domingo, 27 de agosto de 2017

HACIA EL VALLE DEL BAZTÁN


                                      HACIA EL VALLE DEL BAZTÁN

                      Para el viaje de este verano tenía programada una ruta larga que pasaba por los Pirineos aragoneses y de ahí entraba en el Pirineo francés para salir por Andorra y bajar por la autovía del Mediterráneo para volver a casa. Pero un reportaje que leí sobre el valle del Baztán me hizo cambiar mi destino inicial, ya que es una zona que no conocía a diferencia del pirineo.
                     Así pues rehice el recorrido y me dispuse a conocer este lugar privilegiado del norte de Navarra pasando y conociendo todos los lugares de interés que encontrara en el camino.
                       Este es el relato de mi pequeña aventura.

DÍAS 1 AL 4

                        Como el primer destino era un pueblecito de Teruel llamado Burbáguena que se halla a más de 500 kms. de Murcia, decidí salir un lunes por la tarde hacia Valencia en vez del martes que era fiesta, de esa manera evitaba el intenso tráfico del puente de Agosto (unos iban y otros venían) y me ahorraba la pequeña paliza dividiendo en dos el tramo inicial.
                        De esta forma, con la moto a punto y cargada y con cubiertas nuevas (menos mal por lo que luego os contaré) me dirigí primero por la A-7 y luego por la A-31 para recorrer los 230 kms. que me separaban de Valencia. Para hacer noche había elegido un hotel fuera de la ciudad que estaba al lado del aeropuerto en Manises. Descargué las cosas, tomé la habitación y subí a una parada de metro justo en la puerta del hotel para darme una vuelta por el centro de la ciudad del Turia y cenar en algún restaurante que me llamara la atención. Volví al hotel y a descansar para seguir la ruta.
                         Al día siguiente tomé la A-23 que me llevaría al primer destino, pasando por Teruel sin entrar (ya lo conocía bien de mi anterior Ruta Mudéjar) y saliéndome por la N-234 para visitar el primer pueblo previsto: Calamocha. Cuando llegué me sorprendió la gran cantidad de gente ataviada con lo que supuse el traje regional y es que, sin saberlo, estaban en plenas fiestas de S. Roque que es el patrón de la localidad. Aparqué al lado de la iglesia y entré a visitarla. Está dedicada a la Asunción y lo que más llama la atención es su espléndida torre que podéis ver aquí




               Desde ahí continué para visitar el famoso puente romano de Calamocha, un resto de la vía romana que iba de Cástulo a Cesar Augusta. Está situado sobre el rio Jiloca y es pequeño, de un solo arco y realizado en piedra caliza. En la parte superior quedan restos de la primitiva calzada romana



               Siguiendo mi periplo me dirigí a ver el conjunto civil más espléndido de todo el valle del Jiloca: el Palacio de Vicente Iñigo, una antigua casa solariega dividida en dos y construida por las familias Vicente de Espejo y Tejada (por eso está dividido en dos, juntos pero no revueltos)



               Ya de regreso a coger la moto y buscar un sitio para comer me sorprendió una procesión no se de qué, pero el caso es que portaban una imagen yacente de la Virgen (supongo que de la Asunción)


               Después de comer algo (por lo visto, en estas fiestas es típico tomar un vermut que estaba muy rico) me fuí hacia donde tenía concertado el alojamiento. Llegué a Burbáguena y busqué el sitio que se trataba de un antiguo molino transformado en alojamiento rural (El Molino de Burbáguena), situado junto al rio en un bonito paraje y con cómodas habitaciones amuebladas en estilo rústico. Una vez instalado me dispuse a sacarme una espina pendiente. Si alguno de vosotros habéis leido la entrada Ruta Mudéjar (cosa que dudo) recordaréis que en ese viaje me ocurrió lo que nunca hasta entonces: no pude encontrar un pueblecito que quería visitar llamado Anento y prometí que, si volvía a pasar por estas tierras, lo buscaría sí o sí. De esta forma me dirigí a la A-23 de nuevo pasando por Calamocha y en dirección Zaragoza tomé la salida Lechón/Anento para llegar hasta él. El pueblo en si es un pequeño capricho y está considerado como uno de los pueblos más bonitos de España. Con tan solo 105 habitantes está configurado por estrechas y empinadas callejuelas de un marcado estilo medieval, con casas bajas donde predomina la madera y engalanadas con multitud de macetas de flores. Os dejo unas fotos para que os hagáis una idea.






               Después de patearme el pueblo me senté en la terraza del único bar existente a tomar algo y le pregunté al dueño si para volver a Burbáguena tenía que deshacer el camino hecho. El hombre, supongo que con la mejor intención del mundo, me indicó que no hacía falta que había un camino sin asfaltar, de unos 5 kms., que unía el pueblo con Báguena y allí se tomaba la carretera que iba a Burbáguena. "En invierno está peor porque hay barro y charcos, pero ahora está seco y los coches van con normalidad (sic)". Decidí hacerle caso y nada más recorrer unos 500 metros me dí cuenta de mi error. Los coches pasarían pero mi moto con su peso y sus ruedas pequeñas no está hecha para transitar por un camino pedregoso y ondulado. Pero ya era tarde. Así que a una media de 20-30 kms/h tiré para adelante con algún sustillo en forma de derrapaje de la rueda trasera y oyendo el sonido de las piedras golpear en los bajos. ¡¡ Mi moto es una maxi-scooter no una trail !!, pero aún así respondió como siempre y logré llegar a Báguena, parando para hacer una foto de su iglesia y quitarme el susto del cuerpo


               Desde Báguena y ya por una carretera como Dios manda llegué al alojamiento para, después de asearme, irme a recorrer el pueblecito y contemplar algunos edificios y su iglesia de muy bonita factura. Después de cenar en la terracita de mi alojamiento me dispuse a descansar para seguir la marcha al día siguiente, no sin antes tomar una bonita foto del rio Jiloca que pasa justo al lado.

               
          El tercer día de mi viaje tenía como destino la ciudad de Zaragoza donde llegué tranquilamente retomando la A-23 y recorriendo en un santiamén los 112 kms. que me separaban de ella. Tuve que callejear un poco y preguntar varias veces hasta encontrar el lugar para pernoctar que estaba al lado de la famosa calle del Coso. Se trataba de un Palacio reconvertido en espaciosos y cómodos apartamentos y que, en uno de sus laterales, habían conservado los impactos de las bombas sufrido en el llamado Sitio de Zaragoza, de ahí el nombre del mismo (Casa Palacio de los Sitios). Recogí las llaves de mi apartamento y me dispuse a revisitar esta bonita ciudad, no por conocida menos atractiva. Incluso en mi más tierna infancia (7-8 años) viví durante bastantes meses en ella con mis padres pero, lógicamente, los recuerdos se han difuminado aunque algunos quedan.
               Me encaminé hacia la plaza del Pilar y recorrí de nuevo su preciosa Catedral y las calles que a ella confluyen, contemplando el bullicio de turistas que en ésta época la visitan.


               Después fuí a buscar el restaurante que tenía anotado para comer y que se hallaba en la calle Mayor. Se trataba de un restaurante-museo (El Fuelle) muy popular aquí y que se halla repleto de objetos, fotos, banderas, bufandas y todo lo imaginable pero, sobre todo, donde se come estupendamente y a un precio razonable. Después de probar alguna de sus exquisiteces como las sopas de ajo y los caracoles asados, me fuí al apartamento a descansar un rato para por la tarde acercarme de nuevo hasta la Plaza del Pilar y visitar la otra Catedral, la de S. Salvador conocida popularmente como la Seo que, sin ser tan monumental como la otra, para mi gusto es una auténtica preciosidad, más recogida, más silenciosa (escasos turistas) y que te permite admirarla con tranquilidad, parando en las capillas y admirando sus numerosos detalles. Fué construida en estilo gótico tardio pero presenta numerosos elementos barrocos. Su retablo mayor es uno de los mejores ejemplos de la escultura gótica en Europa. No hay que olvidar al salir de ella recorrer una de sus fachadas laterales conocida como el muro de la Parroquieta, una de las obras maestras del mudéjar aragonés.
             Después de callejear un rato busqué un sitio para cenar y me fuí al apartamento para disfrutar viendo como mi Real Madrid añadía un nuevo trofeo a sus vitrinas a costa del eterno rival.
             Al día siguiente salí de Zaragoza y tomando la AP-68 primero (¡malditos peajes!) y luego la N-122 recorrer los 81 kms. que me separaban de mi próximo lugar a visitar: el Monasterio de Veruela en la localidad de Vera del Moncayo.
              El Monasterio de Veruela fue fundado en el S.XII por la orden cisterciense para, posteriormente, ser ocupado por los jesuítas. Además de por el edificio en si es famoso porque en el residió Gustavo Adolfo Bécquer y escribió durante su estancia sus "Cartas desde mi celda".


  
                   Una vez en su interior hay que visitar la iglesia, el claustro, la sala capitular, el refectorio y el lavatorio. Os dejo fotos del mismo.










               Bonito verdad. A 3 kms. del Monasterio se hallaba una pequeña curiosidad que me apetecía conocer. Se trataba de un pequeño pueblo, Trasmoz, con 96 habitantes empadronados. Que por qué de mi curiosidad ?, porque se trata del único pueblo que se sepa que está oficialmente excomulgado. Todo arranca, al parecer, por una disputa de regadíos con el vecino Monasterio de Veruela. El abad del mismo, como represalia, se chivó al Papa de turno de que en el pueblo se celebraban actos de brujería y aquelarres y este, ni corto ni perezoso, excomulgó al pueblo y .... hasta hoy. Actualmente, los vecinos del mismo no quieren ni oir hablar de levantarle la excomunión, ya que han hecho de la misma un motivo turístico: tienen un museo de las brujas (no pude verlo por estar cerrado, las brujas también tienen derecho a vacaciones) y celebran todos los años en Julio las fiestas de la brujería, disfrazándose todo el pueblo de brujas, brujos, curas, etc. El pueblo en si no tiene nada de particular, un castillo en estado de abandono que perteneció a Manuel Jalón Corominas (el inventor de la fregona), algunas calles empinadas y detalles referentes a la brujería diseminados por el pueblo. Ahí van unas fotos del mismo.

                                                                 Museo de las brujas




                Dejé Trasmoz y me dirigí hacia Cariñena, cuna del famoso caldo. Recorrí el pueblo sin que me llamara especialmente la atención y tan solo me detuve ante la iglesia de la Asunción (cerrada), de estilo barroco pero que conserva una torre gótica del S.XIV. Me llamaron la atención  en la fachada dos relojes, uno de sol y otro de manecillas y que, curiosamente, la hora buena era la que marcaba el reloj de sol (nos empeñamos en acomodar a nuestros gustos a la madre naturaleza).





               Desde Cariñena me dirigí a Tarazona, donde llegué con un sol de justicia a la hora de comer. Busqué el restaurante elegido (Saboya 21) y, además de comer bien, entablé conversación con el chef que también era motero y nos contamos aventurillas mutuas. Además tuve el honor de enseñarle que eran los paparajotes (dulce típico murciano). Después de comer y desafiando "la caló" me di una vuelta por el pueblo, visitando la Catedral de Nª Sª de la Huerta que fue una de las primeras edificadas en estilo gótico aunque las sucesivas restauraciones le han ido añadiendo otros estilos (mudéjar, renacentista) conformando un rico conjunto monumental hasta el punto de ser denominada la Capilla Sixtina del renacimiento español. La torre del campanario refleja perfectamente esta evolución ya que consta de tres cuerpos: el más inferior es gótico, el intermedio mudéjar y el superior renacentista. Podéis comprobarlo en la foto.


               Después de ver la Catedral me dirigí hacia sus famosas casas colgadas que no tienen nada que envidiar a las de Cuenca (con todos  mis respetos)


               Y por último visité la Plaza de Toros Vieja, de diseño octogonal y que en su inicio era un edificio de 32 viviendas cuyos dueños alquilaban los balcones los días de corrida




               Consciente de que me dejaba por ver de Tarazona muchas otras cosas que merecen la pena (el Palacio Episcopal, la Mezquita de Tórtoles, el Palacio de Equarás o las murallas) pero acuciado por el tiempo y por el calor salí de esta bella ciudad no sin antes tomar una última foto de la impresionante fachada de su Catedral.


               Regresé a Zaragoza de nuevo por la AP-68 (más peajes) y directo al apartamento para tomar una duchita, bajar a cenar algo y retirarme a descansar para la tirada del día siguiente.



DÍAS 5 Y 6


               Salí de Zaragoza para dirigirme por la A-126 y luego por la A-127 hasta Ejea de los Caballeros (76 kms.). En esta población quería ver dos iglesias, una situada en lo alto de la villa la de Sª Mª de la Corona y otra en la parte baja la de S. Salvador. La primera de ellas conserva en la portada sur su estilo románico y el hueco de un sarcófago encima del cual se sitúa el ejemplo más antiguo del escudo de la villa



               La otra iglesia (Monumento Nacional) es de estilo románico de transición al gótico y tiene un aspecto exterior de fortaleza-iglesia con su torre almenada, el camino de ronda y las almenas. En su interior (la de la Corona estaba cerrada) alberga un muestrario escultorio románico del taller del maestro Agüero.




               Desde Ejea, tomando la A-127 me encaminé al destino de hoy: Sos del Rey Católico, pasando por un pueblecito llamado Sádaba que posee un precioso castillo del S.XI que es el ejemplo perfecto de la arquitectura militar cisterciense



               Y sin más me planté en Sos dispuesto a disfrutar de esta bella población. Como la circulación de vehículos está prohibida en el casco histórico, dejé la moto en una de las puertas de entrada justo al lado de una de las 12 sillas de acero que hay distribuidas en otros tantos miradores y que están personalizadas (en mi caso llevaba el nombre de la gran Amparo Soler Leal). Tomé parte del equipaje y recorrí los 150 metros que me separaban del Ayuntamiento, al lado del cual se hallaba mi alojamiento ...

               ... que fué una de las agradables sorpresas de mi viaje. Se trataba de un alojamiento turístico denominado Ruta del Tiempo y era un antiguo palacete rehabilitado con exquisito gusto, de manera moderna pero conservando el aire medieval. Mi habitación tenía una moderna cama con dosel y todos los detalles inimaginables y se llamaba nada menos que Fernando II.
               Aquí quiero hacer un inciso. No pretendo hacer ningún tipo de publicidad (de hecho en este blog no hay ninguna por decisión propia) ni me pagan por ello (aunque me estoy pensando seriamente hablar con Suzuki). Solo quiero facilitar información precisa para aquellos viajeros que me lean y quieran saber lo que pueden encontrarse y, en este caso, el lugar era una auténtica preciosidad, cómodo y con un desayuno exquisito todo por 75 euros. Sin lugar a dudas es uno de los mejores alojamientos en los que he pernoctado.
               Después de dejar las cosas y recoger las llaves de su amabilísima dueña, me dispuse a callejear y conocer la población que posee la solera de ser el lugar de nacimiento de Fernando el Católico. El espolón sobre el que se asienta la villa tiene dos promontorios, en uno se sitúa el castillo de la Peña Feliciana, fortaleza del S.XII que aún conserva algunos lienzos de muralla y la torre del homenaje. En el otro está el Palacio de los Sada, lugar de nacimiento del Rey Católico, con una fachada sobria y elegante del S.XVI.



               Pero en Sos hay que perderse, dejarse llevar por sus intrincadas callejuelas y sorprendernos al descubir rincones llenos de belleza. Así que, después de comer muy bien en La Cocina del Principal, paseé sin rumbo dejándome llevar por la intuición y sin apenas agobios de turistas sin control, saboreando las calles de Sos que fueron retratadas en la película La vaquilla. Os dejo algunas fotos de mi periplo.








               Ya entrada la noche me senté a tomar algo en un bar justo al lado de mi hospedaje y me fuí a descansar. Al día siguiente desayuné y me despedí con pena de esta preciosa villa que bien merece una visita, no sin antes sentarme en la silla de Amparo Soler Leal y hacer una foto del paisaje.


               Mi siguiente punto antes de llegar por fin al Valle del Baztán era el famoso Monasterio de Leyre, situado en la villa de Yesa y a tan solo 24 kms de aquí que se recorren primero por la A-127 y luego por la NA-127.
                 Al llegar lo primero que te invade es una sensación de tranquilidad. Se halla situado en pleno monte, rodeado de árboles y con el embalse Yesa al fondo. Llegué justo cuando iba a comenzar una visita guiada, así que me enganché y recorrí la parte visitable (la otra es de clausura) oyendo las explicaciones de la guía. El monasterio está realizado con piedra de color dorado veteada de carmín por la presencia de hierro y con incrustaciones de cuarzo. Fue extraida de unas canteras propias cercanas al monasterio.



               Lo primero que se visita es la cripta que no es tal, ya que no es subterránea y no hay evidencia de enterramientos. Se construyó para nivelar el terreno donde se alzaría la iglesia, de manera que realmente su función es la de servir de cimiento a la misma. Está formada por cuatro naves con grandes capiteles que son los que sostienen al templo y están decorados con animales y figuras geométricas. Junto a ella se sitúa el túnel de San Virila, un pasadizo actualmente cegado por el que pasaban los peregrinos del camino de Santiago.



               Desde la cripta accedimos al Patio de la hospedería donde se alzaba el antiguo claustro románico ya desaparecido y a través de una puerta románica se accede al interior de la iglesia.
                La iglesia de San Salvador de Leyre constituye el elemento arquitectónico principal. Mantiene elementos románicos como la nave principal mientras que la bóveda, el panteón de los reyes de Pamplona y una capilla leteral son góticas, pudiendo apreciar perfectamente la diferencia entre ambos estilos. La cabecera consta de tres naves asimétricas y allí se sitúa la imagen de la Virgen de Leyre. La nave central es también románica pero cubierta con posterioridad por una bóveda gótica. En un hueco cerrado por una verja de hierro se halla el mausoleo de los reyes del Reino de Pamplona (hay agrupados más de quince). La capilla lateral posee un retablo renacentista y ahí es donde comulgan las niñas llamadas Leyre por deseo de sus padres, se accede a ella por una portada románica sobre la que hay un crestón jacobeo.

             

               De la iglesis se sale por la Porta Speciosa (puerta preciosa), donde hay constancia de que trabajó el maestro Esteban autor de la puerta de las Platerías de la Catedral de Santigo.Está diferenciada en tres partes: el tímpano, las arquivoltas y columnas y el friso, todas ellas adornadas con profusión de imágenes de santos y animales varios.



                Completada la visita retorné a donde había aparcado la moto, haciendo de paso una foto del bonito paisaje con el embalse de Yesa al fondo

               Me restaban exactamente 100 kms para llegar a mi destino final en el Baztán y los recorrí primero por la A-21 y luego por la N-121 que une Pamplona con Irún y que en los próximos días iba a recorrer en numerosas ocasiones. Llegué al lugar elegido para pasar las siguientes jornadas y que no era otro que el Hotel Venta Etxalar. Se trataba de un Hotel-Venta-Restaurante cercano al pueblo y situado cerca de la carretera. La habitación tipo suite era muy amplia e incluso tenía jacuzzi en el baño, la única pega era que por el tipo de establecimiento y su situación había mucho trasiego de gente y a veces había demasiado ruido exterior/interior pero, en fin, no se puede tener todo. A cambio poseía un restaurante decente y una terraza muy agradable. Tomé la habitación y, después de comer, me dispuse a ver alguno de los pueblecitos que forman el Valle del Baztán.
               Lo primero que sorprende al viajero que visita por primera vez este enclave es la naturaleza que lo rodea que yo calificaría, permitidme la expresión, de lujuriosa. Valles profundos atravesados por rios, extensos campos verdes donde pastan vacas, ovejas y caballos. Vas por la carretera con un sol resplandeciente y de pronto entras en un tramo donde se hace la oscuridad formada por las copas de los árboles que cruzan de un lado a otro. ¡Eso era lo que había venido a ver! y no atraido por la reciente popularidad del lugar debido a una trilogía novelesca de la escritora Dolores Redondo (por cierto, empecé a leer el primero de ellos "El guardián invisible" llevada al cine y lo dejé cuando llevaba  la tercera parte del mismo con muy serias dudas de si lo continuaré).







               De esta guisa me planté en Irurita, uno de los 15 pueblos que conforman el valle y donde pude apreciar las construcciones típicas de la zona, casas de no más de cuatro alturas, con balcones y ventanas de madera, generalmente pintadas en blanco y profusamente adornadas con flores.


  

               Desde Irurita me dirigí al vecino Elizondo, considerada la capital del Baztán. Es un pueblo algo más grande que el resto pero que posee los servicios de todo el Valle. Lo recorrí caminando tranquilamente y contemplando los lugares más emblemáticos como su iglesia





               Ya anocheciendo y, después de una primera toma de contacto con el lugar, regresé al hotel para cenar y, ya que lo tenía a mano, darme un baño relajante en el jacuzzi. Ya decidiría que hacer el día siguiente.


DÍAS 7 Y 8

               Durante el desayuno, de las distintas posibilidades que tenía, me decanté finalmente por ir a conocer las famosas cuevas de Zugarramudi. En recepción me indicaron como llegar y me puse en marcha por mi amiga la N-121 para luego desviarme y pasar por Bera (antigua Vera de Bidasoa). Allí me detuve en la Plaza Mayor para subir luego a la iglesia y completar el recorrido visitando por fuera la casa de los Baroja, oriundos de aquí.





               Desde Bera por la NA-4410 llegué hasta Lizuniaga y penetré en territorio francés y allí .... me perdí. Mi moto no lleva GPS y el del móvil me sirve de poco porque, para consultarlo, tengo que pararme y aún así solo me indica el primer tramo a seguir, con lo cual de poco me vale. Paré a preguntar a unos franchutes pero, parece mentira al vivir tan cerca de la frontera, no hablan ni papa de español. Así que paré en un pueblecito y entré en un supermercado y entre el chapurreo español de la cajera y el chapurreo francés de un servidor conseguí entender por donde tenía que dirigirme para, entrando nuevamente en territorio nacional, llegar hasta Zugarramurdi. Como era temprano había pocos turistas y aparqué en la misma entrada de las cuevas




               Saqué la entrada y me dispuse a visitar esta maravilla de la naturaleza de la que tenía una cierta idea ya que había visto recientemente el bodrio de Alex de la Iglesia rodado íntegramente aquí y titulado "Las brujas de Zugarramudi" y que por higiene mental aconsejo no visionar.
               Las cuevas son un complejo kárstico que a lo largo de los años ha ido siendo erosionado por un rio al que llaman La Regata del Infierno y que aún continúa su labor transformado en un riachuelo. Forma un complejo de unos 120 metros de largo y posee varias grutas siendo la Gran Gruta la más impresionante de todas. En el S.XVII el modo de vida de la gente de aquí estaba ligado a la tierra, la sabiduría y el mundo mágico principalmente pagano y, al parecer, se reunían en este lugar para sus fiestas, rituales sagrados y ceremonias. El dueño de estas tierras era Fray León de Araníbar, abad del cercano monasterio de Urdax y confidente de la Inquisición el cual, vaya usted a saber por qué disputas, denunció al Santo Oficio que por la zona había brujas y este envió a un representante (Valle Alvarado) a investigar el tema. Hay que tener en cuenta que las gentes del lugar tenía diferentes costumbres, creencias, sabidurías y hasta hablaban otro idioma (euskera) por lo que fue sencillo transformar los rituales y fiestas en akelarres, los cánticos en conjuros y las palabras y creencias en sortilegios y magia negra. De esta manera el poder propagó el miedo, el miedo la sospecha y la sospecha el silencio y las buenas gentes del lugar comenzaron a denunciarse unos a otros, cualquiera podía ser brujo/bruja. Como conclusión se detuvo a unas 300 personas, 40 fueron juzgados en el Proceso de Logroño y 11 fueron quemados, pero lo más importante es que a raiz de estos hechos el mito de la brujería se propagó por toda Europa y sirvió para asentar la hegemonía de un conocimiento y una religión.
               Centrándonos en lo meramente geológico, el espectáculo de las cuevas es impactante. Hay que seguir el curso del riachuelo y admirar las caprichosas formas que ha ido esculpiendo en la roca, detenerse en las zonas señalizadas y que explican algunos de sus nombres (cueva del akelarre, cueva pequeña, el contrabando). En fin, mejor que mi descripción es que veáis las fotografías que fuí tomando y que os darán una idea de los que os váis a encontrar si venís a visitarlas.








               El Museo de las Brujas se halla a 200 metros de la entrada a las cuevas y puede ser un buen complemento a la visita ya que, mediante audiovuales, os explica el contexto histórico en que se desarrollaron los acontecimientos arriba narrados.
               Desde Zugarramurdi, pasando por Urdax que también posee otras cuevas pero que no visité, me dirigí por la N-121B hasta Amaiur. Este pequeño pueblo consta de prácticamente una única calle, a la que se accede por un arco en el que, según la tradición, se detuvo una epidemia de peste sin que afectara a los vecinos


               A lo largo de la calle podemos encontrar numerosas casas blasonadas, con sus balcones cuajados de flores. Me detuve a tomar algo en una pequeña taberna que estaba abierta y, de paso, juguetear con un cachorro de border collie que estaba en el jardín de al lado, acordándome de mi querido Trasto que se había quedado en Murcia y al que echaba de menos.




                 Desde Amaiur seguí descendiendo y paré en otros dos pueblecitos de este Valle: Erratzu y Arizkun



               Y ya sin más paradas, pasando por Elbete (que es una continuación de Elizondo) llegué a la capital del Baztán para comer en el restaurante seleccionado (Casa Galarza) donde saboreé la cocina navarra tradicional con unas excelentes carnes.
               Por la tarde, después de un buen paseo para rebajar el almuerzo y ya de regreso al hotel, fuí parando en otros de los pueblecitos que conforman el Baztán: Lekaroz, Almandoz, Arraioz, Ziga, Aniz y Berroeta.

                                                                      Almandoz

                                                                      Berroeta

                                                                          Ziga
                                                                      Ziga
                                                                    Ziga. Frontón
                                                                             Ziga

               Y ya cayendo la tarde di por concluida la intensa jornada y regresé al hotel para descansar y pensar en el día siguiente.

               Como ya me había recorrido casi todo el Valle del Baztán, se me ocurrió que, al estar a tan solo 60 kms, no sería mala idea acercarme a dar una vuelta por la preciosa ciudad de San Sebastián. Dicho y hecho, tomé la N-121 en dirección a Irún e hice primero una parada en Hondarribia, donde ya había estado en un par de ocasiones anteriores. Dí un paseo por el puerto y subí callejeando hasta donde se halla la iglesia y la Plaza Mayor con el Parador Nacional.





               Desde Hondarribia fuí directamente a San Sebastián, di una vuelta por la ciudad sin bajarme de la moto y me dirigí hacia la playa de la Concha, aparcando al final del paseo muy cerca del Peine del Viento.




               Pasear por esta bella ciudad siempre es un placer. Admirar sus casas señoriales, el bullicio de las calles, sus paseos. Es un lugar que rezuma elegancia y clase por todos lados. Así que después de volver a recorrerla y como se acercaba la hora de comer fuí a matar el gusanillo y estando en San Sebastián no podía por menos que ir de pintxos. Degusté estas exquisitas especialidades en varios de los bares más concurridos y no me quedó más remedio que hacer tiempo tomando un café y leyendo el libro que siempre llevo hasta que todo estuviera en orden y pudiera regresar.
               La vuelta resultó algo complicada porque no se por qué diablos me equivoqué con las señalizaciones y me metí en la autovía que va a Pamplona y sin posibilidad de enlazar con la N-121, dándome cuenta cuando ya era tarde para dar la vuelta. Así que no me quedó más remedio que hacer kms. extra y llegar hasta Pamplona para allí tomar a mi amiga la N-121 y regresar al hotel. Por cierto, el lugar donde está enclavado el establecimiento es una rotonda donde por norma se sitúa una pareja de la Guardia Civil. Me pararon, al igual que en dos ocasiones anteriores ya que, por lo que deduje, realizaban controles del estado de los neumáticos (¡menos mal que puse cubiertas nuevas al emprender el viaje!). Sin siquiera hacerme bajar me dijeron que siguiera y aparqué en el hotel. Jacuzzi, cenita y a preparar las cosas para el regreso dando por concluida mi visita a este precioso lugar que recomiendo visitar encarecidamente.



DÍAS 9 Y 10


               El viaje de regreso constaba de dos etapas con paradas para dormir en Briviesca y Peñafiel pero, sobre la marcha y como tenía tiempo de sobra, decidí que que ya llevaba muchos kms. en mi cuerpo serrano y que no me apetecía hacer de una tirada los casi 600 kms. que separan Peñafiel de Murcia. Así que vía móvil reservé una habitación en Uclés y de esa forma recorrer 300 kms. en cada jornada.
               Tomando la AP-1 y luego la A-1 me dirigí hacia Briviesca para conocer esta ciudad en la que no había estado. Llegué a mediodía y busqué el alojamiento: Hotel Restaurante El Vallés que, aunque algo alejado del centro, es un extraordinario hotel. Tranquilidad absoluta, rodeado de jardines, habitaciones modernísimas y un estupendo restaurante con una relación calidad/precio inusual (55 euros la noche en AD). Llevaba pensado acercarme a visitar Frías pero una señora en recepción (me pareció la dueña) me convenció para hacer una pequeña ruta por lo que ella denominó "la cuna de Castilla-León): Poza de la Sal, Oña y Frías. Así que, después de comer opíparamente y descansar un rato me dispuse a visitar los lugares recomendados y, la verdad, no me defraudó.
               Tomando la CL-632 se llega a Poza de la Sal. Las carreteras son muy buenas, con asfaltado adecuado y escaso tráfico. En el camino paré a realizar unas fotos a una pequeña ermita románica que estaba aislada en medio de la nada.



               Llegué a Poza de la Sal y me dirigí directamente a la Plaza Mayor. Esta villa debe su interés, además de por la existencia de pozos de sal como indica su nombre y son una fuente de  riqueza, a que aquí nació el gran naturalista Féliz Rodríguez de la Fuente, que tiene un pequeño busto en su memoria y junto al que me hice una foto


         
               Se trata de una villa amurallada, con estrechas y empinadas calles y que tiene su joya en la iglesia de S. Cosme y S. Damián con un precioso retablo recientemente restaurado y que, el señor encargado que había en el interior, me insistió una y mil veces que no podía fotografiar, así que me contenté con hacerlo del exterior.



               Continué mi recorrido por esta región denominada La Bureba hasta llegar a Oña, situada en un desfiladero modelado por el rio Oca y cuyo esplendor gira alrededor de un extraordinario monasterio, el de S. Salvador, con un pasado de gran esplendor económico y religioso. Cuando llegué, lamentablemente, hacía 10´que había cerrado sus puertas pero simplemente con ver el exterior te puedes hacer una idea de su grandiosidad y lo que tuvo que representar para esta comarca.

                                                      Monasterio de S. Salvador

                                                                     Oña

               Lamentando no haber podido visitar el monasterio continué hasta llegar a Frías por una bonita carretera comarcal que serpentea junto a un rio. Desde varios kms. antes ya se puede observar la imponente figura del Castillo de los Velasco. El pueblo está considerado como uno de los más bonitos de España y sus casas de piedra y entramado se adosan entre sí para formar un conjunto de estrechas y empinadas calles. En ocasiones las casas se apiñan y cuelgan de la roca. En conjunto el pueblo presenta un aspecto típicamente medieval, dominado siempre por la figura de la Torre del Homenaje del castillo. Subí andando hasta el mismo y pude ver la iglesia de S. Vicente, así como un puente medieval que controló el paso por el caudaloso rio Ebro.

                                                            Castillo de los Velasco
                                                                           Oña

                                                                   Iglesia de S. Vicente
                                                          Paisaje desde el castillo

               Después de descansar y tomar algo abandoné Frías pasando por el barrio de la Tobera que, según me contaron, en épocas donde no hay sequía presenta una bella sucesión de saltos de agua del río Molinar.
               Regresé a Briviesca ya anocheciendo y fuí a la Plaza Mayor donde me recomendaron un sitio para cenar, regresando al hotel a descansar y seguir descendiendo hacia Murcia.

                   Antes de partir al día siguiente hice una visita exterior al Conjunto Monumental de Santa Clara y ya, sin más retrasos, volver a tomar la AP-1 y la A-1 hasta llegar a Peñafiel. Al igual que en Frías, la imponente mole del castillo se divisa desde varios kms. a la redonda. Busqué el alojamiento, una antigua fábrica de maderas transformada en preciosos y modernos apartamentos con la única pega de estar muy mal señalizados, con lo que tuve que llamar a la dueña para que me orientara. Tomé el que me correspondía y después de descargar me fuí a realizar una pequeña ruta que traía prevista. Recorrí varios pueblecitos: Laguna de Contreras, Sacramenia, Valtiendas y Fuentidueña, siendo este último el único que llamó mi atención.




               Regresé a Peñafiel, busqué un sitio para comer y después subí al impresionante castillo que todo lo domina y que actualmente es la sede del Museo provincial del Vino. Desde el se divisa toda la comarca y se puede apreciar por qué la villa es la cuna del vino, ya que en ella están asentadas las mejores bodegas de la denominación de origen Ribera de Duero




               Después de visitar el castillo fuí a conocer la famosa plaza de toros (plaza del Coso) también llamada "Corro" o "Corro de los toros". Está documentada su existencia desde la Edad Media y conformada por 48 edificios con balcones de madera de los S.XVIII y XIX cuya finalidad es servir de lugar para presenciar los espectáculos.




               Desde el Coso me dirigí al Convento de S. Pablo, declarado BIC, que destaca por la exuberancia de los arcos realizados en ladrillo en estilo gótico mudéjar. En su interior se halla la capilla funeraria de los Manuel, de estilo plateresco y una de las mejores piezas del Renacimiento español. Allí se halla enterrado D. Juan Manuel de Villena (el Infante Juan Manuel).





               Ya atardeciendo busqué un lugar para tomar algo y encontré un agradable mesón asador situado en la orilla del rio, lo que me permitió disfrutar de una buena cena y retirarme al apartamento para iniciar al día siguiente la penúltima etapa de mi extenso viaje.



               Fresco y descansado me dispuse a recorrer por la A-11 los 281 kms. que me separaban de Uclés y atravesando Madrid con bastante comodidad por la M-30.
               Llegué a Uclés a mediodía y, tras dejar las cosas en mi habitación de la Hostería Casa Palacio que ya conocía, bajé a comer en el mismo establecimiento (buena cocina) y descansé un rato. Por la tarde fuí a dar una vuelta por los alrededores del monasterio, sin poder entrar en el interior porque en esta época del año se dedica a cursos de verano de inglés para niños. El monasterio se halla enclavado en lo alto de un cerro dominando el paisaje de alrededor. Data del S.XVI y consta de varios estilos fácilmente apreciables en sus diferentes fachadas: plateresco, herreriano y churrigueresco. Fué sede central de la Orden de Santiago hasta que la desamortización de Mendizábal (ya he comentado en otras entradas los desmanes de este siniestro personaje) la expulsó de allí. Ha sido hospital de campaña, cárcel y seminario y hoy está declarado BIC.





               Y ya sin más, tomé algo en el bar del pueblo para irme a dormir y, al día siguiente, recorrer los 306 kms. por la A-30 que me separaban de mi Murcia a la que ya empezaba a echar de menos (incluso con su calorcito y todo).
                Este es el extenso relato de un viaje que me ha permitido visitar lugares que no conocía y del que me queda la misma sensación que en viajes anteriores: España es diversa y maravillosa, tiene infinidad de lugares por descubrir de extraordinaria belleza y, quizás antes de plantearnos explorar allende nuestras fronteras, no estaría de más pensar en conocer a fondo nuestro propio país que tantas cosas tiene para ofrecernos. Por mi parte espero seguir haciéndolo durante bastante tiempo.


A MODO DE RESUMEN

Kilómetros recorridos: 3.061

Coste de carburante + peajes: 180 euros

Alojamiento : 515 euros

Comidas y varios : no contabilizado

Prestaciones de mi moto : óptimas (aunque aún me sigue recordando la jodía cuando me monto los 5 kms. de Anento a Báguena)

Experiencias acumuladas : todas

Provincias recorridas : Valencia, Teruel, Zaragoza, Navarra, Guipúzcoa, Burgos, Soria, Valladolid, Segovia, Madrid, Cuenca, Albacete y Murcia.






                   




   

2 comentarios:

  1. Buen blog y buenas fotos. Espero que lo hayas disfrutado. Esto si que es sacarle partido a una moto.
    Saludos

    Julio C.

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  2. Antonio, es impresionante el relato tan fresco, fluido y ameno que haces de tus viajes. Me encanta. Por cierto, soy Cristóbal (Balres); nos encontramos en la salida Burgman a la comarca de Los Vélez.
    Ratificó y reitero que de mayor quiero ser un viajero a tu estilo. Un abrazo.

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