martes, 5 de noviembre de 2024

 



                                                        LAS ERMITAS

               

                A lo largo de los viajes relatados en este blog he dejado constancia de mi gusto por las construcciones del románico. He visitado gran cantidad de ellas y me sigue fascinando su belleza, su pureza de líneas, su rica simbología y, sobre todo, cómo sus constructores, con medios rudimentarios, fueron capaces de erigir entre los siglos XI y XIII estas edificaciones que han logrado perdurar hasta nuestros días.

               Hay muchos tipos de construcciones cristianas de estilo románico que podemos admirar: catedrales, basílicas, santuarios, parroquias, capillas y ermitas. Pero, de entre todas ellas, siempre he sentido especial predilección por las ermitas. Y os explico por qué.

       Una ermita originalmente era un lugar de oración y recogimiento que permitía a un fraile o ermitaño poder cultivar en paz su propia vocación particular. Está relacionado con el concepto de eremitorio, que es un lugar donde existen uno o más frailes o monjes eremitas, al estilo de los Padres del Desierto o Padres de la Tebaida del cristianismo. Posteriormente, el significado se extendió para incluir capillas, iglesias u otros santuarios, generalmente pequeños, situados por lo común en el campo y que no tienen culto permanente.

  Por ello, para mí las ermitas representan los lugares que con más pureza se identifican con los principios para los que fueron construidas: soledad, recogimiento y aislamiento del mundo material para conectar con Dios mediante la oración y el sacrificio. ​

  He visitado numerosas ermitas, algunas situadas en lugares de difícil acceso y la mayoría de las veces en solitario. Pero, independientemente de su mayor o menor belleza arquitectónica, en todas ellas siempre he sentido la misma sensación de paz, tranquilidad y desconexión de mi vida cotidiana en una ciudad.

Me quedan muchas por conocer pero, aprovechando el puente del 1 de Noviembre, decidí desplazarme hasta Segovia para contemplar tres de ellas que había descubierto en una web dedicada al románico. En ella se relacionaban hasta seis de estas construcciones, de las cuales tres  ya las había conocido en viajes anteriores, así que me dispuse a completar el itinerario recomendado por dicha web.

Como siempre pinchad sobre las fotos para ampliarlas.

 

 

Dejé Murcia el primer día de Noviembre con la congoja en el cuerpo por lo sucedido en días anteriores con la DANA en Valencia. En Murcia también tenemos experiencia en este tipo de fenómenos meteorológicos, algunos bastante recientes ( Los Alcázares ) pero, en ningún caso, tan destructivos como el sucedido en la contigua Comunidad y que, eso es lo peor, se ha cobrado un número de víctimas difícilmente asumible. Revisando hasta última hora todas las webs que informan de las predicciones inicié mi camino hasta Madrid con relativa tranquilidad porque ninguna informaba de que en Segovia hubiera previsión de lluvias abundantes.

           Al llegar a Madrid conecté el G. Maps para que me guiara por la A-6 hasta Cercedilla donde había establecido mi “ campamento base “ ya que en Segovia ( quizás por el puente y su cercanía a Madrid ) los hoteles se habían desmadrado con las tarifas. Pagar entre 120 y 150 euros por noche en un hotel normalito me parecía un abuso, además de que yo de Segovia poco más me queda por conocer.

Aunque me lo venía barruntando al llegar a la capital me chupé dos bonitos atascos, uno de una hora más o menos en la salida hacia la A-6 debido a un accidente y otro, ya en la carretera hacia Navacerrada porque a los madrileños, en cuanto pillan un puente, les da por escaparse y uno de sus lugares predilectos es la sierra de Guadarrama.

De manera que, entre eso y encontrar el alojamiento algo perdido en lo más alto del pueblo, llegué algo tarde. Comí algo en un lugar cercano y, después de una reparadora siesta, dediqué el resto de la tarde a leer un poco y pasearme por los alrededores.

Al día siguiente me dispuse a viajar hasta mi primer objetivo situado a 80 kms. ya en tierras segovianas.

            El viaje fue tranquilo salvo en los últimos kms. en los que mi amiga del G. Maps se empeñó en llevarme por la ruta más corta que era una bonita pista de tierra con sus piedras y baches incluidos.

Llegué a Requijada y, dado que iba buscando una ermita, no podía estar en el pueblo. Así que lo atravesé y, al salir del mismo, me encontré con un coche de la Guardia Civil que me indicaron como llegar a mi destino distante unos 2 kms.

Altiva, bella y solitaria, cercana a una carretera y rodeada por un bosque de encinas me di de bruces con la Ermita de la Virgen de las Vegas. Aparqué y me dispuse a visitarla en completa soledad.

El edificio se puede fechar en sus partes más primitivas en el S. XI formando parte del conjunto de edificios románicos sepulvedanos. Excavaciones recientes indican que se construyó sobre un mausoleo de época paleocristiana y así lo atestiguan dos tumbas que se encuentran en la galería porticada.


    



         Es de planta tipo basilical, con tres naves cubiertas de madera y tres ábsides, dos laterales con caras planas y uno central liso con un sencillo ventanal. La torre es de dos cuerpos aunque el superior se rehízo en el S. XVIII porque amenazaba ruina.




        Hacia el sur se encuentra el atrio o pórtico que es la parte más espectacular del edificio. Presenta una pura distribución románica, con siete arcos de medio punto muy peraltados y separados en dos tramos de tres y cuatro por una puerta con dos arquivoltas con guardapolvos que se apoyan en jambas.




Los capiteles de estos arcos se apoyan en columnas geminadas y consisten en cestas unidas que permitieron a los canteros tallarlos de manera individualizada con grandes relieves muy expresivos, encontrando un dromedario, sirenas-pájaro, centauros, sirenas-pez, cabezas de hombre y mujer entre volutas, etc.












La puerta de ingreso al templo es una pieza bellísima.

Se abre sobre un cuerpo resaltado y posee cuatro arquivoltas con chambrana ajedrezada y una rica decoración vegetal. La arquivolta exterior presenta flores de ocho pétalos con botón central, la segunda es ajedrezada, la tercera de baquetón y la interior tiene en cada dovela un motivo de róleos.  Descansan sobre jambas menos una pareja de columnas con arpías y leones.

Las enjutas tienen dos figuras que representan a la Virgen y al Arcángel San Gabriel en la escena de la Anunciación.

Llama poderosamente la atención la policromía de esta puerta que se ha conservado en bastante buen estado.






En la puerta había un cartelito con un número de teléfono para llamar si se quería visitar el interior pero, tal y como me temía, en un sábado de puente y a hora temprana, nadie descolgó al otro lado.

Terminada la visita hice unas fotos de los bonitos colores del otoño que me rodeaban y me dispuse a continuar en busca de mi siguiente objetivo.






Se encontraba no muy distante de allí ( 11 kms. ), en un paraje conocido como El Arenal y donde pregunté a una pareja con niños que encontré nada más llegar. Me chocó que me dirigieran hacia “ la iglesia “ pero seguí sus indicaciones.

El concepto de iglesia y ermita aún no está claro entre los no interesados en el tema. Cuando llegué y aparqué vi que aquello era claramente una ermita, en concreto, la Ermita de San Juan Bautista. Edificio pequeño, alejado del pueblo y, aparentemente, sin culto.

Un grave inconveniente se me presentaba. La construcción estaba rodeada de un muro con una puerta que comunicaba con el cementerio anexo y otra con una alta valla y cerrada con una cadena y un grueso candado. Hice una foto del exterior.




Rodeando el muro encontré en la parte posterior otra puerta más pequeña con una reja que terminaba en afiladas puntas. Con 30 años menos aquello hubiera supuesto un pequeño salto sin importancia pero con 69 primaveras había que pensárselo. Lo pensé y decidí que no había venido desde Murcia hasta aquí para irme sin verlo. Así que  despacito y con cuidado de que alguna de las puntas de la reja no se clavara en alguna parte sensible, logré acceder al interior del recinto.

El edificio presentaba claramente varias fases constructivas. La primitiva databa de finales del S. XII y comienzos del XIII, con dos naves y el atrio. En los siglos XVI y XVII se realizaron arcos formeros de separación entre las dos naves antiguas y en el XVIII se reformó la torre y convirtió el atrio románico en una nave mas. En 1983 se recuperó la galería porticada abriendo sus arcos.

Después de estas reformas nos ha llegado hasta nosotros una galería porticada románica de gran calidad y profusión decorativa. En el lado sur cuenta con ocho arcos, uno de ellos portada y apuntado y los otros de medio punto con chambrana y columnas con cimacios de temas geométricos y vegetales y capiteles con caballeros armados, aves fantásticas figuras humanas, leones. etc.










En el lado occidental continua el atrio con otros cuatro arcos uno de portada más ancho y abierto. Está decorado con arquivoltas de medio punto en baquetón y en zig-zag en dientes de sierra con semicolumnas con aves, sirenas, felinos, etc.






Destaca una arquivolta decorada  con once bustos humanos frontales presididos por otro busto que adelanta los brazos.




Parece evidente que los autores de esta galería procedían de diferentes talleres. Hay una serie de capiteles que muestran un mismo estilo, narrando escenas bíblicas como el Descendimiento o el Juicio Final en los que tallos vegetales diseccionan el capitel en partes que albergan diminutos personajes que el escultor no acertó a crear figuras creíbles.






Otro sería el que talló figuras llamadas “ aves monstruosas “ que realmente son dragones de largas patas con un entramado de tallos y hojas.




Otros capiteles menos originales con leones, arpías o cestas vegetales serían realizados por un autor más apegado a los esquemas habituales.




Terminada mi visita caí en la cuenta. Tenía que salir de allí. Me dirigí a la valla con puntas afiladas, la miré y le dije con actitud desafiante: “ a que no vamos a hacernos daño “. Tras varias maniobras con cuidado extremo conseguí aterrizar al otro lado del muro con la satisfacción que da el comprobar que no estoy en tan mala forma a pesar de la edad y los pocos cuidados.

El último objetivo del día distaba 36 kms. y hacia allí me dirigí. Se trataba de un pequeño pueblo denominado Aldehuelas de Sepúlveda y que, por mis referencias, solo algunos segovianos conocen su existencia. La verdad es que me meto en unos berenjenales que ni yo mismos me explico. Conseguí llegar hasta el mismo y pregunté a una familia que salía en ese momento. La pobre mujer se lió y me mandó por donde había venido a coger un desvío que me llevó a tomar por donde amargan los pepinos. Regresé a la aldea, la crucé y seguí varios kms. por un camino hasta que encontré un 4x4 aparcado en un lateral. Pregunté al conductor y, este sí, conocía el sitio y me encaminó. Resulta que estaba a unos 200 ms. saliendo de la aldea y que había que llegar andando porque el coche no podía pasar. Recordé con cariño a mi primera informante y me dirigí hacia mi objetivo que era la Iglesia de San Esteban  ( para ser puristas tampoco era una iglesia ). Un camino de agradable recorrido me depositó en la misma llevándome una pequeña decepción.

La iglesia ( ermita ) es románica. De una sola nave y un ábside semicircular con una espadaña del S. XVIII.

Es una construcción humilde que se engalana con una rústica galería porticada de pilares prismáticos y columnas con gruesos capiteles de bolas rudamente tallados.

Ha sufrido numerosas alteraciones. Está recrecida, parcialmente cegada y con un tramo tapiado.




El ábside se levantó en su parte baja con mampostería y el resto de sillería. Presenta dos columnas que lo seccionan en tres calles, la central con un ventanal con arquivolta sobre capiteles vegetales y aves.




Para curarme de esta pequeña decepción, en el camino de regreso hasta el coche hice algunas fotos del entorno, una de ellas de una planta desconocida para mí y otra de una piedra que el tiempo ha ido labrando ( no solo los canteros saben hacerlo ) hasta conformar la figura casi perfecta de un fox terrier sentado.








El plan era ir a Pedraza y comer una sopa castellana y un cochinillo en un sitio que había descubierto en un viaje anterior. Ya, ya. En pleno puente, cerca de Madrid, Pedraza estaba como el metro en hora punta. Entré por un lado y salí por otro con cuidado de no llevarme por delante a algún guiri madrileño.

Paré en el camino de regreso para comer lo menos parecido al menú previsto y llegar a Cercedilla ya anocheciendo. Cena frugal en el mismo establecimiento y a la cama para regresar al día siguiente sin contratiempos.

Comprendo perfectamente que, a quién no esté interesado en el románico, esta entrada le parezca una castaña. Yo quería completar el círculo de las ermitas más interesantes de Segovia junto a las ya conocidas ( S. Pedro de Gaíllos, la Asunción de Duratón y Pedraza ) y he cumplido el objetivo.

Para la próxima escapada que será ya ( de hecho no he deshecho el equipaje ) y que, por cuestiones laborales he adelantado, prometo que no habrá nada de románico. Visitaré un bosque en El Tiemblo de Ávila que, al parecer, en esta estación otoñal es una auténtica maravilla.

                                               Os tengo informados.

 

jueves, 19 de septiembre de 2024

 



                                                

                                ESCAPADA AL BIERZO

 

                España es tan variada y diversa que, como es mi caso, aunque hayas viajado por ella de manera incesante, unas veces en moto y otras en coche, siempre te van a quedar comarcas, ciudades, pueblos y lugares que descubrir.

                En Septiembre Murcia está de Feria. Atracciones, “ huertos “, múltiples actividades y la Romería de la Virgen de la Fuensanta llenan la ciudad de color y alegría.

                Esto me permitía tener 5 días libres de ocupaciones y realizar una escapada.

                De manera que, buscando entre estos sitios desconocidos, encontré una zona que, salvo su capital Ponferrada y algún otro pueblo visitado de paso, no había recorrido en profundidad. Se trataba de la Comarca del Bierzo.

                Dicha zona se encuentra en el tercio occidental de la provincia de León limitando con Asturias, Lugo y Orense. Presenta una gran diversidad geográfica pero que, a lo largo de los siglos aunque con sucesivas adhesiones y secesiones de diferentes zonas, ha ido adquiriendo una personalidad propia que se refleja en sus construcciones, su gastronomía e incluso en el lenguaje ya que posee un dialecto propio ( el berciano ) fruto de la hibridación entre el gallego y el leonés aunque, lógicamente, el español es la lengua más hablada.

 

 

                Me dirigí hacia allí haciendo noche intermedia en El Escorial sin nada que comentar en particular ya que su lugar más destacado, el Monasterio del mismo nombre, ya lo había visitado en una ocasión anterior.

                Al día siguiente tomé la A-6 que, atravesando Castilla y León, me llevó hasta Ponferrada y de ahí hasta el cercano Cacabelos que iba a ser mi residencia en los dos días siguientes. Después de hacer el chek-in en el estupendo hotel que me había tocado, comer y descansar un poco decidí aprovechar la tarde para ver tres lugares muy cercanos.

                El primero, a tan solo 4 kms., era el Monasterio de Santa María de Carracedo ubicado en el pueblo del mismo nombre. Este cenobio fue fundado en el año 990 por el Rey de León Bermudo II “ El Gotoso “ con el objeto de refugiar a los monjes de las incursiones guerreras de Almanzor.

                Nacido como monasterio benedictino para pasar, posteriormente, a cisterciense ha sufrido numerosos avatares y remodelaciones, presentando a día de hoy un aspecto semirruinoso aunque varias de sus dependencias han sido rehabilitadas para su visita, durante la cual podemos encontrar elementos románicos, cistercienses y protogóticos.

                La visita comienza por las estancias del denominado “ Palacio Real “ ya que la infanta Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII, vivió en él durante largas temporadas y lo acondicionó como palacio. Estas estancias se componen del “ Mirador de la Reina “ que es una terraza cubierta con una bonita galería de tres arcos apuntados sostenidos por dos delicadas columnas lisas con capiteles vegetales.




 

 

         Desde aquí se accede a la denominada “ Cocina de la Reina “, cuadrada y con ventanas y óculos que la iluminan. Tiene cuatro columnas que soportan arcos apuntados y se cubre con una bóveda de madera. Se completa con una chimenea y una salida directa a la huerta.







        La estancia anterior comunica con otra que, al parecer, fue en su origen el oratorio del abad para después pasar a archivo del monasterio.

        Si regresamos al punto de partida en el ruinoso claustro podemos acceder en unos metros a la Sala Capitular que presenta una portada de ingreso románica aunque en el interior la cubierta abovedada es tardogótica. Está dividida por cuatro columnas con capiteles vegetales y animales ( esta decoración resulta rara en un edificio cisterciense caracterizados por la austeridad y la ausencia de figuras escultóricas, aunque es posible que fuera una herencia de su época benedictina ). En sus paredes hay sepulcros abaciales.






        Tras esta sala se encuentra el locutorio y un pasaje hacia la huerta.

      La primitiva iglesia románica fue derruida y sustituida en el S. XVIII por otra de una sola nave y estilo neoclásico.




                                     


       En todo el edificio se han identificado hasta 126 marcas de cantero diferentes.

      Aunque está catalogado como BIC, la restauración integral de este edificio supondría un gasto considerable, aunque mínimo en comparación con los dispendios variados que se efectúan hoy en actividades variopintas e inclasificables que no forman parte de nuestro Patrimonio Artístico.

     A continuación me encaminé a la también cercana ( 9 kms. ) Villafranca del Bierzo. Esta ciudad hunde sus raíces en la Edad del Bronce, habiéndose encontrado restos como hachas y puntas de lanza de esa época. También hay datos que nos hablan del paso por la zona de  habitantes celtas, romanos ( por aquí discurrían hasta dos calzadas ), visigodos, árabes y cristianos. La cita más antigua conocida es del año 791. Pero su auténtico desarrollo comenzó cuando se estableció aquí un núcleo de atención a los peregrinos que realizaban el Camino de Santiago.

     La villa tuvo varios señoríos y marquesados y, ya en épocas más cercanas, se creó en 1822 la Provincia de Villafranca del Bierzo, aunque diez años después, se repartiría su territorio entre las provincias de Orense y León quedando Villafranca definitivamente adscrita a este último. Hoy es una próspera ciudad de casi 3000 habitantes, con calles empinadas y un bonito casco histórico que, en parte, debe sus ingresos al continuo trasiego de peregrinos que pernoctan aquí en sus numerosos albergues y hostales y hacen uso de sus servicios de restauración.

     Mi objetivo principal era visitar la Iglesia de Santiago Apóstol, situada en una loma en lo más alto del pueblo dominando toda la villa. Es un templo de moderadas dimensiones, de nave única cubierta con bóveda de cañón y ábside semicircular con tres ventanales formados con la técnica románica del taqueado jaqués.



               La portada principal presenta un arco de medio punto sin columnas ni decoración y  una espadaña con dos vanos.

                Pero lo realmente impresionante de este edificio y que, por sí misma, requiere una visita es la portada  situada al norte y denominada Puerta del Perdón, enteramente románica y que solo se abre en los años Jacobeos para conceder el jubileo a los peregrinos incapacitados para continuar el camino hasta Santiago de Compostela.

                Formada por un arco apuntado moldurado con dos gruesos baquetones entre medias cañas y que se apoya en sendas parejas de dobles columnas. Lo rodean tres arquivoltas abocinadas, decoradas las dos interiores con vegetales, siendo la más externa iconográfica.


            En ella se representa una visión celestial, con el Colegio Apostólico agrupados por parejas que conversan dirigiendo sus manos alzadas hacia el Cristo en Majestad situado en la clave del arco con el Libro y bendiciendo.




            En los capiteles se desarrollan temas de la Natividad y Pasión, como la Epifanía, el Sueño de los Magos, el Calvario y las Tres Marías.



         No vi el interior de la iglesia porque había una exposición de Las Edades del Hombre.             

                   Mi último destino de la tarde era un pueblecito a 5 kms. de allí llamado Corullón.

             El pueblo, que consta de unos 900 habitantes, tiene la particularidad de que hablan gallego y no tiene grandes alicientes. Tan solo destacar la iglesia románica de San Miguel, alzada sobre una pequeña loma y que consta de tres tramos, estando los dos primeros adornados con ventanales con vano abocinado con arquivoltas que descansan en columnillas con capiteles vegetales. El tercero corresponde a la portada que ocupa el cuerpo bajo con una sencilla puerta de arco de medio punto y arquivoltas que descansan en columnas con capiteles vegetales. El cuerpo alto está formado por una arquería ciega de medio punto con arquivoltas que descansan en columnillas con capiteles de temas diabólicos. La torre a los pies del templo es de época posterior a su construcción.

                Como estaba cerrada me limité a hacerle unas fotos desde abajo que me parecieron más fotogénicas.



    
        

           
Terminado este recorrido vespertino regresé a Cacabelos para preparar el grueso de mi recorrido por el Bierzo del día siguiente.

            Para comenzar el mismo me desplacé 23 kms. hasta llegar a Molinaseca. La localidad se encuentra a escasos kms. de Ponferrada y constituye paso obligado del Camino de Santiago que la atraviesa por su mismo centro.

           La visita puede comenzar por su arteria principal, la Calle Real, pero antes de adentrarnos en la misma podemos fotografiar una estatua dedicada al peregrino. 



            El inicio de la Calle Real lo marca el Crucero del Santo Cristo que es un bello motivo jacobeo. Se levanta sobre un pedestal de planta cuadrada y cuatro escalones de granito. La columna del crucero es octogonal y se le ha añadido una hornacina de cristal con un pequeño crucifijo en su interior.          Aunque el actual crucero no parece medieval, si ocupa el  mismo lugar que tuvo otro anterior.




           El recorrido por la Calle Real debe hacerse paseando sin prisas, admirando la arquitectura popular que la jalona, sus balconadas de madera con flores, los corredores, las escaleras exteriores de acceso a las viviendas, los escudos nobiliarios y las portadas de sillería y, cómo no, las nobles casonas entre las que destacan la Casona de Don Pelegrín cerca del puente romano o el Palacio de Cangas de Plambey con su bella fachada enmarcada entre dos torres.



            A pesar de la hora temprana me crucé con bastantes peregrinos que, al llevar yo una pequeña mochila que me acompaña desde el inicio de mis viajes hace ya bastantes años, me confundían con un peregrino más y me saludaban sonrientes con un “ buen camino “ al que yo correspondía no sin cierto pudor.

                Al terminar la Calle Real se llega al puente romano o Puente de los Peregrinos, edificado en sillería con siete bóvedas de luces de las cuales las tres primeras con arcos de medio punto corresponden a un puente anterior y se encuentran semienterradas.



            Los habitantes del pueblo han encauzado el rio formando una pequeña presa que sirve de piscina natural para refrescarse en las épocas más calurosas.



            Coronando el pueblo se encuentra la iglesia de San Nicolás de Bari, barroca del S. XVII que, con perdón, no suscitó en mi demasiado interés.



                De manera que abandoné Molinaseca y me dirigí hacia el meollo central del Bierzo conformado por cuatro pueblecitos a los que bauticé como “ los Compludo “ y que luego se redujeron bastante como ahora veréis.

                El nombre de Compludo proviene de un rio que nace en el monte Morredero y que junto al arroyo Miera a los que después se une el Boeza surcan estas tierras que se conocen como la Tebaida Berciana. Son tierras de una belleza fascinante, con bosques de castaños, robles y encinas pero que destacan, por encima de todo, por la tranquilidad y paz que desprenden acompañadas por un silencio casi mágico. Ello fue lo que llevó a un noble godo llamado Fructuoso, con importantes propiedades por estos lugares, a retirarse a estas tierras para dedicarse al estudio religioso y fundar el primer movimiento eremítico y monástico de la Península Ibérica. La llegada de jóvenes, ancianos, militares, esclavos y nobles le obligó a abandonar la vida de ermitaño y fundar el que sería el primer monasterio español y al que se le dio el nombre de Compludo en alusión a la Compleutica romana ( actual Alcalá de Henares ) de donde procedían los santos Justo y Pastor. A este le siguieron otros como el de San Pedro de Montes y el de San Félix de Visonia. De manera que a su alrededor fueron naciendo núcleos de población como Espinoso de Compludo, Palacios de Compludo, Carracedo de Compludo o el propio Compludo.

                Llegar hasta aquí no resulta sencillo. Las carreteras son típicas de montaña con asfaltado irregular, plagadas de curvas reviradas y, sobre todo, estrechas. Ello da lugar a que, aunque no muy transitadas, cuando te encuentras con otro automóvil en un tramo complicado, te obligas a parar y realizar ambos complicadas maniobras para poder seguir sin rozamientos. A mí me ocurrió en varias ocasiones aunque, por suerte, pude salir indemne en todas ellas.

                De esta guisa llegué a Compludo contemplando con asombro que allí terminaba la carretera asfaltada. Paré y aparqué donde pude. El pequeño pueblo contaba en 2021 con 15 habitantes que moran en casas de piedra con techos de pizarra y balconadas de madera.




                Di una vuelta por los alrededores viendo la pequeña iglesia de San Justo y San Pastor del S. XVI. Es aquí donde se cree que estuvo el Monasterio de Compludo aunque, prácticamente, no quedan restos del mismo. Hice unas fotos del rio que atraviesa el pueblo y entablé conversación con un lugareño que cortaba leña ( hombre previsor ) y con ganas de pegar la hebra.



                   Después de un rato de amena charla le expliqué la ruta que llevaba prevista. El hombre negó con la cabeza indicándome que a Espinoso de Compludo       era complicado llegar ya que la carretera, además de muy curveada, era de tierra y solo los 4x4 se atrevían a subir con garantías. Otro tanto ocurría con Palacios de Compludo aunque, en este caso, sí había un tramo asfaltado. Ante esta perspectiva desistí de mi empeño ya que, por otra parte, lo que me iba a encontrar no difería mucho de lo que estaba viendo en este lugar.

                Al regresar a por el coche para ir a ver lo más interesante del pueblo presencié una curiosa escena. Un joven descendía montado en una Vespa 125 y detrás iba un pastor alemán de gran tamaño. A una señal del joven el perro se subió de un salto colocándose de manera trasversal entre las piernas del dueño. Ambos se perdieron cuesta abajo con el perro mirando el paisaje. Evidentemente no era la primera vez que lo hacía y lamenté mi falta de reflejos para grabar la escena.

                Lo más interesante del pueblo era visitar la herrería. Este curioso lugar está declarado Monumento Nacional en 1968 y se encontraba a 1,5 kms. hacia abajo saliendo del pueblo. Se trata de una herrería de orígenes no aclarados que está considerada una maravilla de la ingeniería hidraúlica. Un martillo pilón es movido aprovechando la energía generada por el agua mediante el llamado efecto Venturi, moldeando de esta manera el hierro previamente calentado al fuego. A día de hoy sigue en funcionamiento y es, junto con otra situada en Poblet, la única de estas características que hay en España.

                Desde el aparcamiento habilitado hasta la herrería hay un agradable paseo de unos 800 ms. que trascurre paralelo al rio y que invita a hacer fotografías.




                                                             

            Cuando llegué me encontré la sorpresa de la Vespa 125 aparcada en la puerta. Deduje que el joven con el perro motero era el herrero. Pero otra sorpresa me desilusionó. Las visitas al interior de la herrería eran con determinados horarios y la siguiente era a las 12´30 y eran las 11´40. No podía perder una hora de espera ( más lo que durara la visita ) sin que se me descolocara todo el programa del día. Así que descansé un ratito aprovechando para hacer unas fotos del paisaje y regresé a por el coche.


                                             

    


            Descendí por la peligrosa carretera ya conocida y, al pasar, vi una señal que indicaba Carracedo de Compludo. Dudé. Pero si había desistido de visitar Palacios y Espinoso no los iba a despreciar yendo a Carracedo, así que continué hasta mi próximo destino que no era otro que el Monasterio de San Pedro de Montes en la localidad de Valdueza.

                Si para llegar a Compludo la carretera era mala para llegar hasta este monasterio no os quiero ni contar. Pero, en fin, con la experiencia adquirida y cuidadín cuidadín aparqué cerca de la entrada al mismo.

                Este monasterio fue uno de los fundados por San Fructuoso en el año 635 y tuvo gran importancia en la zona, manteniéndose en activo hasta que la desafortunada desamortización de Mendizábal y un posterior incendio lo redujo a ruinas. A pesar de ello en el año 1931 fue declarado Monumento Nacional y en el 2003 se iniciaron diversas actuaciones de restauración que, actualmente según me contó la encargada de cobrar la entrada y dar unas breves explicaciones, están paralizadas por no se sabe bien que intrincados vericuetos de la burocracia sumados a la desidia gubernamental por nuestro Patrimonio Histórico ( solo hay que fijarse en el actual titular del Ministerio de Cultura ).

                Tras la fundación de San Fructuoso el monasterio entró en decadencia por las razias musulmanas pero en el año 905 San Genadio llegó hasta aquí e inició su reconstrucción.

                El actual templo es un conjunto irregular formado por dos claustros, la iglesia y varias dependencias que se han conservado unas mejor que otras. A mí me llamó la atención algo que no había encontrado en ningún otro lugar de estas características en mis múltiples viajes. La mayoría de los arcos de medio punto que podemos admirar están formados por lajas,  quizás debido a que es una piedra muy abundante en la zona además de barata, pero que confiere a estos arcos un aspecto singular y no menos atractivo que los típicos sillares.



        Recorrí las diferentes estancias visitables sin poder acceder a la iglesia. Os dejo fotos del mismo.





            Desde este monasterio enfilé el camino hasta la cercana Peñalba de Santiago donde pensaba comer  y descansar un ratito. La carretera seguía siendo infernal, pero llegué y aparqué en el lugar exterior destinado a ello ya que al pueblo no se puede entrar con el coche.

                Este pequeño pueblo de 15 habitantes se encuentra enclavado en el llamado Valle del Silencio y, la verdad, hace honor a su nombre. Se trata de un pueblito de empinadas calles con casas de estilo similar a las encontradas anteriormente y que tiene el honor de ser considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Cuenta con una pequeña joya que es una iglesia mozárabe del S. X fundada por San Genadio que se retiró a una cueva de las proximidades para seguir su vida eremítica. Aunque un cartel ponía que se abría a la 15,30 h. era mentira. Allí no apareció nadie que me permitiera visitarla.

                Tuve mala suerte. En el Valle del Silencio coincidí con un grupo de entre 30-35 madrileños con aspecto de pijo-progre, gran cantidad de pequeñajos dando por saco y que me parecieron pertenecer a algún grupo religioso de los que abundan hoy en día, ya que venían con cura de alzacuellos incluido. El caso es que habían colonizado el único bar del pueblo que servía comidas y no había forma humana de conseguir una mesa para comer algo. Otra cosa no pero, a estas alturas, uno tiene recursos para casi todo, así que valiéndome de mi condición de abuelito desvalido me colé en la barra y conseguí una cerveza y una tabla de quesos y embutidos que degusté en unos taburetes del exterior mientras escuchaba las conversaciones super-pijas de tres señoras de mi quinta que estaban al lado.

                Terminada mi pantagruélica comida me di una vuelta por el pueblecito acompañado de dos perretes muy simpáticos ( de siempre he tenido imán con los peludos ). Al pasar por una de las casas un joven con aspecto de fumado ( tenía un porro en la boca ) llamó a uno de ellos que acudió rápido. Le pregunté si eran suyos y me dijo que el que había llamado sí pero el otro era “ del pueblo “. Había aparecido allí hace unos años y se había quedado. Recorría las calles, se tumbaba a tomar el sol y todos los habitantes lo conocían, le daban de comer y, cuando hacía frio, lo metían en alguna casa para que durmiera calentito. No me lo traje por lo complicado del transporte hasta Murcia.

                Hice fotos del pueblo y del precioso entorno y regresé por una carretera diferente que me aconsejó el fumado y, la verdad, mucho mejor que la que me había llevado hasta allí.











                Si no fuera por las dificultades logísticas que supone vivir allí ( te quedas sin tabaco y ¿ que haces ? ) no me importaría venirme a vivir a este lugar. Tranquilidad, silencio, paisajes increíbles y un perro que te haga compañía. La combinación perfecta.

                Tras estas ensoñaciones regresé a mi punto de partida pasando por Salas de Barrios, un grupito de pueblos cercanos a Ponferrada sin mayor interés y que forman un a modo de pequeñas urbanizaciones cercanas a la capital del Bierzo.

                Cuando llegué a Cacabelos se había pasado la hora de la siesta, así que me di una vuelta por el pueblo sin nada que me llamara la atención. Gran parte de su economía se basa en el trasiego de peregrinos ( albergues, hostales, sitios de comidas, etc. ). Regresé al hotel haciendo una foto a una casa típica del mismo,  hice algunas compras en la tienda del establecimiento, cené y a la cama para emprender el regreso al día siguiente.



            Emprendí la vuelta temprano para llegar a mediodía al sitio donde pensaba pernoctar que no era otro que Chinchón. He estado varias veces en el mismo pero esta era la primera ocasión en que veía su Plaza Mayor montada para la celebración de espectáculos taurinos, que poseen un gran arraigo en la villa desde hace cientos de años. No podía dejar de fotografiarla.





            Comida, siesta y paseo por la tarde para terminar la jornada con una bonita foto nocturna desde el mirador de la iglesia.



                     Y al día siguiente vuelta a casa.

             Si alguien me dijera cómo definiría con una sola palabra la sensación que me ha producido mi recorrido por el Bierzo le contestaría sin dudar: PAZ. Es un lugar que te hace olvidar el estrés diario de las ciudades, con un ritmo de vida pausado, pequeños pueblos donde todos se conocen y ayudan y paisajes espectaculares además de una rica gastronomía. Por el contrario también reconozco que la vida en ellos, sobre todo en las estaciones más frías, debe resultar bastante dura. Todo en la vida tiene su ying y su yang. En cualquier caso, recomiendo vivamente una visita a esta comarca leonesa durante unos días para recargar las pilas pero, si es posible, venid en moto para disfrutar sin sustos de sus enrevesadas carreteras.

 

  Pinchad sobre las fotos para ampliarlas y …    ¡ Hasta la próxima !