ESCAPADA AL BIERZO
España es tan
variada y diversa que, como es mi caso, aunque hayas viajado por ella de manera
incesante, unas veces en moto y otras en coche, siempre te van a quedar
comarcas, ciudades, pueblos y lugares que descubrir.
En Septiembre
Murcia está de Feria. Atracciones, “ huertos “, múltiples actividades y la
Romería de la Virgen de la Fuensanta llenan la ciudad de color y alegría.
Esto me permitía
tener 5 días libres de ocupaciones y realizar una escapada.
De manera que,
buscando entre estos sitios desconocidos, encontré una zona que, salvo su
capital Ponferrada y algún otro pueblo visitado de paso, no había recorrido en
profundidad. Se trataba de la Comarca del Bierzo.
Dicha zona se
encuentra en el tercio occidental de la provincia de León limitando con
Asturias, Lugo y Orense. Presenta una gran diversidad geográfica pero que, a lo
largo de los siglos aunque con sucesivas adhesiones y secesiones de diferentes
zonas, ha ido adquiriendo una personalidad propia que se refleja en sus
construcciones, su gastronomía e incluso en el lenguaje ya que posee un
dialecto propio ( el berciano ) fruto de la hibridación entre el gallego y el
leonés aunque, lógicamente, el español es la lengua más hablada.
Me dirigí hacia
allí haciendo noche intermedia en El Escorial sin nada que comentar en
particular ya que su lugar más destacado, el Monasterio del mismo nombre, ya lo
había visitado en una ocasión anterior.
Al día siguiente
tomé la A-6 que, atravesando Castilla y León, me llevó hasta Ponferrada y de
ahí hasta el cercano Cacabelos que iba a ser mi residencia en los dos días
siguientes. Después de hacer el chek-in en el estupendo hotel que me había
tocado, comer y descansar un poco decidí aprovechar la tarde para ver tres
lugares muy cercanos.
El primero, a tan
solo 4 kms., era el Monasterio de Santa María de
Carracedo ubicado en el pueblo del mismo nombre. Este cenobio fue
fundado en el año 990 por el Rey de León Bermudo II “ El Gotoso “ con el objeto
de refugiar a los monjes de las incursiones guerreras de Almanzor.
Nacido como
monasterio benedictino para pasar, posteriormente, a cisterciense ha sufrido
numerosos avatares y remodelaciones, presentando a día de hoy un aspecto
semirruinoso aunque varias de sus dependencias han sido rehabilitadas para su
visita, durante la cual podemos encontrar elementos románicos, cistercienses y
protogóticos.
La visita comienza por las estancias del denominado “ Palacio Real “ ya que la infanta Sancha Raimúndez, hermana de Alfonso VII, vivió en él durante largas temporadas y lo acondicionó como palacio. Estas estancias se componen del “ Mirador de la Reina “ que es una terraza cubierta con una bonita galería de tres arcos apuntados sostenidos por dos delicadas columnas lisas con capiteles vegetales.
Desde aquí se accede a la denominada “ Cocina de la Reina “, cuadrada y con ventanas y óculos que la iluminan. Tiene cuatro columnas que soportan arcos apuntados y se cubre con una bóveda de madera. Se completa con una chimenea y una salida directa a la huerta.
La estancia anterior comunica con otra que, al parecer, fue en su
origen el oratorio del abad para después pasar a archivo del monasterio.
Si regresamos al punto de partida en el ruinoso claustro podemos
acceder en unos metros a la Sala Capitular que presenta una portada de ingreso
románica aunque en el interior la cubierta abovedada es tardogótica. Está
dividida por cuatro columnas con capiteles vegetales y animales ( esta
decoración resulta rara en un edificio cisterciense caracterizados por la
austeridad y la ausencia de figuras escultóricas, aunque es posible que fuera
una herencia de su época benedictina ). En sus paredes hay sepulcros abaciales.
Tras esta sala se encuentra el locutorio y un pasaje hacia la huerta.
La primitiva iglesia románica fue derruida y sustituida en el S. XVIII por otra de una sola nave y estilo neoclásico.
En todo el edificio se han identificado hasta 126 marcas de cantero
diferentes.
Aunque está
catalogado como BIC, la restauración integral de este edificio supondría un
gasto considerable, aunque mínimo en comparación con los dispendios variados
que se efectúan hoy en actividades variopintas e inclasificables que no forman
parte de nuestro Patrimonio Artístico.
A continuación me
encaminé a la también cercana ( 9 kms. ) Villafranca
del Bierzo. Esta ciudad hunde sus raíces en la Edad del Bronce,
habiéndose encontrado restos como hachas y puntas de lanza de esa época.
También hay datos que nos hablan del paso por la zona de habitantes celtas, romanos ( por aquí
discurrían hasta dos calzadas ), visigodos, árabes y cristianos. La cita más
antigua conocida es del año 791. Pero su auténtico desarrollo comenzó cuando se
estableció aquí un núcleo de atención a los peregrinos que realizaban el Camino
de Santiago.
La villa tuvo
varios señoríos y marquesados y, ya en épocas más cercanas, se creó en 1822 la
Provincia de Villafranca del Bierzo, aunque diez años después, se repartiría su
territorio entre las provincias de Orense y León quedando Villafranca
definitivamente adscrita a este último. Hoy es una próspera ciudad de casi 3000
habitantes, con calles empinadas y un bonito casco histórico que, en parte,
debe sus ingresos al continuo trasiego de peregrinos que pernoctan aquí en sus
numerosos albergues y hostales y hacen uso de sus servicios de restauración.
Mi objetivo
principal era visitar la Iglesia de Santiago Apóstol, situada en una loma en lo
más alto del pueblo dominando toda la villa. Es un templo de moderadas
dimensiones, de nave única cubierta con bóveda de cañón y ábside semicircular
con tres ventanales formados con la técnica románica del taqueado jaqués.
La portada principal presenta un arco de medio punto sin columnas ni
decoración y una espadaña con dos vanos.
Pero lo realmente
impresionante de este edificio y que, por sí misma, requiere una visita es la
portada situada al norte y denominada Puerta
del Perdón, enteramente románica y que solo se abre en los años Jacobeos para
conceder el jubileo a los peregrinos incapacitados para continuar el camino
hasta Santiago de Compostela.
Formada por un
arco apuntado moldurado con dos gruesos baquetones entre medias cañas y que se
apoya en sendas parejas de dobles columnas. Lo rodean tres arquivoltas
abocinadas, decoradas las dos interiores con vegetales, siendo la más externa
iconográfica.
En ella se representa una visión celestial, con el Colegio Apostólico
agrupados por parejas que conversan dirigiendo sus manos alzadas hacia el
Cristo en Majestad situado en la clave del arco con el Libro y bendiciendo.
En los capiteles se desarrollan temas de la Natividad y Pasión, como la
Epifanía, el Sueño de los Magos, el Calvario y las Tres Marías.
No vi el interior de la iglesia porque había una exposición de Las
Edades del Hombre.
Mi último destino
de la tarde era un pueblecito a 5 kms. de allí llamado Corullón.
El pueblo, que
consta de unos 900 habitantes, tiene la particularidad de que hablan gallego y
no tiene grandes alicientes. Tan solo destacar la iglesia románica de San
Miguel, alzada sobre una pequeña loma y que consta de tres tramos, estando los
dos primeros adornados con ventanales con vano abocinado con arquivoltas que
descansan en columnillas con capiteles vegetales. El tercero corresponde a la
portada que ocupa el cuerpo bajo con una sencilla puerta de arco de medio punto
y arquivoltas que descansan en columnas con capiteles vegetales. El cuerpo alto
está formado por una arquería ciega de medio punto con arquivoltas que
descansan en columnillas con capiteles de temas diabólicos. La torre a los pies
del templo es de época posterior a su construcción.
Como estaba
cerrada me limité a hacerle unas fotos desde abajo que me parecieron más
fotogénicas.
Terminado este recorrido vespertino regresé a Cacabelos para preparar el grueso de mi recorrido por el Bierzo del día siguiente.
Para comenzar el
mismo me desplacé 23 kms. hasta llegar a Molinaseca.
La localidad se encuentra a escasos kms. de Ponferrada y constituye paso
obligado del Camino de Santiago que la atraviesa por su mismo centro.
La visita puede
comenzar por su arteria principal, la Calle Real, pero antes de adentrarnos en
la misma podemos fotografiar una estatua dedicada al peregrino.
El inicio de la Calle Real lo marca el Crucero del Santo Cristo que es un bello motivo jacobeo. Se levanta sobre un pedestal de planta cuadrada y cuatro escalones de granito. La columna del crucero es octogonal y se le ha añadido una hornacina de cristal con un pequeño crucifijo en su interior. Aunque el actual crucero no parece medieval, si ocupa el mismo lugar que tuvo otro anterior.
El recorrido por la Calle Real debe hacerse paseando sin prisas,
admirando la arquitectura popular que la jalona, sus balconadas de madera con
flores, los corredores, las escaleras exteriores de acceso a las viviendas, los
escudos nobiliarios y las portadas de sillería y, cómo no, las nobles casonas
entre las que destacan la Casona de Don Pelegrín cerca del puente romano o el
Palacio de Cangas de Plambey con su bella fachada enmarcada entre dos torres.
A pesar de la hora temprana me crucé con bastantes peregrinos que, al
llevar yo una pequeña mochila que me acompaña desde el inicio de mis viajes
hace ya bastantes años, me confundían con un peregrino más y me saludaban
sonrientes con un “ buen camino “ al
que yo correspondía no sin cierto pudor.
Al terminar la
Calle Real se llega al puente romano o Puente de los Peregrinos, edificado en
sillería con siete bóvedas de luces de las cuales las tres primeras con arcos
de medio punto corresponden a un puente anterior y se encuentran semienterradas.
Los habitantes del pueblo han encauzado el rio formando una pequeña
presa que sirve de piscina natural para refrescarse en las épocas más
calurosas.
Coronando el pueblo se encuentra la iglesia de San Nicolás de Bari,
barroca del S. XVII que, con perdón, no suscitó en mi demasiado interés.
De manera que abandoné Molinaseca y me dirigí hacia el meollo central
del Bierzo conformado por cuatro pueblecitos a los que bauticé como “ los
Compludo “ y que luego se redujeron bastante como ahora veréis.
El nombre de
Compludo proviene de un rio que nace en el monte Morredero y que junto al
arroyo Miera a los que después se une el Boeza surcan estas tierras que se
conocen como la Tebaida Berciana. Son tierras de una belleza fascinante, con
bosques de castaños, robles y encinas pero que destacan, por encima de todo,
por la tranquilidad y paz que desprenden acompañadas por un silencio casi
mágico. Ello fue lo que llevó a un noble godo llamado Fructuoso, con
importantes propiedades por estos lugares, a retirarse a estas tierras para
dedicarse al estudio religioso y fundar el primer movimiento eremítico y
monástico de la Península Ibérica. La llegada de jóvenes, ancianos, militares,
esclavos y nobles le obligó a abandonar la vida de ermitaño y fundar el que
sería el primer monasterio español y al que se le dio el nombre de Compludo en
alusión a la Compleutica romana ( actual Alcalá de Henares ) de donde procedían
los santos Justo y Pastor. A este le siguieron otros como el de San Pedro de
Montes y el de San Félix de Visonia. De manera que a su alrededor fueron
naciendo núcleos de población como Espinoso de Compludo, Palacios de Compludo,
Carracedo de Compludo o el propio Compludo.
Llegar hasta aquí
no resulta sencillo. Las carreteras son típicas de montaña con asfaltado
irregular, plagadas de curvas reviradas y, sobre todo, estrechas. Ello da lugar
a que, aunque no muy transitadas, cuando te encuentras con otro automóvil en un
tramo complicado, te obligas a parar y realizar ambos complicadas maniobras
para poder seguir sin rozamientos. A mí me ocurrió en varias ocasiones aunque,
por suerte, pude salir indemne en todas ellas.
De esta guisa
llegué a Compludo contemplando con asombro que
allí terminaba la carretera asfaltada. Paré y aparqué donde pude. El pequeño
pueblo contaba en 2021 con 15 habitantes que moran en casas de piedra con
techos de pizarra y balconadas de madera.
Di una vuelta por los alrededores viendo la pequeña iglesia de San
Justo y San Pastor del S. XVI. Es aquí donde se cree que estuvo el Monasterio
de Compludo aunque, prácticamente, no quedan restos del mismo. Hice unas fotos
del rio que atraviesa el pueblo y entablé conversación con un lugareño que
cortaba leña ( hombre previsor ) y con ganas de pegar la hebra.
Después de un rato de amena charla le expliqué la ruta que llevaba
prevista. El hombre negó con la cabeza indicándome que a Espinoso de Compludo era complicado llegar ya que la carretera, además de muy
curveada, era de tierra y solo los 4x4 se atrevían a subir con garantías. Otro
tanto ocurría con Palacios de Compludo aunque,
en este caso, sí había un tramo asfaltado. Ante esta perspectiva desistí de mi
empeño ya que, por otra parte, lo que me iba a encontrar no difería mucho de lo
que estaba viendo en este lugar.
Al regresar a por
el coche para ir a ver lo más interesante del pueblo presencié una curiosa
escena. Un joven descendía montado en una Vespa 125 y detrás iba un pastor
alemán de gran tamaño. A una señal del joven el perro se subió de un salto
colocándose de manera trasversal entre las piernas del dueño. Ambos se
perdieron cuesta abajo con el perro mirando el paisaje. Evidentemente no era la
primera vez que lo hacía y lamenté mi falta de reflejos para grabar la escena.
Lo más interesante
del pueblo era visitar la herrería. Este curioso lugar está declarado Monumento
Nacional en 1968 y se encontraba a 1,5 kms. hacia abajo saliendo del pueblo. Se
trata de una herrería de orígenes no aclarados que está considerada una
maravilla de la ingeniería hidraúlica. Un martillo pilón es movido aprovechando
la energía generada por el agua mediante el llamado efecto Venturi, moldeando
de esta manera el hierro previamente calentado al fuego. A día de hoy sigue en
funcionamiento y es, junto con otra situada en Poblet, la única de estas
características que hay en España.
Desde el
aparcamiento habilitado hasta la herrería hay un agradable paseo de unos 800
ms. que trascurre paralelo al rio y que invita a hacer fotografías.
Cuando llegué me encontré la sorpresa de la Vespa 125 aparcada en la puerta. Deduje que el joven con el perro motero era el herrero. Pero otra sorpresa me desilusionó. Las visitas al interior de la herrería eran con determinados horarios y la siguiente era a las 12´30 y eran las 11´40. No podía perder una hora de espera ( más lo que durara la visita ) sin que se me descolocara todo el programa del día. Así que descansé un ratito aprovechando para hacer unas fotos del paisaje y regresé a por el coche.
Descendí por la peligrosa carretera ya conocida y, al pasar, vi una
señal que indicaba Carracedo de Compludo.
Dudé. Pero si había desistido de visitar Palacios y Espinoso no los iba a despreciar
yendo a Carracedo, así que continué hasta mi próximo destino que no era otro
que el Monasterio de San Pedro de Montes en
la localidad de Valdueza.
Si para llegar a
Compludo la carretera era mala para llegar hasta este monasterio no os quiero
ni contar. Pero, en fin, con la experiencia adquirida y cuidadín cuidadín
aparqué cerca de la entrada al mismo.
Este monasterio
fue uno de los fundados por San Fructuoso en el año 635 y tuvo gran importancia
en la zona, manteniéndose en activo hasta que la desafortunada desamortización
de Mendizábal y un posterior incendio lo redujo a ruinas. A pesar de ello en el
año 1931 fue declarado Monumento Nacional y en el 2003 se iniciaron diversas
actuaciones de restauración que, actualmente según me contó la encargada de
cobrar la entrada y dar unas breves explicaciones, están paralizadas por no se
sabe bien que intrincados vericuetos de la burocracia sumados a la desidia
gubernamental por nuestro Patrimonio Histórico ( solo hay que fijarse en el
actual titular del Ministerio de Cultura ).
Tras la fundación
de San Fructuoso el monasterio entró en decadencia por las razias musulmanas
pero en el año 905 San Genadio llegó hasta aquí e inició su reconstrucción.
El actual templo
es un conjunto irregular formado por dos claustros, la iglesia y varias
dependencias que se han conservado unas mejor que otras. A mí me llamó la
atención algo que no había encontrado en ningún otro lugar de estas
características en mis múltiples viajes. La mayoría de los arcos de medio punto
que podemos admirar están formados por lajas, quizás debido a que es una piedra muy
abundante en la zona además de barata, pero que confiere a estos arcos un
aspecto singular y no menos atractivo que los típicos sillares.
Recorrí las diferentes estancias visitables sin poder acceder a la
iglesia. Os dejo fotos del mismo.
Desde este monasterio enfilé el camino hasta la cercana Peñalba de Santiago donde pensaba comer y descansar un ratito. La carretera seguía
siendo infernal, pero llegué y aparqué en el lugar exterior destinado a ello ya
que al pueblo no se puede entrar con el coche.
Este pequeño
pueblo de 15 habitantes se encuentra enclavado en el llamado Valle del Silencio
y, la verdad, hace honor a su nombre. Se trata de un pueblito de empinadas
calles con casas de estilo similar a las encontradas anteriormente y que tiene
el honor de ser considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Cuenta
con una pequeña joya que es una iglesia mozárabe del S. X fundada por San
Genadio que se retiró a una cueva de las proximidades para seguir su vida
eremítica. Aunque un cartel ponía que se abría a la 15,30 h. era mentira. Allí
no apareció nadie que me permitiera visitarla.
Tuve mala suerte.
En el Valle del Silencio coincidí con un grupo de entre 30-35 madrileños con
aspecto de pijo-progre, gran cantidad de pequeñajos dando por saco y que me
parecieron pertenecer a algún grupo religioso de los que abundan hoy en día, ya
que venían con cura de alzacuellos incluido. El caso es que habían colonizado
el único bar del pueblo que servía comidas y no había forma humana de conseguir
una mesa para comer algo. Otra cosa no pero, a estas alturas, uno tiene
recursos para casi todo, así que valiéndome de mi condición de abuelito
desvalido me colé en la barra y conseguí una cerveza y una tabla de quesos y
embutidos que degusté en unos taburetes del exterior mientras escuchaba las
conversaciones super-pijas de tres señoras de mi quinta que estaban al lado.
Terminada mi
pantagruélica comida me di una vuelta por el pueblecito acompañado de dos
perretes muy simpáticos ( de siempre he tenido imán con los peludos ). Al pasar
por una de las casas un joven con aspecto de fumado ( tenía un porro en la boca
) llamó a uno de ellos que acudió rápido. Le pregunté si eran suyos y me dijo
que el que había llamado sí pero el otro era “ del pueblo “. Había aparecido
allí hace unos años y se había quedado. Recorría las calles, se tumbaba a tomar
el sol y todos los habitantes lo conocían, le daban de comer y, cuando hacía
frio, lo metían en alguna casa para que durmiera calentito. No me lo traje por
lo complicado del transporte hasta Murcia.
Hice fotos del
pueblo y del precioso entorno y regresé por una carretera diferente que me
aconsejó el fumado y, la verdad, mucho mejor que la que me había llevado hasta
allí.
Si no fuera por las dificultades logísticas que supone vivir allí ( te
quedas sin tabaco y ¿ que haces ? ) no me importaría venirme a vivir a este
lugar. Tranquilidad, silencio, paisajes increíbles y un perro que te haga compañía.
La combinación perfecta.
Tras estas
ensoñaciones regresé a mi punto de partida pasando por Salas
de Barrios, un grupito de pueblos cercanos a Ponferrada sin mayor
interés y que forman un a modo de pequeñas urbanizaciones cercanas a la capital
del Bierzo.
Cuando llegué a
Cacabelos se había pasado la hora de la siesta, así que me di una vuelta por el
pueblo sin nada que me llamara la atención. Gran parte de su economía se basa
en el trasiego de peregrinos ( albergues, hostales, sitios de comidas, etc. ).
Regresé al hotel haciendo una foto a una casa típica del mismo, hice algunas compras en la tienda del establecimiento,
cené y a la cama para emprender el regreso al día siguiente.
Emprendí la vuelta temprano para llegar a mediodía al sitio donde
pensaba pernoctar que no era otro que Chinchón.
He estado varias veces en el mismo pero esta era la primera ocasión en que veía
su Plaza Mayor montada para la celebración de espectáculos taurinos, que poseen
un gran arraigo en la villa desde hace cientos de años. No podía dejar de
fotografiarla.
Comida, siesta y paseo por la tarde para terminar la jornada con una
bonita foto nocturna desde el mirador de la iglesia.
Y al día siguiente vuelta a casa.
Si alguien me
dijera cómo definiría con una sola palabra la sensación que me ha producido mi
recorrido por el Bierzo le contestaría sin dudar: PAZ. Es un lugar que te hace
olvidar el estrés diario de las ciudades, con un ritmo de vida pausado,
pequeños pueblos donde todos se conocen y ayudan y paisajes espectaculares
además de una rica gastronomía. Por el contrario también reconozco que la vida
en ellos, sobre todo en las estaciones más frías, debe resultar bastante dura.
Todo en la vida tiene su ying y su yang. En cualquier caso, recomiendo
vivamente una visita a esta comarca leonesa durante unos días para recargar las
pilas pero, si es posible, venid en moto para disfrutar sin sustos de sus
enrevesadas carreteras.
Pinchad sobre las fotos para
ampliarlas y … ¡ Hasta la próxima !
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