domingo, 13 de octubre de 2019





                             ESCAPADA AL ROMÁNICO DE CUENCA

                Un amigo, que conoce bien mis gustos, me había regalado un par de pequeños libros sobre el románico. Uno de la provincia de Cuenca y otro de la Guadalajara. Por distancia y tiempo disponible y después de ojearlos, pensé que en un fin de semana podría realizar una rutita por Cuenca y visitar lo más destacado de este arte que se conserva  en esa provincia. Así que el viernes, después del trabajo y tras comer, preparé la moto y me encaminé por la A-30 hasta Albacete para después, pasada La Gineta, tomar la N-320 y luego la CM-220 que me llevarían hasta Cuenca (283 kms.). Estas dos últimas son carreteras muy agradecidas para recorrerlas en moto, buen asfalto, poco tráfico y amplias y suaves curvas que se toman con agrado.

                Así que en unas 3 h. me planté en Cuenca cuando ya empezaba a anochecer. Tomé la habitación y me fui a dar un paseo por el centro ya que el casco histórico era bien conocido por mi. Se hallaba muy animado en sus numerosos bares y cafeterías y andando llegué hasta el parque S. Julián donde había una pomposamente denominada “feria del marisco” que en realidad se trataba de una única carpa donde se servía marisco para degustarlo en las mesas instaladas. Después de curiosear llegué a la conclusión de que el material era bastante normalito y algo subido de precio, así que me dí la vuelta y me dispuse a buscar un lugar que traía apuntado. Se trataba de La Tasca del Arte (Fray Luis de León,9) y, después de probar varias de sus especialidades, os lo recomiendo sin dudar. Servicio atento y rápido, buena música y te invitan a un aperitivo y una deliciosa torta de postre, todo ello a un precio muy económico.
              
            Volví paseando a recoger la moto y me encaminé hacia el hotel para descansar y preparar la ruta del sábado.

               Había leido en algún lugar que se había encontrado una gran villa romana y que estaba en pleno período de excavación. Como casualmente se situaba en la ruta prevista, me encaminé primero a ella a ver de que se trataba. Había que tomar la N-320 en dirección Guadalajara hasta llegar a un pequeño pueblecito llamado Noheda pero sin ninguna indicación al respecto. Llegué al sitio sobre las 10 h y ya había un buen número de personas esperando. Una de las encargadas se dirigió a mi preguntándome si tenía visita reservada, le dije que no y le lloriqueé un poco diciendo que venía de Murcia para ver la villa y, al final, se apiadó y me dijo que como iba solo me iba a incluir en el grupo que si había reservado previo pago de los 3 euros que costaba la visita.

               Las excavaciones realizadas hasta ahora suponen solo un 10% de lo que los georadares han detectado que se encuentra bajo tierra, pero es suficiente para darnos una idea de la magnifiencia de esta construcción, con unos enormes y espectaculares mosaicos que recrean pasajes de dioses y leyendas de la mitología romana y con una extensión tal que, cuando se complete la excavación (quedan bastantes años) puede convertirse en la villa romana más fastuosa descubierta en toda Europa. Os dejo algunas fotos para que os hagáis una idea.







                Terminada la visita continué por la N-320 para recorrer los 48 kms. que me separaban del inicio de mi ruta: Valdeolivas.


                El románico conquense es la última secuencia de la evolución de este estilo, pero ello ha permitido que llegue hasta nosotros de manera bastante pura, sin contaminaciones posteriores ni grandes reformas de otros estilos posteriores como el gótico. Se encuadra dentro de la repoblación de estas tierras en el S.XII y, la mayor parte del mismo, se encuentra en las comarcas de la Sierra y la Alcarria conquense. Su tipología responde a los cánones más básicos del románico, nave única, ábside semicircular, arcos de medio punto, bóveda de cañón, etc.

                Valdeolivas es una pequeña población, lindante con Guadalajara,  que forma parte de lo que se denominó tierras del Infantazgo. Consta de  una Plaza Mayor (Plaza Nueva) en la que desembocan la mayoría de sus callejuelas estrechas y en donde está ubicada una pequeña joya: la iglesia de la Asunción. Originalmente constaba de una sola nave para posteriormente añadirle otra segunda nave con dos capillas y un pequeño atrio que cobija la portada románica. La portada principal es del S. XVI. Estaba cerrada con una verja con candado y dos señoras que pasaban por allí me informaron que solo se abría los domingos para la misa, así que me contenté con hacer algunas fotos del exterior.





                 Mi siguiente parada distaba 25 kms. por la CM-2023 y se trataba de Albalate de las Nogueras. Allí se encontraba otra iglesia de la Asunción, quizás uno de los más brillantes ejemplos que el románico final produjo en estas tierras. Es una iglesia elegante y noble, construida en piedra de sillería. Destaca una esbelta espadaña y la portada principal coronada con canecillos de decoración variada. Otra segunda portada en el lado sur presenta canecillos adornados con diferentes figuras.







                  Yo traía una ruta hasta el siguiente punto pero paré para confirmarla y una amable señora me encaminó por otra distinta que atravesaba La Frontera y Ribagorda y, la verdad, no se equivocó. Es una ruta preciosa que discurre entre encinares y que bordea un rio ( el Guadiela ) en cuyas orillas los colores del otoño pintan los árboles de ocres y amarillos.





                            De esta manera accedí a la siguiente parada que era Sotos donde, aparte de ver la iglesia, tenía pensado comer en un restaurante que me había recomendado una amiga conquense: La Casa del Secretario. Lamentablemente no había reservado y, cuando llegué, me dijeron que estaba completo. Me contenté con ver la iglesia que, para variar, se llama de la Asunción (no se calentaron mucho la cabeza en estas tierras para ponerle nombre a las iglesias). La portada románica que se conserva está cegada y el resto del edificio, aunque amplio y armónico, es de épocas posteriores.



                   Como estaba cerca de Cuenca decidí ir a comer allí, aunque antes pasé por la pequeña población de Mariana a solo 3 kms. y paré para ver la iglesia de S. Pedro (vaya hombre, menos mal) que mantiene la estructura románica original con una bonita espadaña y un ábside semicircular. También tiene en su interior una bonita pila bautismal románica pero que, al hallarse cerrada, no pude ver.



                Me encaminé hacia Cuenca para, después de comer en un restaurante cercano al hotel y reparar fuerzas con una pequeña siesta, realizar la segunda parte de mi ruta ( más corta ).
               
             Se componía de solo dos sitios a los que se llegaba por la N-320 que me había traido hasta aquí. El primero, a 10 kms., se llamaba Arcas y en el que mi amiga conquense que me había recomendado el restaurante de Sotos me dijo que “tenía tierras” (le preguntaré a que se refiere exactamente porque siempre es bueno saber con quien te relacionas).
                
           Me pareció un pueblo próspero, en la ribera del rio S. Martín y rodeado de amplios terrenos arbolados (alguno sería de mi amiga) y que incluso contaba con un coqueto hotel.
                
             La iglesia estaba dedicada a la Virgen de la Estrella y se alzaba en el centro del pueblo. Tiene una cuidada construcción con nave única, ábside semicircular, espadaña y dos portadas. La principal es magnífica, con cinco arquivoltas apoyadas en columnas con capiteles ricamente adornados con motivos vegetales. En el exterior existía una pila bautismal que ha debido ser removida, pues yo no la encontré.




                      A 9 kms. de Arcas se encuentra Villar del Sanz de Arcas que tiene una iglesia dedicada a …. ¿os reto a adivinar el nombre ?. ¡¡ Bingo, la Asunción ¡!.  Responde al canon románico que os he descrito, nave única, ábside semicircular, portada y espadaña que, como curiosidad, se sitúa en el extremo este. Le hice algunas fotos con mi moto en primer plano y regresé por el mismo camino hasta Cuenca.




                A la hora de cenar se me planteó el dilema de donde ir. Más vale malo conocido … así que me dirigí hacia el mismo sitio donde había cenado la noche anterior y volví a quedar satisfecho. Regresé al hotel a tiempo de ver los últimos y fatídicos minutos del Noruega-España  y a la cama.
              
               La vuelta no tiene más historia. Mismo camino que a la ida y a mediodía en casita.

                Me leeré el libro del románico en Guadalajara y si sigue haciendo buen tiempo y saco un día más libre prometo hacerlo y contarlo aquí. Seguimos en contacto.