jueves, 15 de agosto de 2024

 



                                                    

            VERANO 2024. PORTUGAL

 

Como desde Mario Picazo hasta el nene de las cabañuelas y las hormigas, pasando por Brasero, todos daban unas predicciones terriblemente calurosas para esta época, decidí dividir mis vacaciones en dos períodos e intentar escapar por unos cuantos días hacia lugares que podían ser “ teóricamente “ más fresquitos.

En la primera parte ( del 20 al 28 de Julio ), se me ocurrió visitar lugares de Portugal que no conociera ( cosa harto complicada ) pero buscando y buscando encontré una ruta por cuatro ciudades que no había visitado en todos los viajes que he realizado por el país vecino y que, a priori, podían resultar interesantes: Viana do Castelo, Aveiro, Santarém y Setúbal, entrando por Tui y saliendo por Badajoz.

Organicé los recorridos, reservé hoteles y el 20 salí hacia Tui haciendo parada intermedia en Tordesillas.

Este es el relato del  viaje que, ya os avanzo, no resultó tan interesante ni tan fresquito como yo hubiera deseado pero … así son los viajes que, al igual que los melones, unos salen buenísimos, otros regulares y otros directamente incomibles.

No olvidaros pinchar sobre las fotos para verlas ampliadas.




20,  21 Y 22 DE JULIO

 

Salí de Murcia con dirección a Madrid, llegando sin novedad y tomando la M-30 para enlazar con la A-6 donde se me presentó el primer problema. Un enorme atasco como nunca antes había vivido me obligó a ir avanzando a paso de tortuga serpenteando entre los coches o directamente por el arcén ( si hubiera habido un puto miembro de la Guardia Civil me habría multado porque no se puede hacer pero, oye, ni rastro de los mismos ). Y, lo más sangrante, cuando aquello se empezó a aclarar es que no encontré rastro alguno de su origen. Ni obras, ni accidente ni nada de nada.  Auténticamente surrealista.    

Así que llegué a Tordesillas más cabreado que un mono en primavera y sin comer. Busqué el hotel y una cafetería cercana ( la del hotel estaba cerrada ) y, tras un bocadillo, me eché a descansar. ¡ Pues si empezaba bien el viajecito !.

Ya avanzada la tarde salí a dar un paseo aunque conocía bien la ciudad de viajes anteriores.

Esta noble ciudad, cuyo origen más fiable es el S. X, fue señorío de varias reinas y amantes reales. Leonor de Guzmán, María de Portugal, María de Padilla, Leonor de Aragón, Beatriz de Portugal y Juana I de Castilla ( Juana La Loca, que falleció aquí ) fueron las más importantes señoras de estas tierras.

Entre los sitios a visitar se encuentran los restos de la muralla, la Plaza Mayor, la Iglesia de Santa María y, como no, las casas del famoso Tratado donde se realizó entre España y Portugal el reparto de los territorios de ultramar.

A mí solo me quedaba por ver el Monasterio de Santa Clara, un bonito palacio construido según los cánones mudéjares y transformado luego en convento por Beatriz e Isabel, hijas de Pedro I El Cruel. Aún permanecen en él una docena de monjas clarisas. Lamentablemente cerraba a las 18 h. con lo que me limité a dar un largo paseo y realizar alguna fotografía del rio Duero a su paso por la ciudad y del puente medieval de 10 arcos que lo salva y que era paso obligado de los caminos desde el noroeste hasta el centro de la península.





Después del paseo y cenar algo regresé al hotel.

Al día siguiente retomé el camino para llegar a mediodía a Tui, última ciudad española antes de adentrarnos en territorio portugués. También la conocía de una ruta anterior, así que la revisité por la tarde dando un paseo por su bonito casco histórico …



… y volviendo a entrar en su imponente catedral con aspecto de fortaleza y su preciosa portada gótica.




En el interior, de planta de cruz latina y tres naves con arcos formeros añadidos para evitar el desplome,  hay varias piezas interesantes como dos espectaculares órganos barrocos enfrentados del S. XVIII y varios capiteles románicos bellamente esculpidos.

 


El claustro, de estilo gótico cisterciense, es el único de este tipo que se halla presente en todas las catedrales gallegas. En algunas de sus paredes se pueden apreciar sillares con las características marcas de cantero, realzadas en rojo para su mejor identificación.




En cualquier caso, de mi anterior visita, recordaba que me llamó mucho la atención un encantador mirador situado en la parte trasera del edificio y, desde el cual, se contemplan preciosas vistas del rio Miño y de la villa portuguesa de Valença do Miño situada en la otra orilla y unida a Tui por dos puentes que las comunican.




Terminé la visita en el centro neurálgico de la villa, una plaza con templete donde se reúnen los habitantes para tomar algo en alguno de los varios locales existentes. Cené algo ligero y regresé al hotel.

Para este día tenía planeado ir a ciertos sitios que tenía interés en conocer. El primero de ellos era el Monte de Santa Tecla ( Tegra en gallego ). Situado en la localidad de A Guarda a pocos kms. de Tui. Este lugar, además de por sus maravillosas vistas, destaca por poseer un castro bien conservado que luego comentaré. Así que me dirigí hasta allí y serpenteando por una empinada carretera llegué hasta una explanada que se usa como aparcamiento.

El Monte de Santa Tecla tiene una altura de 344 ms. y se sitúa justo donde las aguas dulces del rio Miño desembocan en las embravecidas del Atlántico. Constituye un lugar estratégico porque desde allí se vigila la frontera con el cercano Portugal.

Al llegar primera sorpresa. Por una de las veredas que suben hasta la cima observo un rebaño de cabras montesas que se acercaban hasta donde yo estaba. Me tranquilizó comprobar que no eran salvajes ( llevaban collar con cencerro ) pero me resultó curioso que venían solas, sin cabrero que las guiara. Supuse que les habían enseñado o aprendido ellas solas el camino para subir y luego regresar al aprisco. Se dedicaron a pastar y luego se tumbaron a descansar al solecito. Yo, buscando el mejor lugar para realizar fotos, me acerqué imprudentemente a ellas, momento en el cual el macho cabrío que supuse el jefe de la manada, se levantó y se me quedó mirando fijamente. Deduje que no quería jugar y que si el bicho se arrancaba con su poderosa cornamenta podía ponerme en un serio aprieto. Así que despacito y sin darle la espalda, me separé y busqué otro emplazamiento para mis fotografías.



La verdad es que el paisaje era espectacular. El Miño dirigiéndose hacia su muerte en el océano y sorteando pequeñas islitas ya en territorio portugués.





    Terminada la sesión de fotos me despedí de las cabras y bajé unos metros hasta donde se encontraba la segunda maravilla de este monte. Se trata de un castro de época neolítica que estuvo habitado hasta 300 años después de Cristo y que se encuentra en muy buen estado de conservación. Se pueden apreciar las viviendas de tipo circular e incluso hay una reconstrucción completa de una de ellas realizada según los parámetros encontrados en las excavaciones.




Volví a subir hasta donde las cabras seguían descansando y renuncié a subir unos metros más arriba donde se encuentra una capilla y un vía crucis ( la ermita de Santa Tegra ), construida entre los siglos XII y XVI y que sabía que se encontraba cerrada. Su aspecto exterior no tiene nada interesante y las vistas son muy similares a las que ya había fotografiado.

Descendí con cuidado y tomé el camino para llegar a una pequeña villa portuguesa llamada Vilanova de Cerveira situada a escasos kms. con el objetivo de ascender hasta el denominado Mirador do Cervo ( Mirador del Ciervo ) que tiene una curiosa leyenda. Un valiente venado decidió huir de los cazadores e instalarse en este lugar con su manada. Allí se mantuvieron durante años hasta que los humanos decidieron conquistar esta “ Tierra de Cervaria “ ( Tierra de los Ciervos  ). Diezmaron a la manada hasta que solo quedó el “ Cervo Rei “ que se enfrentó a un noble portugués que quería conquistar definitivamente este territorio. Venció y, según la leyenda, todavía custodia su reino.

Leyendas aparte, cuando llegas y subes unos 100-150 ms., te encuentras con una imponente escultura de acero de José Rodrigues que representa a un ciervo vigilando el territorio que lo rodea.



Desde allí, en compañía de una pareja con dos perros muy cariñosos, pude hacer unas fotos muy similares a las del cercano Monte de Santa Tecla pero desde la parte portuguesa.





Descendí y me dirigí hacia el último objetivo del día. Se trataba de Valença do Miño, separada de Tui tan solo por dos puentes que cruzan el rio. La verdad es que fue una pequeña decepción. La ciudad no tiene ningún encanto ni nada que merezca la pena. Lo mejor creo que es un mercado semanal muy concurrido donde la gente de Tui se acerca a comprar productos portugueses buenos y baratos.

Así que regresé a Tui, busqué un lugar para comer y me fui al hotel a descansar. La tarde estaba desaprovechada. Ya había visto todo lo planificado en Tui y alrededores y pensé que podría haber entrado en Portugal y dirigirme a mi siguiente destino, Viana do Castelo, situado a tan solo 58 kms. con lo cual hubiera ganado un día y me había ahorrado una noche de hotel. Pero, en fin, los viajeros curtidos también nos equivocamos de vez en cuando.


23 DE JULIO

 

Como la distancia a Viana do Castelo era muy corta, llegué temprano y en vez de dirigirme directamente al hotel, me encaminé primero a visitar uno de los atractivos de la ciudad. Se trataba del Santuario de Santa Luzía que se encarama al monte del mismo nombre y que es el más alto que rodea la ciudad y al que se llega por una carreterita adoquinada de 3,5 kms. que tiene una doble finalidad: llegar al Santuario y joder las cubiertas de los coches y las motos. Aunque también se puede subir en un funicular y, por supuesto, a patita.

Al llegar te encuentras con una enorme mole de piedra de estilo ecléctico ( es decir inclasificable ) aunque, según las guías, es románico-bizantino ( de románico tiene lo que yo de corredor de maratones ). Nada más llegar percibes que es un lugar eminentemente turístico con tiendas de recuerdos, fotógrafos aficionados que te hacen una foto sin tu permiso y luego pretenden que se la compres y hasta un restaurante y un hotel.

El mamotreto se empezó a construir en 1904 bajo la dirección de Miguel Ventura y, al fallecer este en 1919, lo concluyó su discípulo Miguel Nogueira en 1959.

En el exterior, de aspecto fortificado, llaman la atención unos imponentes rosetones que son los más grandes de la Península Ibérica y los segundos mayores de toda Europa. Las torres laterales terminan en cubiertas que podrían justificar el término de “ bizantino “.



El interior es diáfano, con una enorme cúpula que representa el paisaje de la zona, vidrieras de Ricardo Leone y frescos de Manuel Pereira da Silva. Todo ello con una gran luminosidad.




Líbreme Dios de criticar a los que les gusten este tipo de edificaciones, pero a mí personalmente no me seducen. Admiro su majestuosidad y sus interiores coloridos pero donde esté una Colegiata románica como la de Toro o una ermita con pureza de líneas y relativamente bien conservada como San Baudelio en Casillas de Berlanga que se quiten estos monstruitos turísticos e impersonales que no inspiran nada en absoluto.

Quizás lo más bonito del lugar son los paisajes que desde allí arriba se pueden contemplar.




Así que me di media vuelta y, continuando con el desgaste de neumáticos, bajé a Viana para buscar mi hotel.

La suerte es que se encontraba muy bien situado, al lado mismo de lo más destacable de la villa. Dejé el equipaje y me encaminé a ver lo que encontraba.

El centro neurálgico de la ciudad es la Plaza de la República. Cuadrada, con una fuente central y rodeada de bonitos edificios y restaurantes en los bajos.




En uno de los laterales se encuentra la Iglesia de la Misericordia. Pequeña pero de extraordinaria belleza barroca que se completa con grandes frisos de azulejos portugueses representando diferentes temáticas.





En la parte opuesta de la plaza se encuentra el Museo del Traje. Entré por curiosidad y recorrí sus estancias donde se exhiben diferentes tipos de trajes portugueses, algunos sumamente bellos.




Desde una calle lateral a la plaza se accede  al lugar donde se encuentra la Catedral. Se trata de un edificio de los llamados iglesias-fortalezas que, en este caso, conserva un cierto aire románico. La fachada presenta dos grandes torres almenadas y un precioso portal gótico con escenas de la Pasión y esculturas de los Apóstoles. El interior no es de gran interés.



Con un asfixiante calor busqué un lugar para comer, encontrando un pequeño restaurante donde me atendió un camarero argentino. No es que tenga mucho problema con el portugués pero determinados nombres de platos autóctonos si te los traducen te evitas alguna que otra sorpresa. Con la que estaba cayendo lo mejor era regresar al hotel para una siesta al fresquito y, ya a media tarde con mejor temperatura, pasear por los alrededores hasta llegar a un parque junto al rio Limia. De regreso encontré un pub donde servían bebidas y comidas y que estaba amenizado por un grupo que tocaba fados. Y allí me quedé. Al día siguiente había que continuar el plan trazado.


24 y 25 DE JULIO

 

El objetivo de este día era conocer una ciudad situada a 144 kms. de Viana y sobre la que me había hecho muchas expectativas. Se trataba de Aveiro también denominada “ la Venecia portuguesa “.

Está situada a orillas del Atlántico y posee un importante puerto marítimo.

Realmente son dos ciudades en una. Por una parte la zona residencial donde se sitúan los edificios de viviendas y hoteles que no posee ningún encanto y por otra parte el barrio viejo de Beira Mar donde se encuentran “ los canales “ y lo pongo entrecomillado porque realmente es un único canal bastante ancho y de algo más de 1 km. de longitud. Por él se desplazan los barcos denominados moliçeiros, una especie de grandes góndolas con vivos colores, antaño utilizadas para la pesca y ahora para el trasporte canal arriba canal abajo de las hordas de guiris que en esta época visitan la ciudad. Todo ello por el módico precio de 15 euros por persona el paseíto. Evidentemente no me subí.





Flanqueando el canal se disponen casas de vistosos colores, algunas muy bonitas la verdad.




Si cruzamos por alguno de los puentes nos adentramos en el barrio viejo, absolutamente atestado de turistas que no dudo que en otra época del año pueda tener su encanto pero que en pleno verano se hace imposible su disfrute. Calles estrechas con bonitas casas pero absolutamente copadas por innumerables bares y restaurantes así como tiendas de recuerdos y cachivaches varios. Hice una foto de una que, sorprendentemente, estaba bastante tranquila.






Salí de allí como pude y me fui paseando por la orilla del canal hasta el final del mismo para escapar de aquella muchedumbre y terminar comiendo en un restaurante alejado y sin tanto agobio.

Regresé al hotel y allí me quedé, disfrutando a media tarde de una agradable piscina y una buena lectura en una tumbona.

No quiero quitaros las ganas de venir hasta aquí. En otras épocas del año puede resultar más atractivo y se puede saborear mejor pero, en verano, resulta agobiante con tanta multitud y tanto calor y, al menos para mí, resulta imposible encontrarle su encanto. Amén de que el apodo de “la Venecia portuguesa “ me parece algo excesivo.

Una vez digerida la pequeña desilusión de Aveiro, me dirigí al día siguiente  a por mi siguiente destino distante 187 kms. y que se llamaba Santarém. Ya al llegar y buscar el hotel me pareció que se encontraba algo alejado del centro. Estaba en lo cierto. En recepción me indicaron que había un paseo de 30’ andando hasta el cogollo de la ciudad y con el calor que hacía no era plan. Así que tomé la habitación y me subí a la moto  para llegar hasta allí.

Circular  por Santarém es lo más parecido a realizar una gymkana. Calles adoquinadas y estrechas, algunas taponadas por camiones de reparto. Para colmo el Google Maps entró en pánico y me metió por varias de ellas con disco de prohibido el paso. Yo tenía interés en aparcar y buscar alguno de los lugares que hacen que se conozca a Santarém como la capital del gótico portugués. Imposible. Pasé tres o cuatro veces por la Catedral sin que pudiera encontrarle ningún atractivo y, al final, de pura casualidad aparqué en la misma puerta del edificio más destacado de la ciudad: la iglesia de Santa María de Gracia.

Es un edificio de estilo gótico-flamígero construido en 1380. Lo más destacable es su bonita portada, con un rosetón tallado en un único bloque de piedra.


El interior yo lo calificaría de desangelado. Es de nave única que se encuentra flanqueada por varias tumbas de personajes ilustres portugueses, entre ellas la de Pedro Alvarez Cabral, descubridor de Brasil y responsable de que en ese país se hable portugués y no, por ejemplo, español. Ello hubiera facilitado la integración en nuestro país de los innumerables futbolistas brasileiros que forman parte de nuestros equipos.



Regresé al hotel como pude ( Google Maps aún no se había recuperado de su ataque ) y me encontré otra “ agradable “ sorpresa. El establecimiento había sido invadido por una horda multicultural de miembros de una religión hinduista que celebraban una convención. Locos bajitos de todas las edades corrían por el hall y las terrazas y habían colonizado la piscina y personajes variopintos se saludaban con reverencias y abrazos. Creí morir. Busqué refugio en el único lugar que parecía tranquilo y que era el comedor, por lo visto los invasores no comían solo hacían yoga y meditación. Tras comer me atrincheré en mi habitación, colocando una silla en la puerta a modo de barrera defensiva  y no salí hasta la tarde/noche. Mi sorpresa fue que todo estaba tranquilo. Un amable camarero me informó que las hordas invasoras estaban en los diferentes salones rezando, levitando o haciendo otras cosas raras. Aproveché para tomarme un gin-tonic tranquilo en la terraza y, antes de que salieran, me volvía a refugiar en el comedor para cenar algo y subir a la habitación deseando que la noche fuera tranquila.

Increíblemente pude descansar sin excesivo ruido y, al día siguiente comprobar que la calma volvía a reinar en el establecimiento. ¡¡ No había días en el año para celebrar su convención salvo el que yo había reservado !!.

 

26  DE JULIO

 

Salí de Santarém para encaminarme a mi último lugar a visitar en Portugal: Setúbal.

Tras 193 kms. entré en la ciudad y busqué mi hotel. Céntrico era, pequeño también y, por descontado, sin aparcamiento decente en los alrededores. Pero bueno, es una de las ventajas de la moto. La dejas en cualquier sitio. Setúbal , curiosamente hermanada con Tordesillas ( se cerraba el círculo ), es una gran ciudad de unos 140.000 habitantes enclavada en la margen norte del rio Sado. Es un lugar con remotos orígenes con restos paleolíticos y neolíticos en sus inmediaciones. Por ella pasaron griegos, cartagineses y romanos, desarrollándose especialmente en el S. XV en la época del transporte marítimo y el comercio y teniendo su mayor pico de prosperidad en el S. XVII con el comercio de la sal. En el S. XVIII fue devastada por el terremoto de Lisboa, asociado a maremotos e incendios.

Logró recuperarse durante los siglos XIX y XX iniciando la remodelación de la urbe con obras como la Avenida Luisa Todi ( famosa soprano portuguesa ) que atraviesa gran parte de la ciudad.

Después de tomar la habitación me di un largo paseo para desembocar en el centro neurálgico de la ciudad: la plaza de Bocage. En ella, junto a la fuente central, se concentran los principales edificios, como el del Ayuntamiento y algunos muy curiosos como uno con un imponente gato en su tejado.






Elegí, al azar, uno de los varios restaurantes que se encuentran en la zona donde una simpática camarera que hablaba español correctamente me atendió y pude disfrutar de algunos platos típicos portugueses, incluidas unas ostras de Sado ( pequeñas pero muy sabrosas ) y un excelente moscatel de su propia cosecha acompañando al postre.

Después de reposar la comida me dirigí al cercano Convento de Jesús,  una edificación del S. XV en estilo manuelino con una bonita portada inacabada y que, lamentablemente no abría por la tarde por lo que me quedé sin ver el interior de la iglesia.




Regresé al hotel y, ya atardeciendo, salí a buscar algún restaurante cercano donde cenar. Encontré uno con buena pinta y entré, estableciendo conversación con una pareja de la mesa contigua que eran de Badajoz y pasando un rato agradable.

En Setúbal también son famosas sus playas y sus paseos en barco buscando el avistamiento de delfines.

Regreso al hotel y preparar el camino de vuelta.


27 Y 28 DE JULIO

 

Llegué a Badajoz  tras recorrer 193 kms. Mi hotel estaba muy alejado del centro por lo que decidí quedarme a comer allí y, por la tarde, acercarme   hasta lo que llevaba anotado como más representativo de la ciudad: la Plaza de España y la Catedral.

Puff !. La Plaza de España es una plaza cuadrangular como las que hay a patadas en cualquier ciudad española. Además estaba desierta por el calor reinante. Y la Catedral es un edificio gótico francés en su origen que fue modificado en los siglos XV, XVI  y XVIII, dando como resultado un edificio de variopintas características. Lo más interesante según mis notas estaba en el interior, con obras de la familia Colonia, Juan de Vallejo y Gil de Siloé entre otros muchos, pero desgraciadamente estaba cerrada. De manera que vuelta de nuevo al hotel.

Que me perdonen los pacenses pero Badajoz comparada con Cáceres es como la noche y el día. Todo el encanto y la monumentalidad de la segunda brilla por su ausencia en la primera.

Emprendí el regreso al día siguiente encaminándome a Mérida. Los extremeños se quejan de sus malas comunicaciones con el centro y están en lo cierto. Hasta Mérida bien, algo más de 50 kms. por una autovía decente. Pero desde Mérida hasta Ciudad Real más de 250 kms. por una carretera nacional con un asfaltado criminal aunque, eso sí, con poco tráfico.

Llegué a Ciudad Real para enlazar por nacionales que me llevaron hasta Minaya donde paré a comer y luego proseguir por territorio conocido hasta llegar a casa a media tarde.

Ha sido un viaje algo irregular. He descubierto lugares muy bonitos y otros que me han defraudado bastante. Pero eso es lo que tienen los viajes.

Vuelvo con la satisfacción y el convencimiento de conocer Portugal casi en su totalidad. Un bello y cercano país que deberíamos conocer para, si llegado el caso y tal como están las cosas, nos planteamos emigrar al mismo como algún que otro espabilado ha hecho.

La segunda parte de mis vacaciones estaré en los Pirineos, con base en Roncesvalles y varias excursiones a lugares cercanos. Ya os lo contaré. Refrescaos todo lo posible.             

 





 


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