viernes, 3 de mayo de 2024

 


                             ¿ HAY ROMÁNICO  EN GUADALAJARA ?    

                                

Para irme haciendo a mi nueva amiga y probarla adecuadamente una vez realizado el rodaje, he escogido una ruta corta de alrededor de mil trescientos kilómetros en total que me permitiera visitar algunos pueblos y construcciones románicas de una provincia que, cuando hablamos de este arte, no solemos pensar que tenga mucho patrimonio. Evidentemente no se puede comparar con Castilla y León, Cataluña o Galicia por poner algunos ejemplos, pero tiene sus cositas y algunas muy bellas e interesantes. Se trata de Guadalajara.

                De manera que, sin pensarlo demasiado para no arrepentirme, preparé la moto y me dije para mis adentros:  ¡¡¡ ALLÁ VOY !!!.

               

A MODO DE INTRODUCCIÓN    

                 La respuesta a la interrogante del título de esta entrada es: ¡¡ rotundamente sí  !!. Como ya he comentado en alguna otra ocasión, la Reconquista comenzó por el norte del país y propició que, conforme aumentaba el avance , los edificios religiosos musulmanes fueran siendo sustituidos por lugares de culto cristiano, levantándose estos en el arte que se empezaba a expandir por Europa: el románico. Primero se construyeron en un románico inicial o románico lombardo, siendo Cataluña y Andorra los lugares con mayor densidad de estos edificios. Ya en el S. XI y mitad del XII se levantaron iglesias, ermitas y catedrales en lo que se conoce como románico pleno, que se extendió por Castilla y León y, con singulares particularidades, por Galicia y Asturias.

 Cuando la Reconquista llegó hasta la cuenca del Duero, Guadalajara se encontraba en una posición fronteriza con los reinos musulmanes. Tras la caída de Toledo a manos cristianas comenzó la repoblación de esta provincia con gentes del norte, lo que posibilitó la entrada del románico  en la zona.

                Posteriormente, con Alfonso VIII se produjo la pacificación general del  territorio lo que contribuyó a la fundación de numerosos núcleos de población que favorecieron el auge y expansión de numerosas construcciones del llamado románico tardío ( finales del S. XII y comienzos del XIII ). El románico de esta zona se caracteriza por su armonía y sencillez siendo, por lo general, edificaciones de un volumen pequeño o mediano ( salvo la Catedral de Sigüenza ). Además, las erigidas en las estribaciones de la Sierra de Pela tenían una peculiar impronta mudéjar. Es lo que se ha denominado románico rural alcarreño.

                Pues bien, este era el motivo de mi viaje, descubrir estas construcciones ( algunas situadas en lugares bastante remotos ) y admirar como los habitantes de esta zona, con precarios medios y sin contar con grandes maestros canteros, lograron edificar estas obras sencillas y funcionales, pero no exentas de belleza, donde desarrollar su culto religioso.

                Para mi recorrido por estas tierras y que no me acusen de plagio, he de decir que, para la descripción de las ermitas e iglesias visitadas, me he basado en parte en el  libro de Ediciones Lancia publicado en el año 2000 titulado “ El Románico en Guadalajara “ y cuyos autores son Tomás Nieto Taberné y Esther Alegre Carvajal. Ahora bien, las experiencias vividas son enteramente mías.


26 DE ABRIL

 

                Había elegido como campamento base  Sigüenza . De manera que siguiendo la autovía hasta La Gineta tomé la salida hacia Cuenca y, desde ahí, recorriendo 55 kms. por la N-320 se entra en la provincia de Guadalajara. Pasado Sacedón me paré un momento para hacer unas fotos  del embalse de Entrepeñas, inaugurado en 1958 para regular el caudal del rio Tajo.




            Continué mi camino hasta llegar a Cifuentes, donde paré para ver un elemento de la iglesia del Salvador. Cifuentes, según C.J Cela “ es la capital de la Alcarria “. Su castillo e iglesia están construidos en la zona más alta del pueblo por lo que tuve que ascender callejeando con la moto hasta llegar a la iglesia del Salvador, obra de gran envergadura y de cuya factura inicial románica solo nos queda la puerta de Santiago, con estructura románica pero con decoración escultórica gótica. Tiene 7 arquivoltas que se apoyan en columnas con capiteles que representan la dualidad entre el bien y el mal,  los de la derecha las siete virtudes y los de la izquierda los siete pecados capitales.


    

      

             En la arquivolta inferior las figuras esculpidas son de diferentes personajes: varios apóstoles, S. Pedro y S. Pablo.  



           

           Por encima de la puerta encontramos un gran rosetón gótico.


    

        Como curiosidad, en el muro izquierdo de la puerta si la vemos de frente, se pueden hallar numerosas marcas de las que dejaban los canteros con diferentes finalidades ( autoría de los sillares, número de sillares realizados para cobrar el trabajo, etc. ).


    

      Entré al interior y fotografié el coro con el gran rosetón antes mencionado y un bonito púlpito gótico del S. XV.



    

        Abandoné Cifuentes y continué mi camino hasta llegar a Sigüenza, pensando durante el trayecto si, quizás, me había equivocado al elegir el medio de transporte ya que todas las previsiones auguraban lluvia para estos días. Pero me hacía ilusión hacer este recorrido con mi nueva moto y, confiando en mi experiencia, pensé que ya iría solucionando satisfactoriamente los inconvenientes que se presentaran.  Por otra parte, mis sensaciones sobre ella, de momento, eran magníficas.

     Llegué a  mediodía y me dirigí a mi hogar durante los próximos días. Era un alojamiento rural situado a escasos metros del castillo ( hoy Parador Nacional ) decorado con gusto, cómodo y, sobre todo, con absoluta privacidad y libertad de movimientos. De hecho, a la dueña del mismo, la vi en una única ocasión durante toda mi estancia: a la hora de hacer el chek in. Dejé el equipaje y me fui a comer algo y ver algunas cosas de Sigüenza que ya conocía puesto que era, creo, mi tercera visita a la ciudad. De momento sin lluvia pero con fresquito.             

      Sigüenza aparece ya mencionada como Segontia por Plinio el Viejo en al S. I a. C. como una importante ciudad celtíbera habitada por los arévacos. Posteriormente pasó a someterse a la República Romana.

     En la Hispania visigoda fue sede episcopal de la iglesia católica y durante la dominación musulmana constituyó un asentamiento defensivo. La ciudad fue conquistada para los cristianos en el 1123 por Bernardo de Agén, obispo de origen aquitano, el cual inició las obras de lo que sería la Catedral. Fue un señorío episcopal desde el S. XII al XVIII, pasando por ella, entre otros muchos, el Cardenal Mendoza que mandó construir la plaza porticada situada frente a la Catedral.

        En la Guerra Civil fue tomada por los republicanos para, posteriormente, ser asediada por los sublevados, teniendo que refugiarse en la Catedral los pocos efectivos republicanos que quedaban. Finalmente cayó en manos de las tropas del General Moscardó.

          Para mi recorrido en primer lugar me dirigí, como no podía ser de otra forma, a la Catedral.

         Las obras de la misma tienen su origen en el mencionado Bernardo de Agén y se iniciaron en el imperante estilo románico, pero como la construcción y posteriores reformas, siempre bajo el mandato del obispo correspondiente, duraron varios siglos el aspecto actual es una mezcla de diferentes estilos aunque con predominio del gótico.

      La portada principal es románica, aunque tiene añadidos posteriores barrocos y neoclásicos. Tiene tres cuerpos que corresponden a las tres naves del edificio. Posteriormente se le añadieron a los lados dos torres de piedra arenisca unidas por una balaustrada de piedra, lo que confiere al edificio un aspecto de fortaleza amurallada.




       Otro resto de su primitivo origen románico es la puerta que mira hacia la Plaza Mayor actual y que se conoce como Puerta del Mercado que presenta sobre ella un rosetón de un románico tardío con un diseño de tracería muy original. Esta parte de la Catedral es la más fotografiada al encontrarse frente a la Plaza Mayor y la empinada Calle Mayor que comunica con el castillo.





        En mis anteriores visitas a Sigüenza tuve la oportunidad de visitar detenidamente el interior, por lo que en esta ocasión me limité a un breve recorrido por los lugares más destacables, como la capilla con el sepulcro del Doncel, la sacristía con un precioso artesonado y algún que otro rincón.







            Al salir me di cuenta que la AEMET a veces acierta.




        Subí por la empinada Calle Mayor  que llega al castillo, parándome a ver la portada de la iglesia de Santiago, románica del S. XII y donde se celebraban durante el S. XVI los concejos de la ciudad. En la Guerra Civil quedó casi destruida hasta que recientemente, en el 2017 comenzaron una serie de excavaciones arqueológicas y la restauración del interior. Hoy está desacralizada y aspira a convertirse en el Centro de Interpretación del Románico de Guadalajara.




        Me desvié a la altura de la Travesaña Alta para ver la portada de la iglesia de S. Vicente, románica del S. XII, que junto a la anterior iglesia de Santiago y la Catedral conforman el triángulo de edificios románicos de esta villa. En su fachada destacan las arquivoltas con rica decoración y una imagen gótica de la Virgen que, según los seguntinos, está puesta ahí “ para ser vista “.

     

                                                    





                                        


        Algo más adelante se encuentra la Casa del Doncel. Esta figura histórica corresponde a Martín Vázquez de Arce, hijo del secretario personal de la familia Mendoza y que, en realidad, ni fue doncel ya que falleció a la madura edad de 25 años en la guerra de Granada habiendo tenido ya una hija ni se sabe con seguridad que naciera en Sigüenza, pero su sepulcro se considera una de las joyas de la estatuaria fúnebre de todos los tiempos. En mis años de bachiller mi libro de Historia tenía como portada una foto del mismo.




    Terminado mi recorrido me fui a descansar observando el atestado aparcamiento del Parador Nacional, alegrándome de haber venido en moto por un lado pero no tanto por otro porque una pertinaz llovizna no presagiaba que el sábado luciera un espléndido sol.




27 DE ABRIL

 

                Al despertar y asomarme al balcón de mi habitación comprobé que la cosa no pintaba bien. Una lluvia intermitente pero no demasiado intensa me dio los buenos días. Pero ¡¡ qué puñetas !!, había venido a ver el románico alcarreño y no me iba a quedar encerrado en el hotel. A fin de cuentas solo era agua, así que me pertreché adecuadamente, desayuné y fui a buscar mi moto para enfilar hacia mi primer destino.

             Estaba muy cerca, a tan solo 10 kms. de Sigüenza, y se trataba de una pequeña aldea que tenía por nombre Carabias y que me sorprendió por la evidente desproporción entre lo minúsculo del lugar ( le calculé unos 15 habitantes ) y el edificio que albergaba.

             Se trataba de la iglesia de San Salvador, una construcción del S. XIII que, al parecer, en su inicio estuvo rodeada por una galería porticada en sus cuatro costados, aunque en la actualidad hayan quedado reducidos a dos. De cualquier forma es la iglesia rural con el pórtico más grande de todas las conservadas. También son románicas las dos puertas de ingreso.

              La galería porticada y la columnata están restauradas en parte, pudiéndose apreciar la diferencia entre unas y otras.

                La galería sur tiene dos tramos continuos de 7 arcos de medio punto sobre esbeltas columnas pareadas con los fustes separados.


                



                En el costado occidental quedan 4 arcos semejantes a los anteriores y un arco de entrada a la iglesia.




                Los fustes de las columnas tienen la particularidad de no ser completamente cilíndricos, presentando un engrosamiento central denominado “éntasis”.

                Los capiteles son campaniformes decorados con temas vegetales muy del gusto cisterciense imperante en la zona.




             Por último, las puertas son sencillas, la occidental con un solo arco de medio punto y la meridional con dos arquivoltas soportadas por jambas y pareja de columnas.


    

            Ni que decir tiene que no vi un alma durante mi visita, tan solo un border collie completamente empapado que se acercó para recibir una caricia y que huyó asustado cuando arranqué la moto.

                El tiempo seguía igual, lluvia intermitente con algunos claros y un molesto viento, con lo que decidí hacer una “ ruta interruptus “, avanzaba cuando llovía menos y me resguardaba cuando la cosa apretaba. Ya tenía experiencia anterior en esto, pues en algunos de mis viajes me ha ocurrido lo mismo.

                De esta manera conseguí llegar al siguiente destino.

                Atienza es una villa cuyos orígenes se remontan a los arévacos, pasando luego por dominación romana y el período visigodo, aunque su mayor esplendor tuvo lugar en la Baja Edad Media ya que su posición la situó entre los territorios cristiano y musulmán. Por aquí pasó el Cid que la denominó “ peña muy fuerte “.

                En el S. XII pasó definitivamente a pertenecer al Reino de Castilla. Un joven Alfonso VIII de tan solo 4 años se refugió aquí de sus perseguidores los infantes de Castro y los habitantes del lugar lograron escabullirle sacándole disfrazado de arriero. Desde entonces se celebra una fiesta el domingo de Pentecostés denominada la Caballada de Atienza y que consiste en una procesión a caballo hasta la cercana ermita de Nª Sª de la Estrella para luego celebrar una romería.

                Algo mojado llegué a Atienza y aparqué en la Plaza del Trigo, porticada y donde se encuentra la iglesia de San Juan del Mercado, gran edificio abierto al culto pero que se salía de mi ruta románica ya que está construida en estilo renacentista.





                Me dirigí calle arriba hacia la iglesia de la Santísima Trinidad, hoy desacralizada, que alberga en su interior el Museo de la Caballada y que conserva de su época románica un ábside con tres ventanales abocinados y con semicolumnas, adornados con motivos vegetales.





                    Desde allí hice una foto del entorno …




                … y continué mi ascensión para llegar hasta la iglesia de Santa María del Rey, a los pies de los restos del castillo del cual solo se mantiene en un aceptable estado la torre del homenaje.




             Pero, hete aquí, no contaba con un imprevisto. La iglesia se encuentra formando parte de un cementerio y este se encontraba cerrado a cal y canto, con lo cual solo pude fotografiarla a lo lejos. Además del primer cuerpo de la torre, lo más importante que queda de ella del período románico es la puerta de ingreso del mediodía, que conseguí fotografiar recurriendo al zoom de la cámara. Tiene una gran afinidad con la puerta de Santiago de Cifuentes que antes describí. Se abre bajo un tejaroz de canecillos decorados con bolas y en las enjutas hay dos hornacinas con tallas muy estropeadas. Tiene 7 arquivoltas con chambrana donde se colocaron decenas de personajes hasta completar el número de 81. Su interpretación es difícil ya que, la mala calidad de la piedra, ha propiciado su desmenuzamiento sin que se haya acometido una restauración.





                Algo desilusionado descendí hasta la Plaza del Trigo para recuperar mi montura y proseguir el viaje, no sin antes fotografiar un antiguo arco de acceso a la villa que tiene nombre propio: el Arrebatacapas. Si pasáis por aquí y os situáis bajo el mismo entenderéis el origen de su nombre.



                

                Desde Atienza tomé el camino hasta el siguiente destino con mejor tiempo y donde me esperaba una agradable sorpresa que me haría olvidar la desilusión anterior de Sª Mª del Rey.

                El lugar al que me dirigí era una pequeña aldea denominada Albendiego de tan solo 45 habitantes pero que esconde un pequeño tesoro. A 500 ms. de la misma, por un camino que se transita entre un paisaje idílico con alta arboleda y junto al rio Bornova, se encuentra la Ermita de Santa Coloma.



            

                                      


        Constituye una de las muestras más brillantes del románico de Guadalajara. Se data el inicio de su construcción hacia 1200 y, aunque fue proyectada con tres naves, finalmente se construyó solo una. Todo en ella es belleza y monumentalidad en estado puro, sin esculturas ni iconografía románica ya que se realizó al gusto del austero cisterciense.

           La pequeña puerta del vano meridional, tardogótica, presenta un arco carpanel con flores de cuatro pétalos que se prolonga hasta el suelo mediante molduras aboceladas con capiteles vegetales.




                Pero lo más exquisito de esta construcción y que la hace ser una de las mejores del románico castellano es la cabecera.

             Consta de tres ábsides, el central semicircular más grande y los laterales más pequeños con testero recto.

          El central se articula mediante cuatro haces de columnas triples, mayor las centrales, que están inacabadas y no se remataron con capiteles, quedando los fustes truncados.

                En los tres paños se abrieron ventanales con tres arquivoltas, plana la primera y baquetonadas las otras dos, que se apoyan sobre tres pares de columnillas con capiteles vegetales. Cada vano está formado por bellísimas celosías de gusto oriental con trazados a base de estrellas, triángulos, círculos, etc., combinados de tal manera que resulta un conjunto de figuras geométricas bellísimas y en las que aparecen en varias de ellas cruces de Malta, lo que apoya la teoría de la intervención de la Orden de S. Juan de Jerusalén.







                Los ábsides planos laterales tienen una original ventana cada uno con forma de arco ajimezado pero, en lugar de columna central, coinciden en un pinjante que lleva tallado en sus caras el sello de Salomón. Dos columnas extremas rematadas con volutas sirven de apoyo y el hueco se completa con óculos de aberturas circulares rodeados por dos molduras circulares achaflanadas.


    

           Mientras admiraba esta belleza oí el sonido de un motor y pensé que se trataba de algún visitante curioso como yo pero, al asomarme, vi que se bajaban del coche cuatro señoras con utensilios de limpieza en las manos y que se dirigían hacia la entrada del edificio, abriendo la puerta y penetrando en el mismo. Rápidamente me acerqué y les pedí permiso para entrar y fotografiar el mismo, sin ponerme ningún obstáculo.

                De esta manera, con algo de fortuna, pude ver el interior con buena iluminación natural.  Presenta un tramo recto presbiterial con bóveda de cañón y un arco fajón soportado por ménsulas. Sin embargo el arco triunfal es soportado por haces de tres columnas, lo que lleva a intuir que la bóveda fue proyectada de crucería, sirviendo las columnas más estrechas para recibir los nervios de dicha bóveda. El tramo absidial tiene tres ventanales muy decorados.




 

                Las dos capillas laterales correspondientes a los ábsides rectos del exterior se iluminan con los ventanales con pinjante descritos más arriba.




                
Contento con mi buena suerte hice alguna foto del precioso entorno que rodea a la ermita y me volví a subir en la moto para continuar el recorrido.


    

          Aprovechando que solo lloviznaba ligeramente y que la carretera era buena le exigí a mi montura un pequeño esfuerzo para llegar lo antes posible al penúltimo punto de la ruta de hoy.

          Al llegar al mismo, en un bonito parque, me encontré junto a un lavadero este curioso cartel de cerámica. 




                
Así que respiré hondo y me dirigí a visitar en Campisábalos lo que había venido a buscar. El pueblo era algo más grande que las aldeas anteriores ( 84 habitantes ) y surgió con la toma en 1112 por parte de Alfonso I del no muy lejano castillo de Atienza y la expulsión definitiva de estos territorios de los musulmanes.

                En este lugar se encuentra uno de los mejores, vamos a llamarlo así, “complejos” románicos de toda la provincia y que está formado por la iglesia de S. Bartolomé y la Capilla de San Galindo, que está adosada a los pies del muro meridional de la iglesia. Ambos datan de finales del S. XII y principios del XIII.

                S. Bartolomé es un templo románico que sufrió muchas modificaciones, conservando de su primigenio origen la puerta del muro meridional, la cabecera, el presbiterio y el ábside. La torre es un añadido posterior.

                La cabecera fue construida entre 1182 y 1190. El ábside, con buena sillería, presenta dos columnas rematadas con capiteles vegetales que conforman tres calles verticales. De las tres solo se conserva en estado original el paño septentrional, cuyas columnas tienen capiteles de cestería y dos órdenes de hojas. Una imposta de “ochos” continuos recorre el hemiciclo y otra de entrelazos lo hace a la altura de las columnillas.






                El pórtico es algo extraño pues aprovecha cuatro gruesas columnas románicas. Está formado por toscos capiteles vegetales que se apoyan sobre podio y que sujetan un dintel que es la base para la cubierta.




         Bajo el pórtico aparece la puerta, de factura similar a la de la Capilla de S. Galindo, con cinco arquivoltas adornadas ( de fuera adentro ) con entrelazos, óvalos, bocel y dientes de sierra las dos siguientes y polilobulada con una flor inscrita en un círculo en cada dovela la más interna. Los apoyos son jambas y cuatro pares de columnas delgadas con capiteles vegetales.




                A lo largo del muro sur de la cabecera está esculpido un mensario, es decir, una representación artística medieval de los meses del año asociados a determinadas labores agrícolas. Hay que leerlo de derecha a izquierda aunque el paso del tiempo y la piedra arenisca hace que sea difícil de reconocer algunos de estos trabajos pero aún se pueden ver escenas como un hombre alimentando a su caballo  ( Mayo )…


    

            … un hombre clavando un cuchillo a un cerdo para realizar la matanza ( Noviembre ) …




             
… o un campesino cortando los cardos en flor ( Junio ). 


    

                    Por debajo del friso se abre un vano circular rodeado de una chambrana con entrelazos.




                 Hay que hacer un inciso para comentar que sobre el personaje del Caballero San Galindo hay más dudas que certezas y las pocas referencias documentadas del mismo inclinan a pensar que fue un personaje más ficticio que real, aunque lo cierto es que en la Capilla que paso a comentar hay una tumba que, se supone, contiene sus restos. ¡ Vaya usted a saber !.

                La portada de S. Bartolomé y la de la Capilla de San Galindo son debidas, indudablemente, a los mismos autores. Esta última se abre con un arimez sobre tejaroz sostenido por ocho canecillos figurados con cabezas de monstruos y caras humanas.

                Tiene cuatro arquivoltas. La externa es de ancho baquetón, la siguiente se decora con una escocia estrecha, la siguiente con decoración en doble zig-zag formando rombos y la más interna es polilobulada con una rosa inscrita en un círculo en cada dovela. El conjunto es soportado por jambas interiores y tres pares de columnas con decoración vegetal.




   

               Como hoy parecía ser mi día de suerte cuando llegué a la entrada de la Capilla un numeroso grupo de gente pastoreado por una guía se disponía a hacer lo mismo así que, sin disimulo alguno, me uní a ellos para ver el interior.

                El edificio es de una sola nave cubierta con bóveda de medio cañón con arcos fajones apoyados en columnas con capiteles con palmetas.




 

                El arco triunfal se apoya sobre dobles columnas con capiteles, de los que el más interesante es el septentrional pues se pueden distinguir centauros que disparan flechas a un cuadrúpedo con cabeza humana que lleva en su lomo una arpía encapuchada.





   

                En el capitel opuesto hay figuras de monstruos difíciles de identificar.




                Me escapé sigilosamente antes de ser identificado como intruso y salí al exterior. Dada la hora que era y que había vuelto la llovizna, decidí comer allí en un restaurante que había al lado del parque y que se llamaba ¡ cómo no ! El Mensario.

           Una sopa castellana y una ración de cordero asado me devolvieron la fe en la humanidad y me dispusieron a terminar la jornada con la visita a mi último destino.

                Mi objetivo era un pequeño pueblecito llamado Villacadima que, al llegar, me dio la impresión de estar tan abandonado como su iglesia, de la cual solo se conserva su bellísima portada románica que se abre sobre un cuerpo rematado en tejaroz con nueve canecillos de perfil geométrico. Tiene cuatro arquivoltas y la interior es polilobulada y en cada una de sus dovelas lleva una flor circular con botón central. Inevitablemente recuerda a las de S. Bartolomé y la Capilla de S. Galindo y no hay que ser un experto para deducir que fueron realizadas por los mismos artesanos. 

            La arquivolta interna se apoya sobre jambas y las otras sobre tres pares de columnas con capiteles con incisiones estriadas y anchos ábacos que se impostan por todo el muro.





               Llegados a este punto la cosa se empezó a poner fea. Me separaban 65 kms. de Sigüenza, el tiempo había empeorado con lluvia más persistente y un viento racheado importante. Ya sabéis que la combinación lluvia + viento + moto es lo que más nos asusta a los moteros. Así que con mucho cuidado, sin despistarme lo más mínimo y parando cuando lo veía necesario, logré llegar a mi hotel. Eso sí, bastante calado y con el cuerpo helado a pesar de los puños y el asiento calefactable de mi amiga que, eso sí, se había comportado como una campeona.

                De manera que me metí en la cama y solo salí de ella a última hora para cenar en un restaurante muy cercano al hotel.

                Me acosté pensando que como el domingo se presentara igual debería replantearme si continuar con el plan trazado.  


28 DE ABRIL

 

                Mis plegarias fueron escuchadas. No hacía viento y el cielo, aunque cubierto, no amenazaba lluvia. Así que desayuno, carretera y manta para mi segundo día de ruta.

                El primer punto a buscar me costó algo encontrarlo. Se trataba de un pueblecito llamado Saúca que cuenta con  47 habitantes y que, al llegar, me recibió con un bonito sol que me alegró el cuerpo. El edificio a buscar era la iglesia de la Asunción, enclavada en el centro del mismo y cercada por una valla pero con las puertas abiertas.

                Era de una sola nave con cabecera plana. Pero lo que la significaba era una magnífica galería porticada y una gran espadaña de sillar.

                La galería presentaba 10 arcos de medio punto y uno central algo más grande que descansaban sobre columnas pareadas con capiteles de diferente decoración: vegetales, geométricos, animales fantásticos, un ángel y una arpía, apareciendo en los lado oeste animales y figuras humanas.









             Después de fotografiarla y un pitillito continué hasta el siguiente objetivo. Según mis notas se encontraba en un punto indeterminado entre Villaverde del Ducado y Luzaga, así que puse rumbo hacia Villaverde, una pequeña aldea en la que me costó encontrar un ser vivo que me orientase. Dicho ser vivo resultó ser un lugareño de avanzada edad que me dirigió hacia un punto en el que comenzaba un camino pedregoso sin asfaltar. Dudé antes de entrar en el mismo y consulté con la única que me podía ayudar: mi moto. Su respuesta fue: “ por mí no hay problema si tus lumbares aguantan “.  Así que picado en mi amor propio me aventuré por aquel camino de cabras, sorteando baches y esquivando piedras mientras miraba a ambos lados a ver si atisbaba la dichosa ermita.

De pronto, al tomar una curva y por el rabillo del ojo creí ver una edificación. Aparqué como pude y fui a ver. ¡ Bingo !, sobre una loma, completamente aislada pero majestuosa se encontraba la Ermita de S. Bartolomé. No es que fuera una construcción espectacular, se trataba de una antigua iglesia de una población aledaña que había desaparecido con lo que se quedó aislada y transformada en ermita.

Lo más importante era que, debido a su aislamiento, no había recibido ningún tipo de añadidos ni modificaciones. De manera que estaba ante una construcción del románico rural alcarreño totalmente pura y mis ojos estaban viendo aquella construcción tal y como la vieron sus creadores.

A ojo de inexperto la daté a finales del S. XII, con planta de una sola nave, presbiterio recto y ábside semicircular sin espadaña. Con dos puertas de ingreso, una de ellas cegada y que se resolvían con dos arquivoltas sencillas.

Fotografié aquella maravilla, a mi modo de ver por su pureza románica ... 








           ... así como al entorno que la rodeaba y continué mi camino dando brincos y rezando para no pinchar hasta el siguiente destino.




    Y este no era otro que el pueblecito de Luzaga.  Así que entre este y Villaverde había recorrido unos 6 kms. dando saltos y esquivando baches pero tenía que reconocer que mi moto llevaba razón.

 Luzaga era una pequeña población de 68 habitantes atravesada por el rio Tajuña ( al que fotografié ).



 

Allí se encontraba la iglesia de Nª Sª de la Asunción, de una sola nave, ábside semicircular, espadaña y portada abocinada en el muro sur. La construcción sufrió una elevación posterior aunque se mantienen los canecillos que marcan la altura primitiva. La portada presenta tres arquivoltas de medio punto que descansan sobre columnas con capiteles vegetales.

Lamentablemente la construcción se encontraba rodeada por un espeso muro con la puerta de acceso cerrada. Tuve que contentarme con hacer algunas fotos desde donde pude.






    El último punto de mi recorrido y que añadí sobre la marcha era la villa de Brihuega, considerada la “ capital “ de la lavanda y hacia allí me dirigí por la A-2 con buen tiempo y buen ánimo.

    Brihuega es uno de los enclaves turísticos más importantes de Guadalajara gracias, sobre todo, a sus plantaciones de lavanda que florecen entre finales de Junio y principios de Julio formando preciosas extensiones de color violeta que atraen a un gran número de visitantes.

    Es una gran población de cerca de 3000 habitantes que hunde sus raíces en un poblado celtibérico ( Brioca ). En época musulmana estuvo bajo el dominio de Al-Mamún de la taifa de Toledo, para ser conquistada por la huestes cristianas por Alfonso VI en 1085. Posteriormente ha sido objeto de grandes batallas durante la Guerra de Secesión y la Guerra Civil española.

Lo que había motivado mi visita a esta urbe era ver la iglesia de S. Felipe del S. XIII, muy cercana de donde aparqué la moto.

Este templo se construyó con tres naves, más alta la del centro, un presbiterio recto y un ábside semicircular. Las dos portadas que presenta tienen un cuerpo recrecido con tejaroz y alero sobre canecillos antropomórficos. Tiene tres rosetones decorados con cordones y puntas de diamante y cinco arquivoltas de arco ligeramente apuntado que se apoyan sobre columnas con capiteles vegetales.




En la fachada suroeste se encuentra la segunda portada, con características similares a la anterior aunque, en este caso, peor conservada.

                                     

                                                         

                                            


                El interior se cubre con bóvedas de sillar en la cabecera y artesonado en las naves. Los arcos son apuntados y decorados con cordones y las ventanas son aspilleradas con arquivoltas lisas.




            La torre campanario es exenta, ya que se utilizó una de las torres de la muralla, añadiéndole un segundo cuerpo para colocar las campanas.

            Terminada mi visita y cumplido en su totalidad el objetivo de mi viaje, busqué un sitio para comer y encontrando un cercano restaurante entré. No comí mal pero, al llegar la factura, creo que pagué no solo la comida sino también parte de la próxima cosecha de lavanda.

              Retorné a Sigüenza con tranquilidad para descansar un rato y salir a dar un relajado paseo fotografiando el rio Henares a su paso por la ciudad.     


    

29 DE ABRIL

 

           Salí temprano y con buen tiempo para volver a casa siguiendo el mismo itinerario que habia traído a la ida. Niida. No tuve ninguna complicación y a mediodía llegué a mi hogar.

            Dos cosas me han quedado claras de este viaje. Una que SÍ hay románico en Guadalajara, quizás diferente al que al que podemos ver en Castilla y León, Cataluña o Galicia pero, a fin de cuentas, románico y, quizás, algo más “puro”puro que los anteriores. Y dos, que mi nueva moto me va a permitir seguir haciendo viajes, quizás no tan largos como como con mis anteriores Burgman, pero igual de seguros y cómodos. Quizás en el próximo me decida a probar la cámarcámara de grabación que lleva, no sé con que utilidad pero por probarla no pierdo nada.

            No os olvidéis que si queréis ver las fotos ampliadas hay que pinchar sobre ellas.

          Por circunstancia que no vienen al caso, estos viajes no los reanudaré hasta el verano. Llegado el momento me m tomaré 5 días para reflexionar sobre una cuestión trascendental: tiro para arriba o tiro para abajo.

                                     Como siempre un placer.


  

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