ENCANTOS DE GUADALAJARA
Para retomar mis
viajes, ahora que el buen tiempo comenzaba a asomar, tenía varios planes. El
inicial era realizar un recorrido de varios días por las provincias de Burgos y
Ávila, donde pensaba visitar varios monasterios e iglesias románicas, pero el
Meteosat y la Aemet me lo desaconsejaron ( frío y lluvia ).
Lo anterior me
hizo inclinarme por hacer una ruta por la Sierra de Aracena y Huelva que iban a
gozar de mejor metereología. A éste se apuntó Jaime que quería ir a Huelva por
temas familiares, pero conociéndolo, dudé mucho que cumpliera su deseo ya que
un viaje de 7 días para él es algo que se escapa de sus posibilidades moteras.
Efectivamente, se rajó. Y aunque yo seguí adelante con mis planes tuve también
que renunciar por cuestiones domésticas.
De manera que,
sobre la marcha, mis 7 días previstos ( la semana de las Fiestas de Primavera
en Murcia ) quedaron reducidos a 5. Así que mirando opciones al final me
decanté por hacer un recorrido por la provincia de Guadalajara para conocer a
fondo tres de sus lugares más emblemáticos: Molina de Aragón, Sigüenza y
Atienza, de los cuales solo conocía Sigüenza de una visita hace ya muchos años.
21 y 22 de Abril
Para
llegar a Molina de Aragón desde Murcia existen varias posibilidades. Yo me
decanté por una en la que, salvo en el tramo Murcia-Albacete, evitaba autovías.
De esta forma, al llegar a Albacete y continuar por la autovía, antes de llegar
a La Roda, se toma el desvío que te lleva a Cuenca y unos 4 kms. antes de
entrar en la ciudad se coge la N-320 y luego la CM-210 y, tras 413 kms., se
llega a Molina de Aragón.
La impresionante
imagen de su castillo con la Torre de Aragón detrás domina toda la ciudad y el
paisaje circundante.
Busqué mi alojamiento a las afueras del pueblo ( Molino del Batán, bien en líneas generales ) y me fuí a aprovechar la tarde.
Molina de Aragón fue un pequeño reino de taifa que
fue tomada por el Rey Alfonso I El Batallador aunque, tras pasar por las manos
de su hermano Ramiro I, volvió a manos musulmanas, concretamente de los
almorávides. Alrededor de 1139 las tierras fueron tomadas por Manrique de Lara
constituyéndose en señorío independiente, aunque en el 1336 decidió ponerse
bajo la soberanía de Aragón ( de ahí su nombre ya que antes era conocida como
Molina de los Caballeros ).
Paseando por el
pueblo lo primero que te encuentras es el puente viejo, en su origen románico
pero muy reformado en épocas posteriores. Salva el rio Gallo y consta de tres
arcos, siendo el mayor el central y está construido con sillares de piedra
arenisca rojiza.
Continuando el paseo desembocamos en el Monasterio de S. Francisco,
fundado por Blanca Alfonso de Molina que
se encuentra enterrada en el mismo. Originariamente de estilo barroco aunque
con reformas posteriores. La torre de la iglesia de planta cuadrada consta de tres
cuerpos, el superior consta de varias campanas y está rematada por una cúpula
rematada por una veleta de madera forrada de chapas metálicas que representa un
arcángel portando una bandera y que es conocido como el Giraldo de Molina.
Después encaminé mis pasos para ver la iglesia de Santa Clara, que es uno de los mejores ejemplos del tardorromámico de la provincia. Su uso fue como capilla del convento de clarisas que se estableció al lado de la misma. Está construida con piedra arenisca de color rojizo. Su portada, una de las más hermosas de Guadalajara, posee un tejaroz soportado por seis canecillos, con dos pares de estilizadas columnas que enmarcan toda la puerta.
Hablando con un señor de avanzada edad que pasaba por allí ( parece mentira que yo diga esto ), me contó que la iglesia hace tiempo que permanece cerrada así como el convento, ya que las 4 últimas monjas que quedaban ( muy a su pesar ) fueron trasladadas a Soria. De manera que iglesia y convento permanecen abandonados a la espera de tiempos mejores.
Bordeando el lateral de la iglesia se asciende por una escalinata que permite hacer alguna foto del castillo, ya que no lo pude visitar por estar cerrado.
Mi idea era llegar hasta el Santuario de la Virgen de la Hoz ( nombre por el que también se conoce al barranco ) donde se encuentra una iglesia. La historia de la misma es la misma que la que he encontrado cientos de veces en mis viajes por España: a un pastor se le pierde un animal, en este caso una vaca, pero podía haber sido una cabra, una oveja , un perro o cualquier otro “ser sintiente” que dirían ahora los pijos de la izquierda. El pastor se adentra en el bosque para buscarla y ve una luz, cuando se aproxima se encuentra a la vaca y la luz resulta ser nada menos que la Virgen que le pide que levante allí una iglesia en su honor. Pues nada, ya tenemos aquí el Santuario de la Virgen de la Hoz. También hay una hospedería y un restaurante, pero el tiempo se me había echado encima y me tuve que contentar con realizar algunas fotos del entorno y de algún resto de la reciente floración, pero sin duda es un lugar al que merece la pena volver y dedicarle una mañana o un día entero para disfrutar de sus varios miradores, cuevas y senderos que nos invitan al contacto directo con la naturaleza.
Al regresar a Molina, mientras cenaba, se me planteó la duda de que hacer al día siguiente. Lo más importante del pueblo ya lo había visto, el tiempo amenazaba lluvia y permanecer encerrado en el alojamiento durante todo el día no me seducía. Así que, investigando con el móvil, encontré un lugar que llamó mi atención. Se trataba del Monasterio de Piedra, cerca de Calatayud y a unos 45’ de donde me encontraba. Además el sitio me traía recuerdos muy lejanos ya que, cuando viví durante un período con mis padres en Zaragoza, fuimos a visitarlo pero solo me acordaba de ver desde la parte de atrás una gran cascada de agua que se precipitaba al vacio.
Ni mil palabras
más, al día siguiente me iría a visitar el Monasterio de Piedra.
Saliendo de Molina
de Aragón se toma la N-211 hacia Madrid para inmediatamente coger la CM-210
hacia Calatayud. Esta es una carretera decente, con bastantes rectas, que
discurre por un paisaje algo árido, con escasa flora y que te hace ir pensando
como es posible que más adelante se encuentre un vergel repleto de cascadas con
una flora y fauna exuberantes. Después de 33 kms. se toma la A-202 que ya es
otra cosa, pues los últimos 14 kms. en tierras aragonesas se transforman en una
carreterita de montaña, estrecha y mal asfaltada que te hace prestar especial
cuidado para no tener un disgusto, aunque es cierto que poco transitada. De
esta guisa se llega al Monasterio de Piedra y se aparca en el amplio parking a
la entrada del mismo.
El Monasterio de Piedra debe su nombre ( aunque mucha
gente lo ignora ) a estar edificado en la margen derecha del rio Piedra. Fue
fundado en 1195 por unos monjes cistercienses procedentes del monasterio de
Poblet, que buscaban un paisaje que les invitara al recogimiento espiritual que
las estrictas normas del Císter les imponían. Estos monjes habitaron la abadía
durante nada menos que 600 años hasta que la maldita “ desamortización de
Mendizábal “, de la que ya he comentado
varias veces en este blog su nefasta influencia en el patrimonio histórico de España,
les obligó a abandonarlo.
La recuperación
del monumento llegó de la mano de la familia Muntadas ( empresarios textiles
catalanes ) que en el S. XIX transformó la antigua abadía y los jardines
aledaños con sus espectaculares cascadas en un centro recreativo y turístico de
primer orden.
Para visitar el
monasterio y los jardines se abona una entrada ( barata para lo que luego
puedes disfrutar ) que, en mi caso, fue de 11,5 euros.
Primero se accede
al monasterio por el denominado claustro nuevo, anexo a la antigua hospedería
de los Muntadas hoy transformada en un moderno hotel con spa ( hay otro algo
separado del conjunto ).
Una vez atravesada una puerta lateral, accedemos al claustro viejo y la iglesia. Aquí, con las sucesivas transformaciones, encontramos una gran mezcla de estilos: gótico, barroco, mudéjar y renacentista. El claustro propiamente dicho se disponía alrededor de una fuente central de la que parten cuatro calles que evocaban al paraíso con cuatro ríos que lo regaban.
El claustro como tal se cubre con bóvedas de crucería y anexas al mismo
se encuentran varias salas entre las que destaca la Sala Capitular donde se
reunían los monjes cada mañana para tomar las decisiones concernientes a la
abadía y cuyo interior recrea un jardín con palmeras. Como curiosidad, esta dependencia
se dedicó a sala de juegos en la época de la hospedería de los Muntadas y pude
ver una foto antigua con una mesa de billar en el centro de la misma.
Posteriormente se añadieron al claustro dos retablos barrocos hoy bastante deteriorados.
Una vez recorrido el claustro se accede a la iglesia barroca edificada
por los monjes y que no presenta un buen estado de conservación, aunque se
puede apreciar las escaleras que dan acceso a la cripta, varias capillas, el
altar y la portada principal con un arco apuntado con cinco arquivoltas con
dientes de sierra y en la parte superior el gran rosetón.
Recorrí tranquilamente todas estas dependencias para volver a salir por la puerta de entrada y dirigirme a recorrer la joya del lugar: los jardines y las cascadas que albergan.
Hay que avisar que
conviene venir con ropa y calzado cómodos. Se trata de un recorrido de 5 kms.
algo exigente por las continuas subidas y bajadas, aunque como se va parando
cada poco para extasiarse con las cascadas se hace más llevadero.
El jardín en si
goza de un microclima con su flora y fauna propias y el recorrido está
señalizado con flechas azules para la ida y rojas para el regreso.
Pero sin duda lo
que más cautiva son las cascadas de agua de su interior. Hay muchas, cada una
con su nombre propio, algunas creadas por intervención humana a partir de
derivaciones del río aprovechando la orografía del terreno: la Sombría, la
Iris, la Caprichosa, los Chorreaderos, los Fresnos Altos y Bajos, la Trinidad
y, como no, la más famosa de todas la Cola de Caballo, con un recorrido que nos
lleva a una cueva ( la cueva Iris ) que nos permite apreciar la caída del agua
desde una visión posterior. Os dejo fotos/vídeos de las mismas para que podáis
haceros una idea.
Entre la fauna os podéis encontrar si tenéis suerte con buitres leonados, mirlos, tórtolas, garzas e incluso garduñas y nutrias.
Terminé el
recorrido y, entre el cansancio de la caminata y la hora que era, decidí comer
en un restaurante del mismo recinto para
volver a regresar a Molina de Aragón, donde una bien merecida siesta me repuso
de la excursión.
Cuando desperté una pertinaz lluvia había comenzado a caer, con lo cual el único plan viable era acercarme al centro del pueblo, realizar unas pequeñas compras que me eran necesarias y buscar un lugar para cenar algo ligerito. Al día siguiente me esperaba Sigüenza y me acosté deseando que la lluvia me respetara.
23 y 24 de Abril
Después
de desayunar y preparar las cosas, salí de Molina de Aragón para recorrer los
80 kms. que me separaban de Sigüenza, primero por la N-211 y luego por la
CM-110. Un ligero sirimiri pero soportable me acompañó en el trayecto. Llegué a
Sigüenza temprano así que, antes de ir a buscar mi alojamiento, decidí hacer
tiempo visitando su Catedral y la Plaza Mayor.
Sigüenza es una villa con un rico pasado. Ya
Plinio el Viejo ( S. I a.C ) menciona a la ciudad de Segontia habitada por los
arévacos. En época romana tuvo importancia por estar situada sobre la calzada
de Henares, que comunicaba Mérida con Zaragoza. En la época visigoda fue sede
episcopal de la Hispania visigoda, aunque durante la dominación musulmana
perdió su importancia en favor de Medinaceli. Fue conquistada por las tropas
cristianas de Bernardo de Agén entre 1123 y 1124. En 1489 se instauró la
Universidad de Sigüenza, posteriormente absorbida por la Universidad de Alcalá
y ya en épocas más recientes, durante la Guerra Civil, fue objeto de una cruel
batalla con los republicanos atrincherados en su catedral que sufrió graves
desperfectos por los bombardeos, para ser tomada definitivamente por los
sublevados en 1937.
No se sabe con
certeza el inicio de las obras de la catedral, aunque hay que situarla entre
los S. XI y XII, ya que la portada principal es de ese estilo aunque con
añadidos posteriores neoclásicos y barrocos.
A ambos lados de la misma se alzan dos torres defensivas de piedra arenisca con cuatro cuerpos y pequeñas ventanas románicas, que posteriormente se unieron a la muralla.
Más hacia levante se encuentra la fachada sur o del Mercado, que se abre a la Plaza Mayor. Es románica del S. XII y cubierta por un pórtico cerrado neoclásico. Sobre ella un rosetón románico muy original y al lado una torre ( la torre del Gallo ) con funciones de atalaya militar para transmitir órdenes al cercano castillo.
Ya en el interior ( previo pago del óbolo correspondiente ) nos encontramos con un edificio de planta de cruz latina y tres naves, transepto y un gran ábside rodeado por un deambulatorio o girola. Las naves están separadas por grandes pilares, con columnas con capiteles vegetales que soportan los arcos fajones y formeros.
A los lados de las naves laterales se sitúan diferentes capillas, unas más notables que otras, pero la que se lleva todas las miradas es la Capilla del Doncel. Este curioso personaje que ,paradójicamente, ni era doncel ( puesto que estaba casado y tuvo una hija ) ni nació en Sigüenza, se llamaba en realidad Martín Vázquez de Arce, hijo de un consejero del Cardenal Pedro López de Mendoza, que murió a la edad de 25 años guerreando en Granada en 1486.
Lo que hace a este
personaje ser conocido universalmente y aparecer en casi todos los textos de
historia ( yo recuerdo que era la
portada de un libro de mi bachillerato ) es su sepulcro, de autor desconocido,
ya que se realizó en una postura totalmente anómala para la época. Se trata de
un joven guerrero que se encuentra recostado, con un león a sus pies y leyendo
un libro de manera relajada. Se trata de un sepulcro funerario de los más
bellos y representativos del gótico español.
En la misma capilla se encuentran los sepulcros de sus padres Fernando de Arce y Catalina de Sosa ( estos ya más acordes con los sepulcros “clásicos” ), así como los de sus abuelos.
Además de la Capilla del Doncel, a mi llamó poderosamente la atención la Capilla de la Sacristía Mayor también llamada de las Cabezas. Se accede por unas preciosas puertas de nogal y lo más llamativo de la misma es su bóveda, donde están esculpidas innumerables cabezas ( más de 3.000 ) que representan a diferentes personajes de la época, obispos, monjes, guerreros, reyes, campesinos, nobles etc.
Hay que fijarse en la preciosa puerta de nogal que da acceso a la misma.
No hay que perderse el Altar de Santa Librada, adherido sobre el muro norte y que representa una de las mejores obras del plateresco ( S. XVI ). Fue concebido por Alonso de Covarrubias pero en su ejecución intervinieron varios autores con prolija y bellísima decoración.
Amigos, las apariencias
engañan. Cuando entré en el lugar y me acompañaron a mi habitación descubrí
algo que no se percibe desde la carretera. En la parte posterior un bonito
jardín con diferentes lugares para tomar algo, juegos para niños y alrededor
del mismo varias habitaciones sumamente cómodas con todo lo necesario para una
estancia relajada y agradable.
Pero lo más
importante fue la familiaridad y cercanía que recibí de sus dueños ( Alberto y
Ana ). Me hicieron sentir como en casa y, para colmo, tenían un restaurante
buenísimo donde degusté una sopa castellana y un cordero al horno para chuparse
los dedos. Ya sabéis que este blog no tiene publicidad y estoy libre de
ataduras, pero cuando uno encuentra lugares como este donde se siente tan
cómodo y bien tratado merece reseñarlo, además de tener un precio que me
pareció barato para todo lo que ofrecía ( 50 euros en AD ). Si pasáis por aquí
y buscáis alojamiento no dudéis en venir. Me lo agradeceréis.
Así que después de
trasegar el cordero se imponía una buena siesta para, a media tarde, volver a
Sigüenza para terminar de ver esta bonita ciudad.
Aparqué en la
plaza de la catedral donde el sirimiri de las narices continuaba cayendo. Subí
por la calle Mayor y a mi paso encontré la iglesia de Santiago, románica del S.
XII cuya fachada recuerda a un templo romano, con un busto del apóstol Santiago
en el portal de entrada. Hoy se encuentra en restauración.
Continuando el ascenso por la calle Mayor desembocamos en el punto más alto de la ciudad, una gran explanada donde se encuentra el majestuoso castillo de la localidad. Es una fortificación románica del S. XII y se empezó a construir con el objeto de que sirviera como palacio-fortaleza y residencia de los obispos, señores de esta villa durante siete siglos.
Durante todo ese tiempo el edificio fue
continuamente ampliado y reformado, creando nuevas salas y espacios para
satisfacer las necesidades de sus habitantes. Es de planta rectangular y su
aspecto sobrio solo es roto por las torres que lo flanquean. En su tiempo
estaba rodeado de una muralla con un puente levadizo. Hoy en día es un Parador
Nacional.
Volviendo a descender, al llegar a la
altura de la iglesia de Santiago y girando a la izquierda entramos en la calle
Travesaña Alta y a mitad de la misma encontramos la Plaza Vieja donde se
encuentra la Casa del Doncel o Palacio de Bedmar, en el que residió la familia
Vázquez de Arce. Es un bello edificio de traza gótica civil construido hacia el
S. XV y que consta de tres alturas, un sótano y un semisótano. Ha sido
reformado por la Universidad de Alcalá de Henares, pasando a constituir parte
de la misma para celebración de diversas actividades.
Unos metros más adelante encontramos la iglesia de S. Vicente, también románica, con arquivoltas ricamente decoradas en su portada. Se encontraba cerrada.
La calle desemboca en una plaza conocida
como Plazuela de la Cárcel que es la antigua Plaza Mayor y en ella se
encontraban los edificios más importantes de la urbe, el Ayuntamiento, la
Posada del Sol y la Cárcel, celebrándose así mismo en ella el mercado. La
mayoría de estos edificios se han conservada hasta nuestros días.
Como ya había visto lo más representativo
de la ciudad y el sirimiri se había transformado en una lluvia más intensa,
decidí regresar a mi alojamiento para, al calor de una gran estufa de leña en
uno de los comedores, cenar algo ligerito y retirarme a mi habitación a
preparar el recorrido del día siguiente.
Después de desayunar me encaminé al primer
punto a visitar del día. Era el cercano pueblecito de Palazuelos,
tan solo a algunos kilómetros de allí. Se trata de un pequeño pueblo catalogado
como Conjunto Histórico Artístico y al que también se conoce como la Ávila
alcarreña por estar completamente rodeado por una muralla. Al llegar te recibe
el castillo de la localidad, mandado construir por Iñigo López de Mendoza,
primer Marqués de Santillana. Hoy está en manos privadas y en proceso de
reconstrucción, por lo que no es visitable.
Al pueblo se accede por una de las puertas
de entrada, donde un mosaico nos explica algo de la historia de esta villa.
El lugar en sí es pequeño, con una gran
Plaza Mayor rodeada de edificios con la arquitectura tradicional de la zona y
muchos de ellos con bellos esgrafiados con símbolos solares celtiberos.
De ella parten varias calles que hay que
recorrer tranquilamente, disfrutando de la tranquilidad del lugar y, por qué no
decirlo, de la soledad ya que en mi paseo no encontré ni un solo lugareño,
aunque claro era domingo y los supuse descansando en sus casas algo más de
tiempo que en los días laborables.
Una de estas calles me llevó a la pequeña
iglesia del pueblo dedicada a S. Juan Bautista y románica del S. XII aunque
restaurada en el S. XVI. Conserva su
portada románica de medio punto protegida por un sencillo pórtico.
Terminada la visita a Palazuelos me
encaminé a recorrer los 26 kms. que por la CM-110 me separaban de mi próxima
parada. Se trataba de la villa de Atienza de la cual tenía buenas referencias.
Atienza fue
un enclave estratégico al estar situada en la frontera entre los dominios
castellanos y los musulmanes. El Cid Campeador que pasó por estas tierras de
camino al destierro la denominó “peña muy fuerte”. Fue conquistada
definitivamente por los cristianos en el S.XII y en el 1149 el rey Alfonso VII
le concedió su propio fuero lo que conllevó un gran desarrollo de la misma.
Ya en el S. XIX se vió muy afectada por la
Guerra de la Independencia, siendo cuartel general del Empecinado por lo que
los franceses se ensañaron aquí, dejándola prácticamente arrasada después de
incendiarla.
Aparqué en el centro neurálgico de la
villa, la Plaza del Trigo, donde se encuentra la iglesia de S. Juan Bautista,
cuya construcción se inició en el S. XII pero se rehízo a finales del S. XVI en
estilo renacentista.
Desde la Plaza del Trigo se continúa
subiendo por una calle de fuerte pendiente que te lleva hasta la iglesia de la
Santísima Trinidad, hoy cerrada al culto y donde se emplaza un Museo de Arte
Sacro y el Museo de la Caballada. Posee un bonito ábside románico de influencia
segoviana.
El interior es de una sola nave, destacando
una capilla de estilo rococó y el retablo mayor barroco. También se puede
contemplar en otra capilla lateral un bonito cristo románico.
Al ser domingo esta era la única iglesia
abierta en todo el pueblo, con lo cual salí al exterior y subí algo más,
pudiendo apreciar el horroroso pegote cerca del castillo que constituye la
plaza de toros.
Retorné a la Plaza del Trigo y atravesando
el arco de Arrebatacapas ( no hay que explicar mucho el origen de este nombre )
se accede a la Plaza de España, de forma triangular y con la Fuente de los
Tritones en el centro. En ella se sitúa el edificio del Ayuntamiento.
Después de visitar Atienza improvisé un
recorrido que había estudiado la noche anterior y me dirigí a revisitar una
villa, ya en tierras segovianas, que había dejado a medias en un viaje anterior
por encontrarla llena de turistas, además de ser el día de mercado.
Se trataba de Ayllón al que se llega después de 56 kms. por la misma CM-110 que me
había llevado hasta Atienza y que me permitió fotografiar algunas cumbres
todavía con nieve de esta atípica primavera que llevamos.
Ayllón fue
un asentamiento celtíbero destruido por los romanos y repoblado por los árabes.
Se cita por primera vez en el año 1076 con el nombre de Aellon. Muchos reyes
han pasado por esta villa, además de personajes como el Cid, San Francisco de
Asís o Santa Teresa. En el S. XV pasó a ser posesión del Condestable de
Castilla Alvaro de Luna.
Se trata de una ciudad de innegable
estructura medieval, con una gran Plaza Mayor epicentro de la vida de sus
habitantes. Se llega a ella atravesando un puente romano de piedra y pasando
bajo un arco medieval. Allí nos encontramos, además del edificio del
Ayuntamiento, con la iglesia románica de S. Miguel, hoy desacralizada. Se trata
de un templo de una sola nave que conserva de su origen románico el ábside con
forma de hemiciclo y la portada, a la que posteriormente se le añadió un gran
pórtico con balcón para que los clérigos pudieran seguir las celebraciones en
la plaza.
Lógicamente estaba cerrada pero si pude
apreciar lo que queda de su origen románico, el ábside y una portada con tres
arquivoltas y un guardapolvo.
El último punto a visitar en este mi último
día de viaje se encontraba en un pequeño pueblecito llamado Albendiego, situado a tan solo 10 kms. de allí
pero al que me costó enormemente encontrar por la falta de señalización
adecuada. Finalmente confieso que recurrí al Google Maps para que me llevara al
dichoso pueblecito. Después de dar varias vueltas sin encontrar lo que había
ido a buscar y sin poder preguntar a nadie porque nadie había, decidí dejarme
llevar por mi intuición y seguir por un caminito de unos 400 metros que tenía
una indicación de “cementerio”.
¡ Bingo ¡. Allí, en medio de un campo con
una hermosa arboleda, en un paisaje idílico y al lado del cementerio se
encontraba aislada la iglesia de Santa Coloma.
El motivo de mi interés no era otro que ver
lo que se considera uno de los ejemplos más bellos del románico rural de
Guadalajara. Si os digo que estaba cerrada os váis a carcajear un rato, pero no
me importó porque lo más destacable de la misma era el exterior, hasta el punto
de ser declarada Monumento Histórico-Artístico en 1965.
Aparqué y me dispuse a recorrer su
perímetro, viendo primero una pequeña y austera puerta en el muro meridional,
de estilo tardogótico, que presenta un arco carpanel con decoración floral y
por encima un guardapolvos ojival.
Se continúa rodeando el templo hasta llegar
a la cabecera y poder ver la joya de este edificio. Se trata de tres ábsides,
el mayor central y los laterales o absidiolos más pequeños. Su indudable
belleza la hace estar considerada como una de las mejores del románico
castellano.
El tambor central se articula mediante
cuatro haces de columnas triples y en los tres paños se abrieron ventanales de
tres arquivoltas y cada vano se completa con bellísimas celosías de gusto
oriental con trazados de círculos, estrellas, triángulos, etc.
En los ábsides laterales hay una única
ventana con arquillos laterales que coinciden en un pinjante que lleva tallado
en sus caras el sello de Salomón.
Después de contemplar largamente esta
maravilla arquitectónica, retorné a la carretera CM-110 para desplazarme los 43
kms. que me separaban del alojamiento y dar por completado mi viaje. Un rato de
descanso, cena agradable con mis anfitriones y alguna copita a la que me
invitaron mientras charlamos de cosas variadas.
Al día siguiente, después de desayunar y
despedirme de mis anfitriones ( Ana tuvo el detalle de regalarme un tarro de
miel de la zona y un imán de la Plaza Mayor ), me dispuse a retornar a casa en
este caso por autovías, primero la A-2 hasta Madrid y luego la A-3 hacia
Valencia, parando a comer por el camino y llegando a Murcia a media tarde del
lunes 25.
La verdad es que ha sido un viaje muy
bonito y variado, alternando pueblos con encanto, monumentos preciosos y
espacios naturales de una gran belleza.
Ahora a preparar otra escapadita para Mayo,
espero que con tiempo decente.