sábado, 3 de diciembre de 2016

RUTA POR LA ALPUJARRA GRANADINA EN UNA 200



RUTA POR LA ALPUJARRA GRANADINA EN UNA 200


         Como estamos en período de “hibernación motera” y la climatología no ayuda a realizar ninguna ruta decente, he pensado relataros un viaje que hice hace pocos años y que fué el preludio de mi decisión de cambiar de moto. Por aquel entonces yo tenía una Burgman 200 Executive con la que me desplazaba cómodamente por ciudad y hacía alguna escapada cercana, pero el gusanillo de hacer un viaje más largo me iba comiendo poco a poco hasta que me lié la manta a la cabeza y decidí irme a conocer las Alpujarras granadinas. Era una pequeña locura con esa moto pero, si a éstas alturas de mi vida no cometo locuras no sé cuando las podré hacer. Así que dicho y hecho, un domingo por la mañana me monté y me fuí hasta Lorca para regresar a Murcia (era la distancia que pensaba cubrir en la primera etapa, unos 120 kms). Comprobé que la moto iba bien, aunque superar los 120-130 era complicado y los abanicos de los camiones me meneaban de manera considerable. Aún así me lancé a la aventura y éste es el relato de mi recorrido. La ruta (con una moto decente) se puede hacer en menos días tranquilamente pero, dadas las limitaciones de mi montura, necesité 5 días para hacer el recorrido.


DÍA 1 (Murcia – Vélez Blanco)
                
       Desde Murcia a Granada decidí hacer noche en un punto intermedio y elegí  Vélez Blanco porque me apetecía visitar su castillo. Conducir la Burgman en autovía (A 92) no es nada cómodo, la velocidad de crucero está sobre los 110 km/h y a la hora de adelantar sus 200 c.c se quedan escasos, nada que ver con su hermana mayor la 650 Executive como habréis visto en  entradas anteriores. Además, los vacios provocados sobre todo por el tráfico pesado, te hacen sentir inseguro porque la moto vibra y se desplaza. Aún así, los 121 kms. hasta Vélez Blanco los hice en unos 90 minutos. Una vez dejadas las cosas en el pequeño (y creo que único) hotel que hay a la entrada del pueblo, me dediqué a recorrer el mismo. Vélez Blanco pertenece a la comarca de los Vélez y tiene unos 2000 habitantes. Calles empinadas y casitas blancas le dan el aspecto de un típico pueblo andaluz. Destaca sobre una loma la figura imponente de su castillo del  S. XVI y vinculado a la familia de los Fajardo. Está considerado como BIC y actualmente está en restauración. Tiene una estructura de corte renacentista y lo más destacable era su Patio de Honor, considerado una de las obra maestras del renacimiento español. Y digo era porque en 1904 los entonces propietarios decidieron desmantelar el castillo y vendieron el patio íntegro a un particular francés que primero lo instaló en Marsella y luego en París. Finalmente, en 1945 fué cedido al Museo Metropolitano de N. York dónde se puede admirar en la actualidad. Según me contaron, se están haciendo gestiones para, una vez rehabilitado, conseguir la devolución del mismo (mucha ingenuidad me parece). Otro elemento a destacar es la Torre del Homenaje.

        Además del Castillo, en Vélez Blanco merecen visitarse la Iglesia de Santiago y la Cueva de los Letreros (preguntad a cualquiera del pueblo como llegar) donde está la pintura rupestre conocida como indalo y que es el símbolo de toda la provincia de Almería.


                                                       Castillo de Vélez Blanco


                                             Patio de Honor que se halla en Nueva York
                                                             Fuente de Vélez Blanco


           Una vez repuse fuerzas decidí acercarme a un pueblecito situado más arriba de nombre curioso: María. Son sólo 9 kms. por la A-317, una carretera algo estrecha pero con buen asfalto y no muy revirada. Aquí es donde empecé a darme cuenta de que mi moto iba a funcionar mejor en las carreteras de las Alpujarras que en nacionales. El pueblo en sí no me llamó la atención (lo siento marienses) y lo único destacable es la Iglesia de Nª Sª de la Asunción, del siglo XVI y estilo mudéjar. Así pues, con todo visto en María volví por mis pasos a Vélez Blanco y bajé para ver el otro Vélez: Vélez Rubio.
                Este es mayor que su hermano (unos 7000 habitantes) y cuenta con más servicios. Me gustó callejear por el centro histórico, con calles estrechas y fachadas encaladas o de ladrillo visto. Pero lo más impactante es la Iglesia de Nª Sª de la Encarnación, imponente edificio que había visto en infinidad de veces en el trayecto entre Murcia y Granada pero que nunca había visitado. Predomina en él el estilo barroco y es de construcción típica de cruz latina sobre planta rectangular. La fachada principal está íntegramente labrada en piedra, con una impresionante puerta con arco de medio punto y hornacinas con las figuras de S. Pedro y S. Pablo. La flanquean dos alargadas torres de ladrillo visto. Merece la pena verla si se pasa por aquí. Una vez hecha la visita regresé al hotel para descansar y seguir mi ruta al día siguiente hasta tierras granadinas. 


                                                             Iglesia de Vélez Rubio


DÍA 2 (Vélez Blanco – Granada)
               
            Aquí no hay mucho que contar. Retomé la aburrida A-92 y me dirigí a Granada con los mismos problemas en ruta que el día anterior y tomando conciencia de que cada 100-120 kms. tenía que hacer una parada para descansar la moto y sobre todo ¡¡ mis lumbares!!. Llegué a Granada en unas dos horas y media. Tomé el hotel y el resto del día lo dediqué a revisitar esta preciosa ciudad que siempre me sorprende. ¡Al día siguiente empezaba lo bueno!.


                                                                       La Alhambra


DÍA 3 (Granada – Lanjarón – Pampaneira – Bubión – Capileira )
               
             Con todo listo y el depósito lleno salí de Granada y tomé la A-44 en dirección a Motril y a 34 kms. me desvié por la salida 164 en dirección a Lanjarón, que es la puerta de entrada a las Alpujarras. En Lanjarón entras por el famoso balneario y la planta embotelladora y te metes de lleno en la calle que atraviesa todo el pueblo. Dejé la moto y recorrí este precioso lugar de Al-Lanjarón (lugar de manantiales) lleno de rincones encalados y pequeñas placitas rebosantes de plantas y flores. Me cuentan que en este pueblo está prohibido morirse “por orden del Sr. Alcalde”, ya  que según un edicto “no hay espacio en el cementerio”. Verdad o mentira pasa por ser uno de los pueblos de España con mayor esperanza de vida y en la plaza del pueblo, sobre la fuente, hay una tierna escultura de dos abuelos cogidos de la mano. Por cierto, se celebraba no se qué fiesta y el pueblo estaba engalanado con multitud de figuras de hadas y brujitas colgadas sobre cables que iban de un balcón a otro. Muy curioso. Después de ver la iglesia del S.XVI-XVII que no me llamó especialmente la atención, monté de nuevo y salí por la A-348 rumbo a Pampaneira.


                                                         Rincones de Lanjarón





              La carretera empieza empinarse y a ofrecerme curvas pero tiene un buen asfalto y peraltes y, aunque mi moto no permite excesos como “acostarse” y sus ruedas pequeñas te obligan a una conducción suave y una buena entrada en curvas, el viaje comienza a ser divertido.  Dejo a un lado Órgiva (la veré al regreso) y tomo la A-4132 que me llevará hasta Pampaneira disfrutando de los increíbles paisajes alpujarreños que me acompañarán en toda la ruta. Asciendo mientras voy divisando en lo alto las manchas blancas de los pueblos que voy a visitar y que constituyen el núcleo de la Alpujarra granadina. Después de un par de curvas muy complicadas llego a Pampaneira y aparco la moto en la entrada de su calle principal.
                Pampaneira, junto con Bubión y Capileira fue el refugio de los moriscos granadinos cuando la capital se rindió a las tropas de los Reyes Católicos. Siguieron utilizando su lengua y sus costumbres pero provocaron numerosas revueltas hasta que D. Juan de Austria, enviado por Felipe II, acabó con las sublevaciones. Sufrieron un despoblamiento total y para repoblarlos en el S. XV se enviaron sobre todo a leoneses y gallegos, de ahí el nombre de muchos de estos lugares (Pampaneira, Capileira, Poqueira, Ferreira, Xumpaneira), aunque otras interpretaciones hacen derivar el nombre de Pampaneira del adjetivo latino “pampinarius,pampinaria, pampinarum” que significa “productor de pámpanos” o bien “terreno de viñas”. El caso es que hoy en día son pequeños pueblos con una arquitectura singular y que viven, básicamente, del turismo.  Recorro la calle que cruza el pueblo y termina en la plaza de la iglesia (cerrada). Está cuajada de bares y pequeñas tiendas dónde se venden productos típicos de la zona y el objeto estrella: las jarapas. Las hay de todos los tamaños y colores posibles pero como no me hace falta ninguna y, además, no me cabría en mi equipaje, decido subir y perderme por las callejuelas del pueblo, descubriendo rincones más curiosos y menos concurridos: placitas recoletas, un lavadero público aún en uso y los famosos “tinaos”, una especie de soportales techados que dan cobijo y sombra cuando aprieta el calor. Abandono Pampaneira y continuo hasta mi siguiente parada.


                                                                 Vista de la Alpujarra
                                                      Rincones de Pampaneira

                                                                      "tinao"
                                                           Plaza de Pampaneira
                                                                   Lavadero

                                                        Gato alpujarreño comiendo jamón


                El siguiente punto es Bubión que está sólo a 4 kms. más arriba por la misma carretera que he traido. Este pueblo es, quizás, el más autóctono de la zona. Posee unas vistas increíbles y, según me dicen, en los días claros se puede ver por un lado el Mediterráneo y por otro Sierra Nevada. En sus calles estrechas y empinadas puedes encontrarte con numerosas fuentes y admirar la arquitectura típica de la zona: casas con tejados planos, chimeneas con una especie de forma de seta y balcones con flores. En la plaza del pueblo se hallan la iglesia de Nª Sª del Rosario de estilo mudéjar, el ayuntamiento y un museo alpujarreño que tiene gran cantidad de muebles y objetos de decoración típicos de la zona. Aquí se produjo el levantamiento de los moriscos liderados por un noble de la zona llamado Fernando de Válor (que luego tomó el nombre de Abén Humeya), el cuál fue asesinado por sus propios correligionarios provocando que Juan de Austria sofocara la rebelión y los expulsara definitivamente. Callejeo un poco por el pueblo y retomo mi ruta para llegar al punto dónde tengo pensado hacer noche.


                                                                    Bubión

                                                  Bubión visto desde Capileira


 Mi última visita del día es el pueblo de Capileira que se halla a tan sólo 1.8 kms de Bubión, en las faldas del Mulhacén y el Veleta y que, junto a los otros dos, forman los pueblos del barranco de Poqueira. Busco mi alojamiento que es el Hotel Rural de Poqueira. Como casi siempre lo he reservado con booking (y no es publi) porque tiene una gran oferta, no pagas nada al reservarlo y lo puedes cancelar hasta incluso el mismo día de la reserva. Me llevo una grata sorpresa: es un hotel pequeño, con mucho encanto y la habitación que me asignan es una monería, con techo abuhardillado, cama cómoda y cuarto de baño muy completo. Así que decido comer algo en un bar cercano y descansar un rato. Tengo toda la tarde para ver el pueblo. Antes le doy las gracias a mi pequeña montura que me ha traido hasta aquí sin ningún problema y se ha comportado como “una auténtica moto”.

Convenientemente descansado me fuí a ver Capileira, un pueblecito de la misma factura que los anteriores  declarado Conjunto Histórico Artístico y Paisaje Pintoresco. Posee la Iglesia Parroquial de Nª Sª de la Cabeza, con una imagen de la misma donada por los Reyes Católicos en el S. XV. También posee la Casa-Museo de Pedro Antonio de Alarcón y un par de lavaderos públicos en desuso. En la plaza del pueblo un abuelete me contó que el 1 de Noviembre celebran la fiesta de la mauraca en la que se reúne todo el pueblo para comer castañas asadas, anís y mistela (tradición probablemente importada de Galicia).

           Como era media tarde pensé en bajar de nuevo a Bubión … pero no llegué. Al tomar una curva me encontré un barecito  y decidí parar a tomar algo. Al aparcar me veo alineadas en fila tres preciosas Harleys.  Aparqué, por pudor, algo alejado de ellas y me senté en una de las mesitas de la terraza. Al poco salieron los propietarios de las mismas: look motero total, chupas de cuero, chapas, piercings, barbas. Se sientan y al ver mi casco me preguntan ¿qué, motero?. Yo algo cortado les digo “no como vosotros” y les señalo mi pequeña Burgmann. “¿De dónde vienes?” me dicen y, al explicarles mi ruta, uno de ellos contesta : ¿”Desde Murcia … con eso?”. Ante mi cara y dándose cuenta del error se apresura a decir “perdona, no he querido OFENDERLA”. Ya más distendidos hablamos de motos, me invitan a una cerveza y se pasa el tiempo de manera que ya anocheciendo decido volver a Capileira.

A la hora de cenar me decido por otro de los bares de la plaza. Le sugiero al camarero que me traiga algo típico y el hombre, ni corto ni perozoso, me planta delante un gran “plato alpujarreño”, es decir, patatas a lo pobre, morcilla, lomo de orza, longaniza, jamón serrano y huevos fritos. Vamos lo que viene a ser una cena ligerita. Le hago honor como buenamente puedo (la verdad, estaba muy rico), me tomo un gin-tonic para rebajar algo aquello y voy a dormir. Mañana me espera mi segundo día de ruta por la Alpujarra.


                                                                    Capileira

                                                                  El Mulhacén


 DÍA 4 (Capileira – Pitres – Pórtugos – Busquistar – Trevélez . Torvizcón – Órgiva)

Para hacer la ruta prevista, 65 kms. en total, tenía que deshacer el camino andado. Así que bajé hasta Pampaneira y unos pocos kms. pasado el pueblo giré a la izquierda para seguir por  la A-4132 en dirección a Pitres. La carretera sigue teniendo las mismas características, gran cantidad de curvas con algunas muy reviradas, buen asfalto y poco tráfico. Así que, adaptando mi velocidad al trazado, mi Burgmann no tiene ningún problema en deslizarse con suavidad. Eso sí, tengo que tomar las curvas con mucha apertura y la mano izquierda no puede soltar el freno en ningún momento. De esta manera llego a Pitres donde me espera la primera sorpresa del día.

Llego a la plaza del pueblo, aparco y me dirijo al abuelete de turno (no sé si lo sabéis pero en todos los pueblos hay un abuelo sentado en un banco de la plaza tomando el sol). Le pregunto qué es lo que hay que ver en el pueblo y me contesta “poca cosa, la iglesia, ésta plaza y la sorpresa”. ¿La sorpresa?. “Si hijo, anda y mira aquella foto que hay al lado del Ayuntamiento”. Me acerco con curiosidad y descubro una foto en blanco y negro con una pequeña dedicatoria abajo. Se trata, ni más ni menos, de una foto de García Lorca enviada a Jorge Guillén con la dedicatoria “ Aquí estoy en Pitres, pueblo sin voz ni palomas de la sierra. Crucificado en un árbol”. Indago un poco y parece ser que el poeta pasó aquí una temporada en el cortijo de un amigo y se hizo esa foto.




           Sorprendido todavía por el hallazgo imprevisto continuo hacia Pórtugos para ver algo que si llevaba en mi ruta, aunque veréis ahora que traía una segunda sorpresa. El pueblo en sí no tenía mucho que ver pero, según me había informado, a la salida del mismo se encontraba una pequeña ermita y un lugar denominado Fuente Agria. Efectivamente, al poco de atravesarlo, en plena bajada, descubro una pequeña ermita y paro. No había nadie más o eso creía yo, porque al mirar al otro lado de la carretera descubro un pequeño tenderete con el dueño sentado al lado. Me acerco a preguntar y descubro a todo un personaje, pseudo-hippie, que me cuenta que es de Cádiz y, hace ya varios años, vino de viaje a las Alpujarras y aquí se quedó. Me indica dónde están los caños de la fuente y me dice que la ermita sólo se abre para la bajada de la Virgen. Voy a los caños y (dónde fueres haz lo que vieres) tomo un sorbo de un agua absolutamente imbebible por la gran cantidad de hierro que contiene. Regreso y mi nuevo amigo me dice: “Como somos paisanos (él de Cádiz y yo de Jaén) te voy a contar un secreto. Sigue ese sendero, baja 83 escalones y descubrirás algo precioso”. De perdidos … al rio. Le hago caso y, al terminar los 83 escalones (que luego hay que subir) descubro una pequeña gruta con una cascada de agua ferruginosa de la fuente y un paisaje absolutamente diferente al de arriba, con musgos, helechos, plantas colgantes, además de una considerable diferencia de temperatura. Hipnotizado por el sitio casi mágico descubierto, me siento, hago unas fotos y permanezco un tiempo en solitario disfrutando de la belleza del lugar. Retomo los 83 malditos escalones y regreso con mi amigo que me pregunta: “¿merece la pena o no?”. Le digo que por supuesto, le compro un par de pulseras en agradecimiento y continuo de camino hacia Trevélez pasando por Busquistar que, para seros sincero, no me mereció la pena ni detenerme.


                                                                   La gruta




Voy llegando a Trevélez, el pueblo más alto de España con 1476 m., sin saber que me espera una pequeña desilusión. El pueblo, con arquitectura típica de la zona, está articulado en tres barrios, alto, medio y bajo que se unen entre sí mediante pequeñas callejuelas pero, la verdad, ninguno tiene nada en especial. Para colmo, la iglesia parroquial de S. Benito que según había leído contaba con bellas imágenes, está de obras y no se puede visitar. El pueblo en sí es una oda constante al jamón, hay infinidad de secaderos, restaurantes y pequeños bares dónde es el producto estrella y, si no lo pruebas, cometes un gran sacrilegio. La verdad es que está bastante bueno … pero los he probado mejores. Así que después de tomar un plato y una copita de vino no fuera que me fueran a correr a collejas por no hacerlo, decidí irme y continuar mi camino hacía Órgiva. Podía hacerlo en sentido inverso al que había llegado pero tomé la A-4130, primero porque acortaba y segundo porque no me apetecía volver a recorrer la misma carretera. Así pues descendí un tramo por la A-4132 hasta enlazar con la A- 4130 pasando sin detenerme por Almegíjar y Torvizcón hasta llegar a Órgiva (unos 40 kms. en total). Esta ruta era algo más peligrosa que la que había traido, con más curvas, estrecha y firme en peor estado, pero mi compañera se defendió bien y llegamos al destino sin ninguna novedad. Fuí directo a buscar el hotel elegido en la afueras del pueblo, el Taray Botánico, dónde lo más bonito era el entorno, con bellos jardines para pasear y un buen restaurante, aunque las habitaciones son francamente mejorables, pequeños bungalows de estilo rústico con muebles antiguos y escasos servicios. Decidí descansar un rato y visitar el pueblo por la tarde.

Órgiva fué el lugar que ofrecieron como retiro los Reyes Católicos a Boabdil después de la toma de Granada. Hoy en día es conocida sobre todo por ser un asentamiento hippie permanente (me crucé con varios en mi paseo que iban con sus furgonetas de colorines a comprar alimentos al pueblo) y celebrar todos los años en primavera la conocida como Fiesta del Dragón en la que se come y sobre todo se bebe y se fuma de todo sin ninguna cortapisa. No era primavera pero, aunque lo hubiera sido, no entraría en mis planes disfrutar del evento.

           Visité la Parroquia de Nª Sª de la Expiración, donde se halla una espléndida talla del Cristo de la Expiración atribuida a Juan Martínez Montañés. Me di un paseo por el barrio alto que me resultó encantador y me detuve a contemplar en la Plaza de la Alpujarra las pinturas realizadas en las columnas de un tinao que representan con fotos cada uno de los pueblos de las Alpujarras. Ya anocheciendo regresé al hotel donde cené estupendamente en el restaurante del jardín y me retiré a dormir dando por concluida mi ruta alpujarreña.


                                                                Parroquia de la Expiración en Órgiva


DÍA 5 (Órgiva – Murcia)

No hay mucho más que contar. Salí de Órgiva en dirección a Granada, la bordeé sin entrar en ella y tomé de nuevo la aburrida autovía que me llevaría a casa, haciendo parada intermedia en Zújar porque mi moto y mis lumbares no podían soportar de un tirón la distancia a recorrer.


                                                             Embalse de Zújar



P.D. Como habréis visto (si la paciencia os ha permitido llegar hasta aquí), no es una ruta motera al uso. Os he contado exactamente cuales fueron mis experiencias y sensaciones por si algún loco de la colina se anima a repetirla. Pido disculpas a los posibles lectores moteros granadinos por las imprecisiones (que seguro que las hay) y los animo a corregirlas en los comentarios. He cumplido mi objetivo: descubrir que se pueden hacer buenas rutas con una moto pequeña pero, si habéis leido las entradas anteriores, no hay comparación con ir subido a una señora moto como la Burgman 650. 




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