RUTA POR LA
ALPUJARRA GRANADINA EN UNA 200
Como estamos en período de “hibernación motera” y la
climatología no ayuda a realizar ninguna ruta decente, he pensado relataros un
viaje que hice hace pocos años y que fué el preludio de mi decisión de cambiar
de moto. Por aquel entonces yo tenía una Burgman 200 Executive con la que me
desplazaba cómodamente por ciudad y hacía alguna escapada cercana, pero el
gusanillo de hacer un viaje más largo me iba comiendo poco a poco hasta que me
lié la manta a la cabeza y decidí irme a conocer las Alpujarras granadinas. Era
una pequeña locura con esa moto pero, si a éstas alturas de mi vida no cometo
locuras no sé cuando las podré hacer. Así que dicho y hecho, un domingo por la
mañana me monté y me fuí hasta Lorca para regresar a Murcia (era la distancia
que pensaba cubrir en la primera etapa, unos 120 kms). Comprobé que la moto iba
bien, aunque superar los 120-130 era complicado y los abanicos de los camiones
me meneaban de manera considerable. Aún así me lancé a la aventura y éste es el
relato de mi recorrido. La ruta (con una moto decente) se puede hacer en menos
días tranquilamente pero, dadas las limitaciones de mi montura, necesité 5 días
para hacer el recorrido.
DÍA 1 (Murcia – Vélez Blanco)
Desde Murcia a Granada decidí
hacer noche en un punto intermedio y elegí
Vélez Blanco porque me apetecía visitar su castillo. Conducir la Burgman
en autovía (A 92) no es nada cómodo, la velocidad de crucero está sobre los 110
km/h y a la hora de adelantar sus 200 c.c se quedan escasos, nada que ver con
su hermana mayor la 650 Executive como habréis visto en entradas anteriores. Además, los vacios
provocados sobre todo por el tráfico pesado, te hacen sentir inseguro porque la
moto vibra y se desplaza. Aún así, los 121 kms. hasta Vélez Blanco los hice en
unos 90 minutos. Una vez dejadas las cosas en el pequeño (y creo que único)
hotel que hay a la entrada del pueblo, me dediqué a recorrer el mismo. Vélez
Blanco pertenece a la comarca de los Vélez y tiene unos 2000 habitantes. Calles
empinadas y casitas blancas le dan el aspecto de un típico pueblo andaluz.
Destaca sobre una loma la figura imponente de su castillo del S. XVI y vinculado a la familia de los
Fajardo. Está considerado como BIC y actualmente está en restauración. Tiene
una estructura de corte renacentista y lo más destacable era su Patio de Honor,
considerado una de las obra maestras del renacimiento español. Y digo era
porque en 1904 los entonces propietarios decidieron desmantelar el castillo y
vendieron el patio íntegro a un particular francés que primero lo instaló en
Marsella y luego en París. Finalmente, en 1945 fué cedido al Museo
Metropolitano de N. York dónde se puede admirar en la actualidad. Según me
contaron, se están haciendo gestiones para, una vez rehabilitado, conseguir la
devolución del mismo (mucha ingenuidad me parece). Otro elemento a destacar es
la Torre del Homenaje.
Además del
Castillo, en Vélez Blanco merecen visitarse la Iglesia de Santiago y la Cueva
de los Letreros (preguntad a cualquiera del pueblo como llegar) donde está la
pintura rupestre conocida como indalo y que es el símbolo de toda la provincia
de Almería.
Patio de Honor que se halla en Nueva York
Fuente de Vélez Blanco
Una vez repuse
fuerzas decidí acercarme a un pueblecito situado más arriba de nombre curioso:
María. Son sólo 9 kms. por la A-317, una carretera algo estrecha pero con buen
asfalto y no muy revirada. Aquí es donde empecé a darme cuenta de que mi moto
iba a funcionar mejor en las carreteras de las Alpujarras que en nacionales. El
pueblo en sí no me llamó la atención (lo siento marienses) y lo único
destacable es la Iglesia de Nª Sª de la Asunción, del siglo XVI y estilo
mudéjar. Así pues, con todo visto en María volví por mis pasos a Vélez Blanco y
bajé para ver el otro Vélez: Vélez Rubio.
Este es mayor que su hermano
(unos 7000 habitantes) y cuenta con más servicios. Me gustó callejear por el
centro histórico, con calles estrechas y fachadas encaladas o de ladrillo
visto. Pero lo más impactante es la Iglesia de Nª Sª de la Encarnación,
imponente edificio que había visto en infinidad de veces en el trayecto entre
Murcia y Granada pero que nunca había visitado. Predomina en él el estilo
barroco y es de construcción típica de cruz latina sobre planta rectangular. La
fachada principal está íntegramente labrada en piedra, con una impresionante
puerta con arco de medio punto y hornacinas con las figuras de S. Pedro y S.
Pablo. La flanquean dos alargadas torres de ladrillo visto. Merece la pena verla
si se pasa por aquí. Una vez hecha la visita regresé al hotel para descansar y
seguir mi ruta al día siguiente hasta tierras granadinas.
Iglesia de Vélez Rubio
DÍA 2 (Vélez Blanco – Granada)
Aquí no hay mucho que contar.
Retomé la aburrida A-92 y me dirigí a Granada con los mismos problemas en ruta
que el día anterior y tomando conciencia de que cada 100-120 kms. tenía que
hacer una parada para descansar la moto y sobre todo ¡¡ mis lumbares!!. Llegué
a Granada en unas dos horas y media. Tomé el hotel y el resto del día lo
dediqué a revisitar esta preciosa ciudad que siempre me sorprende. ¡Al día
siguiente empezaba lo bueno!.
La Alhambra
DÍA 3 (Granada – Lanjarón –
Pampaneira – Bubión – Capileira )
Con
todo listo y el depósito lleno salí de Granada y tomé la A-44 en dirección a
Motril y a 34 kms. me desvié por la salida 164 en dirección a Lanjarón, que es
la puerta de entrada a las Alpujarras. En Lanjarón entras por el famoso
balneario y la planta embotelladora y te metes de lleno en la calle que
atraviesa todo el pueblo. Dejé la moto y recorrí este precioso lugar de
Al-Lanjarón (lugar de manantiales) lleno de rincones encalados y pequeñas
placitas rebosantes de plantas y flores. Me cuentan que en este pueblo está
prohibido morirse “por orden del Sr. Alcalde”,
ya que según un edicto “no hay espacio
en el cementerio”. Verdad o mentira pasa por ser uno de los pueblos de España
con mayor esperanza de vida y en la plaza del pueblo, sobre la fuente, hay una
tierna escultura de dos abuelos cogidos de la mano. Por cierto, se celebraba no
se qué fiesta y el pueblo estaba engalanado con multitud de figuras de hadas y
brujitas colgadas sobre cables que iban de un balcón a otro. Muy curioso.
Después de ver la iglesia del S.XVI-XVII que no me llamó especialmente la
atención, monté de nuevo y salí por la A-348 rumbo a Pampaneira.
La carretera
empieza empinarse y a ofrecerme curvas pero tiene un buen asfalto y peraltes y,
aunque mi moto no permite excesos como “acostarse” y sus ruedas pequeñas te
obligan a una conducción suave y una buena entrada en curvas, el viaje comienza
a ser divertido. Dejo a un lado Órgiva
(la veré al regreso) y tomo la A-4132 que me llevará hasta Pampaneira
disfrutando de los increíbles paisajes alpujarreños que me acompañarán en toda
la ruta. Asciendo mientras voy divisando en lo alto las manchas blancas de los
pueblos que voy a visitar y que constituyen el núcleo de la Alpujarra
granadina. Después de un par de curvas muy complicadas llego a Pampaneira y
aparco la moto en la entrada de su calle principal.
Pampaneira, junto con Bubión y
Capileira fue el refugio de los moriscos granadinos cuando la capital se rindió
a las tropas de los Reyes Católicos. Siguieron utilizando su lengua y sus
costumbres pero provocaron numerosas revueltas hasta que D. Juan de Austria,
enviado por Felipe II, acabó con las sublevaciones. Sufrieron un despoblamiento
total y para repoblarlos en el S. XV se enviaron sobre todo a leoneses y
gallegos, de ahí el nombre de muchos de estos lugares (Pampaneira, Capileira,
Poqueira, Ferreira, Xumpaneira), aunque otras interpretaciones hacen derivar el
nombre de Pampaneira del adjetivo latino “pampinarius,pampinaria, pampinarum”
que significa “productor de pámpanos” o bien “terreno de viñas”. El caso es que
hoy en día son pequeños pueblos con una arquitectura singular y que viven,
básicamente, del turismo. Recorro la
calle que cruza el pueblo y termina en la plaza de la iglesia (cerrada). Está
cuajada de bares y pequeñas tiendas dónde se venden productos típicos de la
zona y el objeto estrella: las jarapas. Las hay de todos los tamaños y colores
posibles pero como no me hace falta ninguna y, además, no me cabría en mi
equipaje, decido subir y perderme por las callejuelas del pueblo, descubriendo
rincones más curiosos y menos concurridos: placitas recoletas, un lavadero
público aún en uso y los famosos “tinaos”, una especie de soportales techados
que dan cobijo y sombra cuando aprieta el calor. Abandono Pampaneira y continuo
hasta mi siguiente parada.
Rincones de Pampaneira
"tinao"
Plaza de Pampaneira
Lavadero
Gato alpujarreño comiendo jamón
El siguiente
punto es Bubión que está sólo a 4 kms. más arriba por la misma carretera que he
traido. Este pueblo es, quizás, el más autóctono de la zona. Posee unas vistas
increíbles y, según me dicen, en los días claros se puede ver por un lado el
Mediterráneo y por otro Sierra Nevada. En sus calles estrechas y empinadas
puedes encontrarte con numerosas fuentes y admirar la arquitectura típica de la
zona: casas con tejados planos, chimeneas con una especie de forma de seta y
balcones con flores. En la plaza del pueblo se hallan la iglesia de Nª Sª del
Rosario de estilo mudéjar, el ayuntamiento y un museo alpujarreño que tiene
gran cantidad de muebles y objetos de decoración típicos de la zona. Aquí se
produjo el levantamiento de los moriscos liderados por un noble de la zona
llamado Fernando de Válor (que luego tomó el nombre de Abén Humeya), el cuál
fue asesinado por sus propios correligionarios provocando que Juan de Austria
sofocara la rebelión y los expulsara definitivamente. Callejeo un poco por el
pueblo y retomo mi ruta para llegar al punto dónde tengo pensado hacer noche.
Bubión visto desde Capileira
Mi última visita del día es el pueblo de Capileira que se halla a
tan sólo 1.8 kms de Bubión, en las faldas del Mulhacén y el Veleta y que, junto
a los otros dos, forman los pueblos del barranco de Poqueira. Busco mi
alojamiento que es el Hotel Rural de Poqueira. Como casi siempre lo he
reservado con booking (y no es publi) porque tiene una gran oferta, no pagas
nada al reservarlo y lo puedes cancelar hasta incluso el mismo día de la
reserva. Me llevo una grata sorpresa: es un hotel pequeño, con mucho encanto y
la habitación que me asignan es una monería, con techo abuhardillado, cama
cómoda y cuarto de baño muy completo. Así que decido comer algo en un bar
cercano y descansar un rato. Tengo toda la tarde para ver el pueblo. Antes le
doy las gracias a mi pequeña montura que me ha traido hasta aquí sin ningún
problema y se ha comportado como “una auténtica moto”.
Convenientemente descansado me fuí a ver Capileira, un pueblecito
de la misma factura que los anteriores declarado
Conjunto Histórico Artístico y Paisaje Pintoresco. Posee la Iglesia Parroquial
de Nª Sª de la Cabeza, con una imagen de la misma donada por los Reyes
Católicos en el S. XV. También posee la Casa-Museo de Pedro Antonio de Alarcón
y un par de lavaderos públicos en desuso. En la plaza del pueblo un abuelete me
contó que el 1 de Noviembre celebran la fiesta de la mauraca en la que se reúne
todo el pueblo para comer castañas asadas, anís y mistela (tradición
probablemente importada de Galicia).
Como era media tarde pensé en bajar de nuevo a
Bubión … pero no llegué. Al tomar una curva me encontré un barecito y decidí parar a tomar algo. Al aparcar me veo
alineadas en fila tres preciosas Harleys.
Aparqué, por pudor, algo alejado de ellas y me senté en una de las
mesitas de la terraza. Al poco salieron los propietarios de las mismas: look
motero total, chupas de cuero, chapas, piercings, barbas. Se sientan y al ver
mi casco me preguntan ¿qué, motero?. Yo algo cortado les digo “no como
vosotros” y les señalo mi pequeña Burgmann. “¿De dónde vienes?” me dicen y, al explicarles mi ruta, uno de
ellos contesta : ¿”Desde Murcia … con eso?”. Ante mi cara y dándose cuenta del
error se apresura a decir “perdona, no he querido OFENDERLA”. Ya más
distendidos hablamos de motos, me invitan a una cerveza y se pasa el tiempo de
manera que ya anocheciendo decido volver a Capileira.
A la hora de cenar me decido por otro de los bares de la plaza. Le
sugiero al camarero que me traiga algo típico y el hombre, ni corto ni perozoso,
me planta delante un gran “plato alpujarreño”, es decir, patatas a lo pobre,
morcilla, lomo de orza, longaniza, jamón serrano y huevos fritos. Vamos lo que
viene a ser una cena ligerita. Le hago honor como buenamente puedo (la verdad,
estaba muy rico), me tomo un gin-tonic para rebajar algo aquello y voy a
dormir. Mañana me espera mi segundo día de ruta por la Alpujarra.
El Mulhacén
DÍA 4 (Capileira – Pitres –
Pórtugos – Busquistar – Trevélez . Torvizcón – Órgiva)
Para hacer la ruta prevista, 65 kms. en total, tenía que deshacer
el camino andado. Así que bajé hasta Pampaneira y unos pocos kms. pasado el
pueblo giré a la izquierda para seguir por la A-4132 en dirección a Pitres. La carretera
sigue teniendo las mismas características, gran cantidad de curvas con algunas
muy reviradas, buen asfalto y poco tráfico. Así que, adaptando mi velocidad al
trazado, mi Burgmann no tiene ningún problema en deslizarse con suavidad. Eso
sí, tengo que tomar las curvas con mucha apertura y la mano izquierda no puede
soltar el freno en ningún momento. De esta manera llego a Pitres donde me
espera la primera sorpresa del día.
Llego a la plaza del pueblo, aparco y me dirijo al abuelete de
turno (no sé si lo sabéis pero en todos los pueblos hay un abuelo sentado en un
banco de la plaza tomando el sol). Le pregunto qué es lo que hay que ver en el
pueblo y me contesta “poca cosa, la iglesia, ésta plaza y la sorpresa”. ¿La
sorpresa?. “Si hijo, anda y mira aquella foto que hay al lado del
Ayuntamiento”. Me acerco con curiosidad y descubro una foto en blanco y negro
con una pequeña dedicatoria abajo. Se trata, ni más ni menos, de una foto de
García Lorca enviada a Jorge Guillén con la dedicatoria “ Aquí estoy en Pitres, pueblo sin voz ni palomas de la sierra.
Crucificado en un árbol”. Indago un poco y parece ser que el poeta pasó
aquí una temporada en el cortijo de un amigo y se hizo esa foto.
Sorprendido todavía por el hallazgo imprevisto
continuo hacia Pórtugos para ver algo que si llevaba en mi ruta, aunque veréis
ahora que traía una segunda sorpresa. El pueblo en sí no tenía mucho que ver
pero, según me había informado, a la salida del mismo se encontraba una pequeña
ermita y un lugar denominado Fuente Agria. Efectivamente, al poco de
atravesarlo, en plena bajada, descubro una pequeña ermita y paro. No había
nadie más o eso creía yo, porque al mirar al otro lado de la carretera descubro
un pequeño tenderete con el dueño sentado al lado. Me acerco a preguntar y
descubro a todo un personaje, pseudo-hippie, que me cuenta que es de Cádiz y, hace ya varios años, vino de
viaje a las Alpujarras y aquí se quedó. Me indica dónde están los caños de la
fuente y me dice que la ermita sólo se abre para la bajada de la Virgen. Voy a
los caños y (dónde fueres haz lo que vieres) tomo un sorbo de un agua
absolutamente imbebible por la gran cantidad de hierro que contiene. Regreso y
mi nuevo amigo me dice: “Como somos paisanos (él de Cádiz y yo de Jaén) te voy
a contar un secreto. Sigue ese sendero, baja 83 escalones y descubrirás algo
precioso”. De perdidos … al rio. Le hago caso y, al terminar los 83 escalones
(que luego hay que subir) descubro una pequeña gruta con una cascada de agua
ferruginosa de la fuente y un paisaje absolutamente diferente al de arriba, con
musgos, helechos, plantas colgantes, además de una considerable diferencia de
temperatura. Hipnotizado por el sitio casi mágico descubierto, me siento, hago
unas fotos y permanezco un tiempo en solitario disfrutando de la belleza del
lugar. Retomo los 83 malditos escalones y regreso con mi amigo que me pregunta:
“¿merece la pena o no?”. Le digo que por supuesto, le compro un par de pulseras
en agradecimiento y continuo de camino hacia Trevélez pasando por Busquistar
que, para seros sincero, no me mereció la pena ni detenerme.
Voy llegando a Trevélez, el pueblo más alto de España con 1476 m.,
sin saber que me espera una pequeña desilusión. El pueblo, con arquitectura
típica de la zona, está articulado en tres barrios, alto, medio y bajo que se unen entre sí mediante pequeñas callejuelas pero, la verdad, ninguno tiene
nada en especial. Para colmo, la iglesia parroquial de S. Benito que según
había leído contaba con bellas imágenes, está de obras y no se puede visitar.
El pueblo en sí es una oda constante al jamón, hay infinidad de secaderos,
restaurantes y pequeños bares dónde es el producto estrella y, si no lo
pruebas, cometes un gran sacrilegio. La verdad es que está bastante bueno …
pero los he probado mejores. Así que después de tomar un plato y una copita de
vino no fuera que me fueran a correr a collejas por no hacerlo, decidí irme y
continuar mi camino hacía Órgiva. Podía hacerlo en sentido inverso al que había
llegado pero tomé la A-4130, primero porque acortaba y segundo porque no me
apetecía volver a recorrer la misma carretera. Así pues descendí un tramo por
la A-4132 hasta enlazar con la A- 4130 pasando sin detenerme por Almegíjar y
Torvizcón hasta llegar a Órgiva (unos 40 kms. en total). Esta ruta era algo más
peligrosa que la que había traido, con más curvas, estrecha y firme en peor
estado, pero mi compañera se defendió bien y llegamos al destino sin ninguna
novedad. Fuí directo a buscar el hotel elegido en la afueras del pueblo, el
Taray Botánico, dónde lo más bonito era el entorno, con bellos jardines para
pasear y un buen restaurante, aunque las habitaciones son francamente
mejorables, pequeños bungalows de estilo rústico con muebles antiguos y escasos
servicios. Decidí descansar un rato y visitar el pueblo por la tarde.
Órgiva fué el lugar que ofrecieron como retiro los Reyes Católicos
a Boabdil después de la toma de Granada. Hoy en día es conocida sobre todo por
ser un asentamiento hippie permanente (me crucé con varios en mi paseo que iban
con sus furgonetas de colorines a comprar alimentos al pueblo) y celebrar todos
los años en primavera la conocida como Fiesta del Dragón en la que se come y sobre
todo se bebe y se fuma de todo sin ninguna cortapisa. No era primavera pero,
aunque lo hubiera sido, no entraría en mis planes disfrutar del evento.
Visité la Parroquia de Nª Sª de la Expiración,
donde se halla una espléndida talla del Cristo de la Expiración atribuida a
Juan Martínez Montañés. Me di un paseo por el barrio alto que me resultó encantador y me detuve a contemplar en la Plaza de
la Alpujarra las pinturas realizadas en las columnas de un tinao que
representan con fotos cada uno de los pueblos de las Alpujarras. Ya
anocheciendo regresé al hotel donde cené estupendamente en el restaurante del
jardín y me retiré a dormir dando por concluida mi ruta alpujarreña.
Parroquia de la Expiración en Órgiva
DÍA 5 (Órgiva – Murcia)
No hay mucho más que contar. Salí de Órgiva en
dirección a Granada, la bordeé sin entrar en ella y tomé de nuevo la aburrida
autovía que me llevaría a casa, haciendo parada intermedia en Zújar porque mi
moto y mis lumbares no podían soportar de un tirón la distancia a recorrer.
P.D. Como habréis visto (si la paciencia os ha
permitido llegar hasta aquí), no es una ruta motera al uso. Os he contado
exactamente cuales fueron mis experiencias y sensaciones por si algún loco de
la colina se anima a repetirla. Pido disculpas a los posibles lectores moteros
granadinos por las imprecisiones (que seguro que las hay) y los animo a
corregirlas en los comentarios. He cumplido mi objetivo: descubrir que se pueden hacer buenas rutas con una moto pequeña pero, si habéis leido las entradas anteriores, no hay comparación con ir subido a una señora moto como la Burgman 650.
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