Después de una sincera
conversación con mi moto ambos convinimos en que, para completar nuestra mutua
curva de aprendizaje, era necesario realizar un viaje algo más largo. Así pues
me puse a rebuscar entre las páginas moteras (mi Burgman tiene muchas
prestaciones pero hasta ahí no llega) y descubrí una ruta por una zona de la
que, sinceramente, no había oído hablar nunca: los pueblos negros de
Guadalajara y, aprovechando unos días libres, preparé el equipaje (entre el
maletero de gran capacidad, el hueco bajo el asiento y una bolsa accesoria que
se fija entre las piernas te puedes llevar media casa) y allá que nos fuimos.
DÍA 1
Vivir en Murcia tiene muchas ventajas, pero para hacer rutas en moto tienes que desplazarte un montón de kms. Hasta el punto de partida. De manera que tomé de nuevo la A-30 hasta Albacete y, pasado éste, a la altura de La Gineta me desvié por la N-320 que pasa por Cuenca y te lleva directa a Guadalajara. Total 421 kms. que recorres con total comodidad en una posición absolutamente relajada, viendo paisajes repletos de campos de girasoles y parando cada 150-200 kms. para descansar y darle de comer a tu montura. Así que a mediodía nos plantamos en Guadalajara y me fui directo al Hotel Pax para tomar la habitación y asearme. Es un hotel cómodo y bonito con buena relación calidad/precio que se halla algo alejado del centro (pero eso viajando en moto no es problema). Después de comer algo me dispuse a visitar la ciudad.
Guadalajara es una ciudad pequeña (85000 habitantes) que, por su cercanía a Madrid, es considerada erróneamente como una gran ciudad-dormitorio de la capital. Mi primera visita obligada fue la concatedral de Santa María, construida sobre una antigua mezquita y que reúne en un solo edificio tres estilos muy diferentes: mudéjar, barroco y renacentista. Había una boda y me colé, pudiendo visitar el interior.
Como legado de su pasada hidalguía quedan en Guadalajara varios palacios y casas nobles. El palacio de los Duques del Infantado, mandado construir por el Marqués de Santillana, es en su mayor parte de estilo gótico y alberga en su interior un precioso patio de los Leones y los salones del Duque.
Del S.XVII es el palacio de la Cotilla que tiene la particularidad de tener una estancia totalmente decorada con papel pintado chino: el Salón Chino. El último palacio que visité fue el palacio de Antonio de Mendoza del S.XVI.
Paseando por la ciudad descubrí algunas iglesias notables, aunque la mayor parte cerradas: la de S. Ginés, la de la Asunción, la capilla de Luis de Lucena y el convento de S. Francisco que posee el panteón de los Mendoza, construido a semejanza del panteón de los Reyes del Escorial. Hice un descanso en la plaza del Ayuntamiento, porticada y con balcones llenos de flores y, finalmente, tras un recorrido por el paseo de las Cruces cuya construcción se inspiró en la Rambla de Barcelona retorné al hotel para cenar y prepararme para al día siguiente iniciar mi recorrido por los pueblos negros.
Concatedral de Guadalajara
Palacio de los Duques del Infantado
¡Me colé en la boda!
Ayuntamiento
Plaza del Ayuntamiento
DÍA 2
Una
vez en ruta me dirigí por la CM-1001 primero y luego por la CM-1004 hacia mi
primer destino: Cogolludo. Las carreteras, aunque estrechas, tienen un buen
asfalto y se conduce con seguridad. En éste pueblo merece la pena ver la
iglesia de Santa María, que posee un cuadro de José de Ribera “el Españoleto”
y, sobre todo, el palacio de los Duques de Medinaceli, considerado el primer
edificio renacentista de España, con muros almohadillados y una gran corona de
laurel sobre la portada.
Detalle de la fachada
Abandoné Cogolludo y por la
CM-1001 me dirigí al considerado primer pueblo de la arquitectura negra:
Retiendas. Como podréis suponer, el nombre de pueblos negros se debe al empleo
de lajas de pizarra oscura en los muros y tejados y, como no existen
edificaciones modernas, todo el pueblo visto desde arriba adquiere un aspecto
de mancha de éste color. Este primer pueblo, en sí mismo, no tiene gran cosa
que ver. Lo más destacable está en sus cercanías y se trata de un antiguo
monasterio cisterciense que tuvo momentos de gran esplendor: el monasterio de
Bonaval que constituía una especie de retiro para los monjes ancianos antes de
pasar a mejor vida. Con la desamortización de Mendizábal fue vendido a manos
particulares que no se preocuparon de su mantenimiento, quedando abandonado y
permaneciendo hoy en día sólo la iglesia en un estado lamentable que podéis ver
en las fotos.
Retomé
el camino para ir a ver un pantano, el del Vado que, por no tener mucha agua,
me recordó a los de mi tierra pero las vistas eran bastante bonitas. Y ya desde
el pantano, por la misma CM-1001 que me había llevado, seguí hasta donde
pensaba pernoctar y donde me llevaría una grata sorpresa: Tamajón
Pantano del Vado
Al llegar a Tamajón localicé la
casa rural que había reservado, La Posada de Tamajón. Se trataba de una antigua
casa señorial del pueblo que habían transformado en alojamiento rural. Me
recibió el hijo de la dueña y me invitó a conocerla. ¡Madre mía!, aquello era
una preciosa casa-museo, con miles de objetos de alto valor expuestos en
vitrinas, pinturas, muebles antiguos perfectamente conservados y restaurados,
un coqueto jardín y varias estancias decoradas con sumo gusto. Mi habitación,
amplia y decorada acorde con el resto de la casa, tenía todas las comodidades y
hasta una bañera de hidromasaje en el baño. Pero ahí no quedó la cosa, el dueño
me cuenta que la casa consta de cuatro habitaciones de las cuales sólo estaba
ocupada la mía, que ellos vivían en Guadalajara y que a qué hora quería el
desayuno. Dicho lo cual, me entrega las llaves y desaparece quedándome yo solo
como eventual dueño de éste pequeño palacio hasta el día siguiente. Y todo por
90 euros A/D. Ni que decir tiene que aproveché el hidromasaje y, después de una
siesta reparadora, me fui a visitar el pueblo.
Tamajón
es un pequeño pueblo de unos 150 habitantes, muy bien conservado, en el que los
más destacable es la iglesia de la Asunción del S.XVI, enteramente románica y
con una bonita galería porticada en su fachada. Me limité a ver el exterior
porque, lógicamente, estaba cerrada. Al lado justo de “mi casa” estaba el
palacio de los Mendoza, renacentista y que es la sede actual del Ayuntamiento.
Por último, a 2 kms. del pueblo se halla la ermita de la Virgen de los
Enebrales que aúna los estilos gótico y renacentista y que está enclavada en
medio de un precioso sabinar. En su interior se halla una imagen de la Virgen
conocida como “la Serrana” y que goza de gran fervor en toda la comarca. La
ermita se mantiene siempre abierta (¡albricias!) mediante una cancela. Después
del paseo y de una buena cena me retiré a mis aposentos para disfrutar de mis
recién adquiridas posesiones.
Palacio de los Mendoza con mi amiga al fondo
Ermita de la Virgen de los Enebrales
DÍA 3
A
la mañana siguiente, a la hora acordada, aparecieron los auténticos dueños. La
señora (en el más amplio sentido de la expresión) se presentó como Dª Elena y
me explicó que era viuda de un anticuario de Guadalajara (empecé a entender la
decoración de la casa), me explicó con minuciosidad algunos detalles, como
cuadros, un reloj antiguo muy bello y objetos similares, ofreciéndome a
continuación en una pequeña salita con vistas al jardín un encantador y nutritivo
desayuno, servido por supuesto en vajilla de cerámica. La verdad es que me
sentí transportado al S.XIX, tanto por el entorno como por los exquitos
ademanes y educación de Dª Elena. Aunque me hubiera quedado charlando un buen
rato debía continuar, así que empaqueté mis cosas y me despedí, no sin antes
decirles que, si volvía a pasar por el pueblo, pernoctaría allí con toda
seguridad y a vosotros os lo recomiendo vivamente.
Las
carreteras que me llevarían a los pueblos negros, la GU-186 primero y la GU-185
después, era una auténtica delicia para los moteros, típica carretera de
montaña, con curvas reviradas (¡lástima que mi moto no permite acostarse más
que un poquito!), suaves subidas y bajadas y un buen asfalto. Los pueblos
negros se hallan en las faldas del pico Ocejón (2000 metros) que posee una
bonita leyenda que no me resisto a contaros. El brujo y señor de una tribu
prerromana poseía extensos territorios en ésta zona, pero hete aquí que enviudó
y se tuvo que hacer cargo de sus tres hijos, los cuales eran muy envidiosos y
tenían constantes peleas por quedarse con la herencia paterna. Harto ya el
progenitor y como buen brujo que era, les endilgó una buena maldición eterna,
de manera que pudieran verse pero no hablarse. Y de ésta guisa se transformaron
en tres montañas que se encuentran enfrentadas entre sí, el mayor Moncayo, el
mediano Ocejón y el pequeño Alto Rey. Y ahí siguen mirándose pero sin mediar
palabra.
La
arquitectura de los pueblos negros es similar en todos ellos, son casas bajas
en las que el material empleado es la laja negra muy abundante en la zona,
además del barro y la madera y que se adaptan perfectamente al duro clima de la
zona. Suelen costar de zaguán, cuadra, cocina, dormitorios y desván para
almacenar los alimentos. La mayoría de ellas presentan una cruz blanca en la
fachada. De ésta manera fuí pasando y parando en Campillejo, El Espinar,
Campillo de Ranas, Robleluengo y Majaelrayo, unos más grandes y otros más
pequeños pero todos encantadores y con las características arquitectónicas que
os he descrito más arriba y que podéis ver en las fotos. Al llegar a Majaelrayo
tomé la GU-2011 para dirigirme a conocer el que decían era el más bonito de
todos.
Y tenían razón, Valverde de los
Arroyos está considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Calles
empedradas, casas con balcones repletos de flores y una plaza Mayor con su
fuente y la iglesia parroquial a un lado. Pueblo para perderse y desconectar
una temporada a sólo 81 kms. de Guadalajara. Desde allí me dirigí a visitar las
chorreras de Despeñalagua, una impresionante cascada de más de 80 metros de
altura y para completar la ruta, por la misma GU-2011, terminé en Almiruete.
Aquí tenía especial interés en ver el Museo de Botargas y Mascaritas, que son
atuendos y máscaras de colores muy vivos que se colocan los habitantes de la
zona en la época de carnaval.
Valverde de los Arroyos
Y desde
Almiruete retomé el camino para, pasando de nuevo por Tamajón, volver ya
anocheciendo a Guadalajara, dónde pensaba hacer noche para regresar a casa al
día siguiente. Esta vez había reservado en el Tryp Guadalajara, por aquello de
cambiar y dar de comer a todo el mundo.
Y hasta aquí
os puedo contar. Deciros que ésta ruta, si vivís en Madrid o cercanías, se
puede hacer en un solo día. En mi caso, viviendo donde vivo y gustándome ir sin
prisas para saborear todo lo que encuentro a mi paso, empleé cuatro, si bien es
cierto que dos de ellos fueron para ir y volver de Guadalajara. ¡Ah!, mi
compañera se comportó de manera extraordinaria, sin el más mínimo problema y
demostrándome que puede circular por ciudad, autovías y carreteras de montaña
con la misma eficacia y seguridad. Creo que me estoy empezando a enamorar. Ya
os contaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario