sábado, 7 de agosto de 2021

 

                                                            

                                                   RÍAS BAIXAS

               

            De los varios viajes programados para realizar en verano, comencé a descartar aquellos que, o bien porque eran fuera de España y el tema Covid volvía a coger fuerza o bien porque sobrepasaban mis días disponibles. Al final elegí para Julio una bonita ruta que me debía llevar a recorrer paisajes, pueblos y monumentos de las Rías Baixas y además más fresquito que en este horno murciano.

                Las Rías Baixas ocupan gran parte de la provincia de Pontevedra y parte de La Coruña. Son bastante mayores que el resto de las rías gallegas y, en muchos tramos, navegables por barcos de gran calado. En mi caso hice un mix y, además de ver parte de ellas en la Provincia de Pontevedra, tenía previsto recorrer varios sitios de la provincia de Lugo visitando monasterios de gran interés y acercarme hasta Tuy, ciudad que me llamaba la atención por ser frontera con Portugal y su pasado como la única ciudad gallega que albergó un importante asentamiento de judíos sefardíes. 

24 Y 25 DE JULIO

                Desde Murcia a Lugo hay 957 kms. que, evidentemente, no era necesario realizar de una tirada. Así que elegí un punto intermedio para la primera noche que no conocía pero que me pareció de gran interés en la provincia de Ávila: Arévalo.

             Salí de Murcia tempranito para tomar la A-31 y luego la A-3 que me debían llevar a Madrid. El trayecto se me hace aburrido por la infinidad de veces que lo he recorrido. Me conozco todas y cada una de las gasolineras existentes, los bares de carretera donde tomar algo, los pueblos que jalonan la autovía y hasta los baches pendientes de arreglo de la misma. Pero no me queda otra.

              Llegando a Madrid se busca la M-30 dirección Badajoz y luego la A-6 dirección A Coruña y con paradita para comer algo recorrí los 526 kms. que me separaban de Arévalo.

                Al llegar busqué el alojamiento (Posada Real Los Cinco Linajes, bueno sin pretensiones) y tras dejar las cosas y descansar un rato, me dispuse a recorrer lo más significativo de la villa.

            Arévalo fue lugar escogido por reyes y nobles de la familia Trastámara como sitio de residencia. La reina Isabel la Católica vivió aquí cuando era infanta y volvió en repetidas ocasiones. Se la conoce como la Ciudad de los cinco linajes (de ahí el nombre de mi alojamiento) por las familias que la gobernaron y repoblaron: los Briceños, Montalvos, Sedeños, Tapias y Verdugos.

                Comencé mi ruta en el punto de encuentro de los visitantes, la iglesia de Santo Domingo de Silos, edificio que se comenzó a construir en el S.XIII interrumpiendo las obras hasta el XV y siendo finalizadas en el XVI. Estaba cerrada por reformas así que solo pude hacer unas fotos del exterior.





               La iglesia se encuentra en la Plaza del Arrabal y muy cerca está el Arco del Alcocer que  que es la única puerta de la muralla que se mantiene en pie y que albergaba en su parte superior la antigua Cárcel Real.

 



                Atravesando el arco nos encontramos con la Plaza Real donde se encontraba el Palacio Real en el que vivieron Isabel la Católica, su padre y su hermanastro Enrique IV. Allí se encuentra el Ayuntamiento que es un antiguo palacio mudéjar.


    

               Si buscamos la calle de la Alhóndiga y la seguimos, antes de entrar en la Plaza de la Villa, se puede contemplar el espléndido pórtico de la iglesia de S. Martín, así como sus dos torres mudéjares que recuerdan el pasado musulmán de la villa.

 






                
Y ya sin más entramos en la Plaza de la Villa, magnífico ejemplo de arquitectura popular castellana. Está soportada toda ella con 35 columnas de piedra y 25 de madera y sus casas son de entramados de madera y ladrillo. En una esquina se encuentra un pobre y abandonado ciprés que merecería un mejor trato.






                    En un extremo se encuentra la Casa de los Sexmos donde se ratificó en 1494 el Tratado de Tordesillas, mediante el cual los Reyes Católicos confirmaban el reparto de las zonas conquistadas en el Nuevo Mundo.



    

                    Casi colindante se encuentra una pequeña joya: la iglesia de Sª Mª la Mayor del Castillo edificada en estilo mudéjar y  que presenta un maravilloso ábside y una torre desde la que se daban las campanadas de la queda para el cierre y apertura de todas las entrada de la ciudad.




                En el interior me encontré unas espectaculares pinturas medievales y un artesonado mudéjar en el transcoro.






                Dejando la plaza por el arco situado a los pies de la torre …



                … me dirigí hacia la iglesia de S. Miguel pero, dada la hora, estaba cerrada y solo pude hacer alguna foto de su portada y un curioso ábside de estructura cuadrada e inacabado.

                



                Regreso hasta la Plaza del Arrabal para buscar un lugar donde cenar algo y a la camita que al día siguiente tocaba otra tiradita hasta Lugo.

                Después del desayuno me puse en marcha por la A-6 en dirección a Tordesillas para luego tomar la LU-11 que, tras 376 kms., me llevaría a Lugo. Busqué el hotel ( Exe Puerta de S. Pedro, bien las habitaciones pero escaso de servicios ) y me dispuse tras la comida y siesta pertinentes a realizar una aproximación a esta ciudad gallega.

                   Lugo es la ciudad más antigua de Galicia. Es de origen romano (Lucus Augusti) y de entonces data su muralla, única en el mundo por conservar su perímetro original, que circunvala todo el perímetro de la ciudad con una longitud de más de 2 kms. y que se puede recorrer andando en su totalidad.

 


                Mi primer destino era visitar su catedral que, junto a la muralla y al camino de Santiago que la atraviesa, son los tres bienes inscritos como Patrimonio de la Humanidad.

                Para llegar a ella penetré en el interior de la muralla por la Puerta de S. Pedro para ir a desembocar en la plaza de Santa María, donde se encuentra la Casa do Concello (Ayuntamiento), edificio del S. XVIII que es el ejemplo por antonomasia del barroco gallego con su decoración pétrea. Tiene una torre del reloj posterior que desluce algo el conjunto.




                Saliendo de la plaza de Santa María y bordeando por la derecha se llega hasta una placita donde se encuentra la Puerta Norte de la catedral que es lo más destacado del románico de la misma. Presenta tres arquivoltas con arco de medio punto y un Pantocrátor en el dintel. Del mismo cuelga un curioso elemento denominado pinjante que es bastante raro en las construcciones románicas y que, en este caso, posee una representación de la última Cena.





                Siguiendo hacia abajo terminamos en la fachada principal, de estilo neoclasicista de finales del XVIII. Las dos torres fueron terminadas a finales del XIX.




               El interior presenta una planta de cruz latina con tres naves y multitud de estilos bien diferenciados en sus diferentes partes: gótico, barroco y renacentista.

 





                Después de visitarla salí al exterior y me hice una foto de la fachada para que conste mi presencia aquí.

                



                Después recorrí un buen tramo de la muralla observando el paisaje a un lado y otro de la misma. Volví sobre mis pasos y fotografié quizás la puerta de entrada a la muralla más famosa de todas: la Puerta de Santiago.





                Regresé por el mismo camino para adentrarme en las callejuelas donde se encuentra la “zona de tapeo”, muy animada a esas horas. Como aquí es costumbre servirte una tapa con cada consumición y algunas son muy generosas, con tres visitas a distintos abrevaderos me di por cenado y regresé al hotel para preparar el siguiente día.


26 Y 27 DE JULIO             

 

                Tres eran los objetivos marcados para visitar en este día. Así que me encaminé al primero tomando la LU-11 y la CG-2.2 para llegar hasta Monforte de Lemos y desde ahí la LU-617 y luego la CG-2.1 hasta llegar a Ferreira de Pantón donde se encontraba el monasterio que quería visitar. Aparqué en la misma puerta de acceso al mismo donde me recibió un simpático caballito al que las folloneras moscas no dejaban en paz. Un par de caricias y penetré en el recinto.





                Este monasterio se conoce como el de las Madres Bernardas, primero benedictino, luego cisterciense pero siempre reservado a mujeres y que es el único de toda Galicia que conservó su función desde su creación hasta el presente, sin que se viera afectado ni siquiera por la desamortización de Mendizábal (¡¡ horror de personaje !!).

                Lo primero que encuentras es el ábside de una preciosa iglesia románica del S. XII.   




 

                El edificio está rodeado por una sólida muralla y  consta de dos pisos realizados en sillares de granito.




              Al entrar tienes que llamar a un timbre para que te abran y encontrarte con una simpática joven que, al indagar sobre mi procedencia, resultó que había vivido muchos años en La Alcayna que es una urbanización pegada a la mía ( ¡ casualidades de la vida ! ). Charlamos un rato, pagué la entrada y accedí al claustro de dos cuerpos con arcos de medio punto apoyados sobre capiteles alcarreños.





                  La parte visitable (es de clausura) se completa con la iglesia, que es de planta rectangular, con una sola nave y ábside semicircular. Lo más valioso que posee es una escultura de madera policromada de la Virgen con el Niño.






                El segundo lugar a visitar se encontraba en Palas del Rei, alejado de aquí 64 kms. y al que se llega por la LU-617, LU-533, N-540 y N-547. Se trataba del Monasterio de S. Salvador en Vilar de Donas en pleno camino de Santiago.

                Al llegar te encuentras con una edificación románica con una espectacular portada. Se encontraba cerrada pero, mientras admiraba la portada, oí un coche que paraba cerca y una señora se bajó y me preguntó si quería ver la iglesia. Lógicamente dije que sí y me indicó que esperara un momento que avisaba a su padre.

                El progenitor era un venerable anciano de 93 años muy bien conservados el cual acudió solícito para franquearme la entrada, no sin antes explicarme con detalle la portada ( el abuelo hablaba por los codos). Dicha portada presentaba unas arquivoltas perfectamente decoradas con iconografía románica y sobre el dintel otro pinjante como el de la catedral de Lugo. Ya he comentado antes que este elemento es muy poco utilizado en la arquitectura románica, pues bien, ¡ ya llevaba dos en otros tantos días !.






                Mi venerable guía me explicó que la leyenda atribuye su construcción a un grupo de señoras de la familia de Arias de Monterrosso, de ahí el nombre de “donas”.

                El interior consta de una sola nave de planta de cruz latina pero lo más destacable son unas pinturas góticas del S. XV que decoran el altar mayor y que están en grave peligro de deterioro. En la bóveda está representado Jesús con los reyes de la época, Juan II de Castilla, María de Aragón y su hijo Enrique (futuro Enrique IV).





                Además hay numerosas esculturas góticas y retablos de piedra de gran valor.




                El monasterio aledaño se encuentra deteriorado y en estado de abandono.

             Me despedí de mi amable guía, que no quiso aceptar ni siquiera un donativo para contribuir a la restauración, continuando mi camino hasta el tercero de mis objetivos.

                    Este se hallaba en una pequeña aldea denominada Ferreira de Pallarés y para llegar a ella había que tomar la N-547 y luego la A-54.

                El monasterio en si se denomina de Sª Mª y es antiquísimo ya que parece ser que se fundó en el año 898, alcanzando durante el S. XII gran importancia debido a las donaciones de nobles y reyes. En el S. XVI pasó a depender del de Samos hasta 1835 y a partir de aquí comienza su decadencia, conservándose solo la iglesia y estando las edificaciones aledañas en total abandono.

                 Cuando llegué la iglesia estaba cerrada y no encontré ningún abuelete que me la enseñara, con lo cual me tuve que conformar con ver el exterior en el cual sobresale un ábside semicircular que se divide en varios tramos mediante columnas adosadas y con una ventana abocinada con arco de medio punto.


    

                La fachada presenta un torreón campanario de origen barroco y la portada, protegida por un pórtico, se compone de un arco ligeramente apuntado y flanqueado por tres pares de columnas de fuste liso. En uno de los sillares descubrí una inscripción con la fecha de 1226 que deduje podía ser la fecha de la consagración.                    





                            Por aquí pasaba la más importante vía de comunicación de la Gallaecia romana, la Vía XIX que se dirigía hacia la vecina Lugo en su camino hacia Asturica.

                Volví a retomar la N-547 y luego la A-54 para llegar a Lugo y, después de descansar, darle un repaso a la ciudad,  aunque lo más importante ya lo había visto el día anterior.

                Cenita ligera y a descansar para la ruta del día siguiente.

               Al igual que el día anterior esta jornada estaba destinada a visitar otros tres lugares de interés pero para mi sorpresa el primero no hubo manera de localizarlo.

                El lugar a visitar se encontraba en Ribas de Miño pero al preguntar por dónde llegar a uno de esos gallegos que nunca se sabe si suben o bajan me mandó por una infernal carreterita de montaña, estrecha, bacheada, sin un alma en los alrededores aunque eso sí, con unas vistas muy bonitas. Cuando ya estaba empezando a tener ideas de suicidio me encontré con un labriego al que pregunté y el buen hombre, mal que bien,  me encaminó para encontrar la dichosa Ribas de Miño, una pequeña aldea en la que no encontré ni rastro del monasterio de Santo Estevo que iba buscando.

                No sé muy bien como conseguí salir de aquel laberinto y tomar la CG-2.2, luego la LU-546 y por fin la LU-633 que tras recorrer 40 kms. me llevaría a Samos.

                En estos momentos es cuando me acuerdo de mi amigo Jaime y su tontolino que, probablemente, me habría sacado del apuro pero uno es fiel a sus principios y, mientras pueda, pasaré de GPS recurriendo como mucho y de manera puntual al Google Maps.

                Samos es paso obligado de los peregrinos hacia Santiago y se encuentra en el  espectacular entorno natural de la Sierra del Oribio, en un valle que da entrada a los montes de Pidrafita. Está atravesada por el rio Oribio, rico en anguilas y truchas.

Allí se encuentra el monasterio benedictino de S. Julián, edificado en solo 14 años entre 1734 y 1748 que, aunque por época corresponde al barroco, por sus formas austeras y clasicistas, parece más bien neoclásico. Aparqué la moto y me fotografié frente al mismo.



 

                     Como faltaba una media hora para la visita guiada me entretuve fotografiando su espléndida fachada, inacabada porque no se llegaron a construir las torres laterales. La escalera de acceso recuerda a la del Obradoiro de Santiago y nos lleva a una puerta adintelada flanqueda por columnas dóricas. El piso superior se horada mediante un óculo circular y dos troneras para las campanas.



                A la hora fijada nos reunimos un grupito de 9 personas y un monje se dispuso a enseñarnos el interior previo pago de un modesto óbolo de 5 euros.

                El buen hombre era un ameno conversador y nos dirigió primero a ver los claustros. El primero y más grande se denomina del Padre Feijoó porque una estatua suya lo preside. Es el más grande de España, con crujías de casi 60 metros y fue construido en estilo herreriano. El piso inferior tiene galerías abiertas al patio mediante arcos de medio punto apoyados en pilastras dóricas.





                El segundo claustro, más antiguo, se denomina de las Nereidas por la fuente central cuya copa es sostenida por cuatro esculturas de estos seres mitológicos. Su estructura es tardogótica.




                Una vez vistos los claustros, nuestro guía nos llevó a ver los pisos superiores pasando por una puerta que, según el, era el único resto de románico que quedaba en el monasterio. En un aparte le comenté que a mi me parecía que de románico tenía poco, si acaso las columas laterales y el hombre, algo apesadumbrado, me confesó que tenía razón para a continuación preguntarme para mi sonrojo que si era arquitecto o historiador.

 


 

                Al llegar al piso superior se me cayó el alma a los pies. Las paredes están decoradas con enormes murales de tipo modernista de un pintor gallego que representan diversos escenarios y cuyos personajes están dibujados con las caras de personalidades famosas. Con deciros que en una de ellas hay hasta una monja ¡¡ con la cara de Sara Montiel !!. No fotografié aquel esperpento por respeto al lugar pero creo que es algo que nuca se debió consentir.

                Pasamos por la puerta de cristal que separa la zona de clausura de donde salía un anciano monje. Nuestro guía nos explicó que solo quedaban 6 de entre 55 y 94 años y que este último (el que vimos salir) era el mayor y ¡¡ aún conducía !!.

                Por último visitamos la iglesia, con planta de cruz latina y tres naves, con bóvedas de medio cañón y pilastras dóricas. En el crucero se levantó una enorme cúpula semiesférica con relieves de los doctores marianos benedictinos.




      

                Si alguno venís a visitar el monasterio y, al final de la visita, el monje os pregunta qué son unos relieves en el techo de la iglesia con una especie de agujero central distribuidos por todo el techo, quedaréis como eruditos si le contestáis que son para mejorar la acústica del edificio.

                Al terminar, el amable monje se despidió de cada uno de nosotros sorprendiéndome que me dejó para el final y me abrazó, al mismo tiempo que me contaba un pequeño secreto. A 200 metros de allí se encontraba una pequeña iglesia medieval de origen mozárabe y que tenía en uno de sus laterales un ciprés que se databa en unos 1000 años.

                Por supuesto fui a verla y aquí os dejo unas fotos de la misma, del ciprés y del rio Oribio que pasa al lado de la misma.





 

                El útimo lugar previsto a visitar en este día estaba en Meira y para llegar a el había que recorrer 76 kms. (LU-633, LU-546, CG-2.2 y A-6 hacia Ribadeo).

                Meira es una pequeña villa de unos 1.700 habitantes y que es la capital del concello del mismo nombre.

                Aparqué en la plaza y me encontré de frente con la iglesia abacial, que es lo único que queda de un cenobio del S. XII. Es un templo románico cisterciense de gran monumentalidad. Se encontraba cerrado y me tuve que conformar con la portada, con arquivoltas de medio punto, tímpano sin esculpir, tres parejas de columnillas y un gran rosetón.




    

                Al lado de ella se encuentra el edificio del Ayuntamiento que conserva restos del primitivo cenobio (columnas probablemente del claustro).




                    Estando en Meira no podía dejar de acercarme a ver el lugar donde nace el rio Miño, un sitio conocido como el Pedregal de Irimia. Encaminé mis pasos hacia allá distante unos 4 kms. de la población. Al llegar e intentar tomar la carretera que subía al lugar me encontré con unos operarios que la estaban asfaltando. Les pregunté que si podía subir con la moto y me lo desaconsejaron a riesgo de ponerla perdida de alquitrán (lo único que le faltaba a mi buena amiga). Así que aparqué abajo y comencé a subir una empinada cuesta para llegar al pedregal que, según los operarios, estaba cerca. Si, si, cerca era una subida con gran desnivel de unos 2 kms. y a pleno sol. Cuando por fin llegué rebusqué entre mis cosas a ver si llevaba una pistola para cometer un “ operariocidio “ pero lamentablemente no encontré ninguna.

                Lo normal es que los ríos nazcan en una pequeña balsa, que fluyan entre las rocas o incluso en una fuente. Pues el Miño no. Tu solo ves un “rio” de piedras amontonadas unas sobre otras que descienden de la montaña pero si te acercas y con el silencio notarás el ruido del agua por debajo de las mismas. El Miño nace ¡ debajo de las piedras !.






                Aquí os hago un inciso. Si venís a verlo y hacéis las fotos de rigor no se os ocurra pisar entre piedra y piedra pues el terreno está húmedo y se hunde. Yo lo hice y mi pierna izquierda se hundió hasta mitad de la tibia y en que me ví de poder liberarla, solo quitándome la bota lo conseguí. Gracias a Dios me libré del esguince y sin nadie que pudiera ayudarme salvo los malditos operarios que se encontraban 2 kms. más abajo.

                Unos metros más debajo de las piedras podréis ver un pequeño riachuelo que fluye y se convertirá en el maravilloso Miño que pude contemplar en Tuy a su entrada en Portugal.




                Terminada mi peripecia de Dora la Exploradora regresé a Lugo, me limpié las botas y dí un último paseo por esta bella ciudad para tomar algo y hacer una última foto de la muralla iluminada por la noche.



       

   28 Y 29 DE JULIO
 

                Me despedí de Lugo y tomé la N-540, luego la A-54 dirección Santiago para posteriormente coger la N-547 y la A-9 que tras 164 kms. me llevarían a Pontevedra. Al llegar busqué el alojamiento ayudado por un amable señor que me guió con su scooter hasta el mismo (Hotel Virgen del Camino que, a pesar de sus tres * ?  es muy antiguo y solo recomendable para peregrinos y grupos por su bajo precio). Busqué un aparcamiento cercano (en esta zona de Pontevedra es muy complicado, aún para motos) y después de comer y descansar me dispuse a visitar la ciudad.

                Pontevedra parece tener su origen en un pueblo-calle romano ( Turoqua ) asentado en las inmediaciones del puente del Burgo.

                En el 1141 una escritura encontrada en el monasterio de Lérez da fe de la existencia de un lugar denominado Pontus Veteris en alusión al viejo puente romano que fue reeemplazado posteriormente por su mal estado por otro de tipo medieval que es el que ha llegado hasta nuestros días con el nombre de puente del Burgo.

                Mi paseo por la calle principal de la ciudad me llevó hasta la plaza que es el auténtico corazón de la misma ( Praza da Peregrina ) y donde se encuentra la iglesia de la Peregrina.

                Es un edificio singular por ser la única iglesia española de forma circular y se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Consiste en una capilla con planta en forma de vieira donde se encuentra la imagen de la Virxe da Peregrina del S. XIX y que es la patrona de Pontevedra y del Camino portugués.    



                El exterior es una mezcla de barroco tardío y neoclásico con tres hornacinas donde se encuentran las imágenes de la Virgen, Santiago y S. Roque, todas ellas ataviadas con las ropas de peregrinos.



                Continué mi paseo hasta un bello parque donde me fotografié junto al letrero de la ciudad.



   

              Siguiendo mi recorrido llegué hasta la Plaza de España donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento y bordeándolo se llega calle abajo hasta la Real Basílica de Santa Maria la Mayor, construcción del S. XVI realizada en gótico tardío con influencias manuelistas y renacentistas. La fachada sur presenta un arco de medio punto y un cruzeiro de grandes dimensiones.





                La fachada principal es de estilo plateresco y constituye el mejor ejemplo de retablo pétreo de Galicia. Una gran escalinata da acceso a la misma y en la parte superior un gran rosetón da iluminación al interior.



     

                 El interior es de planta basilical con tres naves y bóvedas de crucería.




                Desde allí retorné a la Plaza de España y me encontré con una pequeña joya. Se trata de los restos del Convento de Santo Domingo. Comenzó su construcción por parte de los dominicos en el S. XIII con una reconstrucción inconclusa en el S. XVIII. Se conserva la cabecera de la iglesia con cinco ábsides poligonales y un muro lateral con una pequeña portada y rosetón.




         

                       Mi última parada era para visitar el puente que dio nombre a la ciudad: el puente del Burgo. Construido para salvar el rio Lérez, forma parte del Camino de Santiago y en el se firmó la llamada Paz de Lérez entre Fernando III de León y el portugués Alfonso I. Consta de once arcos de medio punto entre los cuales está esculpida la concha, símbolo del peregrino.





                Tras descansar y tomar algo en un bar (por cierto ha sido el único lugar en todo el viaje donde me han pedido el certificado Covid para estar en el interior que yo, previsor, llevaba) regresé de camino a mi vetusto hotel pasando por placitas recoletas con grupos escultóricos en las mismas e incluso con uno que representaba un concierto en la calle.

 


       

                Cena ligera y a seguir mi camino.

                El día siguiente se presentaba intenso, pues quería ver varios lugares. Primero me dirigí hacia la cercana (8 kms.) Combarro, pequeña población marinera donde lo más atractivo es la acumulación de hórreos y cruzeiros que posee.  Di un paseo por la callecita que bordea la playa haciendo fotos de los mismos.








               Desde allí volví a Pontevedra sin entrar en ella para tomar la N-550 y luego la N-554 hasta llegar a Vilaboa. El objetivo era ver la ría de Vigo en todo su esplendor, así que busqué un lugar adecuado y fotografié esta bella ría con la isla de S. Simón en el centro de la misma.

 





               Retomando la N-554 y luego la AP-9 se llega en poco tiempo a Vigo. Aquí el objetivo era rememorar un viaje profesional que hice hace ya varios años y volver a tomar una exquisitez de esta ciudad. Para ello hay que ir al puerto deportivo y buscar el Club Naútico. De espaldas al mismo veremos una calle empinada y si la seguimos terminaremos en la famosa Calle de la Piedra. Se trata de una calle estrecha y no muy larga donde no encontraremos más que restaurantes de marisco y en la puerta de algunos se sitúan sobre mostradores de piedra (de ahí el nombre) los ostreiros y ostreiras que por un módico precio (10 euros la media docena ) te preparan unos platos con ostras que consumes en la terraza del restaurante acompañadas de un alvariño. Dejo constancia del momento.

 

    

            Cumplido el antojo me encaminé sin más paradas hasta el lugar donde iba a pernoctar que no era otro que Tuy y a donde se llega tomando la A-55, luego la AP-9 y por último la A-55.

                Al llegar contacté con el dueño del alojamiento y esperé a que llegara. El sitio era todo lo contrario al hotel de Pontevedra (Hostal la Sigrina), una espléndida casa familiar restaurada con exquisito gusto en estilo moderno, amplias y cómodas habitaciones con terraza y, sobre todo, absoluta privacidad pues el dueño te explica como funciona todo y te dejaba entera libertad para que te organices a tu gusto. Solo volvía al día siguiente a la 7´30 h. para dejarte el desayuno preparado en tu mesa reservada. Una absoluta delicia. Como véis lo de reservar siguiendo cualquier web a veces tiene agradables sorpresas y otras … no tanto.

                Así que después de comer y descansar un rato me fui a ver Tuy.

                Tuy tiene sus orígenes en época romana para convertirse en el medievo en un importante centro militar, administrativo y religioso. Posteriormente fue asolada por los árabes y reconquistada después por varios reyes castellanos. En el S. XII comenzó un largo período de luchas fronterizas con Portugal después de que el país vecino se constituyera como reino independiente (hay que tener en cuenta que solo está separada del país vecino por la frontera natural del Miño). Dando un salto de varios siglos nos encontramos con que Tuy fue la última ciudad de Galicia en caer en manos del bando sublevado durante la Guerra Civil.

                Hoy conforma una ciudad próspera y tranquila que, olvidando las guerras con los portugueses, constituye una euro-ciudad junto con su vecina Valença do Miño, de la que solo la separa un puente que cruza el Miño.

                Una vez situado en su contexto histórico me dispuse a visitar su monumento más importante que no era otro que la Catedral de Santa María. Al llegar callejeando hasta ella y pararte en la placita donde se encuentra su portada lo que menos te parece es que sea un edificio religioso ya que su aspecto es más de fortificación tipo castillo.



                Al acercarte vas observando que su portada tiene dos partes, una románica inferior y otra, espléndida, gótica en la superior y que está considerada el primer conjunto escultórico gótico de la Península. Se atribuye a canteros franceses y en las estatuas columnas de sus laterales se representan diversas figuras históricas. El tímpano desarrolla el ciclo de la Natividad y todo el conjunto se completa con un pórtico del S. XIII que prolonga el templo hacia la plaza.





                El interior es muy bello, con una parte románica en el transepto y en la sala capitular. Tiene una planta de cruz latina con tres naves y llama la atención la existencia de unos añadidos arcos codales o “arcos del miedo” que se realizaron para evitar el desplome de las arquerías hacia el interior.





                También llaman la atención dos enormes órganos enfrentados entre si.



                El claustro es del S. XIII, con formas semejantes a los monasterios cistercienses con arcos apuntados sobre parejas de columnas dobles y de una gran belleza.





                Desde el claustro se accede por una pequeña puerta hasta el pequeño jardín, donde podemos admirar el rio Miño y el puente que la separa de la vecina Valença do Miño.





               Para completar la visita hay que salir de nuevo al exterior y rodear la portada principal para ver la portada románica del muro norte, con tres arquivoltas de medio punto y un tímpano liso. La parte superior es gótica.

 



                Además de su catedral en Tuy podemos realizar una ruta sefardí, ya que constituyó un importante lugar de asentamiento de estos judíos hasta que fueron expulsados de España. Aún se conservan restos de una antigua sinagoga, una cárcel capitular y diversas cruces de piedra sobre algunas casas.

                Después del reconfortante paseo  busqué un sitio para cenar y me fui a descansar. Mañana comenzaba mi descenso hacia tierras del sur y a volver a encontrarme con el calorcito  (  la temperatura máxima que he gozado en este viaje han sido 27º).


29 y 30 DE JULIO

 

                Salí temprano por la A-55 y luego la A-52 para llegar a Orense tras 96 kms. y, sin entrar, tomar la N-525, OU-540, A-52 y A-6 para recorrer los 343 kms. que me llevarían hasta Medina del Campo.

                Llegué al hotel a la hora de comer (Hotel Villa de Ferias, bueno y cómodo) y después de la siesta volví a recorrer algunos lugares de esta ciudad que era la tercera vez que visitaba.

                Medina del Campo conocida también como la “Villa de las Ferias y del Testamento” hereda su nombre de Medina de los árabes y ha sido desde el año 1421 cuando se redactaron las Ordenanzas para el asiento de feriantes en las calles, una villa dedicada al comercio y las ferias hasta el punto de tener un Museo de las Ferias.

                Mi recorrido comienza en el Castillo de la Mota situado sobre una pequeña colina y que tuvo su máximo esplendor en la época de los Reyes Católicos siendo incluso siglos más tarde prisión del Estado.


                


               Después de descender del castillo me dirigí a la Plaza Mayor de la Hispanidad considerada una de las mayores de España y lugar donde se celebraban las ferias en los S. XV y XVI.

 


                En ella se encuentra la increíble figura de la Colegiata de S. Antolín. Edificada en el S. XVI en estilo gótico está declarada Monumento Histórico Artístico. En su exterior destaca la portada del S. XVIII, la torre y el popular Balcón del Pópulo.




                        El interior presenta tres naves cubiertas con bóvedas de crucería.

                A su derecha nos encontramos con lo que queda del Palacio Real Testamentario que fue lugar de residencia de los reyes de Castilla desde el S. XIV al XVI. Allí vivió, testó y murió la reina Isabel la Católica.





                Continué mi andadura pasando por el Palacio del Almirante, el Convento de los Padres Carmelitas y el Palacio del Marquesado de Falces. Al lado, en la antigua iglesia de S. Martín, se encuentra desde el año 2000 el Museo de las Ferias (estaba cerrado) y frente a una iglesia en una recoleta plaza nos encontramos las esculturas de S. Juan de la Cruz y Sª Teresa que rememoran el primer encuentro entre ambos.




                Me senté a tomar un refrigerio en la coqueta Plaza del Pan para volver a la Plaza Mayor y tomar la moto para regresar al hotel porque, aunque en Medina del Campo hay muchas cosas más para visitar, ya era tarde además de haberlas visto en visitas anteriores.

                El último día me sorprendió un tiempo casi invernal. Mi moto marcaba 14º al salir de Medina del Campo para tomar la A-6 en dirección Madrid, hasta el punto de obligarme a ponerme una segunda cazadora encima de la de verano que utilizo en esta época. Por si fuera poco, recorridos unos 30 kms. me sorprendió una fina llovizna que me acompañó hasta entrar en el túnel de Guadarrama pero al salir de él ¡¡ oh milagro !! me recibió un sol espléndido y con mi moto marcando ya 30º.

                Busqué la combinación para tomar la A-3 que después de 561 kms. desde Medina del Campo me traería de regreso a casa.

                Para los amantes de las estadísticas os diré que he recorrido 2682 kms. con un coste en combustible de 188 euros y un consumo medio de 4,8 litros/100 kms. No está nada mal.

                Aquí os dejo esta extensa entrada para quien le pueda interesar y ahora a preparar mi segunda salida del verano en la segunda quincena de Agosto. Seguiremos informando.

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