sábado, 27 de agosto de 2016

Esto no es un blog típico de rutas moteras (los hay a patadas y muy interesantes), es un blog de viajes realizados en una maxi-scooter donde hay sobre todo experiencias vividas porque pienso que debe haber más aficionados a la moto de mis características que les pueda resultar útil. He procurado, además de indicar las rutas que he hecho hasta ahora, contar  las cosas tal y como las he sentido: lugares de interés, carreteras por las que he pasado, sitios donde dormir y comer y, sobre todo, sensaciones que he sentido al viajar con mi moto y que cualquiera de vosotros comprenderá. Si queréis hacer comentarios, sugerencias o lo que os parezca en el apartado correspondiente procuraré contestaros a ellos. Gracias por leerme y buen viaje.  


CASTILLOS DE CUENCA
            
              Una vez acoplado a mi nueva Burgman 650 Executive (y ella a mí), decidí que había llegado el momento de salir un fin de semana completo y, entre las opciones, me decanté por ir a visitar dos de los castillos más espectaculares de España y que se hallan ambos en la provincia de Cuenca: Belmonte y Alarcón.

DÍA 1 (Murcia – Belmonte)
             
                  Como no quedaba más remedio tuve que tomar la A 30 en dirección a Albacete. Aunque sigue siendo un aburrimiento, rodar con esta moto en autovía es entrar en otro mundo. Todo lo que en parado en una auténtica vaca difícil de mover, en cuanto sales se transforma en una ágil y rápida gacela que se desliza con suavidad y potencia a velocidades de 120 – 140 kms/h entre 4000 - 4200 rpm. No tienes sensación casi de velocidad y si pones el parabrisas en la posición más alta (tiene 3) y te agachas mínimamente no te da  viento por ningún sitio. La posición “en ruta” con las piernas estiradas y el respaldo regulable (también tiene 3 posiciones) te hacen sentir casi como estar en el sofá de casa con un manillar en las manos. A la hora de adelantar, las dificultades de sus hermanas pequeñas (200 y 400) desaparecen. Si sueltas un poco el puño el bicho corre que se las pela y, en caso de apuro, aprietas un botón del manillar izquierdo (“power”) que te da un empujón extra para que la maniobra sea enormemente rápida y eficaz. Una gozada vamos, así que de ésta guisa me puse en Albacete en un suspiro (unos 90´) y después de circunvalarla me dirigí a La Roda, dónde tomé la A 36 de peaje para continuar el viaje. Este tramo de peaje, con casi nulo tráfico, me permitió alguna “alegría” y ver de lo que era capaz lo que llevaba entre las piernas. Después de repostar (tiene una autonomía de algo más de 200 kms) dejé la A 36 y me salí por la N 301 en dirección a El Pedernoso. Tras atravesar el pueblo tomé la CM 3102 (¡por fin una comarcal!) que me llevó directo hasta Belmonte.
              El pueblo, no muy grande, tiene una rica tradición histórica. El nombre primigenio “Bellomonte” hacía referencia a la belleza de los montes que lo rodean. En 1323 Don Juan Manuel (sobrino de Alfonso X) lo amuralló y comenzó a construir un alcázar. Posteriormente pasó a pertenecer a la familia Pacheco y fue un descendiente, Juan Pacheco primer marqués de Villena, el que mandó construir el castillo que iba a visitar. La arquitectura del pueblo responde a la típica castellano-manchega: casas bajas, edificios y fachadas señoriales que delatan su pasado esplendor, calles estrechas y empinadas, arcos conservados y que se corresponden a las antiguas entradas a una villa amurallada y rinconcitos con encanto que hay que ir descubriendo al pasear por el mismo.
               Pregunté y me dirigí al lugar elegido para pecnotar y ¡oh sorpresa!, resulta que era el antiguo Alcázar hoy restaurado y transformado en Hotel Palacio del Infante Don Juan Manuel. El lugar es una auténtica pasada. Restaurado con un mimo exquisito, aún conserva restos del antiguo Alcázar visibles y visitables. El bar se sitúa en un precioso claustro y posee un encantador jardín con vistas al castillo y un completísimo spa (que no utilicé por falta de tiempo). Un amabilísimo encargado de la recepción me enseñó todo el hotel y me acompañó a mi habitación que no os detallo para evitar insanas envidias. En serio, si os podéis permitir el gustazo (creo recordar que me salió por 100 euros con desayuno) y vais a visitar Belmonte os lo recomiendo sin dudar. Después de asearme salí a dar una vuelta y el chico de la recepción me explicó que en la puerta del hotel se rodó (hay una placa con foto) una de las escenas más famosas de la película de Pilar Miró El crimen de Cuenca.
              Una de las joyas de Belmonte, junto con el castillo, es la Colegiata de S. Bartolomé que se hallaba al lado justo del hotel. Como estaba cerrada (abrían a las 16 h.) y era la hora de comer, bajé hasta un restaurante que había seleccionado previamente y le dí un buen homenaje a la cocina manchega: unas tapas de morteruelo y gachas manchegas de entrante y un cochinillo de plato principal con vino de la tierra. Se hacía necesario un paseíto para que lo ingerido fuera a su lugar y en el mismo encontré varias sorpresas. La primera fue la casa natal de Fray Luis de León y una placita con una estatua del mismo. La segunda una plaza, la más grande del pueblo, denominada Plaza del Pilar que tiene dos fuentes y una tradición que me contó el señor mayor que siempre me encuentro en las plazas de los pueblos: cuando una chica del pueblo tiene un novio de fuera del mismo y se van a casar, éste debe pagar “la patente” que consiste en invitar a la familia o los amigos. Si no lo hace lo tiran de cabeza al pilón de la plaza y si lo hace … también, o sea que el pobre chico mucha escapatoria no tiene.
              Eran ya casi las 17 h y subí a ver la Colegiata. Es una iglesia gótica del S. XV construida sobre una visigótica anterior. Tiene una preciosa sillería del coro tallada con imágenes de toda España, un órgano muy bonito del S. XVIII, algunas rejas muy notables en las capillas laterales y la pila bautismal dónde bautizaron a Fray de Luis de León. Por cierto, en una de las capillas laterales hay un precioso Cristo amarrado a la columna de Salzillo pero, la poca iluminación de la misma, prácticamente no permite apreciarlo. Para hacer patria se lo comenté al señor que estaba a la entrada para cobrar el ticket y, algo confundido, se excusó diciendo que estaban “de reformas”. Espero que la próxima vez que vaya hayan terminado y poderlo apreciar con todo detalle: ¡¡ leche, es un Salzillo!!.
              Entre pitos y flautas se habían hecho casi las 19 h., así que después de otro paseíto por el pueblo donde asistí a una emocionante partida de bolos entre los residentes del Hogar del Pensionista situado en el jardín principal y visitar la pequeña ermita de Nª Sª de Gracia situada al lado del jardín, decidí regresar al hotel y tomar algo ligero (las migas aún estaban haciendo su efecto) en el bar y retirarme a descansar. Al día siguiente me esperaban mis dos castillos programados.

                                                                     Cristo de Salzillo
                                                                 Retablo de la Colegiata
                                           Patio del Hotel Palacio Infante D. Juan Manuel
                                                    Pila bautismal de Fray Luis de León
                                                       Casa natal de Fray Luis de León
                                                Una de las puertas de entrada a la villa
                                                      Parte de la muralla de Belmonte


DÍA 2 (Belmonte – Alarcón – Murcia)
             
         Después de dormir como un “infante” y un desayuno delicioso en el patio que habéis visto más arriba, recogí mis cosas y me dispuse a visitar el primero de mis objetivos.

        El castillo de Belmonte se halla emplazado sobre el cerro de S. Cristóbal, dominando imponente todos los alrededores. Se levantó en el S. XV por orden de D. Juan Pacheco, primer marqués de Villena, continuando las obras su hijo Diego López Pacheco. Fué prácticamente abandonado durante los siglos posteriores hasta que en el S. XIX, la heredera de la casa de Villena Eugenia de Guzmán (más conocida como la emperatriz Eugenia de Montijo) comienza la restauración, cambiando sobre todo el aspecto interior. Pasó después por varias vicisitudes, siendo monasterio dominico, cárcel de Belmonte, academia del Frente de Juventudes, hasta que los actuales propietarios (la Casa Ducal de Peñaranda) junto a la Administración local y el Ministerio de Fomento, decidieron rehabilitarlo y fue abierto al público en el año 2010. La rehabilitación no debe haber finalizado aún porque, como veréis en las fotos, una imponente grúa desluce el encuadre te pongas dónde te pongas.



       Aunque llegué temprano y aún no estaba abierto, ya había dos autobuses esperando, uno de japoneses y otro de miembros del INSERSO. Es decir, lo normal. Así que con ésta agradable compañía penetré en el castillo y recorrí sus dependencias. La planta del castillo es única, en forma de estrella y su interior de características palaciegas. Destacan las techumbres mudéjares en salones y galerías y posee un “bestiario medieval” esculpido en piedra único en España. Recorrí las habitaciones privadas muy bien conservadas de Eugenia de Montijo, subí a la torre del homenaje y bajé a las mazmorras, terminando de nuevo en la plaza de armas. Después de visitarlo entendí por qué se habían rodado allí películas como El Cid (1961), Los señores del acero (1985), Juana la Loca (2001) o El Caballero Don Quijote (2002).
       Me despedí del castillo dejando atrás a los hijos del sol naciente y a los miembros de la edad dorada (seguro que alguno todavía anda perdido por algún recoveco) y me dispuse a partir hacia mi segundo destino.







        La distancia entre Belmonte y Alarcón es corta (70 kms.) y se puede ir por diferentes rutas. Yo os recomiendo la CM-3009 que luego enlaza en Honrubia con la N-III. Es más divertida, con buen asfalto, bastantes rectas y algunas curvas suaves. Permite relajarse y disfrutar del paisaje manchego.
     La llegada a Alarcón no puede ser más espectacular. Desde lo alto de un cerro se divisa un meandro del rio Júcar y sobre él todo el pueblo de Alarcón, dominado por la espectacular fortaleza de su castillo. Una gozada para la vista.




       Bajé hasta el pueblo y callejeando aparqué en la plaza del Ayuntamiento. Allí me encontré la primera sorpresa. Una antigua iglesia desacralizada (la iglesia de S. Juan Bautista) que posee una portada de Juan de Herrera, fué el proyecto de un pintor español (Jesús Mateo) para decorar todo su interior con pinturas murales de estilo contemporáneo. El proyecto fue patrocinado por la UNESCO y actualmente constituye un espacio singular, visitado por 40000 personas cada año.




       Otros lugares que visité fueron la Iglesia de Santo Domingo (Monumento Nacional), la Iglesia de la Santa Trinidad, con una preciosa portada plateresca, y la Iglesia de Santa María.
        Después de callejear un poco fui directamente al castillo pero decepción gorda, actualmente es Parador Nacional y, por tanto, si no eres huésped sólo puedes ver los jardines que lo rodean y la planta baja dónde está la cafetería. Es una fortaleza casi inexpugnable construida en el S. VIII y conquistada por el rey Alfonso VIII en el S. XII. Allí residió el Infante D. Juan Manuel (El libro del Conde Lucanor). Destaca imponente su torre del homenaje y, según me contaron, en días despejados se puede divisar desde sus almenas un territorio que llega hasta la frontera con Valencia.
     Algo triste por no haber podido ver el interior, decidí darme un “homenaje” en alguno de los muchos bares y restaurantes que rodean al castillo. Así que con la andorga llena y descansado, volví sobre mis pasos para retornar a mi querida Murcia. Si algún paisano hace éste recorrido lo mejor es retomar la N-III que enlaza con la A-30 a la altura de La Roda.





         Además de conocer todo lo anterior, en éste viaje he aprendido dos cosas sobre mi moto (que por otra parte se ha comportado extraordinariamente). Una que hay que procurar trazar las curvas sin rectificar en ellas, las ruedas pequeñas y el peso hacen que te puedas ver en un compromiso. Y dos que hay que aparcarla siempre en llano y, si hay pendiente, “de culo”. Como se te ocurra aparcarla cuesta abajo, debido a su peso, no la mueves ni a martillazos y tienes que pedir ayuda para seguir el viaje.
              Hasta otra. 

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