POR LOS CASTILLOS DE
TOLEDO
Había leído en
algún sitio que la provincia de Toledo es una de las que posee mayor número de
castillos en España. Investigué un poco y, efectivamente, era cierto por lo que
me puse a planear la idea de hacer una ruta en moto para visitar algunos de
ellos, ya que intentar verlos todos era bastante difícil por hallarse dispersos
y necesitar demasiado tiempo para ello. Así pués, consultando mapas elegí una
ruta circular con inicio y fin en Toledo y que permitía pasar por 10 de éstas
fortificaciones. Aquí la tenéis.
DÍAS 1 y 2 (Murcia – Toledo)
Varias
eran las posibilidades de llegar a Toledo, pero todas pasaban por llegar hasta
Albacete por la A-30 (148 kms). Una vez en Albacete y para evitar autovías en
lo posible, me desvié por la N-430 hasta llegar a Munera (57 kms) y continuar
por la misma hasta Tomelloso (53 kms). Es una buena carretera, poco transitada
y con buen asfalto y con bonitos paisajes de la llanura manchega. Una vez en
Tomelloso había que retomar una autovía, la A-43 en éste caso que, tras 188 kms
te lleva directamente a Toledo. En total 446 kms, una buena tirada.
Llegué a Toledo a mediodía y fui directamente al núcleo central de la ciudad: la plaza de Zocodover. El curioso nombre le viene del árabe sūq ad-dawābb y que significa
“mercado de bestias de carga”. En la primitiva plaza se organizaban actos de
todo tipo, corridas de toros, cucañas, autos de fé o ejecuciones. En el siglo
XVI fué destruida por un incendio y hasta el S.XIX no se reconstruyó, creando
la actual plaza de forma rectangular y porticada. Se halla rodeada de gran
cantidad de bares y restaurantes y, desde ella, se aprecia la figura imponente
del Alcázar. Hoy en día sigue siendo el punto de reunión de los toledanos y
escenario de múltiples actividades.
Pregunté a
unos policías allí estacionados por la dirección de mi hotel y me la indicaron,
animándome a circular sin problema por una zona semipeatonal con circulación
restringida. Las calles de Toledo son estrechas y algunas adoquinadas, así con
cuidado conseguí llegar lo más cerca posible de mi hotel y estacionar la moto.
El hotel tenía un curioso nombre (Antídoto Rooms) y se hallaba en una coqueta
plaza (Recoletos) siendo una casa del S.XVI completamente restaurada en su
interior con un estilo moderno y minimalista, con habitaciones de diseño dónde
predominaba el color blanco y con elementos antiguos respetados y restaurados
como vigas y barandillas de madera y muros originales. Tomé mi habitación y me
dispuse a salir para comer y dar una vuelta por la ciudad.
Atravesando de nuevo Zocodover
y, a través de un arco muy bonito se bajan unas escaleras y se llega al Museo
de Santa Cruz, conjunto formado por el antiguo Hospital de Santa Cruz y el
Convento de Santa Fe. Es un edificio del S.XVI con una bonita portada
plateresca de Alonso de Covarrubias. Se accede a él por la calle Santa Fe y ya
dentro hallamos el perfecto ejemplo de cómo se pueden conjugar de manera
armónica elementos antiguos con otros modernos. Una gran cristalera nos permite
divisar una bella panorámica del Paseo del Miradero, los jardines del nuevo
Palacio de Congresos y del río Tajo. En su interior cuenta con numerosas
secciones de Arqueología, Bellas Artes, etc. y es imprescindible visitar el
patio, con una preciosa escalera obra también de Covarrubias.
Escalera de Covarrubias
Desde allí,
subiendo por la calle abierta al tráfico de la plaza de Zocodover, se llega
hasta el Alcázar. Es una impresionante fortaleza fortificada que se asienta y
domina desde el lugar más alto de Toledo. Resumiendo os diré que fué en el
inicio un palacio romano, después una fortaleza árabe y luego pasó a manos
cristianas. Carlos I lo reformó en el S.XVI encargando la obra, entre otros, a
Alonso de Covarrubias y Juan de Herrera. Sufrió hasta tres incendios y fué
reconstruido en el S.XIX y utilizado como torre telegráfica. No os voy a contar
el asedio que sufrió durante la Guerra Civil (se puede leer en cualquier sitio)
y se convirtió en un símbolo de las tropas franquistas. Hoy en día, visitarlo
es rememorar esa época pasada con varios salones de armas, el despacho de
Moscardó e incluso la cripta con los restos de los defensores. Quizás es más
interesante saber que es la sede de la Biblioteca de Castilla-La Mancha y la
del Museo del Ejército.
Saliendo del
Alcázar se va hacia la derecha y callejeando un poco se llega a la Catedral. Se
accede a ella por una puerta lateral sacando el correspondiente ticket en una
tienda situada justo enfrente (???). Antes de entrar os recomiendo ir a la
plaza y admirar su fachada principal. Representa la culminación del gótico en
España y su construcción comenzó en el S.XIII y se extendió hasta el XVI,
siendo sus autores diferentes maestros en épocas sucesivas.
La facha principal consta de una
torre (la torre del Reloj), tres portadas (la del Perdón, la del Juicio Final y
la del Infierno) y a la derecha una capilla mozárabe. La puerta del Perdón sólo
se abre en ocasiones muy señaladas. Hay que admirar cada una de ellas, con
infinidad de escenas y diferentes motivos labradas en las mismas. Mi consejo es
que vayáis rodeando y admirando todos
los detalles de este edificio hasta llegar a la puerta la Llana por la que se
accede al interior.
Ya allí hay que ver las capillas
laterales, la capilla Mayor y el impresionante retablo de la misma, sin olvidar
la capilla mozárabe donde todos los domingos se celebra la misa en éste rito.
Quizás, para una visita detallada, lo mejor es recurrir a una audioguía o
incluirse en un grupo que lleve guía de habla castellana para poder enterarse
de todos los detalles (yo me pegué a uno durante un rato procurando no
despertar sospechas).
Por último hay que admirar el
claustro. Se construyó en el lugar que ocupaba un antiguo mercado y cuenta la
leyenda que el arzobispo y los mercaderes no se ponían de acuerdo sobre el
precio a pagar por el lugar hasta que, aprovechando un incendio sufrido en el
mismo, logró que se lo vendieran a bajo precio y construir el claustro (“la
caridad empieza por uno mismo”).
Dada mi afición a la música no
quiero terminar ésta breve reseña de la catedral sin indicar que también ha
sido un referente en éste sentido. Cuenta con varios órganos de gran valor, en
su momento se interpretaban obras con acompañamiento de instrumentos de viento
y de cuerda y en el S.XVI se creó el grupo de los Seíses o Escolanía de la
Catedral que aún permanece con sus vestimentas originales y que interpretaban
en los actos religiosos obras del canto gregoriano y de la polifonía del
momento, siendo uno de sus maestros más celebres el gran Cristóbal de Morales.
Claustro
Como ya era un poco tarde y tenía todo el siguiente día para completar mi visita a Toledo, volví a Zocodover y, después de cenar en un restaurante de la plaza, me fuí a descansar.
Al día siguiente desayuné en una
cafetería cercana (que no sirvieran desayunos y una insonorización mejorable
son las dos pegas que le puedo poner a mi hotel) y me dispuse a recorrer lo
mucho que aún me quedaba por ver de Toledo. Callejeé y fui descubriendo a mi paso preciosos rincones.
De ésta manera
llegué a mi primera parada que era la iglesia de Santo Tomé, restaurada en el
S.XIV por Gonzalo Ruiz de Toledo, Señor de Orgaz, que cuenta con un campanario
de estilo mudéjar y que es conocida por albergar en el interior el famoso
cuadro del Greco “El entierro del Conde Orgaz”. Después de admirarlo con
detenimiento (lógicamente no se podían hacer fotos) continué con mi paseo por
la judería para dirigirme a una de las dos sinagogas con que cuenta Toledo, la
de la Santa María la Blanca. Se trata de una construcción mudéjar del S.XII y
que sirvió de inspiración para otras sinagogas como la de Segovia. Sus paredes
de ladrillo blancas y lisas, sus arcos de herradura y sus pilares configuran un
espacio incomparable. El edificio fue posteriormente iglesia católica e incluso
tuvo otros usos, como el de beaterio para mujeres públicas arrepentidas e
incluso cuartel. Hoy lo podemos admirar tal y como fué concebido por los judíos
que lo denominaron “la mayor y mejor sinagoga de España”.
La otra gran
sinagoga de Toledo es la del Tránsito, construida en el S.XIV y que, tras la
expulsión de los judíos se transformó en una iglesia de la Orden de Calatrava.
Está construida en ladrillo, mampostería, madera y yeso y, hoy en día, alberga
el Museo Sefardí. Su interior es de una gran riqueza iconográfica
(lamentablemente no puedo enseñaros fotos porque la cámara se había quedado sin
batería por mi torpeza, así que tuve que entrar en una cafetería cercana y
tomar un segundo desayuno mientras se recargaba).
Después de ver las sinagogas me
dirigí a la Casa Museo del Greco, que no es ni la original (se destruyó en un
incendio) ni se halla en el mismo lugar que ocupaba ésta. Tiene algunas obras
importantes del pintor pero, ni mucho menos se puede considerar uno de los
lugares imprescindibles de Toledo.
Desde allí me dirigí a visitar
otro gran edificio que es el Monasterio de San Juan de los Reyes. Fue
construido bajo el patrocinio de la reina Isabel I de Castilla y constituye una
muestra excelente del gótico isabelino en España. Consta de una sola nave con
capillas laterales y tiene un bonito retablo mayor en la iglesia y, sobre todo,
un precioso claustro considerado como una de las joyas del gótico en transición
al renacimiento.
Como estaba
cerquita, bajando la calle, me dirigí a visitar el Puente de Alcántara que está
situado al pie del Castillo de San Servando y junto a la Puerta de Alcántara.
Era uno de los puentes para entrar a Toledo y obligatorio para los peregrinos.
Desde él se divisan unas preciosas vistas del rio Tajo y cuando llegué había un
grupo de chavales con monitores que estaban cruzando el rio de un lado a otro
en una tirolina instalada al efecto.
Puerta de Alcántara
Puente de Alcántara
Ya se había
hecho la hora de comer y, por el mismo sitio que me había llevado hasta allí
retorné para buscar un restaurante que me había recomendado la amabilísima
encargada de la recepción del hotel. Se llamaba La Clandestina y, aunque me
costó algo encontrarlo, mereció la pena porque comí muy bien y a un precio más
que adecuado. Con las fuerzas renovadas y descansado volví a atravesar
Zocodover (como véis el paso por aquí es casi obligatorio) y, desde el mirador
que hay en el Palacio de Congresos, estuve haciendo fotos y admirando las
bonitas vistas de la muralla, las puertas de entrada y el rio Tajo.
Desde allí
pude observar un edificio que me traía recuerdos (aunque no muy agradables) de
mi juventud. Se trataba de la Academia de Infantería en la que realicé parte de
mi servicio militar (por aquél entonces obligatorio). Así que, a modo de
reconciliación, me acerqué hasta ella. Es un edificio neorrenacentista situado
en frente del Alcázar y por ella pasaron ilustres militares (no era mi caso)
como Franco, entre otros.
Después de enterrar
definitivamente los días bastante complicados que pasé allí y pasar página me
fui a callejear de nuevo por el casco histórico sin rumbo determinado (me
encanta descubrir rincones al azar sin llevarlos planeados en la ruta) y
terminé frente al Teatro Rojas. Su construcción se debe a varios arquitectos y
fue edificado sobre el primitivo corral de comedias del Mesón de la Fruta. Como
estaba abierto entré y pude ver, no sin antes darle conversación al portero que
era natural de Caravaca (Murcia), unas bonitas pinturas en el techo y
medallones de grandes autores del teatro clásico español, como Tirso de Molina,
Calderón de la Barca o el propio Francisco de Rojas que da nombre al teatro. Me
gustó mucho el telón de boca.
A estas alturas del día ya el
cansancio se empezaba a notar, así que fui a buscar un restaurante que llevaba
apuntado y que se encontraba muy cerca del hotel. Se llamaba Alfileritos y la
verdad es que la cena a base de tapas bastante elaboradas resultó muy
agradable. Después de haber recorrido gran parte de Toledo y siendo consciente
de no haber visitado muchos lugares (lo que me da la excusa perfecta para
volver en otra ocasión) me retiré a descansar para comenzar al día siguiente el
principal objetivo de mi viaje: ver algunos de los castillos de ésta preciosa
provincia.
DÍA 3 (de
viaje por los castillos)
Desayuné y preparé las cosas
y salí de Toledo pasando por una de sus puertas más famosas: la de la Bisagra.
Paré para hacerle la foto de rigor a mi montura y llevarme el puro del policía
de turno porque allí no se podía estacionar. Una vez “chorreado” por la
autoridad municipal me monté y seguí mi camino hacia mi primer destino:
Almonacid.
Almonacid es
una pequeña población que se halla distante de Toledo 24 kms que se recorren
cómodamente primero tomando la autovía de los Viñedos y luego
la CM-42. El pueblo en sí no reviste gran interés y, fuera del mismo, en
lo alto de una colina se halla el castillo de origen árabe y punto estratégico
de vigilancia. Fue donado a Alfonso XI como parte de la dote de su esposa Zaida
hija de un rey moro. Fue utilizado como prisión de Alfonso Enríquez por su
hermano Juan I de Castilla y, ya en el S.XIX, sirvió como refugio contra las
tropas francesas en la célebre batalla de Almonacid, aunque finalmente resultó
conquistado por éstas. Actualmente se encuentra en un estado lamentable,
quedando en pie únicamente la torre del homenaje y restos de aljibes y algunas
habitaciones. Tal es su estado que está en venta al módico precio de 1 euro,
eso sí, con el compromiso de reformarlo íntegramente. Así que si alguno de
vosotros os toca la bono-loto y no sabéis que hacer con el dinero, podéis daros
el capricho de poseer un bonito castillo en plena llanura manchega.
El siguiente
punto a visitar se hallaba a tan sólo 6 kms del anterior por la CM-400. Era un
castillo del S.XIV de origen islámico que fue reconstruido durante los S.XV y
XVI y luego abandonado hasta que en 1890 pasó a manos de un enamorado de los
castillos, José Manuel Sierra, que lo reconstruyó íntegramente. Se halla anexo
al templo parroquial de la bonita localidad de Mascaraque. Actualmente presenta
una estructura muy similar a la que debió tener en su origen, con una preciosa
torre del homenaje en la que se hallan tallados en piedra tres Sellos o
Pentáculos de Salomón (estrellas de cinco puntas con el poder de proteger de
los peligros, hechizos y enfermedades, utilizadas por los alquimistas) y
rodeado todo por almenas. Sólo hay constancia de la existencia de estos
símbolos en el Castillo de Polan y en Puentedeume y sólo uno en cada caso. Uno
de los lados da a un parque con jardines y huertas y en el interior, rodeando a
un patio, está el salón, los
dormitorios, la cocina, las torres de guardia y las escaleras. Es de propiedad
particular y no se puede visitar.
El
siguiente objetivo eran las ruinas de un castillo que se hallaba situado a 5
kms de la localidad de Mora, a la que se llega continuando otros 6 kms por la
CM-400 para, una vez allí, preguntar porque el acceso es complicado ya que se
llega por una pequeña carretera algo escondida entre los árboles. Se denomina
el castillo de Peñas Negras y es de propiedad municipal estando en fase de
reconstrucción. Está construido sobre una roca y era un magnífico lugar de
defensa. Pasó por varias manos (fué parte de la dote de la princesa Zaida en su
boda con Alfonso VI) hasta que en el S.XII Alfonso VIII lo donó a la Orden de
Santiago. Lo más llamativo del mismo es que no es cuadrado, sino que tiene
forma de barco y la mejor visión del mismo es desde el aire, cosa imposible en
mi caso porque mi moto tiene muchas prestaciones pero, por ahora, no vuela. Se
puede visitar previa reserva en el Ayuntamiento
La siguiente
parada era también muy cerquita, a sólo 6 kms por la CM-4017 y se trataba del
castillo de Manzaneque. Este castillo
data del S.XV y parece que fue edificado por encargo de Iñigo de Avalos. Es de
planta cuadrada, con torre del homenaje y puerta en forma de arco apuntado. No
está en alto como todos los anteriores sino en llano en el centro de la
población, está catalogado como BIC y para visitarlo hay que solicitarlo en el
Ayuntamiento situado en frente del mismo.
El siguiente
castillo era uno de los más importantes que ver. Se situaba en la población de
Consuegra y se llegaba a ella por la CM-42 tras recorrer 27 kms.
Consuegra es un municipio que
tuvo gran importancia en la época romana, siendo la principal ciudad de la
Carpetania y dónde confluían caminos que iban hacia el norte y hacia el sur.
Por ella pasaba la calzada romana llamada “Vía Laminium”.
El castillo se remonta a la
época de la dominación árabe, pasando después a manos castellanas y de nuevo
siendo reconquistada por los almorávides en la famosa batalla de Consuegra,
dónde murió Diego el hijo del Cid Campeador. Definitivamente reconquistada por
los cristianos, la ciudad y el castillo fueron donados a la Orden de Malta.
Llegué a Consuegra y fui
directamente a su Plaza Mayor. En ella se sitúan el Ayuntamiento de estilo
renacentista, la torre del reloj y un edificio denominado de “los Corredores”
del S.XVII y que tiene una bella balconada de madera en estilo típicamente
manchego (es el actual Museo Arqueológico). Como ya era la hora de comer,
aparqué y fui a tomar algo en uno de los bares de la plaza para, después de
descansar un poco, dirigirme al cerro Calderico dónde se sitúan el castillo y
otras construcciones muy visitadas: los molinos de viento.
Ascendiendo por una bonita
carreterita se deja el castillo a la derecha y se llega a una explanada que
permite el aparcamiento. Había dos autobuses de turistas japoneses (¿cómo es
posible que estén en todas partes?) y uno de ellos me hizo la foto de más
abajo. De los 13 molinos alineados del S.XVI quedan 12, cada uno con su nombre.
Yo entré a visitar el llamado Rucio que tiene una pequeña exposición de vinos
manchegos en la planta baja y en las superiores se sitúan la rueda de moler y la
habitación dónde se recogía el producto ya elaborado en grandes sacos. Hay
carteles y un pequeño video explicativo de todo el proceso.
Bajando un poquito se llega al
castillo que se denomina castillo de la Muela y que posee una doble línea de
murallas, tres torreones, una torre albarrana y un adarve exterior. Fue
prácticamente destruido primero por la ocupación francesa en el S.XIX y después
por la expropiación, un incendio y el abandono. En el S.XX lo adquirió el
Ayuntamiento de la localidad y comenzó su restauración que aún continúa pero
está muy avanzada. Se puede visitar pero a la hora que era (las cuatro de la
tarde) estaba cerrado.
Plaza Mayor de Consuegra
Descendí hasta
Consuegra y allí retomé la CM-42 que me debía llevar (tras 43 kms.) al lugar
elegido para pernoctar: Alcázar de San Juan.
El hotel no se hallaba en el
mismo pueblo sino a unos 10 kms del mismo y estaba construido en unos viñedos
(Hotel Château Viñasoro). Estaba bastante bien, con habitaciones muy cómodas,
amplios espacios para celebraciones y mucha tranquilidad sólo que rodeado …. de
viñedos. Así que después de dejar las cosas me fui a visitar el pueblo.
Al llegar a Alcázar lo mejor es
dirigirte directamente a la Plaza de Santa María. En ella se sitúa la iglesia
de Santa María la Mayor del S.XII, templo predominantemente barroco aunque el
ábside exterior es románico. En su interior se halla la pila donde fue
bautizado Miguel de Cervantes y un bonito Camarín de la Virgen del Rosario con
azulejos de Talavera. En la plaza hay una escultura homenaje a Cervantes. En
frente de la iglesia está el Torreón del Gran Prior, una torre almohade del
S.XII rehabilitada en 2008 y convertida en Espacio Museográfico de los
Caballeros Hospitalarios (Orden de S. Juan). Merece la pena la visita.
Plaza de Santa María
Torreón del Gran Prior
Interior. Iglesia de Santa María
Desde allí
merece la pena callejear un poco y admirar las casas manchegas con galerías,
balcones y portalones con escudos. Destaca la Posada de Santo Domingo (hoy
Museo Municipal). Otros sitios de interés son la iglesia de la Santísima
Trinidad de estilo rococó, la iglesia de S. Francisco con una bonita portada
plateresca y la iglesia de Santa Quiteria, barroca que destaca por sus piedras
de sillería de color rojo.
Ya anocheciendo regresé al hotel
para tomar algo y descansar para proseguir mi ruta al día siguiente.
DÍAS 4 Y 5
(más castillos y regreso).
Había que volver atrás, es
decir, regresar a Alcázar de San Juan, de ahí a Consuegra y allí tomar la
CM-4116 que, después de 24 kms, me llevaría al siguiente destino: el castillo
de Guadalerzas.
Para llegar a él había que dirigirse hasta Los
Yébenes y así lo hice. Al llegar aparqué y fuí a preguntar por el castillo (no
viciosillos, no me encontré con la famosa concejala y, aunque así hubiera sido,
mis gustos en la materia son algo más refinados). Le comenté al empleado de una
gasolinera mi destino y me indicó la carretera a tomar que, tras unos 20 kms me
debía llevar al sitio pero me avisó que fuera atento porque no era fácil de
ver. Seguí sus indicaciones pero, efectivamente, tras recorrer más de 40 kms
supuse que me lo había pasado. Pregunté en una venta pero no tenían ni idea del
mencionado castillo así que retorné a Los Yébenes a baja velocidad mirando a
diestro y siniestro y ¡ por fin! a unos
20 kms del pueblo descubrí la silueta escondida del mismo. Se trataba de un
castillo hoy abandonado construido por los árabes en un desfiladero, punto
estratégico para defender la ruta hacia Córdoba. Fué pasando de manos árabes a
cristianas de manera alternativa hasta que en el S.XII lo ocupó la Orden de
Calatrava que fundó allí el hospital de Godalferga. La edificación adquirió
cierto prestigio y en el S.XVI se instaló allí el Colegio de Doncellas Nobles
de Toledo. Poco a poco comenzó su deterioro y actualmente se halla muy
deteriorado y sin acceso posible, ya que se halla en una finca rodeada por
alambradas.
Algo decepcionado retorné a
Los Yébes para tomar la N-401 que me debía llevar durante 10 kms hasta Orgaz. Esta población está declarada Conjunto
Histórico Artístico y alberga una serie de calles estrechas de origen islámico.
Aún perduran dos arcos (el de Belén y el de San José) como recuerdo de las
antiguas entradas a la villa. Tiene una Plaza Mayor de estilo toledano con
soportales, dónde resalta majestuosa la iglesia parroquial de Santo Tomás
Apóstol, obra de Churriguera que nació y murió aquí. Destacan la torre, sus dos
cúpulas y la portada. En su interior hay un bonito retablo y varias capillas
laterales merecedoras de una visita.
El castillo es obra de Alvar
Pérez de Guzmán y, después de pasar por varias manos y vicisitudes (entre ellas
un incendio) fue reconstruido por su actual propietario (esto de tener un
castillo para ti solo me estaba empezando a llamar la atención, aunque se me
plantea el problema de la limpieza del mismo). Tiene una planta rectangular con una torre del
homenaje de 20 metros en uno de los lados y en los otros tres hay garitones
volados. El mismo se alquila para espectáculos y conciertos y sólo se puede
visitar los miércoles de Abril a Noviembre.
Desde Orgaz se toma la
CM-410 y tras recorrer 41 kms nos encontramos en Polan, pequeña villa que
conserva en su interior los restos de un castillo “mágico”, ya que se desconoce
su origen, aunque es citado ya en el S.XII. Perteneció al poeta Lope de Zúñiga
y la última referencia del mismo es del S.XIX cuando era propiedad de los
Marqueses de Cerralbo. Debió ser un castillo de gran tamaño a juzgar por lo
alto y ancho de sus restos y, sobre todo, porque la puerta de entrada muy bien
conservada se encuentra en la plaza del pueblo, a gran distancia de lo que
queda de él. Se conservan las torres de sus extremos (una de ellas es la casita
de una cigüeña como podéis ver más abajo) y uno de sus laterales se halla en el
interior del colegio del pueblo.
A tan sólo 5 kms del
anterior se hallaba el último de los castillos de mi viaje y, quizás, uno de
los mejor conservados: el castillo de Guadamur. Fué construido en el S.XV por
Pedro López de Ayala. En él vivieron Felipe El Hermoso y Juana La Loca y
también pasaron por allí personajes como el Cardenal Cisneros, Carlos V y la
Princesa de Éboli. Fue incendiado dos veces, pasó a manos de los vecinos del
pueblo y de estos al Conde Asalto, vuelto a incendiar durante la Guerra Civil
y, finalmente, el Marqués de Campoó lo restauró hasta su estado actual. Su
planta es rectangular y está formado por dos edificios amurallados con un foso.
Tiene una torre del homenaje de 31 metros de altura adornada con garitones. En
el interior hay una interesante colección de armaduras, tapices, muebles y
cuadros de época.
Habiendo completado mi
periplo por algunos de los castillos de Toledo y siendo consciente de que
todavía hay más por ver para otra visita (Escalona, Maqueda, Talavera de la
Reina, Oropesa y Montalbán), volví a tomar la CM-401 que en tan solo 18 kms me
devolvió a mi punto de partida: Toledo.
Había programado hacer noche en la capital ya que era
tarde y volver a Murcia resultaba complicado. Busqué el alojamiento (La Posada
de Manolo) que se hallaba al lado justo de la Catedral, con habitaciones
temáticas dedicadas a oficios antiguos y una terraza superior para los
desayunos desde la que casi se podía tocar los tejados del templo.
Bajé
a cenar algo y prontito a descansar para, al día siguiente, regresar a Murcia
por el mismo camino que me había llevado hasta allí. Espero que os haya gustado
el viaje y os animo a realizarlo u otro similar ya que la provincia de Toledo
tiene muchos rincones y lugares bellos por descubrir.
Nos vemos.