“ PUENTE “ EN VALLADOLID
El puente de la Virgen del Pilar me permitía disponer de 5 días para una nueva ruta y, buscando entre mis apuntes, encontré una que podía resultar interesante. Aunque, tanto los meteorólogos oficiales como los asustaviejas que se pasan el día observando a las moscas voladoras y otros coleópteros, presumían que podía llover por la zona elegida y, dado que su % de aciertos suele fallar más que una escopeta de feria, me decidí a organizar un viaje por Valladolid, ciudad en la que había estado una Semana Santa con la moto presenciando la gran procesión de las cofradías en la Plaza Mayor y que me dejó el recuerdo de multitud de Cristos crucificados que se exponen en la misma antes del desfile pasional.
Así que carretera y manta y, si por una casualidad llovía, siempre podría pasar el aguacero refugiado en un buen mesón trasegando una rica sopa castellana y un apetitoso lechazo.
La distancia a recorrer era de unos 600 kms. y pensé que, si eso y más
lo había hecho con la moto, con el coche no habría problema. Y, efectivamente,
saliendo temprano de casa vía Madrid, luego A-6 y después N-601 y teniendo en
mi contra un buen atasco al salir de Madrid, llegué a Valladolid a mediodía y
me dispuse a buscar el hotel.
Era un histórico
de la ciudad, el Hotel Imperial que, para mi gusto, lo mejor que tiene es el
emplazamiento ya que se encuentra en el mismo centro a 20 ms. de la Plaza Mayor
y en plena zona de bares, tascas y restaurantes, lo que me aseguraba una buena
manutención. Por lo demás es un hotel que se inauguró en 1904 por lo que, a
pesar de sucesivas reformas se ha quedado algo anticuado, con decoración decimonónica y viejuna. Otros hoteles de la
misma categoría se encontraban algo alejados del centro pero éste presentaba el
problema de encontrar aparcamiento pero pensé que ya me las arreglaría.
Dejé las cosas y di
una vuelta alrededor para ver donde dejaba el coche. Justo al lado, en la calle
Los Molinos, había una zona de ORA restringida y reservada de lunes a viernes
hasta las 15,30 para empleados del Ayuntamiento y Correos. Esperé un poco y, al quedarse un hueco libre y ser
festivo, pude dejarlo aunque lo tuviera que quitar luego.
Después de comer
me di un paseo para ir tomando el pulso a la ciudad. Muy cerca me topé con la iglesia de S. Benito, perteneciente a un antiguo
monasterio benedictino que se recuperó hace unos años para instalar en el Patio
Herreriano el Museo de Arte Moderno de Valladolid. Estaba cerrado y pensé que
ya lo visitaría más adelante. La iglesia es de estilo gótico aunque la fachada,
diseñada por Gil de Hontañón, en forma de torre es posterior. Está realizada
enteramente en piedra caliza y posee grandes ventanales de iluminación. Al ser
festivo, lógicamente, se encontraba cerrada.
Di una vuelta alrededor para ver los muros laterales que se articulan
mediante contrafuertes y , sin quererlo , me topé con algo que me resultó
enternecedor y le hice una foto que bien podría titularse algo así como “
Buscando la luz entre las piedras “.
Continué el camino recorriendo una larga calle portalada que me depositó en la plaza donde se encuentra la Catedral. La verdad es que no le hice mucho caso porque, además de estar cerrada, es un edificio de estilo herreriano del S. XVI que, para ser honestos, a mí ni fu ni fa. De modo que pasé olímpicamente de ella y fui a buscar la cercana iglesia de Santa María de la Antigua a la que, algo es algo, aún conserva un poquito de románico.
El edificio se
encuentra en una despejada plaza que la realza aún más. Erigida sobre restos
romanos los primeros testimonios se remontan al 1088, anterior a la casi
desaparecida Colegiata de Santa María ( 1095 ) de ahí su apelativo de “ La Antigua
“.
Los únicos restos
románicos conservados hasta hoy son la torre y la galería porticada norte.
La torre, de
finales del S. XII y principios del XIII , consta de un cuerpo bajo prismático
rematado por un espacio abovedado abierto al exterior mediante un ventanal
frontal.
Sobre él se yerguen
otros tres cuerpos superiores separados entre sí mediante impostas ajedrezadas
y abiertos cada uno de ellos en sus cuatro lados mediante ventanales o huecos
de campanas de medio punto perfilados por chambeadas de puntas de clavo. Se
remata todo el conjunto mediante un chapitel piramidal a base de tejas
cerámicas.
La galería porticada se encuentra muy deteriorada por efecto de la contaminación. Posee catorce arcos de medio punto divididos por contrafuertes en tres tramos, dos de cinco arcos y otro de cuatro. Descansan sobre haces de columnas que se rematan con capiteles vegetales aunque la mayoría se han perdido.
La cornisa es
rematada por canecillos lisos.
Llama la atención
la situación de esta galería en el costado norte ya que la mayoría de galerías
porticadas del románico castellano se orientan hacia el sur.
Terminada la visita regresé al punto de partida para desplazar el coche hasta un aparcamiento cercano situado bajo la Plaza Mayor y fotografiarla al salir.
Tras ello , busqué un lugar para cenar y terminar, curiosamente, en uno ambientado con decoración y música andaluza y donde se podían degustar tortitas de camarones, calamares, pescaíto frito y otras lindezas. ¡ Venga usted a Valladolid para saborear un cazón en adobo y unos chipirones !.
Viernes 13
El
día no comenzó con buen pie. Al ir a recoger el coche observo que me soplan 20
euros ¡ por 12 h. de estancia !. Si al menos me lo entregaran lavado y
abrillantado lo entendería, pero ni eso. Con lo cual decidí que no iba a repetir la experiencia el resto de días
y ya vería como me las apañaba.
Llamé para
reservar una visita guiada a la Ermita de Nª Sª de la Anunciada en Urueña, pero
como no comenzaba hasta las 12’45 h., pensé que sería buena idea desplazarme
hasta un pueblecito llamado Wamba para ver su iglesia.
Wamba es la única localidad española que tiene el
honor de que su nombre empiece por W. Ello se debe a que en el año 672 fue
proclamado allí ( entonces llamada Gérticos ) el rey godo Wamba y con ese
nombre se quedó.
La iglesia está
localizada en el centro del pueblo y pertenece al escasísimo plantel de templos
prerrománicos del S. X que hay en España y que también se denominan mozárabes o
de repoblación. De esta época solo se conservan los tres ábsides rectangulares
de la cabecera, siendo el central más profundo que los laterales y el primer
tramo de la nave.
Además de los ábsides también son mozárabes el primer tramo de las naves y el muro norte. El resto fue reconstruido cuando pasó a manos de la Orden de San Juan de Jerusalén en el S. XII, románico por tanto. En el muro sur hay un pórtico columnado añadido en el S. XVIII y en la portada apuntada tiene emblemas de la Cruz de Malta.
Para mí lo más interesante del edificio ( además de una curiosidad que os cuento más abajo ) es la portada románica del muro occidental con una belleza inusual. Se abre sobre un arimez con tejaroz soportado por once canecillos bastantes gastados y que muestran cabezas de animales y de personas sacando la lengua con gesto de burla.
El vano de entrada está exornado por un tímpano y tres arquivoltas de medio punto. En el tímpano hay cuatro flores y una inscripción que nos aclara la fecha de edificación: 1195.
Las arquivoltas están muy decoradas con motivos geométricos: baquetones, escocias, bolas y tacos. La intermedia es la más interesante ya que está polilobulada. El guardapolvos tiene incisiones a modo de lobulillos y los arcos están soportados por seis columnas muy restauradas con capiteles de motivos vegetales. Las mochetas que sostienen el tímpano llevan dos toscos mascarones humanos.
La curiosidad que señalé más arriba es que en esta pequeña iglesia de un pueblecito perdido en la Comarca de los Montes Torozos se encuentra el osario más grande de España. En un cubículo en el interior del templo y apilados como un puzzle se encuentran los huesos de más de 2000 personas entre monjes, mujeres y niños. ¿ Por qué se recopilaron aquí en la Alta Edad Media todos estos huesos ?. Nadie hasta ahora ha sabido dar una explicación razonable.
En una inscripción en este lugar se puede leer:
“ Como te ves yo me ví
como
me ves te verás.
Todo
acaba en esto aquí.
Piénsalo
y no pecarás “
Macabro pero totalmente
cierto.
Para rematar las
curiosidades de esta iglesia hay que indicar que aquí se encuentra enterrada la
reina Urraca de Portugal, esposa del rey Fernando II de León, que había
ingresado como freira en la Orden de San Juan de Jerusalén.
En el camino para
dirigirme a Urueña conduje despacio y con cuidado al recordar la inscripción
del osario de Wamba.
Visité la
localidad de Urueña en un viaje anterior hace ya algunos años pero con el error
de no pararme a ver la Ermita de Nª Sª de la
Anunciada, así que me proponía subsanar el fallo en esta ocasión pero,
al ser todavía temprano, me dirigí al pueblo para recorrer de nuevo sus calles
pero, antes de ello, hice una bonita
foto de la Ermita que está situada extramuros con el pueblo al fondo.
Urueña es una pequeña ciudad medieval amurallada que fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1975. Además, en el año 2007 se le otorgó el título de Villa del Libro de España ya que, en su reducido casco, cuenta con numerosas librerías donde se pueden encontrar todo tipo de ejemplares. Yo llevaba el encargo de mi hijo menor de buscar un ejemplar de El Camino de Miguel Delibes con una buena encuadernación, así que me dispuse a la tarea.
Recorrer las calles de Urueña es un viaje al pasado, todas empedradas con casitas bajas sin un solo edificio moderno y casi sin coches ( sólo pueden entrar los residentes ), todo ello rodeado por la muralla desde cuyos miradores se pueden realizar buenas panorámicas de la Tierra de Campos.
Paseando llegué hasta una librería que me sonaba de mi anterior viaje y el amable propietario me ayudó a encontrar el encargo de mi hijo.
Feliz por haber logrado mi objetivo descendí para buscar el coche y encaminarme hasta la Ermita donde había quedado con la guía. Al llegar me encontré solo y pensé que iba a ser una visita privada pero, de pronto, empezaron a llegar más coches y cuando llegó la guía se había formado un grupo de 15-20 personas que nos arremolinamos alrededor de la misma.
Comenzó su explicación por el exterior del edificio y yo, algo
imprudente, la interrumpí para preguntar por qué se llamaba ermita ya que
cumplía dos requisitos de los tres que deben tener ese tipo de construcciones
religiosas: estaba edificada fuera de la población y no tenía culto pero no el
tercero que era su gran tamaño. Me respondió que, en su origen, debía ser mucho
más pequeña pero que sucesivas reformas y ampliaciones le habían conferido su
tamaño actual.
De entrada hay que indicar que es el único ejemplar de románico lombardo que se encuentra en Castilla y se cree que se debe al matrimonio de María Pérez de Ansúrez ( hija del conde Pedro Ansúrez repoblador de Valladolid ) con Armengol V de Urgel, lo que provocó un intercambio de población con los condados catalanes donde este estilo es muy habitual.
Está construida
con muros muy gruesos de sillarejo de caliza blanca porosa desbastada a maza,
con arquillos ciegos y bardas lombardas en los lienzos de los tres ábsides y
del crucero y sin escultura monumental alguna como es preceptivo en la
arquitectura lombarda.
Sufrió un gran incendio que la destruyó en parte y en su reconstrucción se implicó el obispo del Burgo de Osma, natural de Urueña que, ya en el S. XVIII, le añadió un anexo ( yo lo llamaría pegote ) al ábside central para que sirviera como camarín de la Virgen de la Anunciada, otra construcción lateral que hacía las veces de sacristía así como una espadaña y la casa para los guardeses, afortunadamente destruida posteriormente.
Pasando al interior observamos una planta de tres naves con la central
más ancha y alta, un transepto y un crucero donde se eleva un cimborrio
octogonal de simetría irregular ya que los cuatro lados de las trompas tienen
el doble de longitud que las cuatro restantes.
Como en todas las construcciones lombardas destaca su limpieza y pureza de líneas, cubriéndose las naves con bóvedas de cañón reforzadas por arcos fajones apeados sobre pilares cruciformes sin semicolumnas y sin capiteles historiados.
En el altar se
encuentra un retablo con la Virgen de la Anunciada en su centro. Es una Virgen
“ de vestir “, es decir, no es una pieza completa sino solo de cintura para
arriba. La talla es románica pero está muy retocada.
Para terminar la
visita la guía nos enseñó un retablo de madera tallada que se encuentra en uno
de los ábsides laterales y que tiene su propia historia. Está datado en el S.
XVI y nadie sabe cómo llegó hasta aquí. Se conjetura con que, tras la
desamortización de Mendizábal, algún monasterio hoy desaparecido, repartió sus
bienes entre distintos lugares para que no perdieran y a Urueña le tocó este
retablo. Lo más curioso es que representa a S. Jerónimo, monje eremita que en
sus largos años en una cueva se dedicó a traducir la Biblia a otras lenguas y
por ello, entre otras profesiones, es el patrón de los libreros por lo que no
puede estar en mejor lugar.
El coche se quedó ahí ( total ya estaba multado ) y me fui a dar una vuelta pensando que por ahorrarme el parking y como dice el dicho “ me va a costar más la sopa que el pollo “.
Valladolid es una ciudad no excesivamente grande ni excesivamente monumental. Se pasea bien y, al final , siempre se concluye en su emblemática Plaza Mayor centro neurálgico de la urbe. Después del paseo decidí cenar de picoteo entrando en varios bares del entorno del hotel, que si una vieira gratinada aquí, que si unas exquisitas mollejas de lechazo allá y así completé mi recorrido gastronómico terminando con una copita sentado en la Plaza Mayor contemplando su bonita iluminación.
A dormir y ver que sorpresas me deparaba el Sábado.
Sábado 14
El
plan era visitar varios monasterios que llevaba en el programa. Después del
desayuno me encaminé para subir a mi multado coche para desplazarme hasta el
primero de ellos.
Se encontraba en
un pueblecito llamado S. Benito y era el Monasterio
de Santa María de Valbuena. Al llegar y penetrar en el amplio patio
reservado para parking de los clientes me quedé impresionado. Este monasterio
es la sede permanente de la fundación Las Edades del Hombre. En una parte del
edificio se han instalado las oficinas y talleres de restauración y en otra ala
se abrió no hace mucho un hotel de cinco estrellas que cuenta, además de spa,
con un restaurante de cinco tenedores. Pleno lujo al lado de un precioso
monumento románico.
El monasterio en
si se fundó en el S. XII por Estefanía de Armengol, hija de los fundadores de
la Ermita de la Anunciada de Urueña que había visitado el día anterior. Desde
el comienzo se encomendó a la Regla de San Benito, por tanto, era un monasterio
cisterciense repoblado por monjes de la abadía francesa de Berdona.
Pagué con gusto la
modesta entrada de 3 euros y me dispuse a recorrer, audioguía mediante y
totalmente solo, las distintas dependencias.
Comencé por el claustro que, originalmente, tenía solo un piso. En el S. XV se levantó otro, de madera, que fue sustituido en el S. XVI por el que actualmente se puede ver. Es la parte, junto con la iglesia, que mejor se ha conservado de la época románica. De planta cuadrada las galerías se cubren cada una con ocho tramos de bóvedas de crucería y se abren a la parte central por medio de seis arcos apuntados separados por contrafuertes. Cada arco alberga otros tres arquillos de medio punto sostenidos por seis columnas pareadas que se apoyan en un pretil. Los capiteles son, mayoritariamente, de temas vegetales con gran finura plástica.
En un lateral se abre la sala capitular que hoy se dedica a un gran
comedor del anexo hotel.
Subiendo por unas escaleras se accede
a los dormitorios de los monjes y dejando atrás las escaleras hay dos
salas, una que daba acceso a la huerta del monasterio y otra que constituía la
sala de trabajo de los monjes, de planta rectangular con dos naves separadas
por tres columnas cubiertas con bóvedas de crucería. Hoy en día se utiliza para
exposiciones temporales.
Dejé para el final la iglesia con planta de cruz latina y tres naves,
más ancha la central, que finalizan en un amplio crucero. Cada nave presenta
cuatro tramos con bóvedas de crucería.
Desde el transepto
se abren cinco ábsides, tres centrales semicirculares y dos en los extremos
rectangulares. Un retablo barroco ocupa el ábside central.
En el transepto se levanta una bóveda de paños sobre cuatro trompas desde
la que se abre el cimborrio que permite la iluminación del edificio.
Adosada a uno de los ábsides se abre la capilla de San Pedro, un pequeño espacio con bóvedas de crucería y ábside poligonal y que tiene su mayor interés en la decoración bien conservada de pinturas al fresco del puro gótico lineal.
Terminada la visita emprendí de nuevo el camino para ir a buscar otro
monasterio, en este caso el de Sª Mª de Retuerta que
se encuentra a tan solo 10 kms. del anterior en la población de Sardón de
Duero.
Este edificio
premostratense me ocasionó una sublime decepción ya que, en la actualidad, se
ha convertido en un hotel enológico. Tras hablar con la encargada de la
recepción, logré convencerla para que me permitiera ver el claustro y la
iglesia.
El claustro es del
S. XIII con importantes transformaciones posteriores. Es de bóvedas de crucería
cuyos arcos se apoyan en los pilares que dan al patio y sobre ménsulas de
rollos que emergen de los muros circundantes.
La iglesia tiene una planta de tres naves con transepto y cabecera de
tres ábsides siendo el central más profundo. Lo que llama la atención es que al
exterior ( que solo pude ver de refilón a través de una verja cerrada ) los
tres ábsides tienen la misma altura, cosa poco habitual en el románico, sin
embargo desde el interior los laterales son más bajos que el central. Ello
indicaría la existencia de dos cámaras superiores que, probablemente,
equivaldrían a las “ cámaras del tesoro “ de las iglesias prerrománicas
asturianas, donde se guardaban los objetos de más valor del templo para
resguardarlos de posibles robos.
Agradecí a la amable señorita que me permitiera esta breve visita y me
encaminé a buscar mi último objetivo de la mañana que era el Monasterio de la Santa Espina, ubicado en un
pueblecito llamado Castromonte.
Llegué poco antes
de las 13 h. que era la última visita de la mañana. Nos agrupamos unas 20-25
personas en espera de que abriera y entramos para sacar el correspondiente
ticket de 5 euros y esperar a que el guía nos pastoreara. El grupo era muy
heterogéneo, familias con niños pequeños, parejas mayores y jóvenes y yo que
iba de por libre. Ello puede servir de disculpa para que el pequeño show que
montó el guía me pareciera bastante desafortunado. Fue una visita teatralizada
( yo pienso que más que un guía era un actor con pretensiones de guía ) con
gesticulación excesiva y voz impostada que iba narrando de manera superficial
las características del edificio y, al mismo tiempo, intentando distraer a los
niños con juegos infantiles como buscar en las paredes marcas de cantero. Le
hice una observación que pareció no gustarle y me puso mala cara, con lo cual
decidí hacer la visita por libre y pasar del personaje.
El edificio es una
fundación cisterciense del S. XII aunque las partes más antiguas conservadas
son ya del S. XIII. Hoy en día acoge una hospedería y un Centro de Capacitación
Agraria.
Su nombre proviene
de una donación que el rey francés Luis el Joven hace a Dª Sancha de Castilla y
que consistía en una reliquia que se supone era una espina de la corona de
Cristo ( vaya usted a saber ) y, para albergarla, Dª Sancha mandó construir
este monasterio.
El interior
presenta dos claustros, uno de la Hospedería y otro románico pero muy
reformado.
En un lateral de
éste último se abre la sala capitular, con una entrada de cuatro arquivoltas de
arco apuntado que se apoyan sobre
columnas únicas las dos exteriores y dobles las interiores.
El interior de la sala se aboveda con crucería apoyada en columnas
exentas y columnas adosadas a los muros. Aún se pueden apreciar los agujeros de
donde salían los bancos donde se sentaban los monjes.
Continué mi visita, siempre rezagado y dejando que delante el “guía“
continuara con su numerito, llegando a la iglesia. Esta tiene tres naves con
bóvedas de crucería y separadas por arcos de medio punto. La cabecera está
formada por cinco ábsides rectangulares con un retablo de madera policromada en
la capilla mayor que fue traído del Monasterio de Retuerta que había visitado
anteriormente.
De las capillas que hay en la iglesia la más visitada, lógicamente, es
la Capilla de la Reliquia. Después de prolijas explicaciones, el guía nos
invitó a pasar para ver la supuesta reliquia. Yo le hice caso y “pasé” de él y
de la espina de la que, por otra parte, tan solo se puede ver la puntita ya que
el resto está deteriorado porque, al parecer, se mojaba para bendecir y se estropeó
bastante, con lo que hubo que hacerle una funda de plata para evitar su
completa destrucción. Que queréis que os diga, a mis años gilipolleces las
justas.
La visita
terminaba en una sala en la que los monjes elaboraban el vino. Me di media
vuelta y salí por donde había entrado. Tomé el coche y, aún descojonado de risa
por el espectáculo presenciado, retorné a Valladolid con una parada para ver
una última cosa.
Esta se encontraba a escasos kms. de la ciudad y era la iglesia de Arroyo de la Encomienda, situada en la población del mismo nombre y que, prácticamente, es un barrio periférico de Valladolid. El edificio es una pequeña construcción románica tardía del S. XII aunque muy reconstruida posteriormente.
En el exterior (
se hallaba cerrada ) podemos apreciar un ábside dividido verticalmente por dos
columnas entregas que llegan hasta el alero y que arrancan de sendos plintos
muy esbeltos. En cada una de las tres calles hay una ventana con arquivolta
plana sobre cortas columnillas de fustes cilíndricos con capiteles figurados
con temática zoomorfa. En general están bastante deteriorados. Todo el alero de
la cabecera muestra un anillado taqueado.
La portada del muro meridional se abre sobre un estrecho arimez y está
formada por seis arquivoltas de medio punto, siendo la más interesante la
externa por disponer de rollos o baquetones radiales. Los capiteles tienen
motivos vegetales y zoomorfos.
Regresé a Valladolid y me aposté, cual león que acecha a su presa, en
el lugar reservado para carga/descarga del hotel. Al rato, una mujer muy
atractiva se dirigió hacia uno de los vehículos para marcharse. Salí escopetado
y me coloqué a su altura con el intermitente puesto. Cuando se marchó ocupé su
lugar. Eran las 16 h. y festivo, por tanto no había plazas reservadas para
funcionarios ni ORA de las narices, así que me dije “ ahí te quedas tranquilo
hasta el lunes que nos vayamos “.
Comí en un sitio
cercano y me dispuse a descansar porque una lluvia fina había empezado a caer (
al final el niño de las moscas iba a tener razón ).
Cuando me desperté
proseguía el “ calabobos “ pero sin la fuerza suficiente para impedirme salir
con el paraguas y dar una vuelta para terminar en uno de los bares próximos en
el cual, sin saber cómo, entablé conversación con una excéntrica pareja donde terminé la noche
aguantando la conversación del hombre ( que iba hasta las pestañas ) y me
contaba los problemas de su Pancreatitis Crónica mientras la mujer lo miraba
con resignación. Gajes del oficio.
Domingo 15
Amaneció nublado pero sin lluvia. Desayuné y
decidí quedarme en Valladolid porque lo más importante de mi viaje ya lo había
realizado. Dando un paseo llegué hasta un cercano puente que cruza el Pisuerga
sobre un bonito jardín adornado con flores. Me dediqué a fotografiarlos.
Desde ahí y siguiendo el paseo me topé con
el Museo de Arte Contemporáneo que abría a
las 11 h. y decidí visitarlo.
Como ya he comentado este espacio fue
rescatado del antiguo Monasterio de San Benito y la verdad es que les ha
quedado muy bien. Además, cosa inusual, la entrada es gratuita. Según mis
informaciones no ha estado exento de polémica con múltiples dimisiones y
acusaciones de despidos improcedentes y de actuar de espaldas a la ciudadanía.
Cuando la política mete sus narices en la cultura ya se sabe lo que ocurre.
Nada más entrar se accede al llamado Patio
Herreriano que no es más que el antiguo claustro. En él se encuentran dos enormes
estatuas de bronce de los Reyes Eméritos sentados juntos ( ejem ). Es de planta
cuadrangular y, lógicamente, de estilo herreriano.
El segundo claustro, denominado de los novicios, es más pequeño pero también tiene su encanto.
Alrededor del mismo se articulan una serie de salas dedicadas a
exposiciones. Entré en alguna de ellas y, que me perdonen los amantes del arte
contemporáneo, lo que allí me encontré fueron auténticas chorradas que,
supuestamente, eran obras de arte. Palés de madera entrelazados, lienzos en
blanco, esculturas de hierro que no había manera de saber qué era lo que significaban,
en fin, para un amante como yo del arte románico aquello era de lo más parecido
al Museo de los Horrores. Terminé en la antigua iglesia que aún conserva gran
parte de los muros originales y, en cuyo centro, se había plantado una especie
de plátano enorme con cabeza que vaya usted a saber lo que representaba. No
hice fotos para no herir la sensibilidad de los lectores.
Salí de allí
pasando por la zona de merchandising donde encontré por casualidad otro regalo
para mi hijo: un bonito libro editado recientemente sobre la Historia del Cine
y del que solo quedaba un ejemplar. Lo compré porque es un enamorado del
séptimo arte.
En este viaje no
solo había tenido problemas con el aparcamiento. El móvil no me cargaba como es
debido. Pensando en que sería el cargador pregunté a un señor si había cerca un
chino que abriera los domingos y me indicó uno por detrás de la Plaza Mayor.
Compré un cargador nuevo y me senté en una de las cafeterías existentes en la
plaza para tomar un café mientras enchufaba el móvil. Nada, aquello seguía sin
cargar. Deduje que debía ser la batería, así que lo puse en modo avión para
reservar la que quedaba y que me sacara de Valladolid al día siguiente y me
ayudara en Madrid a encontrar fácil la A-3.
Al volver a casa
me apresuré a comprar otro móvil y ahí lo tengo muerto de risa y sin abrir. El
mío, al conectarlo aquí, resulta que me carga perfectamente. Debe ser que tengo
un móvil alérgico a los fríos castellanos.
Después de un buen
rato leyendo la prensa y contemplando al personal que transitaba por la plaza
engalanado de domingo, decidí que debía darme un último homenaje antes de
regresar a Murcia y llamé a La Parrilla de S. Lorenzo para reservar mesa.
Y así me despedí
de Valladolid: ante un buen lechazo acompañado de un estupendo Ribera de Duero
ya que, después de la siesta, había comenzado a llover de nuevo y me quedé en
el hotel viendo a la Selección Española ganar a Noruega.
El lunes, antes de
las 7,30 h. ya estaba en el camino de regreso con algo de lluvia y, sobre todo,
grandes bancos de niebla.
La batería aguantó
hasta Tarancón y, a mediodía, ya estaba en casita.
Hasta
la próxima, que será pronto ya que, si la climatología lo permite, pienso
aprovechar el puente de Noviembre para darme una vueltecita por varios sitios
con encanto de la provincia de Cáceres.
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