NAVARRA: ERMITAS Y
MONASTERIOS DESCONOCIDOS
En este verano que
ya termina no he podido hacer mi habitual viaje motero. Por temas familiares
tenía que desplazarme hasta Croacia y, aunque en inicio pensé hacerlo en moto,
pronto comprendí que era una pequeña locura y que mis expectativas no se
correspondían con la realidad, así que realicé el viaje en coche (también es
una pequeña paliza) y, aunque resultó una experiencia muy grata, me abstengo de
colgarlo aquí ya que este blog está reservado para los viajes que hago en moto.
Para resarcirme me había reservado una semana libre en Septiembre y fisgoneando por una web dedicada al arte, especialmente el románico (arteguía), encontré algo que me llamó la atención y que da el título a esta entrada.
Aviso a navegantes: a los que no les guste el arte este relato les puede resultar algo monótono o aburrido, así que vosotros mismos.
Así pues, preparé la moto y con los últimos coletazos de la DANA que tanto daño ha causado a Murcia y otras provincias, me dispuse a disfrutar de lo que esta ruta me deparara y salí hacia Navarra no sin cierta inquietud por si la climatología me arruinaba el viaje.
DIAS 1 Y 2
La primera noche pensaba
pasarla en Teruel, por lo que tomé la A-7 en dirección a Valencia vía Alcoy.
Aquí tuve el primer contratiempo. Yo no sé que extraño microclima existe en
este pueblo y alrededores pero siempre que paso por ahí me encuentro con
fenómenos adversos, lluvia, vientos fuertes y ,en este caso, con una densa
niebla acompañada de un sirimiri que me hizo disminuir la velocidad al mínimo
ya que la visión era muy deficiente.
Salvado este primer escollo continué hacia Valencia para desde ahí tomar la A-23 que me llevaría hasta Teruel. Busqué mi alojamiento y un sitio para comer y me planeé que hacer en la tarde ya que la ciudad era bien conocida por mi cuando realicé la Ruta Mudéjar y que podéis leer en otra entrada.
Concluí que, de mi anterior visita, solo me había quedado por ver la Catedral que se encontraba cerrada por lo que, desde la Plaza del Torico, me dispuse a ver si ahora tenía más suerte y podía visitarla.
Se trata de una antigua iglesia románica que desde 1577 es Catedral de la diócesis de Teruel y el monumento mudéjar más representativo de la ciudad. En el exterior destaca su Torre-Campanario del 1257 que combina piedra y ladrillo, con un gran arco apuntado abierto en la base que deja paso a la calle, cumpliendo así la función de vía pública. El cuerpo superior octogonal es un añadido posterior de los siglos XVII y XVIII.
Quizás para compensarme de mi frustrada visita anterior, tuve la suerte
de que un grupo guiado accedía en ese momento al interior, así que me puse
detrás y pude entrar sin problemas confundido con el grupo y ahorrándome los 3
euros que costaba la visita (pequeñas ratonerías de viajero experimentado).
El interior es formidable, con un Retablo Mayor del S.XVI tallado en madera por G. Joly y que está considerado uno de los mejores conjuntos escultóricos de signo renacentista de Aragón. El conjunto hace de retablo-custodia para la eucaristía.
Pero si el retablo es majestuoso no lo es menos la Techumbre mudéjar
declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Es de finales del S.XIII y
cubre totalmente la nave central, estando decorada con profusión por motivos
geométricos y vegetales de clara influencia islámica. Por él desfilan
personajes de santos, reyes, obispos, damas y caballeros, escenas de caza, de
guerra, vestuarios variados, escudos e incluso instrumentos musicales,
constituyendo todo un repertorio de la vida, costumbres y saber de la época.
Mientras la guía daba sus explicaciones que me fumé, recorrí las
capillas laterales y me llamó la atención sobre todas la dedicada a la
Inmaculada, barroca del S.XVIII con un retablo de Francisco Moya. Frente a ella
se encuentra una escalera que conduce a la cripta dedicada a guardar los restos
de dos beatos, Anselmo Polanco Obispo de la Diócesis y Felipe Ripoll,
martirizados durante la Guerra Civil.
Terminada mi visita a la Catedral callejeé algo por
esta coqueta ciudad y me fui a cenar de tapeo por los alrededores de la Plaza
del Torico, epicentro de la misma. A descansar para continuar mi camino al día
siguiente.
Mi siguiente
parada elegida antes de comenzar verdaderamente mi ruta era Logroño y hacia
allí me dirigí primero por la A-23 y luego pagando el maldito peaje por la
AP-68. Llegué temprano ya que solo eran 319 kms., busqué el hotel y, al no
poder tomar aún la habitación, dejé las cosas en consigna y me dispuse a
visitar un pueblo cercano que me habían recomendado por su belleza: San Vicente
de la Sonsierra, del que me separaban 35 kms. a recorrer por la N-232a.
Al llegar te llama la atención su imponente castillo que lo domina todo. Mi recorrido comenzaba en la remodelada Plaza Mayor con una fuente con cisnes bastante feos para mi gusto.
En la misma plaza se encuentra la Casa Consistorial, con un curioso
pasadizo que desemboca en un frontón y el palacio de los Gil Aguiriano. Ambos
edificios del S.XVII. Siguiendo hacia arriba la calle Mayor encontramos casonas
de piedra con escudos y algunos antiguos palacios. Hacia la derecha por la
calle Carnicerías nos topamos con la muralla inferior que delimitaba el
castillo y si giramos a la izquierda ascenderemos por la Subida de los
Disciplinantes que forma parte del recorrido de su original Semana Santa con
penitentes vestidos con una túnica y la cabeza tapada que se flagelan durante
el recorrido (sin parecer irreverente me parecen costumbres que, aunque
ancestrales, resultan algo morbosas).
Al llegar aquí ya divisamos la Torre del Reloj del S. XVII y construida sobre los restos de una torre medieval. Se llama así porque el Ayuntamiento decidió instalar un reloj mecánico para que sus campanadas se pudieran oír en todo el pueblo.
Más arriba encontramos la Torre Mayor, exenta, que servía como atalaya y refugio para una pequeña guarnición. Su reconstrucción la ha convertido en un fantástico mirador.
Algo más atrás queda la ermita de S. Juan de la Cerca que debió ser la
capilla del castillo y la primitiva parroquia. Es la sede de la mencionada
cofradía de la Vera-Cruz de los Disciplinantes (ya sabéis, la de los
zurriagazos).
En la zona del castillo se halla la iglesia de Santa María la Mayor del S.XVI (estaba cerrada) y desde el Mirador del Ebro se divisa el paisaje riojano con un puente medieval que podéis ver más arriba. El cual atraviesa el rio y defendía el paso de la frontera de Navarra con Castilla.
En mi descenso hacia la Plaza Mayor me topé con tres murales de José Uríszar de Alcalá Leiva que representan lugares de la villa.
Tenía pensado
comer en un restaurante que tenía cierta fama (Casa Toni) pero estaba cerrado
por vacaciones, así que, dada la escasa distancia, me monté en la moto para
regresar a Logroño, tomar la habitación, comer en un restaurante cercano y
echar una siesta reparadora.
Logroño es una ciudad pequeña
que ya conocía de una visita anterior. Tiene unos bonitos paseos por las
orillas del Ebro y la vida se articula alrededor del eje de la calle Portales,
que atraviesa todo el centro. Mi hotel se hallaba en un extremo de ésta calle,
así que descendí por ella para conocer la Concatedral si la encontraba abierta.
Es un edificio declarado BIC y construido sobre un primitivo templo del S.XII que ha sufrido numerosas
restauraciones, la última de las cuales en el S. XVIII le añadió sus famosas
torres gemelas que le confieren su estampa características. En su interior
(estaba abierta) es de destacar el retablo mayor, la sillería del coro y un
cuadro de la crucifixión que se atribuye a Miguel Angel Buonarroti.
Terminada la visita me dirigí hacia el Palacio de los Chapiteles
(antiguo Ayuntamiento) con sus múltiples soportales y arcos de diferentes
épocas. Paseando con tranquilidad llegué hasta el centenario Café Moderno,
donde me senté a tomar algo y contemplar su bonita decoración retro y la
diversa fauna que allí se encontraba, entre la que estaba yo.
Estando en Logroño
es obligada la visita a la calle Laurel. Según había leído el nombre se debe a
que, en otras épocas, era la calle que albergaba a las “mujeres de vida
disoluta” y estas, para indicar a los parroquianos que tenían el cartel de
libre, colocaban en el balcón un manojo de laurel. Hoy en día está dedicada a
otros menesteres no menos agradables que son el tapeo en sus múltiples bares,
cada uno de ellos especializado en una tapa concreta. A riesgo de que me
fusilen los logroñeses he de decir que la fama de la misma es algo exagerada.
En España existen numerosos lugares en los que sus abrevaderos no tienen nada
que envidiar a los de esta calle, sin ir más lejos y por citar un rincón
próximo, en Pamplona la calle Estafeta y la calle S. Nicolás tienen sitios en
los que merece la pena realizar “las estaciones”. Pero bueno, es un reclamo
turístico de primer orden así que tapeé en algunos de ellos y, dándome por
satisfecho, regresé al hotel para descansar. Al día siguiente comenzaba mi
auténtica ruta.
DÍA 3
Desde Logroño por la LO-20 y
luego la A-12, tras 30 kms., nos adentramos en tierras navarras y nos
encontramos con el bello pueblo de Los Arcos. Es un lugar con mucha vida,
calles estrechas y casas señoriales que se levanta cerca del rio Odrón.
Es parada obligatoria para los peregrinos
del Camino de Santiago que se concentran en torno a la plaza donde se
encontraba mi primer destino: la iglesia de Santa María. El problema era que no
se abría hasta las 12 h. y eran las 10 h., así que entre la tesitura de esperar
2 h. o aprovechar el tiempo, decidí ir hasta mi segunda parada y luego regresar
para ver la iglesia. Este segundo punto era el Monaterio de Azuelo, a solo 17
kms. por la N-111.
Llegué al mismo
con tan buena fortuna que estaba abierto (no habitual) porque una señora se
estaba ocupando de labores de limpieza. Se trata de un edificio de una sola
nave edificado en un románico esbelto y
elegante, con líneas perfectas y armónicas. Tiene una hermosa portada abocinada
con capiteles que representan aves y vegetales y un Crismón en el tímpano.
En el interior destaca un ábside semicircular de bóveda de horno y,
junto al
altar, en el lado del evangelio, se abre una hornacina de buen porte que hace
la función de relicario. Entre otros, destaca una arqueta de fina labranza de
plata datada en 1594 y que contiene la cabeza de San Jorge. Me llamó la
atención una capilla (que amablemente me abrió la señora de la limpieza) del S.
XVIII de un precioso barroco. En un lateral del monasterio se encuentra el
coqueto y bien cuidado cementerio del pueblo.
Terminada
la visita desandé el camino y regresé a Los Arcos para ver la iglesia de Santa
María.
Es un edificio construido y
reformado entre los S. XII y XVIII lo que da una idea de la profusión de
estilos que presenta: románico tardío, protogótico, renacentista y barroco. La
portada es plateresca del S. XVI y uno de los mejores ejemplos del renacimiento
navarro, con una Virgen sedente, ángeles, querubines y las esculturas de S.
Pedro y S. Pablo.
Pero
lo mejor se halla en el interior. Destaca un grandioso retablo mayor de estilo
barroco del S. XVII.
Hay
otros retablos barrocos y rococó, una sillería manierista en el coro y un
espectacular órgano del S. XVIII que es, probablemente, el más majestuoso de
Navarra. Decorado en dorados y azules, tubos de madera pintada, trompetería
exterior y mascarones que imitan muecas de la cara humana.
Antes
de irnos se debe visitar el claustro tardogótico del S. XVI decorado con
animales y temas vegetales.
Impresionado
por la belleza de esta iglesia volví a tomar la N-111, pasé de nuevo por Azuelo
y luego tras 6 kms. por la N-721 llegué a mi siguiente parada que era Aguilar
de Codés para visitar la ermita de S. Bartolomé. No encontré ninguna indicación
de la misma así que entré en el pueblo, aparqué la moto y tras dar varias
vueltas sin vislumbrar un ser vivo, apareció una señora de mediana/alta edad a
la que pregunté. La buena mujer me indicó como llegar a ella por un camino sin
asfaltar pero que “subían los coches (sic)”. Si los coches suben podrá subir la
moto. Craso error. Después de encontrar el camino y recorrer los primeros 15-20
ms. de arena, éste se transformó en un pedregal en el que mi buena amiga
patinaba que era una delicia. Así que no me quedó más remedio que aparcarla
donde buenamente pude y continuar a pié más o menos 1 km. hasta encontrar la
dichosa ermita.
Es un edificio románico de
transición al gótico, con gruesos muros de sillar, nave única y edificado sobre
el S. XII. La puerta se halla abierta con un cerrojo sin candado que da acceso
a un interior que no presenta nada de particular y en el que, según mis notas,
se venera una talla de S. Andrés que yo no encontré por ningún lado. Volví a
cerrarla, me fumé un cigarro disfrutando de la tranquilidad del lugar (ya sé,
no debería) y volví por el camino a recoger la moto y continuar hacia la última
parada del día.
Tomando la N-7200 y después de 27 kms. se llega a Learza, que no es ni siquiera un pueblo sino un señorío con varios edificios y donde se encuentra una pequeña joyita que es la iglesia de S. Andrés Apóstol. Me recibieron ladrando dos enormes perros pastores que, tras varios intentos, conseguí hacerme con su confianza y evitar males mayores.
El edificio está declarado Monumento Histórico Artístico. Originariamente era medieval y conserva partes de estilo románico. La portada está formada por varias arquivoltas que descansan sobre columnas. Sobre el ábside se levanta una peineta con dos vanos que alojan las campanas. Lamentablemente no había nadie visible a quién poder preguntar la manera de acceder al interior, así que, tras algunas fotos, volví a montarme en la moto y continuar mi camino seguido por uno de los perros que no sé si me estaba echando de su territorio o despidiéndome con alegría por las caricias que le hice.
Mi
alojamiento, un hotel rural, lo tenía en el cercano pueblo de Sorlada. Había
quedado con el propietario a las 16 h. pero cuando llegué comprobé que el
pueblo era tan, tan, tan rural que no tenía ni un mísero bar para tomar algo
(para que veáis hasta que inhóspitos lugares puedo llegar en mis viajes).
Pregunté a un lugareño que me dirigió hacia un pueblecito cercano (Murieta)
donde encontré un lugar para reponer fuerzas y me entretuve haciendo algunas
fotos del bonito paisaje haciendo tiempo para volver a Sorlada y tomar la
habitación.
Llegué
al hotel. Estaba cerrado pero a los pocos minutos llegó el dueño que, mientras
me lo enseñaba y conducía a mi habitación me dijo que de momento estaba solo
pero que, quizás, esa tarde llegara una pareja y que si querían cenar el
vendría y nos prepararía la cena a los tres pero que para mi solo … como que
no. El hotel, cuyo dueño era escultor y me mostró una pequeña exposición que
tenía en la bodega, era del tipo ecologista, naturalista y todos los istas que
queráis añadirle ya que, según el folleto que había en mi habitación, seguía no
se qué filosofía de Nelson Mandela ( ¡ me meto en cada sitio ¡ ). La habitación
era acogedora y tras una buena siesta, bajé a ver que hacía porque en el pueblo
como que mucha diversión no había. Para mi sorpresa me encontré con dos perros
de considerables dimensiones (se ve que era mi sino en este viaje) pero mucho
más amables que los de Learza y una pareja de mediana edad. Nos saludamos y
subí a la moto para desplazarme hasta Estella, distante tan solo 21 kms. y que
es la capital de la comarca donde me encontraba, pensando que así vería otra
cosa y por lo menos podría cenar.
La tal Estella no tenía nada de
particular, callejeé un rato y me senté a cenar en un restaurante bastante
normalito que me encontré al paso, para regresar a mi alojamiento y preparar el
día siguiente.
DÍA 4
Después de un desayuno muy ecológico que nos preparó a los 5
(la pareja, yo y los dos perros) una chica que vino ex - profeso , preparé el
equipaje y me dirigí hacia mi primer destino del día que era Azcona con una
lluvía no muy intensa pero persistente. Encontrar la ermita de Sª Catalina ya
sabía que iba a ser algo complicado por la información que traía, así que
conecté el google maps al móvil a ver que pasaba. Y lo que pasó fue que me dió
un recorrido turístico bajo la lluvia por sitios como Ciriza, Casetas y
Arizaleta, todo ello por caminos de cabras y sin poder parar a preguntar porque
con la lluvia persistente no había un alma por ningún lado. Así que, con todo
el dolor de mi corazón, desistí de llegar a la mencionada ermita que se halla
solitaria y enigmática en medio del campo y que creo es una bella muestra del
románico rural navarro.
No sin dificultad encontré la
N-7322 que en 7 kms. debía llevarme al Monasterio de Sª Mª de Iranzu. Cuando
llegué la lluvia empezaba a amainar y, tras dejar la moto, me dispuse a
visitarlo.
Se trata de un edificio
edificado entre los verdes valles que forman las montañas de Yerri y que cumple
la función para la que fue levantado “un lugar en el fondo de un valle cerrado,
cerca de un rio y que tenga como horizonte el cielo para estar más cerca de
Dios”.
De entrada yo
le cambiaría el nombre y lo rebautizaría como “Monasterio de los gatos” ya que
una multitud de felinos campaba a sus anchas por los jardines de entrada e
incluso había alguno que tenía su propio apartamento.
Pagué
religiosamente la entrada (2,5 euros) y me dispuse a visitarlo, cosa bastante
sencilla porque se trata de recorrer el claustro con las salas anexas al mismo.
El monasterio fue un cenobio cisterciense del S. XII y luego pasó a manos de
los benedictinos para quedar abandonado en el S. XIX y reconstruido en el S. XX
y albergar a los teatinos que son sus actuales moradores.
El claustro es gótico pero como
fue construido entre los S. XII y XIV presenta una gran variedad de estilos.
Llama la atención en el mismo una fuente hexagonal gótica que era usada por los
monjes como lavatorio y en la cual tenían prohibido introducirse de cuerpo
entero bajo pena de castigo de aislamiento.
Recorriendo
el claustro se accede a la cocina, medieval y con una gigantesca chimenea …
… el
refectorio, el almacén, la sala capitular del S. XII que se conserva igual que
la original y la iglesia con una iluminación natural muy lograda.
Después de la
visita y despedirme de la señora que vendía las entradas y de los gatos, me
monté de nuevo para dirigirme por la N-120 a la cercana Arizábal (solo 5 kms)
donde me esperaba la ermita de S. Martín de Montalbán.
El edificio no se encuentra en
el pueblo sino a unos 5 kms. por la N-7320 y no es visible desde la misma. Hay
que dejar el vehículo en un edificio aislado que se encuentra en uno de los
márgenes y buscar un camino no asfaltado que te lleva a ella. Todo esto lo
llevaba muy bien aprendido lo que no contaba es que, con la lluvia, el camino
se hallaba embarrado y me pusiera las botas perdidas. En fin, imprevistos en un
viaje aventurero que se solucionarían con una lavada al llegar al hotel.
Ascendí por el camino unos 1,5 kms. y llegué a mi destino.
Hasta hace
poco el edificio se hallaba en estado ruinoso pero en 2012 fue restaurado y hoy
presenta un estado muy similar al original. Es una pequeña construcción,
aislada en medio del campo, con una sola nave, de una gran austeridad con un
ábside semicircular. Lógicamente se hallaba cerrada y no pude acceder al
interior, con lo cual me limité a hacer unas fotos de la misma y de los
paisajes que la rodean.
Regresé por
el mismo camino (no había otro) terminando de arruinar mis botas y me encaminé
hacia el siguiente destino que era Gazólaz y que se hallaba a 37 kms. siguiendo
la N-7320, luego la N-7123, la N-7171 y la A-12.
Al llegar me llamó la atención
que cartel indicativo que ponía “Iglesia de Sª Maria” cuando yo llevaba en mis notas
iglesia de Nª Sª de la Purificación pero, como en ese instante salía un grupo
de visitantes patroneados por el que supuse el párroco, le pregunté y me
confirmó que el nombre real era el que yo traía y que no sabía porqué la habían
rebautizado (si el no lo sabía vaya usted a saber quien lo sabe).
El edificio es muy bonito,
porticado del románico tardío y construido en el S. XIII, aunque hay autores
que lo remontan al S. XI. Es considerado el ejemplo navarro más destacado en su
tipología. Aunque el párroco estaba cerrando conseguí que me dejara entrar por
un momento pero, al tener una iluminación natural muy deficiente, estaba muy
oscuro y no pude realizar ninguna foto adivinando entre tinieblas un retablo
mayor bastante chulo.
El exterior presenta una galería
porticada de transición del románico al gótico y la puerta de entrada tiene en
el tímpano un bonito crismón trinitario. El atrio está formado por tres arcos
de medio punto con capiteles profusamente decorados y todos diferentes, entre
los que pude distinguir la imagen de un toro alado, cabezas humanas y
diferentes motivos algunos de clara inspiración morisca.
Terminada mi
última visita del día me dirigí hacia el cercano Zizur Mayor donde había
reservado en un AC nada ecologista. Lavé mis embarradas botas y me fui a comer
a un restaurante cercano bastante bueno. Al regresar empezó a llover con
intensidad transformándose en una decente tormenta pero como yo estaba a
cubierto y mi moto, aunque no es acuática, soporta bastante bien el agua, me
pegué una siesta con las lluvia rebotando en los cristales (no digáis que no es
una gozada).
Por la tarde y sin lluvia me
acerqué al centro del pueblo para dar un garbeo y encontrar un bar donde poder
cenar y deprimirme con la derrota del Madrid con el PSG. Al hotel a descansar y
preparar mi último día de ruta.
DÍA 5
Desde Zizur
Mayor me dirigí al cercano Zizur Menor buscando la iglesia de S. Miguel pero a
todo el que preguntaba parecía no conocerla hasta que un señor cayó en la
cuenta de que por lo que yo preguntaba era “la iglesia de Malta” como todo el
mundo la conoce allí.
Es un edificio situado en un
altozano y presenta unas formas rotundas y robustas. La puerta de entrada
presenta tres arquivoltas y un tímpano con un crismón trinitario.
En el lado oriental hay un cuerpo añadido que se supone mandó construir
el prior Juan de Beaumont para que sirviera de capilla funeraria.
El elemento que más llama la atención es la torre militar adosada, con
cuatro cuerpos en su origen y el almenado característico del espíritu militar
de la Orden de Malta, aunque su función era básicamente hospitalaria. En lo
alto ondea una bandera de la Orden (de ahí la confusión de los parroquianos al
preguntar por la iglesia de S.Miguel). Al lado de este edificio se encuentra un
albergue para peregrinos del Camino.
A 15 kms. de
allí se sitúa Añezcar y hacia allá fui tras tomar la N-7027, la A-12 y la A-15
para visitar la iglesia de S. Andrés, erigida en la zona más elevada del
pueblo. Es un edificio románico pero muy reformado, con una sola nave con
bóveda de cañón. Lo más destacable es su portada tardorrománica cobijada por un
curioso pórtico. Llama la atención la gran riqueza escultórica de las
arquivoltas y los capiteles, pudiendo apreciar una cruz, un motivo heráldico,
un mascarón, un crismón trinitario y figuras zoomorfas y antropomorfas.
Desde allí,
por la N-240 recorrí los 11 kms. que me separaban de Larumbre para ver la
iglesia de S. Vicente que en realidad son dos construcciones, la iglesia
propiamente dicha de tipología claramente románica y un pórtico de
características góticas con arcos apuntados y bóvedas de crucería. Me costó
algo llegar hasta ella pues se haya edificada en lo alto de un cerro al que se
accede por un camino empinado y sin asfaltar que mi moto superó con alguna que
otra dificultad. Lo más llamativo es la escultura que decora el pórtico ya que,
junto a temas más comunes ( el crismón, escenas de la infancia de Cristo )
aparecen otras más excepcionales como las relativas a la Pasión y de tipo
eucarístico.
Descendí con
mucho cuidado por el empedrado camino y paré para hacer una foto de las bonitas
casas que se encuentran en este pueblo.
La ermita de
Santiago se encuentra a la entrada de la población en el margen izquierdo.
Es un templo románico de una sola
nave rematada por un ábside semicircular. La portada principal está empotrada
en un cuerpo saliente y presenta un arco de medio punto con cuatro arquivoltas
y capiteles adornados con diferentes motivos.
Mi último
destino a visitar en el viaje era un monasterio, el de Sª Mª de Zamartze y
cercano a Pamplona. Llegué a el tras recorrer 25 kms. primero por la N-240 y
luego por la AP-15. Se trata de una casa
milenaria ubicada en la calzada de Astorga a Burdeos que luego se convirtió en
el primer Camino de Santiago. Con una construcción característica del románico
rural navarro, levantada hacia el 1140 y declarado Monumento
Histórico-Artístico, el enclave es idílico. Al pie de la sierra de Aralar y
junto al rio Araquil, respira paz y tranquilidad por todos lados. Quizás por
eso hoy en día es una casa de retiro espiritual.
El conjunto, frente a unos
amplios jardines, lo forman tres edificios. El más antiguo es la iglesia de Sª
Mª del S. XII, de nave única, durante la Edad Media fue monasterio dependiente
de la Catedral de Pamplona. El exterior con muros de buen sillar presenta una
portada labrada estilísticamente siguiendo la escuela del Maestro Esteban.
Lamentablemente no pude encontrar a nadie que me la abriera y visitarla por dentro, así que me conformé con hacer fotos del exterior y los alrededores e incluso de un picacho que la protege y donde anidan numerosos aguiluchos.
Retomé la
A-15 para dirigirme a Pamplona donde iba a pernoctar esa noche. Mi hotel estaba
en pleno centro en la Plaza del Castillo y tenía un parking de motos al lado lo
que es de agradecer. Tomé la habitación y fui a dar un paseo por esta bella
ciudad, hacer algunas comprar y comer, lógicamente estando en Pamplona, de
tapeo. Así que entre en varios sitios de la calle Estafeta y terminé en uno de
los más afamados (El Gaucho) justo al lado de mi hotel.
Ya por la tarde salí a dar una
vuelta topándome con otro piraillo que viajaba de camping y que trasportaba en
el coche una bicicleta con un remolque curioso para poder transportar a su
perro, un bulldog francés como el mio. Charlamos un rato, me invitó a un café y
nos despedimos deseándonos “buen camino” como los peregrinos.
En la Plaza
del Castillo se había formado un corro espontáneo de unas 50 personas que
bailaban lo que supuse danzas típicas navarras. Era lo más parecido a una
sardana pero en plan pamplonica.
Recorrí la ciudad durante un
buen rato para terminar en la plaza del Ayuntamiento, abarrotada de gente joven
y con una iluminación muy bonita. Cené algo de camino al hotel y a descansar
para al día siguiente emprender el regreso a casa.
DÍAS 6 Y 7
El regreso suponía una buena tirada (405 kms.) hasta Segorbe.
Se toma primero la N-240, luego la AP-15 que te lleva a Zaragoza pagando el
consabido diezmo revolucionario, después la A-220 hasta Cariñena y ya desde ahí
la autovía mudéjar (A-23) a la que, por cierto, no le vendría mal un repaso del
asfaltado y que te deja en Segorbe. Tomé el hotel, que ya era conocido por mí
de una ruta anterior con un compañero (entrada: “Dos por la Sierra del
Espadán”) y como el pueblo ya lo tenía muy trillado, pasé la tarde descansando
y solo salí para cenar y regresar al hotel.
Al día siguiente la A-23 hasta
Valencia y desde ahí la A-7 para llegar a casa a mediodía.
A los que habéis llegado hasta
aquí o bien os gusta el arte o bien tenéis mucho tiempo libre. En cualquier
caso, gracias por leerme.
P.D: Como se
aproxima mi feliz jubilación y voy a tener mucho tiempo libre, estoy planeando
una pequeña locura que hace tiempo me ronda el coco. Se trata de un viaje para
recorrer con mi moto pueblos no demasiado conocidos de la Toscana italiana.
Sería para la primavera del 2020 y, si al final cuaja, no preocuparos que la
colgaré aquí. Agur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario