CAMINO SORIA
La
provincia de Soria es una gran desconocida y, sin embargo, cuando se la visita
te enamora por su ritmo de vida sosegado, su tranquilidad, su arte y su
gastronomía. Eso me ocurrió a mi hace ya unos años cuando visité (en coche)
algunos de sus lugares más emblemáticos como Almazán, Medinaceli, el Burgo de
Osma, la Laguna Negra y la propia Soria.
Me quedé con ganas
de visitar otros rincones sorianos por ello, aprovechando los días de Semana
Santa, planifiqué un recorrido por aquellas tierras, esta vez en mi moto. Recorrido
que hube de suspender porque esta Semana Santa se ha presentado lluviosa en
casi toda España.
Pero pronto me
llegó el desquite y aprovechando el largo puente de Mayo me dispuse a recorrer
los lugares que había planificado y que aquí os cuento.
DÍA 1
Salí
el 1 de Mayo y como tenía un día menos que los previstos inicialmente, no me
quedó más remedio que hacer de un tirón lo que tenía previsto realizar en dos
etapas y chuparme los 540 kms. que separan Murcia de Berlanga de Duero.
El primer tramo lo
recorrí con los ojos cerrados por ya conocido, de Murcia hasta Albacete y desde
ahí hasta Madrid donde tomé la autopista de peaje R-3 que me debía llevar hasta
Alcalá de Henares. Ya sabéis que no llevo GPS pero mi hijo me convenció de
utilizar el Google Maps de mi móvil con un auricular, por ello al pasar el
peaje lo conecté. Lo primero que percibí es que hay que subir el volumen al
máximo porque con el ruido ambiental no se oye. Cuando conseguí que la amable
señorita enlatada me fuera dando instrucciones que yo seguía al pie de la letra
y ,para mi sorpresa, me volví a encontrar en el peaje sin posibilidad de
regreso. Volví a pagar, salí de la autopista y deduje que mi dispositivo no
estaba bien configurado y no reconocía las autopistas de peaje (por otra parte
muy inteligente de su parte), pero me pillé tal cabreo que lo desconecté, lo
guardé y ahí se quedó hasta que regresé a casa haciendo lo que hasta ahora he
hecho en todos mis viajes: parar y preguntar.
De esta manera
llegué hasta Alcalá de Henares, tomando luego la CM-1003 hacia Jadraque y luego
la SO-154 y SO-152 hasta Berlanga de Duero.
Al llegar busqué
mi hotel (Hotel Rural Villa de Berlanga, excelente y muy recomendable) y
después de comer algo me dispuse a visitar la ciudad.
La villa de
Berlanga está declarada Conjunto Histórico-Monumental y posee un patrimonio
envidiable. Es de origen celtibérico y su nombre proviene del romano “Augusta
Valeránica”. Junto con San Esteban de Gormaz, Osma, Gormaz y Medinaceli formaba
la famosa línea fronteriza del Duero que separaba los territorios cristiano y
musulmán.
Lo primero que hice fué ir a visitar la Ex – Colegiata
de Nª Sª del Mercado. Este templo de estilo tardogótico se construyó en tan
solo 4 años, aunque está inacabado. Destacan en el mismo las ocho fuertes
columnas cilíndricas que sostienen la bóveda y que dejan amplios espacios sin
obstáculos visuales y que permiten contemplar toda la estructura. Constituyó un ejemplo a seguir para muchas otras iglesias por su concepto del espacio
y la pureza de sus líneas. Lo rodean varias capillas con algunas piezas
interesantes.
Como curiosidad llama la atención un gran lagarto
disecado que hay sobre la entrada al templo. Su historia es, al menos, curiosa.
En esta villa nació Fay Tomás de Berlanga, un erudito dominico que se embarcó
hacia el Nuevo Mundo, sirvió de mediador en las disputas entre Diego de Almagro
y Francisco de Pizarro y que, por azar, descubrió las Islas Galápagos y fue
obispo de Panamá. De allí se trajo como
recuerdo un lagarto vivo que en Berlanga sobrevivió durante algún tiempo y al
que rodean numerosas leyendas. Al morir el bicho los habitantes del pueblo lo
disecaron y lo colgaron en la iglesia como “homenaje” a su ilustre paisano y …
ahí sigue. Con este ya llevo tres lagartos colgados en iglesias, el de
Berlanga, el del Viso del Marqués en Ciudad Real y el de la Catedral de Jaén.
Curiosa esta costumbre de aquellas épocas (¡ con lo bonitos que quedan los
Cristos! ). A riesgo de parecer materialista, para mi el mayor logro de Fray
Tomás fué introducir en Europa la patata y el tomate.
Desde la iglesia me dirigí hacia el Palacio de la
Villa, antigua residencia señorial de los Marqueses de Berlanga en la falda del
castillo. Fué incendiado por los franceses y destruido casi en su totalidad así
como los preciosos jardines que albergaba. Hoy solo queda en pie la fachada y
una torre que alberga la oficina de turismo.
Delante del mismo se halla una estatua de Fray Tomás de Berlanga con un
lagarto y tortugas a sus pies.
Casa natal de Fray Tomás de Berlanga
Desde ahí me dirigí a ver la Picota. Estas estructuras tenían una doble
función, por un lado representaban que la villa tenía su propia jurisdicción y,
en algún caso, marcaban el límite del territorio de la misma y por otro servían
para la exposición pública de los malhechores y su escarnio por la plebe,
llegando incluso a servir de lugar de ajusticiamiento. La de Berlanga es un
pilar de piedra caliza muy bien conservado de talla gótica del S. XV.
Muy cerca de la Picota se levanta la Ermita de la Soledad del S. XVI
que se hallaba cerrada y no pude visitar.
Ya anocheciendo, con una fina lluvia, me dirigí hacia la Plaza Mayor
pasando por la puerta de Aguilera del S. XIV y que era una de las entradas a la
villa.
En la Plaza Mayor picoteé en varios bares de la misma y me tomé mis
primeros torreznos sorianos (panceta de cerdo adobada y frita que precisamente
bajo en calorías no es). Con la andorga llena me retiré al hotel para reponer
fuerzas después de un intenso día.
DÍA 2
De nuevo sobre la moto me encaminé a visitar una de los joyitas de este
viaje. A 10 kms. de Berlanga se halla el pueblecito de Casillas de Berlanga y
en sus afueras, aislada, la Ermita de S. Baudelio. Según el horario previsto
abría a las 10 h. y cuando llegué a las 9´55 h. me encontré solo delante de
ella sin que el aspecto exterior me dijera nada. A las 10 h. en punto llegó una
amable señora que, tras dejar el coche, me franqueó la entrada a la misma
(entrada gratuita) y pude hacer la visita totalmente solo.
Se trata de una construcción mozárabe del S.XI y que
está considerada como “la Capilla Sixtina del mozárabe”. Su interior lo preside
una gran columna en forma de palmera de la que arrancan ocho arcos de herradura a modo de ramas de la palmera. Tras
ella hay otras columnillas que nos recuerdan a una pequeña mezquita. Pero lo
más destacable de este singular edificio son las pinturas que adornan sus
paredes y que, por desgracia, solo nos han llegado en parte y bastante
deterioradas ya que, tras la desamortización de Mendizábal (funesto personaje
del que ya os he hablado en entrada anteriores y que fué el responsable del
mayor expolio artístico y cultural de la historia de España) pasó a manos
privadas y muchas de las pinturas fueron arrancadas y vendidas, conservándose
en varios museos de Boston y en el Museo del Prado. Después de la visita me
despedí de mi amable guía y se me quedó grabada una frase que me dijo: “ de S.
Baudelio se va uno con más preguntas que respuestas”.
Desde S. Baudelio retorné a Berlanga y me dirigí a repostar la moto en
la única gasolinera cercana que se hallaba en Hornachuelas. Le pregunté al
gasolinero por mi próximo destino (al Google Maps lo había castigado para todo
el viaje) y, tras prolijas explicaciones, creí entender por donde tenía que ir
para visitar Caracena. Me costó un poco llegar tras recorrer varias carreteras
comarcales absolutamente desiertas y teniendo que parar y volver a preguntar a
un tractorista que pasaba por allí pero por fin aterricé en este pequeño
pueblo.
Se trataba de una
pequeña villa medieval encaramada en una loma y que, tras dejar la moto y
adentrarme en ella, lo primero que descubrí fue su Rollo o picota, construido
en 1738 y rematada con cuatro cabezas de león de las que pendían grilletes y
argollas para los fines que ya imaginaréis.
Además del Rollo en Caracena existen dos iglesias, de la Sª Mª de
Caracena y la de S. Pedro de Caracena (la más interesante) con una magnífica
galería porticada con capiteles y canecillos.
En mi alojamiento de Berlanga me habían recomendado que, si podía, no
dejara de visitar un pueblecito llamado Rello con mucho encanto. Así que,
aunque no estaba en mi ruta, me dirigí hacia el preguntando a un lugareño. Se
trataba de una pequeña villa medieval encaramada a una loma y completamente
rodeada por la antigua muralla.
Estuve como una hora paseando por las
empedradas calles del pueblo y lo que más me llamó la atención fué que ¡ no vi
a un solo habitante del mismo !. No se trata de un pueblo abandonado, viven
vecinos a los que supongo mayores y que no salen de su casa más que para lo
imprescindible. Si alguien está buscando paz y tranquilidad a raudales le
aconsejo que se venga aquí que seguro que se va a aburrir de la misma.
De nuevo lo primero que me encontré al
entrar en el pueblo fue una picota.
Inmortalicé a mi moto por estos remotos parajes sorianos (lo de los selfies lo llevo mal) y continué mi camino.
Si alguien se imagina a Soria como un lugar desértico, con escasa vegetación y bastante árida, nada más lejos de la realidad. En mi deambular por estas tierras me he encontrado campos de un verde alfombrado, hayedos, pinares y hasta algún embalse.
Mi siguiente destino era Ayllón así que salí de Rello y preguntando por aquí y por allá aterricé en la entrada de Atienza (ya en Guadalajara). El único ser vivo en varios kilómetros a la redonda era un ciclista parado en el arcén. Por supuesto le pregunté y el buen hombre (un venezolano residente en Alicante que iba haciendo el Camino de Santiago) después de consultar su móvil y varios mapas me dirigió hacia Atienza para tomar no sé que carretera. Le hice caso pero al entrar en Atienza volví a parar y preguntar al único humano que me encontré. Estábamos el susodicho humano y yo en amigable conversación y vimos venir al ciclista venezolano que se unió a ella. Nos sentamos los tres en una parada de autobús y de aquel desbarajuste salió que el venezolano se encontró con una habitación de hotel con desayuno y lavado de su ropa ¡por 20 euros! ya que resultó que el humano era el propietario del único hotel del pueblo y que se encontraba justo enfrente de nosotros. Por ese precio me dieron ganas de pernoctar allí yo también pero retomé mi camino con la satisfacción de haber contribuido a que el “Indurain alicantino” durmiera esa noche en un buen colchón y con la ropa limpia.
Llegué a Ayllón y rápidamente comprendí que se trataba de un pueblo muy turístico y además era día de mercado, es decir, había gente por todos lados. Me dí una vuelta y busqué un lugar para comer, tras lo cual me contenté con hacer un par de fotos a su bonita Plaza Mayor porticada donde se encuentra el actual Ayuntamiento y que al parecer fue el primer Palacio de los Marqueses de Villena. Al lado se ubica la iglesia de S. Miguel de origen románico pero muy restaurada y en ella se encuentra la sepultura de los Marqueses de Villena. Desde la Plaza Mayor se contempla la magnífica espadaña de Sª Mª la Mayor (cerrada).
En Ayllón hay muchas cosas más por ver y quizás merezca una visita con más tiempo y que no coincida con época turística o día de mercado.
Mi siguiente destino era Ayllón así que salí de Rello y preguntando por aquí y por allá aterricé en la entrada de Atienza (ya en Guadalajara). El único ser vivo en varios kilómetros a la redonda era un ciclista parado en el arcén. Por supuesto le pregunté y el buen hombre (un venezolano residente en Alicante que iba haciendo el Camino de Santiago) después de consultar su móvil y varios mapas me dirigió hacia Atienza para tomar no sé que carretera. Le hice caso pero al entrar en Atienza volví a parar y preguntar al único humano que me encontré. Estábamos el susodicho humano y yo en amigable conversación y vimos venir al ciclista venezolano que se unió a ella. Nos sentamos los tres en una parada de autobús y de aquel desbarajuste salió que el venezolano se encontró con una habitación de hotel con desayuno y lavado de su ropa ¡por 20 euros! ya que resultó que el humano era el propietario del único hotel del pueblo y que se encontraba justo enfrente de nosotros. Por ese precio me dieron ganas de pernoctar allí yo también pero retomé mi camino con la satisfacción de haber contribuido a que el “Indurain alicantino” durmiera esa noche en un buen colchón y con la ropa limpia.
Llegué a Ayllón y rápidamente comprendí que se trataba de un pueblo muy turístico y además era día de mercado, es decir, había gente por todos lados. Me dí una vuelta y busqué un lugar para comer, tras lo cual me contenté con hacer un par de fotos a su bonita Plaza Mayor porticada donde se encuentra el actual Ayuntamiento y que al parecer fue el primer Palacio de los Marqueses de Villena. Al lado se ubica la iglesia de S. Miguel de origen románico pero muy restaurada y en ella se encuentra la sepultura de los Marqueses de Villena. Desde la Plaza Mayor se contempla la magnífica espadaña de Sª Mª la Mayor (cerrada).
En Ayllón hay muchas cosas más por ver y quizás merezca una visita con más tiempo y que no coincida con época turística o día de mercado.
Así que retomé mi camino y recorrí por la
N-110 los 27 kms. que me separaban de S. Esteban de Gormaz donde tenía previsto
pernoctar. Busqué mi hotel, aparqué y entré en la recepción donde un señor más
o menos de mi quinta pero muy bien conservado me hizo el chek-in. Me preguntó
si quería dejar el coche en el parking y, al decirle que venía en moto, se le
iluminó la cara y dijo “ ¡¡anda, otro loco como yo ¡!”. Gerardo era motero
(tenía una Harley) y amante de los coches clásicos así que nos enrrollamos, me
indicó lo que tenía que ver en el pueblo y que nos veríamos por la noche.
Dejé las cosas y
me encaminé hacia lo más interesante de la villa. Se trataba de la iglesia de
S. Miguel, situada en el otro extremo del pueblo. Esta construcción conserva su
fábrica original de arenisca y, sobre todo, porque en su galería porticada hay
una serie de canecillos con diversas figuras y una de ellas representa a un
monje con un libro abierto en el que se puede leer (en latín): “ Me hizo el
Maestro Julianus en la era de 1119” (año 1081). Por tanto se puede datar el
edificio entre el año 1050 (repoblación cristiana) y el 1081. Por este motivo
estaba ante la galería porticada más antigua de Castilla y ante unos de los
templos románicos más antiguos de la zona sur del Duero. En su interior, además de unas pinturas tardogóticas, los trabajos realizados en 2009 permitieron sacar a la luz los revocos de la época románica, descubriendo cientos de grafitos de los S.XII y XII con multitud de figuras: animales, inscripciones funerarias, peines de contabilidad e incluso las huellas de los dedos de los albañiles que alisaron el revoco con sus manos.
La otra iglesia del pueblo es la de Nª Sª del Rivero, pero no pude
entrar por hallarse celebrando misa. Me contenté con realizar alguna foto del
exterior.
Desandé el camino haciendo alguna foro de lo que
encontraba a a mi paso…
.... y retorné al hotel para cenar en
el mismo y, efectivamente, a mitad de la cena apareció Gerardo y se sentó a la
mesa. Me invitó a la bebida (un vino excelente), hablamos de lo divino y lo
humano y para rematar el día me invitó a un gin-tonic y nos fuimos los dos a la
recepción para saborear nuestras bebidas y fumarnos él una pipa y yo un
cigarro. Curiosa estampa de los clientes entrando en el hotel y nosotros con el
cigarro en la mano y el gin-tonic sobre el mostrador. Me despedí de el prometiéndole
que, si volvía a pasar por allí, volvería a su hotel para continuar charlando
de nuestras aficiones.
DÍA 3
Desayuné
y con tiempo nublado salí de S. Esteban de Gormaz para dirigirme hacia El Burgo
de Osma. Llegué temprano por lo que la Catedral aún estaba cerrada y aproveché
para hacer algunas fotos.
El Burgo (la primitiva Oxama) es una villa con un pasado esplendoroso, ligado a su condición eclesial de Obispado. Está rodeada de su primitiva muralla y atravesada por el rio Ucero con la imagen al fondo de su castillo. Toda la vida en esta ciudad se concentra alrededor de su calle Mayor y su Catedral aunque tiene muchos lugares para visitar y que ya eran conocidos por mi.
Una vez abierta la Catedral pasé a hacerle una nueva visita. La primitiva Catedral era románica del S.XII y en
S.XIII fue sustituida por la actual de estilo gótico. Lógicamente, ha sufrido
aportaciones y transformaciones pero sin modificar sustancialmente la
concepción unitaria de su arquitectura, siendo quizás la remodelación más
importante la efectuada en el S.XVII bajo la tutela de Carlos III por artistas
de la talla de Juan de Villanueva o Sabatini. En cualquier caso se trata de un
extraordinario edificio cuya sola visita (previo pago de 2,50 euros) merece el
viaje hasta El Burgo.
Entre sus muchos tesoros alberga un precioso órgano del Evangelio del S.XVIII cuyos autores fueron Esteban de San Juan y Lorenzo Forcada.
Recorrí sus capillas laterales y luego me dirigí hacia el bello claustro donde se halla la Sala Capitular y en su interior un precioso sepulcro policromado donde está enterrado el obispo que restauró la sede oxomense: S. Pedro de Osma.
Al salir me sorprendió desagradablemente una fina pero pertinaz lluvia
que alteraba mis planes. Así que, como el Burgo ya lo conocía de un viaje
anterior donde incluso pernocté, encaminé mis pasos hacia la Plaza del
Ayuntamiento donde había dejado la moto y, mientras esperaba a ver si amainaba,
me entretuve contemplando el edificio del antiguo Hospital de S. Agustín con
una fachada principal en piedra de sillería, simétrica, con acceso por el centro
mediante una puerta adintelada.
La lluvia había
disminuido en intensidad aunque sin cesar del todo, así que aproveché y salí
del Burgo por la CL-116 hacia Soria y luego la N-122 y SO-P-5026 hasta llegar a Calatañazor.
Alrededor de esta
villa medieval se han tejido numerosas historias y leyendas, la más importante
la derrota en una batalla del caudillo árabe Almanzor “ Calatañazor, donde Almanzor perdió el tambor” y desde ahí su huida malherido para morir en
algún punto en las cercanías de Bordecórex y ser llevado a enterrar en
Medinaceli (aunque nada de esto se halla suficientemente documentado).
Dejé la moto y, ya
sin lluvia, ascendí por la empinada calle central deleitándome con la
arquitectura de sus casas. Todo en Calatañazor es como si el tiempo se hubiera
detenido, calles empedradas de canto rodado (señoras abstenerse de ir con
tacones), casas con paredes de tapial de barro y paja o tosca mampostería de
piedra, puertas con postigo de media altura y cubiertas de teja sobre las que
se alzan las genuinas chimeneas cónicas pinariegas.
Todo ello rodeado de una recia muralla que cubre su perímetro casi en
su totalidad.
A mitad de la
calle principal surge el templo cristiano más importante, la iglesia de Sª Mª
del Castillo de origen románico y con una bonita portada.
Continuando hacia arriba podemos ver un busto dedicado a Almanzor con
una poesía de Gerardo Diego …
… y al final de la calle se halla la Plaza Mayor con el Ayuntamiento y
un rollo bajomedieval, así como una gran roca fosilizada que explica el origen
de estos territorios. Aproveché para hacer una foto del extrarradio de la villa
donde comienza un gran sabinar que se extiende varios kilómetros y de los restos
del antiguo castillo.
Volví por el mismo lugar y ,siendo la hora que era, decidí parar en uno
de los tres bares que hay en el pueblo para tomar como aperitivo mi segundo
torrezno del viaje. Al descender, antes de tomar la moto, vi la Ermita de la Soledad edificada extramuros que presenta un ábside
semicircular con figuras antropomorfas que sobresalen de los canecillos y desde la que se contempla parte de la muralla que rodea a la villa.
Monté y tomando la N-122 me dispuse a recorrer los 34 kms. que me
quedaban para hacer real el título de esta entrada: “Camino Soria”.
Llegué a la
capital de la provincia y busqué mi alojamiento, una hostería en pleno centro
con una curiosa decoración con motivos infantiles y unas habitaciones cómodas
pero minúsculas. Por un momento pensé que se trataba de un alojamiento
exclusivo para niños. Dejé las cosas y salí a comer de tapeo por los numerosos
bares que hay en la Plaza del Marqués de Vadillo. Siesta reparadora y a seguir.
Ya descansado me
di un gran paseo descendiendo hasta llegar a la Concatedral de Soria dedicada a
S. Pedro construida sobre una iglesia monacal del S.XII que, tras quedar
prácticamente derruida, se reconstruyó siguiendo el patrón de la Concatedral de
Berlanga de la que ya os he hablado más arriba. El interior es muy bonito pero
lo que a mi me parece más atractivo es un espectacular claustro del que Gaya
Nuño dijo (quizás algo exageradamente) que era el más bonito de España. Os dejo
fotos.
Continué descendiendo y pasé sobre el puente que salva el Duero y
aproveché para hacer unas fotos.
No pude revisitar los Arcos del Duero porque cerraban a las 19 h. y era
más tarde, así que retorné al punto de origen subiendo por una empinada calle
hasta llegar al sitio de partida pasando
por la Plaza del Ayuntamiento. Siento no relataros más de Soria que es una
ciudad con un patrimonio cultural y artístico increíble, pero el tiempo era
limitado y, además, era bien conocida por mi por haber estado durante un par de
días hace ya algunos años.
Eran ya las 21 h.
y hacía un frio del carajo que había sorprendido a los propios sorianos. Compré
algunos recuerdos en una tienda que conocía y busqué un abrevadero para cenar
algo antes de irme a dormir (excelentes mollejas de cordero).
DÍAS 4 y 5
Tocaba regreso y, tras desayunar unos ricos
churros en un bar cercano donde, por cierto, me encontré con un compañero de
profesión de Alicante que había ido unos días a visitar a familia de esta
provincia (casualidades de la vida), preparé la moto y me dispuse a realizar
una buena tirada para llegar a Teruel y,
desde ahí, tomar la autovía mudéjar (A-23) para salir por la desviación hasta
Rubielos de Mora y llegar a Nogueruelas donde tenía el alojamiento (un hotel
rural decente para estancias de 1-2 noches). Después de tomar la habitación y
comer en el propio hotel, descansé un rato y por la tarde me fui a visitar el
cercano Mora de Rubielos del que tenía buenas referencias.
Desde Nogueruelas hay 5 kms. hasta Rubielos
de Mora y desde ahí otros 12 kms. hasta Mora de Rubielos que se recorren por
agradables carreteras de montaña, con poco tráfico y un buen asfalto.
Mora de Rubielos se halla en la falda de la Sierra de Gúdar. Constituyó
el punto más avanzado del territorio cristiano durante una fase de la
Reconquista y luego pasó por sucesivas manos (castellanas, aragonesas) hasta alcanzar una gran importancia bajo la
fórmula de Señorío con el linaje de los Fernández Heredia. En épocas más cercanas fue importante el papel
de la villa en la Guerra Civil ya que, tras la caída de Alcañiz y Andorra, Mora
de Rubielos quedó como capital de la zona republicana hasta ser ocupada por las
tropas del General Varela y albergar durante unos días el cuartel general de
Franco.
Dos edificaciones destacan sobremanera en
el pueblo. Una es la antigua colegiata de Santa María, templo gótico del S.XIV
con nave única de 19 m. de anchura y que, dentro del gótico español, solo es
superada por la Catedral de Gerona. La portada es abocinada con un arco
apuntado.
El otro edificio es el Castillo Palacio de
los Fernández de Heredia, imponente y maciza construcción que se alza sobre una
loma, con gruesos muros y que tenía una doble finalidad: residencial y
castrense, combinando elementos de ambas estructuras.
Paseé por las calles del pueblo
contemplando algunas casas señoriales y pasando bajo dos arcos que constituían
dos de las puertas de entrada/salida de la villa.
Llegué hasta la Plaza del Ayuntamiento y
fotografié una bella casa que se halla en un lateral del mismo.
Después del paseo retorné a por la moto y
me dirigí hacia Rubielos de Mora para ver si había suerte y podía ver el
interior de la iglesia de Sª Mª la Mayor, ya que el pueblo lo conocía bien de
un anterior viaje ( “Dos por la Sierra del Espadán” ).
Hubo suerte ya que estaba abierta y así pude contemplar una pequeña joya que
puede pasar inadvertida si no se va buscando. Se trata de un retablo gótico con
escenas marianas del Maestro de Rubielos del S.XV. Está magníficamente
conservado y compuesto por 11 tablas de las que solo falta la central.
Terminada la visita retorné a mi
alojamiento y cené en el restaurante algo más tranquilo ya que la cafetería
estaba ocupada por medio pueblo que disfrutaba de una corrida de toros.
Del último día poco que contar. Desde
Rubielos de Mora tomé una carretera que enlazaba con la autovía mudéjar y ésta
me llevó hasta Valencia para luego tomar la autovía a Alicante y de allí a
casita.
Este es el relato de mi segunda visita a
una de las provincias más desconocida y despoblada de España ( ¡Soria ya ¡)
pero que para mi tiene un encanto especial y, si os gusta el arte, la
tranquilidad y la buena comida no os podéis perder.
Ahora a trabajar para preparar mis viajes
del próximo verano. Sed buenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario