
abriendo sus arcos.
Después de estas reformas nos ha llegado hasta nosotros una
galería porticada románica de gran calidad y profusión decorativa. En el lado
sur cuenta con ocho arcos, uno de ellos portada y apuntado y los otros de medio
punto con chambrana y columnas con cimacios de temas geométricos y vegetales y
capiteles con caballeros armados, aves fantásticas figuras humanas, leones.
etc.
En el lado occidental continua el atrio con otros cuatro
arcos uno de portada más ancho y abierto. Está decorado con arquivoltas de
medio punto en baquetón y en zig-zag en dientes de sierra con semicolumnas con
aves, sirenas, felinos, etc.
Destaca una arquivolta decorada con once bustos humanos frontales presididos
por otro busto que adelanta los brazos.
Parece evidente que los autores de esta galería procedían de
diferentes talleres. Hay una serie de capiteles que muestran un mismo estilo,
narrando escenas bíblicas como el Descendimiento o el Juicio Final en los que
tallos vegetales diseccionan el capitel en partes que albergan diminutos
personajes que el escultor no acertó a crear figuras creíbles.
Otro sería el que talló figuras llamadas “ aves monstruosas “
que realmente son dragones de largas patas con un entramado de tallos y hojas.
Otros capiteles menos originales con leones, arpías o cestas
vegetales serían realizados por un autor más apegado a los esquemas habituales.
Terminada mi visita caí en la cuenta. Tenía que salir de
allí. Me dirigí a la valla con puntas afiladas, la miré y le dije con actitud
desafiante: “ a que no vamos a hacernos
daño “. Tras varias maniobras con cuidado extremo conseguí aterrizar al
otro lado del muro con la satisfacción que da el comprobar que no estoy en tan
mala forma a pesar de la edad y los pocos cuidados.
El último objetivo del día distaba 36 kms. y hacia allí me
dirigí. Se trataba de un pequeño pueblo denominado Aldehuelas
de Sepúlveda y que, por mis referencias, solo algunos segovianos conocen
su existencia. La verdad es que me meto en unos berenjenales que ni yo mismos
me explico. Conseguí llegar hasta el mismo y pregunté a una familia que salía
en ese momento. La pobre mujer se lió y me mandó por donde había venido a coger
un desvío que me llevó a tomar por donde amargan los pepinos. Regresé a la
aldea, la crucé y seguí varios kms. por un camino hasta que encontré un 4x4
aparcado en un lateral. Pregunté al conductor y, este sí, conocía el sitio y me
encaminó. Resulta que estaba a unos 200 ms. saliendo de la aldea y que había
que llegar andando porque el coche no podía pasar. Recordé con cariño a mi
primera informante y me dirigí hacia mi objetivo que era la Iglesia de San Esteban ( para ser puristas tampoco era una iglesia ).
Un camino de agradable recorrido me depositó en la misma llevándome una pequeña
decepción.
La iglesia ( ermita ) es románica. De una sola nave y un
ábside semicircular con una espadaña del S. XVIII.
Es una construcción humilde que se engalana con una rústica
galería porticada de pilares prismáticos y columnas con gruesos capiteles de
bolas rudamente tallados.
Ha sufrido numerosas alteraciones. Está recrecida,
parcialmente cegada y con un tramo tapiado.
El ábside se levantó en su parte baja con mampostería y el
resto de sillería. Presenta dos columnas que lo seccionan en tres calles, la
central con un ventanal con arquivolta sobre capiteles vegetales y aves.
Para curarme de esta pequeña decepción, en el camino de
regreso hasta el coche hice algunas fotos del entorno, una de ellas de una
planta desconocida para mí y otra de una piedra que el tiempo ha ido labrando (
no solo los canteros saben hacerlo ) hasta conformar la figura casi perfecta de
un fox terrier sentado.
El plan era ir a Pedraza y comer una sopa castellana y un
cochinillo en un sitio que había descubierto en un viaje anterior. Ya, ya. En
pleno puente, cerca de Madrid, Pedraza estaba como el metro en hora punta.
Entré por un lado y salí por otro con cuidado de no llevarme por delante a
algún guiri madrileño.
Paré en el camino de regreso para comer lo menos parecido al
menú previsto y llegar a Cercedilla ya anocheciendo. Cena frugal en el mismo
establecimiento y a la cama para regresar al día siguiente sin contratiempos.
Comprendo perfectamente que, a quién no esté interesado en el
románico, esta entrada le parezca una castaña. Yo quería completar el círculo
de las ermitas más interesantes de Segovia junto a las ya conocidas ( S. Pedro
de Gaíllos, la Asunción de Duratón y Pedraza ) y he cumplido el objetivo.
Para la próxima escapada que será ya ( de hecho no he
deshecho el equipaje ) y que, por cuestiones laborales he adelantado, prometo
que no habrá nada de románico. Visitaré un bosque en El Tiemblo de Ávila que,
al parecer, en esta estación otoñal es una auténtica maravilla.
Os
tengo informados.