jueves, 13 de abril de 2023

 


                                                    

                                                        HUELVA

 

5 y 6 de Abril

 

La distancia desde Sagres hasta Huelva no es excesiva ( 215 kms. ), transcurriendo el viaje con normalidad y llegando a la capital onubense con tiempo suficiente para buscar el hotel ( Hotel Senator, muy céntrico pero con necesidad de alguna actualización ) y poder dejar el coche en una zona de ORA hasta las 20 h.

Colocación del equipaje y paseo por los alrededores para ubicarme adecuadamente y buscar sitios para darme los caprichos que traía en mente. En uno de ellos degusté unos ricos caracoles ya que la temporada de recogida había comenzado.

En otro saboreé las afamadas gambas de Huelva pero llevad cuidado con las cantidades que pedís. Yo me pedí media ración y me trajeron esto que veis más abajo que a ojo de buen cubero debía llevar por lo menos docena y media.




Y así continué con un salmorejo, unas puntillitas, unas tortitas de camarones hasta que me dije a mi mismo que para ser el primer día ya estaba bien y retirarme para una espléndida siesta.

A media tarde salí para ver algo de esta antiquísima ciudad y, si había suerte, contemplar el paso de alguna procesión.

Callejeando llegué hasta una plaza donde erige una gran estatua en honor del insigne Juan Ramón Jiménez.




Y continuando calle abajo me encontré con el edificio de la Universidad y anejo al mismo con la Catedral, edificio de estilo barroco construida con ladrillo revocado y dividida en tres cuerpos separados por cornisas con un portón de entrada de medio punto y con la parte central concebida a modo de gran retablo con hornacinas enriquecidas con esculturas en barro cocido.




No pude ver el interior porque, casualmente, en ese momento salía una procesión de la misma y cerraron las puertas pero tenía anotado que conserva algunas obras de Juan Martínez Montañés.




 En Huelva cada cofradía procesiona un único paso para luego juntarse todas las que salen ese día y recorrer juntas la Carrera Oficial. Después continué el paseo hasta que anocheció y me fui al hotel a preparar el itinerario del día siguiente.

El recorrido que pensaba hacer era por lugares de interés cercanos a la capital y el primero de ellos se trataba de Punta Umbría distante 20 kms.

Punta Umbría es una población de más de 15000 habitantes con vestigios de haber sido habitada por los romanos pero que, en realidad, es un lugar de reciente creación ya que no fue hasta 1963 cuando se segregó de Cartaya. Su historia ha estado ligada a la Compañía Española de Minas de Rio Tinto, experimentando un auténtico boom turístico a finales del S. XX.

Su fama es debida en parte a sus playas, de extensión extraordinaria y finas arenas, destacando la de El Portil y la de La Bota.





    En su casco urbano podemos encontrar la Torre Umbría o Torre Almenara, construida en el S. XVI por orden de Felipe III para vigilar la costa del ataque de los piratas.




Si no hubiera sido por la hora que era me hubiera comido con gusto algunas de sus famosas sardinas asadas, pero a las 9,30 h. como que no.

Desde allí recorrí otros 30 kms. para llegar al Monasterio de La Rábida, enclavado en una amplia y bien cuidada extensión de terreno que alberga también un extenso parque para el ocio y el Muelle de Las Carabelas.

El origen del mismo parece estar en un pequeño morabito árabe ( monjes-caballeros a similitud de las órdenes cristianas ). Estos morabitos se denominaban rábida o rápita, de ahí el nombre del edificio.

En el S. XIII fue conquistado por tropas cristianas y en 1412 el Papa Benedicto XIII concedió la bula para que un pequeño grupo de monjes franciscanos se constituyeran en comunidad.

El lugar tomó gran importancia con la llegada de Cristóbal Colon y su hijo que encontraron aquí refugio y apoyo antes de que Colon emprendiera su viaje, sobre todo por parte de fray Antonio de Marchena el cual, entre otras gestiones, lo puso en contacto con Martín Alonso Pinzón, rico armador de la zona que le proporcionó ayuda económica y colaboró en el reclutamiento de los marineros que le acompañarían. Martín Alonso Pinzón se encuentra enterrado en el monasterio.

El edificio es de planta medieval y se encuentra frente a unos bonitos jardines con diferentes especies.





    Se accede al mismo y, tras pagar la entrada ( en mi caso 2,50 euros ) se van recorriendo las distintas dependencias de la mano de una audioguía, el recibidor, el claustro de los peregrinos …



          
… el claustro mudéjar que alberga en el segundo piso una reproducción de las carabelas

  




   … la iglesia …



… el refectorio …




… la sala capitular …




… y la Capilla de la Virgen de los Milagros, patrona del municipio y ante la que Cristóbal Colon rezó el día anterior de su partida.



        

   Completada la visita me dirigí hasta el Muelle de Las Carabelas, lugar de ocio y esparcimiento para los más pequeños que disfrutan como locos subiendo a las reproducciones a tamaño real de las tres carabelas y escudriñando todos los rincones de las mismas.

 




A 4 kms. del Monasterio se encuentra Palos de la Frontera, bonito pueblo de placitas y calles de viviendas encaladas donde me senté a tomar algo en una plaza situada justo en frente del que podríamos denominar el Ayuntamiento más original de España. Juzgad vosotros mismos.





Muchas fallas de Valencia no tendrían nada que envidiarle.

Ya saliendo del pueblo se encuentra la iglesia de San Jorge, realizada en el S. XV en estilo gótico-mudéjar y que en el momento de realizar una foto se encontraba adornada por las figuras hieráticas de dos cigüeñas que parecían auténticas esculturas que formaran parte del templo.





El último punto a visitar era Moguer cuna natal del poeta y Premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez.

Tenía intención de visitar varios lugares de la villa que había anotado: el castillo, el puerto, la casa natal de J.R Jiménez, el Monasterio de Santa Clara y algún otro, pero me sorprendió una procesión que recorría el pueblo, haciendo imposible la circulación y mucho menos aparcar el coche. Así que tuve que dejar estos lugares para otra ocasión en que transite por estas tierras.

Regresé a Huelva para comer, descansar y a media tarde acercarme hasta la Carrera Procesional para hacer alguna foto de la estatua de Colon y de algunos pasos que cruzaron frente a mi.





    El tema era que ya había recorrido todos los lugares previstos y ¡¡ me sobraba un día !!, no pudiendo adelantar el regreso so pena de perder la reserva en el hotel reservado en Granada. De manera que después de cenar me fui al hotel cavilando en que podría emplear la mañana del día siguiente ya que la tarde podría pasarla viendo las procesiones del Viernes Santo.

 

7 de Abril

 

La almohada me ayudó a pensar y decidí que era una buena idea recorrer algún que otro pueblo de la Sierra de Aracena que tan buen sabor de boca me había dejado.

Sin dudarlo desayuné y me subí al coche para dirigirme hacia donde había planeado la noche anterior.

Tranquilamente fui ascendiendo por preciosas y estrechas carreteritas de montaña, dejando al paso pueblos que, de no haber sido Viernes Santo, hubiera visitado con fines concretos: Valverde del Camino a ver si encontraba unos zapatos chulos, Jabugo para traerme una pieza loncheada y envasada de su exquisito jamón, pero supuse que estaría todo cerrado y era perder el tiempo.

De esta guisa me planté tras recorrer 100 kms. en Almonaster la Real, precioso pueblecito serrano con algunas maravillas por descubrir. Los restos más antiguos encontrados datan de la época romana, teniendo la villa gran importancia durante la dominación árabe momento en el cual se levantó la mezquita que luego visitaría. En los dos últimos siglos ha sido un importante núcleo minero que ha aportado prosperidad al pueblo.

Aparqué en un lugar reservado a ello al principio del pueblo y me dispuse a visitar lo más destacado del mismo. Desde el principio me llamó la atención que, aunque era relativamente temprano, el pueblo tenía mucha vida. Gente que iba y venía saludándose como solo se saludan en los pueblos, pequeñas tiendecitas y bares abiertos, gente sentada en los jardines tomando el tibio sol de media mañana. Un pueblo que respiraba cordialidad y calidad de vida.

Paseando llegué hasta la iglesia de S. Martín del S. XIV que no me importó encontrar cerrada ya que lo más llamativo de la misma se encuentra en el exterior y es la denominada Puerta del Perdón, realizada toda ella en piedra en estilo manuelino y considerada el único ejemplo de este estilo en toda Andalucía y que si se puede encontrar en varias iglesias del vecino Alentejo.

Presenta un gran arco carpanel que se apoya en dos baquetones con pináculos laterales y decoración floral y que presenta en el centro el escudo de armas de Alonso Manrique de Lara, arzobispo de Sevilla de 1523 a 1528.




   Continué calle abajo para seguir las indicaciones que me llevaron hasta una vereda que rodea el camino de ronda y te deposita frente a la construcción más importante del municipio y que se divisa desde cualquier punto del mismo: la mezquita árabe.

 




Está elevada sobre una colina y las primera referencias que se tienen datan de la época romana donde parece que existió un enclave militar junto a un edificio de carácter sagrado. Posteriormente, en el S. VI, se convirtió en un monasterio visigodo ( de ahí el nombre de Almonaster ). Entre los S. IX y X, en plena dominación árabe, se levantó la mezquita, utilizando materiales de las construcciones romas y visigodas previas, pasando a tener gran importancia durante el califato de Córdoba. En el S.XIII los cristianos conquistaron Almonaster y, respetando la mezquita, la convirtieron en ermita.

El conjunto ha sufrido numerosas remodelaciones fácilmente apreciables, hasta el punto de que anexa al mismo hoy se encuentra la plaza de toros de la localidad.

Con todo ello aún se pueden apreciar en su interior la organización clásica de los lugares de culto islámico: el patio de las abluciones ( sahn ) o la sala de oración ( haram ).

La fábrica del edificio es de ladrillo, sillares de granito y mampostería. Fuera se levanta un alminar de planta cuadrada.

En época cristiana se le añadió un ábside, una sacristía y un pórtico.







    Ni que decir tiene que las vistas desde el lugar son espectaculares.





    Terminada mi visita descendí por empinadas callejuelas que me llevaron de nuevo hasta la iglesia y aprovechando para hacer algunas fotos de rincones de este pueblo encantador.





    Subí de nuevo al coche para dirigirme a la cercana Cortegana, distante tan solo 6 kms. y visitar su bien conservado castillo.

Cortegana es otro pueblo de la Sierra de Aracena que hunde sus raíces, como casi siempre, en la época romana para pasar después por la visigoda, árabe y terminar definitivamente en la cristiana. Su monumento más importante es su castillo, al cual me dirigí pudiendo aparcar a los pies del mismo.

Se trata de una edificación de tamaño más bien reducido y que formaba parte de la línea fronteriza defensiva de estas tierras y cuya función principal era detectar la presencia de huestes enemigas y dar aviso a otros castillos cercanos de su presencia, bien mediante señales de humo bien mediante el envío de soldados a caballo.

Está rodeado por una cerca defensiva ( donde por cierto perdí mis gafas de sol ) y el alcázar propiamente dicho, de reducidas dimensiones y que es la parte visitable.

Después de abonar los 2,5 euros de la entrada, una guía nos indica los lugares que podemos ver: el pequeño patio de armas con un aljibe en el subsuelo, las habitaciones interiores incluyendo una pequeña capilla y la zona superior con las torres defensivas, en una de las cuales han situado un extraño aparato de madera al que el lector puede encontrarle alguna utilidad.








    Quizás lo más importante de esta construcción es su buen grado de conservación en comparación con edificios similares ya que, por lo demás, no tiene elementos que lo hagan destacable.

Recorrí el pueblo sin bajarme del coche y sin que me llamara la atención nada especialmente, así que decidí volver a Almonaster para comer espléndidamente en un lugar que había fichado a la ida.

Un ratito de reposo y vuelta a Huelva para descansar y, como en días anteriores, acercarme e media tarde a ver los pasos del Viernes Santo.






8 y 9 de Abril

 

Como a la ida estos dos días no tienen mayor interés. El Sábado Santo salí de Huelva para dirigirme a Granada y buscar mi hotel ( Macia Cóndor ), algo alejado del centro y bastante ruidoso porque me tocó una habitación al lado de los ascensores. Paseo por los alrededores, cenita y a dormir.

            El domingo recorrido por carreteras conocidas y llegada a casa al mediodía.

 

Este viaje estaba organizado para realizarlo con mi moto y, dado el buen tiempo que me ha hecho y las carreteras por las que he circulado hubiera resultado precioso. La envidia me corroía cada vez que me encontraba con un grupo de moteros.

Pero también es cierto que dada su duración ( 9 días ) y mis condicionantes ha sido mucho más cómodo realizarlo en coche. En fin, habrá que irse acostumbrando.

Paro Mayo tengo dos opciones que estudiaré en profundidad antes de decidirme.

 

           ¡¡ Sed felices y seguid viajando !!

miércoles, 12 de abril de 2023

 

                                            COSTA VICENTINA

               

                Circunstancias que no vienen al caso me han llevado a replantearme la forma de seguir ejerciendo  mi afición por viajar. En la vida hay veces que hay que pararse a pensar y, por mucho que el corazón te pida algo, el cerebro te indica que no hay que confundir el deseo con la realidad.

                De manera que, sin renunciar a seguir viajando, he decidido cambiar las dos ruedas por cuatro, sustituyendo mi querida Burgman 650 por una pequeña Vottam 300 c.c para matar el gusanillo y realizar recorridos cortos que mantengan viva la llama.

                Así que seguiré contando en este blog  mis viajes lo más detallados posibles. Había pensado en crear otro pero es una pena desperdiciar las 5000 visitas que lleva.  A mi  me sirve de estímulo y entretenimiento y a quién lo visite espero que encuentre ideas para realizar sus sueños viajeros. A fin de cuentas la vida es eso: conocer lugares y gentes, ver sitios que no te imaginabas que existen, descubrir paisajes, olores y sabores distintos a los habituales y, en resumen, sentir que sigues vivo y dispuesto a experimentar nuevas cosas porque, si te paras, mala señal amigo lector.  

                De entre los buenos amigos portugueses que conservo, algunos habían coincidido en que su lugar preferido del país era una zona conocida como la Costa Vicentina . De manera que he rescatado una ruta que tenía organizada antes de la pandemia para hacerla en moto y la he fusionado con otra planificada hace varios meses por Huelva, de esta forma mataba dos pájaros de un tiro … aunque fuera en coche.

                La Costa Vicentina se sitúa en el litoral sudoeste de Portugal con una extensión de unos 150 kms. y está enclavada en el Parque Natural do Sudoeste Alentejano y Costa Vicentina.

                Es una sucesión continua de playas, unas con inmensos arenales y otras delimitadas por enormes acantilados de esquisto y piedra caliza. Todo ello se salpica de pequeños pueblecitos con encanto y de una variada flora ( alcornoques, quejigos, madroños, pinos, eucaliptos, acacias, etc. ) y fauna ( varias especies de águilas, halcón peregrino, cernícalos, cigüeñas, siendo éstas las únicas en todo el mundo que anidan en roquedos marítimos ). Esta diversidad de fauna se completa con varias especies de mamíferos, anfibios y reptiles.

                Así pues, con esta información previa, me dispuse a recorrer este algo desconocido lugar del país vecino aprovechando los días libres de que disponía en Semana Santa.

                Como el viaje dura 9 días, para no hacer su relato muy pesado ( suponiendo que haya alguien a quien le interese ) lo he dividido en dos entradas, una Costa Vicentina  y otra Huelva.


1 y 2 de Abril

 

                La primera etapa no tiene mucho que contar. Desde Murcia se llega a Puerto Lumbreras para tomar la A-92 que, pasando por Granada, te lleva hasta Sevilla. Había elegido para pernoctar un hotel algo alejado del centro, primero porque mi intención no era recorrer una ciudad que conozco muy bien de múltiples visitas anteriores y segundo porque, en los albores de la Semana Santa, los hoteles más céntricos se suben a la parra y colocan tarifas desorbitadas.

                Así que como mi intención era simplemente descansar del viaje para seguir al día siguiente había elegido el M.A Hotel Sevilla Congresos, un hotel muy cómodo y moderno y con un precio adecuado, nada que ver con los hoteles del centro.

                Dediqué la tarde a pasear por los alrededores y, después de cenar tempranito, me retiré para continuar el viaje al día siguiente.

                Amaneció espléndido, con una temperatura impropia de esta época del año. Así que, después de desayunar, me dispuse a continuar mi camino y adentrarme en la provincia de Huelva para llegar hasta Aracena donde tenía previsto visitar un par de sitios antes de entrar en tierras portuguesas.

                Desde Sevilla hasta Aracena hay unos escasos 87 kms. que se recorren tranquilamente por una agradable carretera de montaña bordeada de quejigos y castaños y en la que hay que llevar cuidado porque es relativamente fácil que se te cruce algún lince o alguna gineta.

                Aracena es una antigua plaza árabe que poseía una situación estratégica y donde se construyó una alcazaba que, posteriormente, con la conquista cristiana por el rey de Portugal Sancho II en 1231 se transformó en un castillo bajo el cual se encuentra uno de los lugares que venía a visitar: la Gruta de las Maravillas. Pasó a formar parte del Reino de Sevilla durante el reinado de Fernando II El Santo que continuó con su hijo Alfonso X El Sabio que repobló la zona con astur-leoneses y gallegos y completó la construcción de la iglesia-fortaleza.




                Hoy en día es un importante enclave turístico debido sobre todo al descubrimiento de la Gruta de las Maravillas objeto de mi visita.

                Como era temprano y la entrada la tenía a las 12,15 h. me dediqué a recorrer el pueblo, llamándome la atención la gran cantidad de esculturas diseminadas por el mismo. Esta iniciativa surgió en 1986 y ha dotado a Aracena de un extenso patrimonio cultural que acoge la obra de más de 50  autores contemporáneos de primer nivel, constituyendo un auténtico Museo al aire libre y que es el mayor de España en cuanto a piezas que lo componen.





                    También desgrané el tiempo de espera viendo un precioso lavadero público cuyas aguas se nutren directamente de las que se filtran desde la Gruta de las Maravillas.  



      

                        Llegada la hora de entrada me situé en la fila para iniciar el recorrido.

                Este auténtico Monumento Nacional se encuentra en pleno centro de Aracena. Las entradas se pueden adquirir on-line ( recomendable ) en la página web del Ayuntamiento de Aracena o bien de manera presencial en la misma Gruta ( aunque es posible que estén agotadas ).  Los precios varían entre los 10 – 15 euros y permiten el acceso al Museo del Jamón y al Castillo.

                La Gruta de las Maravillas es una cavidad freática que se formó durante miles de años por la acción erosiva de las aguas filtradas sobre la roca caliza donde se asienta el castillo. La longitud total es de 2130 ms. de los cuales son visitables 1400, pudiendo apreciar formaciones cársticas de extraordinaria belleza, con estalactitas y estalagmitas, aragonitos, coraloides, etc. que forman rincones con nombre propio: Sala de las Conchas, Sala de los Brillantes, Salón del Gran Lago, Salón de la Cristalería de Dios, etc.

                De alguna forma me recordó, sin entrar en comparaciones, a otra formación cárstica que visité en la provincia de Ávila: las cuevas del Águila y que también me impresionó por su belleza.

                Lamentablemente estaba terminantemente prohibido hacer fotos durante el recorrido, así que ( mis disculpas de antemano ) he recurrido a internet para tomar alguna foto y que os hagáis una idea de la belleza del lugar que, si pasáis por aquí, os recomiendo vivamente su visita.




                           



                Terminada la visita fui en busca de un lugar que no llevaba planificado pero que me había recomendado visitar un compañero del hospital y que se hallaba de paso en el cercano pueblo de Alájar. Se trataba de la Peña de Arias Montano. Es un lugar considerado telúrico enclavado sobre una montaña caliza y al que se retiró a meditar Benito Arias Montano, que fue bibliotecario del Monasterio del Escorial en tiempos de Felipe II, así como alquimista y astrólogo.

                El lugar se haya plagado de cuevas de las que solo algunas son visitables y en él creó Arias Montano un gran jardín y estableció un observatorio astronómico. Posteriormente se erigió en el S. XVI un santuario dedicado a Nª Sª de los Ángeles, de gran devoción entre los habitantes de los pueblos aledaños. En el S.XVIII se levantó la iglesia parroquial con una esbelta torre.


                                        

                            


                    También se pueden apreciar otras estructuras como una portada almohadillada llamada Arco de los Novios porque dicen que “ novios que pasan novios que se casan “, así como una pintoresca espadaña que mira al horizonte y que está flanqueada por dos garitas de significado incierto. Las vistas desde allí son muy bonitas.







                 Como veis un lugar llamémosle “ diferente “ pero que a mi amigo le impactó la primera vez que lo visitó. Alguna razón hubiera para ello.

                Como ya era hora de comer bajé hasta Alájar para, en uno de los varios restaurantes existentes en la plaza del pueblo, reponer fuerzas acompañado de unos simpáticos vecinos propiedad de un grupo de hippies que, por lo visto, abundan mucho por la zona quizás atraídos por el encanto pseudo místico/telúrico/astronómico que dicen tiene el lugar.




                Terminada la comida continué el viaje  hacia el lugar donde tenía pensado pasar la noche ya en tierras portuguesas.

                Este no era otro que Beja que, si bien no pertenece a la Costa Vicentina, me permitía iniciar al día siguiente el recorrido de la misma desde un lugar relativamente cercano.

                Beja es una ciudad que pertenece a la comunidad intermunicipal del Baixo Alentejo. Se cree que tiene un origen céltico, allá por el 400 a. C y, durante la época romana, fue sede de una de las cuatro divisiones de la Lusitania que creó el emperador Augusto.

                Posteriormente pasaron los suevos, alanos y visigodos para ser conquistada por los árabes y formar parte del Reino Taifa de Sevilla ya con su nombre actual, para pasar en 1262 de forma permanente a manos cristianas.

                La verdad es que, no sé si por ser domingo o por algún otro motivo, la impresión que me causó esta ciudad no fue nada positiva. Calles estrechas y con poco encanto, edificios mal conservados con ese poso de dejadez que he visto en otras ciudades portuguesas. Ausencia de vida en las calles donde la mayoría de gente que encontré eran inmigrantes ( sobre todo indios y paquistaníes ) que dejaban correr las horas dormitando al sol sobre bancos o charlando sentados en los bordillos y ,como ya he dicho, era festivo con lo que estaban cerrados todos los establecimientos comerciales y lugares de restauración.

                De manera que busqué mi alojamiento y aparqué en un lugar cercano que, a día de hoy, aún no se si estaba permitido.

                En Portugal son muy populares los llamados “ alojamientos locales “, establecimientos a mitad de camino entre casas rurales y lo que nosotros llamaríamos pensiones que por un precio bastante asequible ( entre 50-60 euros la noche y que en muchos casos incluyen el desayuno ) te ofrecen una habitación con baño privado relativamente aceptable.

                En mi caso había elegido uno que respondía al pomposo nombre de Guest House Stories. Una amable encargada me hizo el chek-in y me indicó como llegar a mi habitación situada en un segundo piso con dos tramos de escaleras casi verticales que invitaban a un bonito descalabramiento. Las habitaciones estaban dedicadas cada una a un escritor portugués y la mía, aunque pequeña y algo incómoda, permitía la función de pasar la noche para continuar mi periplo. Dejé las cosas y fui a ver lo que traía anotado como más relevante del lugar.

                Lo más destacable de Beja es su castillo. Se trata de un castillo medieval construido por orden del Rey D. Dinis en el S. XIII sobre unos cimientos romanos. Su planta es pentagonal y consta de seis torres, entre ellas la torre del homenaje considerada como una de las más bellas de Portugal.






                      Lógicamente no pude visitar el interior. ¡¡ Si no había un maldito bar abierto en toda Beja lo iba a estar el castillo !!.

                El otro punto a visitar era la Catedral, al lado mismo del castillo. Está dedicada a Santiago el Mayor y fue construida en el S. XVI en estilo manierista.




                        Pude entrar porque había misa y lo más destacable de su interior es un conjunto de azulejos típicos portugueses en blanco y azul que decoran las capillas laterales.






                 Bien, una vez visto lo más representativo de la ciudad, me enfrentaba a una ardua tarea: encontrar un sitio donde cenar algo antes de irme a la cama. Misión imposible. Me recorrí casi toda Beja y lo más parecido que encontré a un abrevadero fue una tienda regentada por indios vs pakistaníes con productos variopintos en la que mi sexto sentido de digestólogo avezado me hizo dar media vuelta. De manera que en ayuno y abstinencia me fui a dormir pensando en el desayuno del día siguiente ( no pasa nada por no cenar una noche, solo unos molestos ruidos intestinales que desaparecen en cuanto consigues dormirte ).

                Café con leche, una tostada, algo de bollería y un zumo reconfortaron mi espíritu y me ayudaron a descender mi particular Everest con el equipaje sin partirme la crisma. Salí de Beja pensando que, salvo extravío o causa de fuerza mayor, era harto improbable que volviera a revisitar esta alegre ciudad.


3 de Abril           

 

                Mi primer destino ya en la Costa Vicentina era Sines, separada de Beja por 98 kms. que se recorren por buenas carreteras aunque ayudado por mi Google Maps. Aquí os quiero contar algo. En Portugal existen 3 tipos de carreteras: las comarcales, regionales o nacionales como en España, las autovías/autopistas con peaje manual en cabinas también igual que en España y las de peaje electrónico que tienen varias formas de pago. Para estas últimas yo os recomiendo el Easytoll Portugal On Line. La cosa es bien sencilla, accedéis a este enlace https://www.portugaltolls.com/es#easytoll y allí asociáis la matrícula de vuestro vehículo con una tarjeta de crédito. Cada vez que paséis por un tramo de estas autopistas, foto al canto y cargo en la tarjeta. Tiene una validez de 30 días desde el momento en que realicéis el trámite pero es una manera cómoda de despreocuparos en vuestro recorrido. Si es de pago manual pagáis y ya está y si es de pago electrónico hacéis el trámite anterior y ¡¡ a recorrer Portugal sin preocupaciones !!.

                Así que recorriendo diferentes carreteras portuguesas llegué a Sines.

                Sines es famosa por dos motivos: ser la cuna del navegante portugués Vasco de Gama y poseer la más grande y primera zona portuaria de Portugal. Cuando llegué y siguiendo mi instinto de veterano viajero aparqué justo al lado de su castillo. Su historia pasa por romanos, visigosos, vándalos, etc. etc. hasta que en el S. XIII fue confiada a la Orden de Santiago con sede en Santiago do Cácem.

                El castillo conserva su estructura medieval, las murallas coronadas de almenas y la Torre del Homenaje.




     Lo fui recorriendo en su perímetro hasta darme de bruces con la estatua de Vasco de Gama, insigne marino portugués que fue el primer europeo en llegar a la India por vía marítima ( Ruta de las Especias ).




Bordeando el castillo pude apreciar los cañones defensivos originales que defendían la ciudad de ataques de piratas y corsarios.




Estaba cerrado y no pude acceder al interior pero si hacer una foto desde la puerta de acceso.




    Callejeé un rato y volví a por el coche para salir de Sines, no sin antes hacer unas fotos de su puerto y su magnífica playa.





        Del siguiente punto me separaban tan solo 16 kms. que se convierten en un auténtico espectáculo de playas vírgenes y solitarias que te obligan a parar y fotografiarlas cada dos por tres.






De esta manera se llega a Porto Covo.

Porto Covo  es un pequeño pueblecito, casi desconocido, pero que en los últimos años se ha convertido en un lugar turístico muy demandado. Sus playas y sus paisajes constituyen un reclamo para turistas de toda Europa.

Consta de una encantadora placita central de la que parte la calle principal llena de restaurantes y tiendas de regalos que te lleva hasta un mirador donde poder apreciar su costa y un pequeño y encantador farito.





Paseé tranquilamente por ella, disfrutando de la buena temperatura y de la escasa aglomeración de turistas que aquí se concentran en la época estival. Entré en una tienda para comprar algún recuerdo y me llamó la atención el perfecto español que hablaba la encargada ¡¡ es que era de Bilbao !!. Os ahorro la explicación del motivo por el que terminó allí.

Después de un estudio prospectivo de lo que ofrecían los diferentes restaurantes, opté por uno de ellos donde me zampé unos entrantes y una rica sapateira ( buey de mar relleno ) que me compensó de mi abstinencia en Beja.

Os recomiendo vivamente visitar este lugar encantador salvo en época estival donde, además de preciosos paisajes os podéis encontrar curiosidades como las llamadas " cabinas de lectura ". Son similares a las antiguas cabinas de teléfonos, solo que están abiertas y dentro hay libros. Tu llevas un libro y lo dejas, cogiendo el que más te apetezca. Una vez leido lo devuelves y coges otro y así ... Esto en España ( por razones que todos conocéis ) tienen difícil implantación.




 

El último lugar de este día se encontraba a tan solo 20 kms. y, tras reposar la sapateira y un agradable paseíto puse rumbo para buscar el sitio que había elegido para pasar la noche.

Vilanova de Milfontes es una población portuguesa situada junto al rio Mira y que es famosa por sus increíbles playas. Es un lugar eminentemente turístico que en época estival rebosa de guiris ávidos por disfrutar de su costa.

Había elegido otro alojamiento local, en este caso el Sol da Vila, más cómodo que el de Beja con habitaciones más amplias y ¡¡ sin escaleras !!. De modo que tras encontrar aparcamiento y dejar las cosas fui a darme una vuelta por el pueblo y ver que me encontraba.

El núcleo central no es excesivamente grande, con calles paralelas donde se puede apreciar la típica estructura alentejana, casas de dos alturas como máximo pintadas con los característicos tonos azules y amarillos.




En esta época no hay excesivas aglomeraciones, por lo que se puede pasear tranquilamente y llegar hasta uno de los lugares más emblemáticos: el castillo, que es más conocido como Fuerte de San Clemente. Se trata de un fuerte moderno construido a finales del S. XVI y principios del S. XVII y cuya misión era la defensa de la villa y el puerto de la acción de los corsarios. Se levantó a unos 1500 ms. de la desembocadura del rio, con las baterías apuntando hacia la misma. Estaba armado con cinco piezas de artillería y algunos mosquetes y arcabuces  pero su dotación humana era muy escasa, estando constituida a veces por un único defensor que se encargaba de la artillería.

Mantuvo esta función con más o menos éxito hasta que ya el 1903, tras la desactivación, el estado lo vendió en subasta pública y quedó abandonado hasta 1939 en que se convirtió en vivienda y unidad hotelera. Hoy tiene una función de vivienda temporal y está clasificado como “ inmueble de interés público “.

Disponía de dos baluartes triangulares y un foso que aún se conserva aunque convertido en un pequeño jardín con grandes hiedras que ascienden por las paredes.





Me senté en un banco cercano junto a un lugareño que paseaba a su perrito y el hombre me informó que el mejor momento para apreciar la belleza de las playas es por la mañana temprano así que, como estaba anocheciendo, decidí continuar mi paseo y buscar un lugar para cenar y ver las playas al día siguiente antes de partir. Una pizza bastante rica en un italiano cumplió su función y me retiré a mi alojamiento.


4 de Abril

 

Después de desayunar en una cafetería cercana y cargar el coche busqué un cartel que indicaba “ Praias “ y seguí el camino hasta desembocar en un mirador donde aparqué.

Realmente el espectáculo era fascinante. Hasta 9 playas, cada una con su nombre propio, se podían apreciar desde allí. Playas enormes de arena con montículos de piedra, que formaban pequeñas islitas e istmos en función de la marea y que se adentraban hacia la desembocadura del rio. A esa hora la presencia humana era casi nula, solo un padre con su hijo que descendían con su tabla de surf bajo el brazo pero me imaginé que, en temporada alta, la imagen debía de ser muy distinta.







Retomé mi camino para continuar mi segundo día por la Costa Vicentina y dirigirme hacia el primer pueblo seleccionado.

Tras 26 kms. llegué a Odemira, población con 6000 habitantes y que es el mayor municipio portugués., ya que consta de hasta 14 freguesías ( organizaciones administrativas en las que se divide un municipio o concelho ). El lugar tiene bien ganada fama por su cerámica y por la sede de un festival de rock que se celebra la primera semana de Agosto ( festival do Sudoeste ). Está situada sobre un monte con bonitas vistas pero con calles estrechas y empinadas que hacen casi imposible dejar el coche, así que me limité a recorrerla sin bajarme del mismo y renunciar a visitar alguna tienda en la que comprar algún ejemplar de su famosa cerámica.

Tras otros 26 kms. por una carreterita de montaña con preciosas vistas se llega al segundo punto a visitar en el día. Se trata de Odeceixe, un pequeño rincón escondido que atrajo en los años 70 a hippies y amantes de la vida natural cuando era desconocido para el turismo. Está considerada como una de las 7 maravillas de Portugal y es uno de los “ tesoros escondidos de Europa “.

Tras aparcar recorrí el pueblo fotografiando lugares que me llamaron la atención, uno de ellos un curioso árbol con el tronco rodeado por tapetes de ganchillo de diferentes colores. Recordé que había visto algo similar en España en una ruta con la moto, pero no recordaba ni el sitio ni el significado de esta curiosa costumbre.






Siguiendo la ruta prevista a tan solo 9 kms. se encuentra Rogil, núcleo que cuenta con importantes ganaderías.




El pueblecito en si no tiene mucho que ver pero si merece la pena acercarse por el camino señalizado aunque no asfaltado para ver sus playas, en especial la Playa Vale dos Homes y la Playa de Amoreira. Son playas no excesivamente grandes, a las que hay que descender por caminos algo complicados y que se encuentran al abrigo de grandes acantilados que las protegen del oleaje. Cuando llegué pude divisar a tres o cuatro personas que paseaban por ellas jugando con sus perros.






Desde Rogil, tras escasos 7 kms. se llega a Aljezur, ciudad que cuenta con 2700 habitantes y cuyo casco se sitúa en las laderas de tres cerros, sobre el mayor de los cuales se erige el castillo. Al llegar pregunté como subir hasta el mismo, ya que era el punto más llamativo del pueblo y desde el que se observaban las mejores vistas.

El aspecto actual del mismo es bastante descorazonador. Aunque su construcción es atribuida a los árabes, restos arqueológicos encontrados parecen datarlo en una época anterior. Fue el último reducto árabe conquistado por tropas cristianas en 1249 bajo el reinado de D. Alfonso III y después donado a la Orden de Santiago. Hoy quedan escasos restos de alguna de sus torres, varias tumbas del período islámico encontradas en excavaciones, la cisterna que es la parte mejor conservada y el montículo central sobre el que se sitúa una gran bandera de Portugal.







Desde aquí las vistas son muy bonitas, con el pueblo extendiéndose por la ladera y pudiendo apreciar el cauce del rio ( hoy seco ) que en su día era completamente navegable hasta el S. XVI.




Terminada la visita me encaminé hacia el último punto del día donde haría noche y en el que finalizaba mi recorrido por la Costa Vicentina.

Sagres se encuentra a 43 kms. de Aljezur y es una ciudad eminentemente turística que atrae a gran cantidad de aficionados al surf y otros deportes acuáticos, además del interés que despierta el Cabo de San Vicente.

El lugar elegido para pernoctar era un auténtico hotel ( ¡¡ por fin !! ) con un nombre algo pomposo: Mareta Beach-Boutique Bed&Breakfast, pero con una buenas instalaciones, habitaciones grandes y cómodas camas, además de poder aparcar en la puerta del mismo.

Dejé el equipaje y, como era la hora adecuada, bajé a comer en el restaurante anexo y pude echarme una pequeña siesta antes de completar el circuito.

Desde Sagres una larga carretera sin curva alguna te lleva hasta el Cabo de San Vicente y el faro del mismo nombre, pero antes paré en una afamada tienda de cerámica ( Artesanato a Mó ) que exhibe en su entrada algunas de las piezas que se pueden adquirir.





             La tienda es grande y tiene gran cantidad de productos, algunos más logrados que otros, pero la atención es pésima. Cuando fui a pagar los recuerdos que había adquirido, un señor mal encarado que supuse el dueño me atendió sin dejar de hablar por el móvil, indicándome que no se podía pagar con tarjeta y que no tenía bolsas para llevar lo adquirido. Pagué y salí bastante disgustado. Así que, si pasáis por aquí y decidís entrar a comprar algo, traed dinero en efectivo y una bolsa para llevar lo comprado.

Continuando la carretera se llega hasta el Cabo de San Vicente, un remoto lugar que es el lugar más al sudoeste de la Europa continental.

La verdad es que las vistas son impresionantes, enormes acantilados sobre los que golpean las olas de un embravecido atlántico que no quiero ni imaginar cómo será el espectáculo en plena tempestad. Entre los acantilados se forman pequeñas playitas que no invitan precisamente a darse un chapuzón.






Continuando la carretera se llega hasta el Faro de San Vicente que domina imponente todo el entorno. Allí se congregan multitud de personajes con sus sillitas portátiles buscando el mejor lugar para contemplar la que dicen es una de las puestas de sol más bonitas.

Yo me tomé un refrigerio en el bar existente y, dada la hora, hice algo de tiempo para hacer alguna foto de este espectáculo de la naturaleza. Dicen que los antiguos creían que cuando ocurría este fenómeno no podía quedar ningún ser vivo en el lugar.







Regresé al punto de partida no sin antes detenerme para fotografiar el exterior de la llamada Fortaleza de Sagres, construcción defensiva realizada para proteger a la ciudad de los ataques berberiscos y para servir como resguardo a las embarcaciones en sus ensenadas ante la presencia de tempestades.

Fue reconstruida varias veces, sobre todo tras el terremoto de Lisboa de 1755 que provocó un tsunami cuya gigantesca ola se elevó por encima del peñasco donde se sitúa la edificación.

Cuando llegué estaba cerrada, pero si tenéis interés en visitarla existen diferentes precios ( desde 3 euros para adultos hasta 1,50 jubilatas y familias numerosas ).




Completada mi visita a la Costa Vicentina busqué un sitio para cenar tranquilamente y a dormir. Al día siguiente continuaba mi viaje ya en territorio español.