LA DESCONOCIDA RIBEIRA SACRA
Mi
segundo viajecito del verano estaba programado en dos partes. La primera era
para conocer un lugar del que tenía grandes referencias y del que había estado
muy cerca cuando realicé la Ruta de la Plata, pero que no llegué a ir: el
Monasterio de Guadalupe en Cáceres.
La
segunda era desviarme por Avila para visitar algunos lugares de Soria que me
llamaban la atención, como Calatañazor o Ayllón. Pero, como siempre me ocurre,
algún reportaje inesperado visto o leído me hizo cambiar de planes. En este
caso fué uno sobre una zona que no conocía (ya me quedan menos) y que llamó mi
atención: la Ribeira Sacra y el Cañón del Sil. Así que modifiqué el itinerario
sobre la marcha y en vez de hacia la derecha me fuí hacia la izquierda para ver
que me deparaba este lugar de Galicia desconocido por mi.
DÍAS 1, 2 y 3
Salí
de Murcia el lunes 27 para dirigirme hacia Tomelloso. Había elegido este pueblo
para una parada intermedia no porque me atrajera especialmente (ya había estado
en el mismo en otra ruta anterior y no me había llamado la atención), sino
porque se situaba a mitad de camino (236 kms.) de Guadalupe y porque quería
visitar el museo de mi homónimo Antonio López, pintor realista por el que siento
una gran admiración. Así pues, tomé la A-30 en dirección a Albacete para
desviarme en la salida a Hellín y desde allí coger la CM-313 y luego la CM-400
que me llevaría hasta Tomelloso.
Al
llegar me encontré con una actividad inusual en el pueblo y es que resulta que
estaban en plena feria (voy pillando todas las ferias por donde paso). Pregunté
por el hotel (Hotel Paloma, excelente relación calidad-precio)) y, tras dejar
las cosas, me dispuse a integrarme en el bullicio callejero propio de la
festividad. Primera decepción: al preguntar me dijeron que el Museo de Antonio
López cerraba los lunes. Así pues, me contenté con hacer una foto de la Posada
de los Portales que es el símbolo del pueblo, dar una vuelta, comer y descansar
un rato en el hotel.
A media tarde, cuando el calor había amainado algo, volví a pasear por
el pueblo que, según he comentado antes, no tiene ningún atractivo en especial.
Está diseñado de manera cuadriculada, con calles rectas y amplias en las que no
destaca ningún elemento artístico en particular. Regresé a la plaza del
Ayuntamiento donde había instalado un escenario que resultó ser para una
actuación de grupos rocieros que se celebraba por la noche. Hice tiempo
mientras cenaba algo para ver de que se trataba aquello. Comenzó la actuación
y, después de tres canciones, decidí irme a descansar para continuar al día
siguiente rezando porque no se oyera mucho la música porque el hotel estaba al
lado. Y se oía, ¡ vaya si se oía !. Así que ora vueltas en la cama ora poner la
TV para distraerme estuve hasta que sobre las 2 de la madrugada, después de
haber desplumado hasta la última Blanca Paloma y dejarse pulmón y medio en la
Salve Rociera, finalizó el espectáculo. Intenté dormir unas horas pero me
despertaba sobresaltado oyendo: “ oeeeé, oé, oé, oé ….. oé, oé, oé oé ….. “.
Medio
sonámbulo me levanté, desayuné y me puse en marcha pero, hasta salir del
pueblo, me perseguía un “oé, oé, oé, oé “ que me atravesaba el casco.
De
esta guisa enfilé la A-43 y luego la N-430 para luego desviarme por la CV-502 y
la EX-116 que me llevaron, tras 272 kms., hasta Guadalupe. Llegué a mediodía y
busqué el alojamiento. Había reservado en el Parador Nacional. Vaya por delante
que no soy un fan de la red de Paradores. Reconozco que ha servido para
recuperar edificios históricos que, de otra manera, hubieran terminado en
ruinas pero también que el confort hotelero que ofrecen, sobre todo en las
habitaciones, deja que desear además de ser bastante caros. Pero amigos, si
queréis dormir en un castillo, convento, palacio, etc. hay que pagarlo. En mi
caso fue más porque la oferta hotelera en Guadalupe es muy pobre y no había
muchas más opciones. Antes de llegar al Parador paré y me hice una foto frente
al impresionante edificio del monasterio.
Tomé la habitación y me fui a situarme. El pueblo de La Puebla de
Guadalupe ha crecido en, por, para y alrededor del monasterio. Nace como
consecuencia del hallazgo a finales del S.XIII principios del XIV de una talla
de la virgen por un pastor junto al rio Guadalupe (esta película ya le he visto
antes). Se construye una ermita y pasa a ser un centro de peregrinación (el
segundo tras Santiago), lo cual conlleva la necesidad de construir lo necesario
para atender a los peregrinos.
Hoy
en día es una población de unos 2000 habitantes que viven básicamente del
turismo y que tiene algunos lugares con cierto encanto que me dispuse a
conocer. Bajando por lo que podríamos llamar calle principal se atraviesa uno
de los arcos defensivos de entrada a la villa que aún perduran, el arco de
Sevilla …
… de esta manera se llega a la Plaza de los Tres Chorros que presenta
unos arcos porticados que tenían una doble función, resguardar del sol y de la
lluvia y crear establecimientos (posadas, boticas, etc) que atendieran a los
peregrinos.
Después de recorrerlos volví sobre mis pasos para comer en alguno de
los muchos restaurantes que se ubican frente al monasterio en la plaza de Santa
María y hacer algunas fotos del monasterio y las casas que lo rodean.
La tarde la dediqué a descansar, bañarme un rato en la piscina del
Parador e informarme de como visitar el monasterio al día siguiente.
La
hora de inicio de la visita (5 euros) eran las 10 y allí nos reunimos un
nutrido grupo que, pastoreados por un guía desganado que masticaba chicle sin
parar, nos fué enseñando las distintas dependencias en las que, salvo el
claustro, no se podía hacer fotos. A mi me llamaron la atención sobre todo la
espectacular Sacristía donde se conservan hasta 11 pinturas de Zurbarán
encargadas ex-profeso y un museo donde hay obras de Juan de Flandes, Zurbarán,
Goya, El Greco y hasta un precioso cristo de marfil atribuido a Miguel Angel.
Terminado el recorrido, nuestro aburrido guía nos dejó en manos de un monje
franciscano que nos llevó a visitar el camarín de la Virgen, que contiene
cuadros de Lucas Giordano. Para terminar la visita, el buen hombre se puso
ceremonioso y nos anunció que iba a girar la imagen, que siempre mira a la
iglesia, para rezar una oración. La imagen es una pequeña talla románica de una
virgen sedente realizada en madera negra. Por último nos invitó a colocarnos en
fila para besar no se qué reliquia traída de Jerusalén. Obviamente pasé del
ritual y me fuí al claustro de características mudéjares, con dos pisos y un
templete central decorativo de ladrillo revestido de azulejos de Manises.
Terminada la visita me fuí a ver la iglesia (acceso
libre). Gótica del S.XIV aunque la decoración es barroca y que presenta un
bonito retablo mayor del S.XVII que fué dorado y policromado por el hijo del
Greco.
Comida, siesta, nuevo paseo por el pueblo y hacer tiempo hasta las
20,30 h en que estaba programada una visita guiada totalmente gratuita para los
huéspedes del Parador y destinada a conocer a fondo el mismo y la dependencia
anexa. Nos sirvió de guía Alvaro, un empleado del mismo sumamente ameno y
altamente cualificado que le daba sopas con onda al guía oficial del
monasterio.
El
Parador se halla construido sobre el antiguo Colegio de Infantes o de
Gramática, donde se impartían clases de humanidades y canto para un reducido y
selecto grupo de 40 estudiantes seleccionados que ingresaban a la edad de 12
años para terminar sus estudios a los 16. Lo más bonito es un precioso claustro
mudéjar hoy convertido en terraza relajada y tranquila para tomar algo. Anexo
al mismo, con función actual de parking, se halla el Hospital de S. Juan que,
en su tiempo, constituyó uno de los focos principales de la enseñanza de la
medicina en España y en el que, bula papal mediante, se practicó por primera
vez la cirugía y disección por cirujanos frailes y seglares. Terminada la
visita nos obsequiaron con una sangría y una tapa típica.
Cenita y a dormir.
DÍAS 4 y 5
El
plan inicial era llegar a Tordesillas por Avila, parando en poblaciones con
encanto como Oropesa o Arenas de San Pedro, pero a quién pregunté, en especial
a Alvaro nuestro guía del Parador que era de Valladolid, me lo desaconsejaron
fervientemente y, aunque eran más kilómetros, me dijeron que la mejor opción
era tomar la CM-411, luego la EX-A1 hasta Navalmoral de la Mata y ahí enlazar
con la A-66 hasta Tordesillas. Mereció la pena. La primera es una bonita y bien
asfaltada carretera de montaña, con poco tráfico y paisajes preciosos como el que os muestro más abajo que, aunque parezca el mar, es un embalse de los varios que hay por tierras extremeñas ...
... y la última
era mi antigua amiga de la Ruta de la Plata. De esta manera llegué a
Tordesillas a mediodía, tomé el hotel
(Torre de Sila, cómodo pero sin pretensiones) y después de comer y
descansar salí a dar una vuelta por esta villa.
Tordesillas
es una ciudad con larga historia que ha pasado por varias manos de reyes y de
la nobleza. La última fue la infanta portuguesa Beatriz de Portugal, que fue
dueña de la misma hasta el S.XIV. Así mismo, en ella fué recluida hasta su
muerte en 1555 la reina Juana I de Castilla (la Loca).
Pero
quizás lo más conocido de la villa es que en ella se firmó el famoso Tratado de
Tordesillas, documento mediante el cual los Reyes Católicos y el rey Juan II de
Portugal se repartieron los territorios descubiertos en el Nuevo Mundo mediante
una línea imaginaria que separaba las posesiones españolas y portuguesas.
Caminando
llegué hasta la Plaza Mayor, recoleta plaza porticada que resume perfectamente
el estilo de las plazas castellanas, con balcones para presenciar los
espectáculos que se celebraban en ellas y en el que hoy en día cuelgan algunos
carteles que harán las delicias de los antitaurinos.
Continuando el recorrido se llega hasta cerca del rio
Duero que atraviesa la ciudad. Allí se hallan las famosas casas del Tratado,
aunque parece que en realidad el documento se firmó en la subtitulada como Casa
2.
Casa 2
Junto a las Casas del Tratado se halla situada la Iglesia-Museo de S.
Antolín de los S.XVI y XVII con varias piezas de gran valor artístico en su
interior.
Seguí mi periplo para ver el puente, de origen medieval pero remodelado
y apuntalado en siglos posteriores. Tiene 10 ojos y era el paso obligado de
caminos que unían el noroeste de la Península con el centro. Aproveché para
hacer una foto de la puesta de sol desde el mismo.
Regresé bordeando el rio a mi hotel que debe su nombre a la Torre de
Sila, única que se conserva de la muralla que rodeaba la villa. A cenar y a
dormir que mañana llegaba a la Ribeira Sacra.
Tomé
la N-VI que enlazaba con la A-6 y desde esta la N-120 para recorrer los 318
kms. que me separaban de la capital de la Ribeira Sacra y que, la verdad, se
hicieron muy llevaderos llegando a Monforte de Lemos sobre las 13 h. y buscando
mi hotel que fué toda una sorpresa. Se llamaba Hotel Cardenal, céntrico,
moderno y con unas habitaciones espectaculares totalmente domotizadas. No sé si
en Monforte habrá otros mejores pero éste es altamente recomendable y nada
caro. Después de dejar las cosas me fui a dar un garbeo.
Monforte
es una ciudad no muy grande, agradable de pasear y con un sabor gallego
mezclado con espíritu castellano. Después de tomar algo en un bar cercano a la
Plaza de Abastos y regresar al hotel para descansar un poco, me dispuse a
visitar lo más emblemático de esta villa.
Había
que subir hasta el Monasterio de San Vicente del Pino (hoy Parador Nacional) y,
aunque podía hacerlo en la moto, preferí subir andando bordeando los restos de
la muralla que aún se mantienen en pie. A mi paso me detuve ante una hornacina
excavada en la piedra y dedicada a no sé que virgen.
El lugar donde se ubica es el de un monasterio del S.X aunque el que hoy se conserva data del S.XVI. Aunque el aspecto es bastante sencillo, destaca una portada con columnas dóricas que posee sobre ella un escude de los Condes de Lemos.
El interior se articula en torno a un claustro en que destaca una gran urna central.
Tomé un refrigerio en el claustro y salí para ver la anexa Torre del Homenaje, lo único que se conserva del antiguo Castillo de S. Vicente. Fue construida entre los siglos XIII y XV y es una imponente atalaya de 30 m. de altura con unos muros de 3 m de grosor. Servía de refugio ante los ataques enemigos y para celebrar las Ceremonias del Homenaje.
La iglesia del monasterio estaba cerrada pero pude ver que es de estilo neoclásico con elementos renacentistas. En su interior se conserva la imagen de la patrona de Monforte Nª Sª de Monserrat.
Embarcamos y, desde la parte superior del catamarán, nos dispusimos a disfrutar del viaje que, la verdad, es precioso. Trascurre por el cauce del rio y nos permite contemplar, además del paisaje en sí mismo, extrañas formaciones rocosas moldeadas por la naturaleza y que adquieren formas que dejan paso a la libre interpretación: el Cardenal, el Perro, El Indio. Además se pueden apreciar en las laderas de los montes los cultivos en escalera origen del afamado caldo conocido como ribeiro.
La excursión dura como unas dos horas pero, si llegáis
hasta aquí, os la recomiendo vivamente. Terminada la misma volvimos a por las
motos y nos despedimos con cariño (eran muy majos), ellos tomaron hacia la
izquierda y yo hacia la derecha para coger la OU-326 y recorrer los 18 kms. que me separaban
de Orense a la que llegué a mediodía y con el tiempo justo de tomar algo antes de que cerraran la cafetería de mi
hotel (Francisco II, buenas habitaciones pero edificio algo antiguo que
necesita remodelación). No perdoné mi siesta habitual y después salí a ver algo
de la ciudad.
El lugar donde se ubica es el de un monasterio del S.X aunque el que hoy se conserva data del S.XVI. Aunque el aspecto es bastante sencillo, destaca una portada con columnas dóricas que posee sobre ella un escude de los Condes de Lemos.
El interior se articula en torno a un claustro en que destaca una gran urna central.
Tomé un refrigerio en el claustro y salí para ver la anexa Torre del Homenaje, lo único que se conserva del antiguo Castillo de S. Vicente. Fue construida entre los siglos XIII y XV y es una imponente atalaya de 30 m. de altura con unos muros de 3 m de grosor. Servía de refugio ante los ataques enemigos y para celebrar las Ceremonias del Homenaje.
La iglesia del monasterio estaba cerrada pero pude ver que es de estilo neoclásico con elementos renacentistas. En su interior se conserva la imagen de la patrona de Monforte Nª Sª de Monserrat.
Completa el conjunto el Palacio Condal, residencia de los Condes de
Lemos, reconstruido tras un incendio, que conserva la portada y un escudo de
los mismos.
Descendí haciendo alguna foto de la bella panorámica que se divisa
desde este conjunto histórico y adentrándome en la antigua judería existente en
el municipio.
Continué para ver el otro gran edificio de Monforte que es el Colegio
de Nª Sª de la Antigua que, por su grandiosidad, es conocido como “el Escorial
de Galicia”. Se trata de un complejo monacal de finales del S.XVI que, hoy en
día, es mantenido por los Padres Escolapios a los cuales fué cedido por la Casa
de Alba (???). La hora de visita (16,30) hacía tiempo que había terminado y
solo pude contemplar la imponente fachada herreriana de 110 m. Si visitáis
Monforte y lo encontráis abierto, visitad sus dos claustros neoclásicos, la
escalera monumental, la pinacoteca y la iglesia con un retablo de madera de
nogal.
Ya de regreso y cerca del hotel pude ver el Puente Romano, aunque la
estructura que hoy se conserva de cuatro arcos es del S.XVI. Se encargaba de
unir las dos orillas del rio Cabe.
Gastronómicamente, aunque estemos en Galicia, no esperéis encontraros
con abundancia de marisco. Predominan las carnes (eso sí, muy ricas) quizás por
la cercanía con Castilla. Hay buen pulpo y unas sabrosas zamburiñas a las
cuales hice honor.
DÍAS 6 Y 7
Después
de un gran desayuno en mi hotel salí para adentrarme en plena Ribeira Sacra y
para ello tomé la N-120 que me debía llevar al Monasterio del Santo Estevo
pero, a mitad de camino, un cartel con la indicación “M. de Santo Estevo.
Desvío provisional” me hizo cambiar el sentido de la marcha y adentrarme por
una infame carreterita de montaña que no se la deseo ni al peor de mis
enemigos. Estrecha, mal asfaltada, con baches continuos, curvas asesinas y todo
lo que os podáis imaginar. Menos mal que mi nueva moto aguanta lo que le echen
y me llevó hasta el destino, aunque no pude admirar el precioso paisaje que me
rodeaba porque un segundo de descuido y ¡¡zás!! monte abajo a coger caracoles.
Por
fin llegué sano y salvo al monasterio y aparqué en la entrada.
El origen del mismo es eremítico y anterior al S.X convirtiéndose en el
S.XII en el principal monasterio de la región y siendo ocupado por la orden de
S. Benito. En el S. XVI se convierte en Colegio de Artes, pasando a manos
particulares en el XIX y desde el año 2004 es Parador Nacional (es la parte
buena de los paradores).
La
iglesia del mismo forma un ángulo recto con la portada, es de estilo románico y
,como cumple la función parroquial de la población vecina, presenta adosado un
pequeño cementerio.
La fachada principal presenta dos torres prismáticas del S.XVII y
principios del XVIII.
En el interior, si no estás hospedado, se pueden visitar los tres
claustros que posee que, por otra parte, son lo más destacable del mismo. El
más grande situado a la entrada se denomina “o dos Cabaleiros”, de planta
rectangular y renacentista que, como podéis comprobar estaba preparado para una
boda a celebrar ese día.
Los otros dos son el claustro de los Obispos, rectangular y con dos
cuerpos uno románico y otro gótico y el claustro do Viveiro también de dos
cuerpos.
Antes de irme le hice una foto a un cruceiro que hay a la entrada del monasterio.
Desde el Monasterio se toma una desviación que te lleva hasta un
embarcadero donde tenía reservado un pasaje para hacer la Ruta del Sil en un
catamarán. Al llegar y aparcar venían tras de mi una pareja con una BMW 1200
que aparcaron justo detrás. Mientras dejaba las cosas el piloto de la BMW se
cayó al fallarle la pata de cabra y ello sirvió para que, después de ayudarle,
entabláramos conversación. Eran un matrimonio de La Coruña que, aunque
gallegos, no conocían esta zona. Fuimos a que sacaran el ticket y, cervecita
mediante, esperamos a que el catamarán llegara y nos recogiera.
El
rio Sil a lo largo de los años (muchísimos) ha ido excavando un trayecto entre
las montañas por donde discurre, formando una frontera natural entre las dos
provincias gallegas y que se conoce como el Cañón del Sil, de manera que una
ribera pertenece a Lugo y la otra a Orense.
Embarcamos y, desde la parte superior del catamarán, nos dispusimos a disfrutar del viaje que, la verdad, es precioso. Trascurre por el cauce del rio y nos permite contemplar, además del paisaje en sí mismo, extrañas formaciones rocosas moldeadas por la naturaleza y que adquieren formas que dejan paso a la libre interpretación: el Cardenal, el Perro, El Indio. Además se pueden apreciar en las laderas de los montes los cultivos en escalera origen del afamado caldo conocido como ribeiro.
Dice
un dicho popular “ tres cosas hay en Orense que no las hay en España: el Santo
Cristo, el Puente Romano y las Burgas hirviendo agua “. Pues vamos a ello.
La
Catedral (3 euros) data de los siglos XII-XIII, tiene honores de basílica menor
y está declarada BIC. Es considerada uno de los grandes templos románicos de
España aunque tiene elementos añadidos en épocas sucesivas: gótico,
renacentista, barroco y neoclásico.
La
fachada principal, con vestíbulo abierto al interior, tiene tres portadas
románicas. La fachada Norte presenta un aspecto de fortaleza y la fachada Sur
(que da a la Plaza del Trigo) es una bellísima obra del románico español con
notable influencia del Maestro Mateo autor del Pórtico de la Gloria de
Santiago.
En el interior hay tres cosas que destacan sobremanera. Una es el
Pórtico del Paraíso que reproduce de manera simplificada el Pórtico de la
Gloria de Santiago de Compostela, con una policromía excelentemente conservada.
Está realizado 50 años después de su homónimo compostelano y la función es
similar: instruir mediante imágenes al pueblo en las sagradas escrituras.
La segunda es la Capilla del Santo Cristo, construida por Juan de Herrera
y con una exuberante decoración barroca. Está presidida por una imagen gótica
de 2 m de alto del Santo Cristo que impacta por su naturalismo y que goza de un
gran fervor popular.
Por último destacar el Altar Mayor, con un magnífico retablo gótico de
Cornelis de Holanda.
Después de visitar la Catedral me dirigí a ver las Burgas. Aunque el
origen del nombre no está claro, son unos manantiales de aguas termales en
pleno centro de la ciudad. El origen de los mismos es la captación y filtración
de aguas de lluvia por el terreno hasta profundidades de 2 kms., allí se
calientan y son expulsadas al exterior con temperaturas de entre 64-68º y con
un caudal de 300 litros por minuto. Están consideradas por su riqueza en
minerales especialmente indicadas para problemas dermatológicos y son
utilizadas desde época romana.
Hay
tres: la de Arriba la más antigua, la do Medio que es la utilizada por los
habitantes para sus baños y la de Abaixo que es una fuente con dos caños
laterales y uno central. Yo, la verdad, no entiendo aún como se puede meter la
gente ahí a darse un baño. Yo puse la mano en uno de los caños de la de Abaixo
y me estuvo picando varias horas. En fin, como decía aquel “hay gente pa tó”.
El tercer símbolo de la ciudad, el Puente Romano, me quedaba como a
media hora andando y se estaba haciendo de noche, así que lo dejé para mejor
ocasión. Me fui a visitar el casco histórico, un laberinto de pequeñas
callejuelas repletas de bares y tabernas (todas con la misma carta) y con un
olorcillo (las calles no los bares) que no me resultaba agradable
precisamente. Entré en uno de ellos y
mientras tomaba algo pude ver un nuevo triunfo de ese gran equipo (4-1 al
Leganés). Al hotel y mañana será otro día.
En
ese “otro día” se trataba de visitar otros dos monasterios (se llama Ribeira a
esta zona por estar en las riberas del rio Sil y Sacra por la gran cantidad de
monasterios que posee, hasta 18, aunque muchos de ellos están en ruinas).
El
primero de ellos se hallaba en un pueblecito llamado Esgos que se situaba a 18
kms. desde Orense por la OU-536. Al llegar al pueblo hay que tomar el camino
señalizado que en 5 kms. te deposita en el Monasterio de S. Pedro de Rocas. Se
trata del conjunto monacal más antiguo de Galicia y el único donde se conserva
parte de la estructura original.
La
raíz de este monasterio es eremítica (lugar de retiro en solitario) y se data
en el S.VI con la llegada del cristianismo a estas tierras para pasar
posteriormente a ser un cenobio (lugar de retiro y oración en comunidad). Desde
el S.XII se convierte en un priorato muy importante y, tras sucesivos incendios,
la reconstrucción que llega hasta nuestros días se realiza en el S.XVII.
Lo
más característico del mismo es que la iglesia y las capillas fueron excavadas
directamente en la roca. Hoy se conserva el edificio de la casa rectoral
(actualmente centro de interpretación), la iglesia y un antiguo cementerio,
junto a la espadaña del campanario. Una visita en solitario a este lugar te
transporta a imaginar la forma de vida dedicada al rezo y la búsqueda de la
verdad que debieron llevar sus habitantes. Os dejo fotos de este lugar
“mágico”.
Después de la visita retorné por el mismo camino hacia el pueblo de
Esgos y, en el descenso, me encontré deambulando por la carretera a un perrete
con signos de estar desorientado. Paré la moto y lo llamé y, aunque al
principio se resistió a venir algo asustado, cuando lo hizo y tras una primera
caricia ya no había forma de quitármelo de encima. Comprobé que no llevaba
collar ni placa.
El dilema era qué hacer ahora porque no se separaba de mi y en la moto
no podía llevarlo hasta el pueblo. Finalmente se descuidó un momento y
aproveché para arrancar y marcharme comprobando como el pobre animalito me
seguía corriendo mientras pudo. Cerca del pueblo encontré un cartel que
indicaba “Residencia canina” y allí me dirigí para explicar al señor que me
atendió el tema y el hombre me dijo que no me preocupara que ellos se encargarían
de localizarlo. Así que ,aliviado por la pena de haber dejado al chucho allí,
volví a tomar la OU-536 para recorrer 24 kms. hasta el pueblo de Montederramo,
donde se hallaba el último monasterio que quería visitar. Al llegar estaba
cerrado y un cartel indicaba que para visitas guiadas había que dirigirse al
centro de información situado en los bajos del cercano Ayuntamiento. Una amable
señorita me explicó que la siguiente visita era a las 12 h. y tras pagar el
ticket (3 euros) me dispuse a tomar un café y dejar pasar la media hora que
restaba. A las 12 en punto me dirigí a la puerta de la iglesia y mi sorpresa
vino cuando me encontré yo solo con la señorita que me había vendido la
entrada, con lo cual me hizo una visita totalmente personalizada.
Este
Monasterio de Sª Mª de Montederramo se fundó en el S.X perteneciendo primero a
la Orden de S. Benito y luego a la Orden del Císter, llegando a convertirse en
uno de los monasterios de mayor poderío económico y social de su época. Pero
amigos, llegó la desamortización del siniestro Mendizábal y ahí se acabó la
historia. Hoy está catalogado como BIC pero su estado requiere de una gran
inversión para su rehabilitación completa.
La
fachada, de comienzos del S.XVII es un buen ejemplo del estilo herreriano de
Galicia.
El interior de la iglesia, aunque abierta al culto de forma esporádica,
presenta un aspecto bastante desolador. Presenta una planta de cruz latina con
naves laterales con bóvedas de crucería. Destaca el retablo mayor, realizado
íntegramente en madera de nogal por Mateo del Prado y con figuras en relieve lo
que le confiere un aspecto que hoy denominaríamos en 3D.
Pasamos a la sacristía donde se almacenan todas las piezas pendientes
de financiación para su restauración y, desde allí, subimos al coro para
apreciar la sillería en madera de roble.
El edificio dispone de dos claustros, el más antiguo es cuadrado de
estilo ojival con arcos y ventanas superiores renacentistas y barrocas. Hasta
no hace muchos años tuvo la función del colegio del pueblo hasta que, según me
contó mi guía, quedaron solo 7 niños que fueron derivados al colegio de un
pueblo cercano.
El segundo claustro más pequeño es también cuadrado, con arcos
semicirculares sobre columnas renacentistas. Sirvió como lugar de alojamiento
para la gente que peregrinaba hasta el monasterio. Hoy está en manos privadas
y, lamentablemente, no tienen ningún uso.
La vida en Ponferrada se articula en torno a su impresionante castillo
de origen templario y estilo románico. Las grandes obras que conforman el
castillo actual fueron realizadas por Pedro Alvarez Osorio, primer conde de
Lemos, en el S.XV. A la muerte del mismo fue objeto de disputas entre sus
descendientes (la maldita herencia), llegando incluso a ser tomado por asalto
por uno de ellos, Rodrigo Osorio, aún en contra del mandato de los Reyes
Católicos. Ya en el S.XIX comenzó un período de declive para este edificio,
siendo utilizadas las piedras de los muros para construir cuadras públicas y un
mercado y el interior se arrendó como zona de pastos e incluso fue utilizado ¡
como campo de fútbol ¡. En el S.XX se le concedió el rango de Monumento
Nacional y comenzó la restauración llegando hasta nuestros días el castillo
(llamado Castillo Viejo), el recinto amurallado con sus barreras y un palacio
renacentista.
Como
no tenía tiempo para visitarlo en profundidad, hice algunas fotos y me adentré
en el casco histórico.
Ponferrada es una villa grande, con alrededor de 60.000 habitantes, que
se sitúa en la confluencia de los ríos Sil y Boeza y es el núcleo de población
más importante de la Comarca del Bierzo.
Me
adentré por la calle del Reloj donde está situada la Torre del Reloj que es una
antigua puerta de entrada a la ciudad y constituye una edificación singular ya
que es la única torre con reloj exenta que hay en España.
La calle desemboca en la plaza del Ayuntamiento donde está el
consistorio que es un bello edificio barroco.
Me senté a tomar algo y contemplar el ajetreo de la plaza ya que ¡ cómo no, estaban en fiestas ¡. Regresé y fui a ver la basílica de la Encina, de estilo renacentista y que conserva en su interior la imagen de la patrona del Bierzo la Virgen de la Encina (un templario encontró en el hueco de una encina la imagen de una virgen y bla, bla, bla, bla).
Estaban en misa y no quise molestar y, al salir, me encontré con la agradable sorpresa de unos colegas de la Tuna que habían ido a rondar a la Virgen. Les hice una foto y, tras presenciar su actuación, me presenté y estuve un rato departiendo con ellos. Me indicaron un buen lugar para cenar y allá que me fui. Después de la comanda vuelta a mi solitario hotel y a descansar. Al día siguiente comenzaba mi regreso a casa.
DÍAS 8 Y 9
Salí
temprano porque me esperaba una buena tirada de 400 kms., además de que el
cielo estaba encapotado. Tomé la N-VI y enlacé con la A-6 que me llevaría hasta
Madrid. En el trayecto me cayeron 2-3 chaparrones de poca monta que no me
hicieron que tuviera que detenerme.
Al llegar a Madrid se coge la M-50 y se sale por la A-4 que te lleva hasta Aranjuez. Llegué sobre las 3 de la tarde, tomé el hotel (NH Palacio de Aranjuez, muy bueno) y, después de descansar un rato, fui a dar un paseo por esta bella ciudad, admirando sus fuentes y palacios y dándome una buena caminata por el Jardín del Príncipe.
Busqué un lugar para cenar y a dormir.
El
último día no tiene mucho que contar. Salí con dificultad de Aranjuez por la
mala señalización y tomé la A-4 para posteriormente la A-31 hasta la Roda y
desde ahí la A-30 hasta casa. Total otros casi 400 kms.
Y ahora a preparar el próximo para el puente de Octubre.
KMS. RECORRIDOS: la tira ( más
de 2.600)
GASOLINA: 0 euros
(la pagué íntegramente con una tarjeta-regalo de mi banco)
HOTELES: no quiero ni hacer cuentas
MANUTENCIÓN: tampoco
REGALOS: 0 euros
(en la moto no me cabe nada)
LA MOTO: matrícula con honor.
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