JOYAS DE GRANADA
En la entrada anterior había
comentado que, hasta el verano, aparcaba
mis viajes moteros. Pero como la cabra tira al monte aproveché un fin de semana
con buena climatología ( incluso calurosa ), para realizar una excursión a la
vecina Granada y visitar algunos lugares que, pese a que he estado en esta
bella ciudad muchas veces, no conocía. Había leído en una web que les llamaban
las joyas ocultas de Granada porque se salían de los circuitos tradicionales (
Alhambra, Generalife, Catedral, etc. ) pero que a mí, al ver fotos de las
mismos, me interesaron sobremanera.
Así que reservé
hotel, preparé moto y equipaje un jueves 23 de Mayo y el viernes me dispuse a
conocer la Abadía del Sacromonte, el Monasterio de San Jerónimo y el Monasterio
de la Cartuja.
Salí sobre las 9 h. del viernes y en unas 3 horas me recorrí los casi
300 kms. que me separaban de Granada, contemplando con alegría como mi Voge
devoraba el asfalto con comodidad y me ascendía el Puerto de la Mora a 120-130
sin despeinarse. Me dejó claro que estaba preparada para mayores empresas.
Llegué al hotel (
bastante céntrico pero muy ruidoso ) y, después de dejar el equipaje, me dirigí
hacia el núcleo central de Granada ( Puerta Nueva ). Tras un paseo, busqué el
restaurante fichado previamente ( El Pescaíto de Carmela ) donde darme mi
merecido homenaje.
Regresé al hotel
para la pertinente ( siempre que fuera posible ) siesta y, a media tarde, salí a pasear por el
Paseo de los Basilios contemplando el domesticado rio Genil en su recorrido por
la ciudad. Cena ligera y a descansar para realizar al día siguiente el
recorrido previsto.
El sábado me entró
la duda de si ir en mi moto o utilizar otros medios pero, ante la buena respuesta
que me había dado, me subí a la misma y, dejándome guiar por el Google Maps, llegué hasta la Ronda del Darro, subí por la
calle de las Siete Cuestas y moviéndome con cuidado por las callejuelas que te
llevan al Sacromonte llegué a las 10 en
punto, hora de apertura de la Abadía del Sacromonte.
La Abadía del Sacromonte se levanta sobre el monte
Valparaíso en la ribera del Darro y da nombre al barrio que se extiende a sus
pies. Ha sido durante varios siglos uno de los principales centros culturales y
espirituales de toda Andalucía.
Fue en 1594 cuando, en la cima de este monte, se encontraron unos hornos de la época romana así como los restos de San Cecilio y otros compañeros que sufrieron martirio en la época de Nerón. El Obispo de Granada, Don Pedro de Castro, al enterarse del hallazgo mandó construir en ese lugar una Abadía. Además de los hallazgos antes mencionados se encontraron también los “ libros plúmbeos “ y las Santas Cuevas, pero de ello os hablaré más adelante. Así pues, comencemos el recorrido.
Otro patio existente en el edificio es el llamado Patio de la Estrella, rehabilitado recientemente y en cuyo empedrado hay un dibujo con el sello de Salomón.
Después pasamos a la iglesia, consagrada a la Virgen de la Asunción que, en su inicio, se proyectó de una sola nave para ampliarse en el S. XVIII con planta de cruz latina con tres naves, capilla mayor, crucero y coro. El retablo de la Capilla Mayor se atribuye a Blas Moreno.
En su interior hay una gran riqueza escultórica destacando el Cristo del Consuelo o de los Gitanos.
A continuación
pasamos al Museo donde destaca por encima de todo un expositor con los llamados
“ libros plúmbeos “ que mencioné al inicio. Antes de nada indicar que su
autenticidad sigue estando a día de hoy muy discutida. Se encontraron en el
mismo lugar donde se hallaron los restos de San Cecilio y consisten en unas
planchas de plomo con escritos en un árabe muy singular y en ellos se narra la
historia de los inicios de la evangelización en el sur de España. También se
puede encontrar el sello del arzobispo Pedro de Castro y el Sello de Salomón.
Fueron enviados a
Roma para su estudio dictaminando la Santa Sede en 1682 que el contenido no era
conforme a la doctrina católica. Después de 400 años en Roma fueron devueltos a
la Abadía en el 2000 y aquí se exponen sin ser aclarado todavía el misterio que
ocultan.
Girando por un pasadizo nos adentramos en el Patio del Sagrado Corazón donde encontramos una colección de obras en bronce de Venancio Blanco. Son de gran tamaño y expresividad y su temática es la iconografía cristiana tradicional.
Para salir al exterior hay que desandar el camino y llegar de nuevo al claustro, accediendo por la puerta de entrada al patio que hace las veces de aparcamiento y desde donde se puede realizar una bonita foto de parte de la Alhambra.
Volví a montar en la moto y con cuidado bajé por el mismo lugar de subida para ir a encontrarme con la segunda joya del día. Cuando llegué aparqué en el compás ( recinto descubierto que antecede a un convento o monasterio ) y fotografié la portada. Se trataba ni más ni menos que del Monasterio de la Cartuja.
El
edificio se levantó en el extrarradio de la ciudad rodeado de tierra de labor
como olivares, viñedos y huertas que lo hacían autosuficiente y, al mismo
tiempo, aislado del ruido mundano y dedicado al retiro y la oración, pilares
fundamentales de la vida de los cartujos.
El pavimento del
compás es de tipo enchinado ( cantos de diferente color incrustados en mortero
) y la escalera de acceso es doble desembocando en la terraza.
La portada, austera y neoclásica, no nos permite adivinar la explosión del barroco que nos vamos a encontrar en el interior. Dos columnas jónicas sujetan un entablamento sobre el que se sitúa una hornacina con la imagen de San Bruno y por encima un óculo y el escudo real.
Como avezado y previsor viajero había comprado on-line las entradas para los tres lugares que quería visitar, con lo que evité la pequeña cola formada y pasé directamente al interior dándome de bruces con el claustrillo, un pequeño claustro que hace de punto de unión entre las zonas comunes de la clausura. Las bóvedas del mismo son vaídas y se abren al jardín a través de 7 arcos de medio punto que se apoyan en columnas toscanas. Desde aquí se accede al refectorio y la sala capitular.
A continuación se
accede a la iglesia. Cuando se inicia la construcción del monasterio la orden
cartuja, originaria de Grande Chartreuse, lleva más de 400 años de historia. Es
de las pocas órdenes que renuncian en sus iglesias a la planta basilical y las
construyen con nave única dividida longitudinalmente en 4 partes diferenciadas:
zona de seglares, coro de legos, coro de monjes y presbiterio. La Cartuja de
Granada sigue esta disposición y, cuando penetras en ella, no tienes más
remedio que sentarte en uno de los bancos que hay bajo el coro de monjes y
admirar extasiado la grandeza de la obra.
Hay reseñas de
varios autores que intervinieron en el diseño y levantamiento de sus muros
pero, al parecer, los adornos churriguerescos que nos dejan ensimismados se
realizaron en el 1701 dirigidos por el
padre fray Ambrosio de Mesa. El espacio destinado a los seglares se
encuentra separado del coro de legos por una reja y, a los lados, un paramento
con dos cuadros del Bautismo de Cristo y el Descanso en la huida a Egipto.
Los coros de monjes y legos presentan un tornavoz que hace la función de pasillo.
Los sitiales de los legos son 26 y los de los monjes 46, destacando la decoración de yesería y el guardapolvo que los cobija.
Todo está pensado como un espacio continuo que invita a recorrerlo sin prisa por el centro hacia la cabecera, admirando la decoración exuberante con esculturas de yeso, cuadros, hornacinas, colgaduras de frutas, etc.
La capilla mayor
es un lugar de paso hacia el sagrario.
Los paramentos de esta capilla mayor son una exaltación de la policromía que responden a un coordinado programa iconográfico que se continúa con los relieves de la cúpula ovalada.
El baldaquino presenta 6 columnas con capiteles corintios …
… y en el centro cuatro volutas que forman un pedestal y que soportan
la imagen de la Asunción obra de José Mora. Sobre ella una impresionante corona
sostenida por ángeles.
Una vez admirada la nave de la iglesia pasé a la sacristía.
Se construyó entre
1727 y 1764. Su autoría es discutida, aunque se baraja el nombre de José Bada,
arquitecto granadino y constituye un buen ejemplo del final del barroco español.
Fue concebida como un verdadero templo y en ella mármoles, estuco, pinturas y
carpintería, todo ello con el hilo conductor de la luz, hacen que muchos la
consideren como la sacristía más bella del mundo. En la cúpula, pintada por
Juan Ferrer en 1735, podemos distinguir a San Bruno, San Juan y otros
fundadores de la Orden Cartuja.
Terminada mi visita salí al exterior con un calor de justicia, dirigiéndome al lugar del compás donde había aparcado la moto pero, antes de subir a ella, me senté un ratito a la sombra para recuperar fuerzas. Momento en el que vi a un amigo peludo que se acercó hasta donde yo estaba y se colocó a mi lado ( siempre he tenido muy buena mano con estos animales ). No pude por menos que hacerle una foto como recuerdo de su visita.
Subí a la moto y me encaminé de nuevo hacia el Albaycin. Una vecina me había recomendado un lugar donde, según ella, se podían tomar los mejores caracoles de toda Granada. Era mediodía y, por tanto, hora de ir pensando en comer. Llegué a la Plaza del Aliatar y aparqué justo al lado del restaurante. Una cervecita para el calor y una mesita en el interior para saborear una buena comida. Los caracoles estaban muy buenos pero no puedo decir que fueran los mejores que haya probado nunca.
Terminada y reposada la comida me encaminé a visitar el último lugar que llevaba en mi programa.
Para completar la
Reconquista los Reyes Católicos se dirigieron a Granada que representaba el
último baluarte musulmán en la península. Durante el cerco previo a la rendición
de la ciudad se decidió construir un monasterio en Santa Fe que sirviera para
dar culto a las tropas cristianas acampadas.
Una vez completada
la toma la ciudad, en 1503 se decidió trasladarlo hasta el centro de la urbe en
su ubicación actual. En 1520 la viuda del famoso guerrero cristiano Gonzalo
Fernández de Córdoba conocido como el
Gran Capitán, asume los costes económicos de su realización y, al año
siguiente, llegaron los primeros monjes jerónimos al mismo. En 1552 se
trasladaron hasta este lugar los restos del Gran Capitán.
Las obras
continuaron comenzando a construirse en 1557 el retablo de la Capilla Mayor y
en 1593 el claustro principal.
El edificio ha
pasado por diferentes avatares: invasión en 1810 por las tropas napoleónicas,
conversión en cuartel militar en 1835, incendio en 1927 hasta volver hoy en día
a sus orígenes siendo ocupado por las madres jerónimas.
Así pues, aparqué
cerca de la puerta de entrada al Monasterio de San
Jerónimo y esperé los 10’ que faltaban para la apertura del mismo
paseando por los jardines del compás y fotografiando una antigua portada del
monasterio que desapareció en el S. XIX, siendo encontrada posteriormente
abandonada en un cortijo de la Vega.
Una vez franqueada la entrada se accede al primero de los dos claustros ajardinados que hay en el edificio. Un recinto cuadrado que presenta dos pisos de galerías superiores con nueve arcos cada una.
En el deambulatorio que lo rodea se abren siete arcosolios a modo de capillas.
En uno de los laterales se encuentra una escalera de mármol blanco que da acceso a los pisos superiores.
El otro claustro está reservado para las monjas de clausura que habitan el edificio.
El conjunto del
monasterio se considera una joya del Renacimiento español, gracias sobre todo a
los trabajos que realizó en el mismo el gran arquitecto Diego de Siloé, que
decidió sustituir el gótico inicial del edificio por el nuevo modelo
renacentista italiano, marcando con ello el paso de la Edad Media a la Edad
Moderna.
La iglesia es de
planta de cruz latina, con el coro a los pies y el altar elevado por una
escalinata.
Lo más interesante
del interior son el crucero y el gran retablo de la Capilla Mayor obra de
varios autores.
También me llamó la atención un bonito púlpito.
Al pie de la escalinata, bajo una cripta, reposan los restos del Gran Capitán y de su esposa.
El retablo, de cuatro cuerpos y un ático, se organiza en 9 calles separadas por columnas y adornadas con multitud de esculturas, exentas en los extremos, que configuran una representación cristológica del misterio de la Redención.
Completada la visita volví a por mi moto y regresé al hotel para descansar de mi ajetreado día.
Anocheciendo salí
a buscar un restaurante cercano situado en los jardines del Paseo de los
Basilios que bordean al rio Genil y, tras una cena ligera, di por terminado
este fin de semana intenso que me ha permitido conocer estas, para mi,
desconocidas joyas de Granada. Una ciudad que, por mucho que la visites,
siempre encontrarás algo nuevo que descubrir en ella.
El domingo regreso
a Murcia tras 3 h. de viaje y al mediodía en casita.
No puedo asegurar
que, antes de los viajes organizados para el próximo verano, no encuentre
excusa para otro fin de semana que me lleve a algún lugar interesante. Me
cuesta poco o nada organizarme una salida, aunque tendría que ser a un destino
no demasiado lejano.
Si así fuera, por
supuesto que os lo contaré.
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