RUTA DE LA PLATA I
Aunque
existen datos que parecen indicar su anterioridad, fueron los romanos de
Hispania los que construyeron una calzada que iba desde Augusta Emerita
(Mérida) a Asturica Augusta (Astorga), con el fin de unir éstas dos importantes
poblaciones de sur y norte para establecer un flujo comercial y facilitar el
intercambio de personas y mercancías. Posteriormente, en la época de la
dominación árabe, se siguió utilizando y fué denominada al-Balat (el camino
empedrado) de dónde, por deformación fonética, parece que viene el nombre de
Vía de la Plata aunque en realidad nunca ha discurrido por ella este material.
En época moderna, con fines sobre todo turísticos, se ha ampliado hasta
llevarla por el sur a Sevilla y por el norte a Gijón, saliéndose de su trazado
original.
Buceando
en páginas moteras empecé a darle forma al proyecto de realizar ésta ruta con
mi moto, considerada en el ambiente motero como una de las clásicas en España.
Busqué mapas y distancias, lugares que visitar, sitios donde alojarme y todo
aquello que pudiera serme de utilidad. Y así, poco a poco, fuí perfilando el
viaje que os voy a contar. Necesitaba tiempo, ya que no se trataba de llegar
cuanto antes sino de saborear los sitios por los que transcurre, por ello he
empleado 10 días de mis vacaciones en recorrerla. A muchos les parecerá
excesivo, ya que es cierto que se puede hacer en 3-4 días, pero como os he
dicho no tenía ninguna prisa y quería disfrutar de la experiencia pausadamente
además de que, viviendo en Murcia, tenía que desplazarme desde aquí hasta
Sevilla y luego regresar desde Gijón. Este es el relato en 3 entradas de mi
viaje por la Ruta de la Plata.
DÍA 1 (Murcia – Montefrío)
Llegado
el momento y con la moto puesta a punto, preparé las cosas y cargué mi vehículo
para iniciar mi particular aventura.
Tanto el desplazamiento a Sevilla como la vuelta desde Gijón, había decidido hacerlo
en dos días, así que había que buscar un punto intermedio que fuera atractivo
para ver cosas y pasar la noche. Un compañero de trabajo me había sugerido que
visitara Montefrío y animado por noticias recientes de que había sido elegido
por National Geographic como uno de los 10 pueblos del mundo con las vistas más
espectaculares me decidí a ir allí.
Llegar
a Montefrío es sencillo. Desde Murcia tomáis la A-92 y tras 280 kms. estáis en
Granada. Sin entrar, tomáis la salida Granada Oeste-Córdoba y por la N-432,
pasáis por Pinos Puente y, tras salir del pueblo, giráis a la izquierda por la
GR-3410 que es una agradable comarcal, algo revirada, que en 19 kms. os deja en
Montefrío. Tras llegar, busqué el alojamiento (Monterftur Apartahotel) que era
una antigua casona transformada en 5 apartamentos acogedores. A mí me tocó el
del último piso (ha sido la constante de casi todo el viaje) pero las escaleras
tenían su recompensa en una amplia terraza con buenas vistas al castillo y la
iglesia. Así que después de instalarme me dispuse a recorrer el pueblo.
Lo
primero fué subir a los miradores para contemplar las maravillosas vistas
anunciadas y, la verdad, es que son espectaculares, no sé si de las 10 mejores
del mundo (las clasificaciones son siempre bastante subjetivas) pero si que
merecen la pena. Después de algunas fotos que os dejo abajo proseguí
recorriendo el pueblo.
Llama poderosamente la atención
la cúpula de la iglesia de la Encarnación del S.XVIII, totalmente redonda (de
hecho los nativos la llaman “la redonda”). Es de estilo neoclásico granadino y
fue diseñada tomando como modelo el Panteón de Agripa-Adriano en Roma. El
interior (también totalmente circular) a mí no me pareció de gran interés.
El
segundo punto a visitar era el castillo, dónde sobre una fortaleza árabe en la vivió
durante 7 años el rey de Granada Ismail, los Reyes Católicos levantaron una
iglesia que fue encargada a Diego de Siloé que, tras dos intentos (el primer
proyecto no gustó al pueblo), levantó la que hoy se puede visitar de estilo
gótico-renacentista. Subir se puede hacer de dos formas, andando o en vehículo.
Yo elegí la primera y no me arrepentí, ya que así pude ver una curiosidad y son
las cruces que algunas casas lucen en su fachada y que tenían como objetivo
salvaguardar a sus moradores de las epidemias (sobre todo de peste).
Cúpula de la iglesia desde el interior
En el descenso me paré a
contemplar el Ayuntamiento, que ocupa un palacete privado de la familia
García-Valdecasas (un compañero, ya jubilado, se apellidaba así).
Además de lo anterior, en los
alrededores de Montefrío se hallan las denominadas Peñas de los Gitanos, que es
un conjunto arqueológico del neolítico con dólmenes, una necrópolis visigoda y
restos romanos y árabes. Después de tan productivo paseo y una buena cena me
fui a descansar porque al día siguiente quería salir temprano hacia Sevilla,
punto de origen de mi ruta.
DÍA 2
(Montefrío – Zafra)
Las
posibilidades para llegar a Sevilla eran varias. Como me apetecía curvear un
rato y no ir siempre por autovía, tomé la A-339 hasta Priego de Córdoba y desde
ahí la A-333 que, pasando por Iznájar, me llevó de nuevo a la A-92 a la altura
de Archidona y ya directo a Sevilla (unos 250 kms.). En éste punto comenzaba la
auténtica Ruta de la Plata y hay que aclarar una cosa. El recorrido se puede
hacer de dos maneras: por la N-630 o por la A-66 que discurre paralela a la
anterior. A mi (supongo que a todos) no me gustan mucho las autovías, de hecho
realicé algunos tramos no muy largos por la N-630 y, aunque es una buena
carretera y con poco tráfico, el hecho de atravesar numerosos pueblos y tener
que salvar infinidad de rotondas ralentiza mucho la marcha, así que mi
recorrido ha sido en un 90% por la A-66.
Otro
dato a tener en cuenta es el climatológico. Yo había planeado el viaje para la
primera quincena de Septiembre pensando que haría más fresquito. Tremendo error.
No podía sospechar que una ola de calor barrería España con temperaturas de 40º
o superiores, así que entre la chupa, el casco y los guantes iba empapado de
sudor debiendo, sobre la marcha, modificar algo los planes para procurar llegar
al punto de destino al mediodía, descansar un poco evitando las horas de más
calor y a media tarde salir para ver cosas. De este modo me planté en Zafra
tras 134 kms. por la autovía.
Zafra
es una ciudad medieval con rico pasado árabe (Safra) que dividía la frontera
entre las taifas de Sevilla y Badajoz. Fué reconquistada por Alfonso III el
Santo y es con los señores de Suárez de Figueroa dónde alcanzó gran esplendor,
construyéndose la muralla y el Alcázar. Varios zafrenses tuvieron un papel
destacado en la conquista de América como Pedrarias de Almesto, Hernando de
Santana o Juan Jaramillo de Andrade.
Mi hotelito (Casa Ruy López) se hallaba en pleno casco histórico, en su mayor
parte peatonal, así que tras varias vueltas y 50 metros por dirección prohibida
conseguí aparcar la moto en la puerta del establecimiento, una casa señorial
restaurada con esmero, con bonitos apartamentos decorados con gusto y todas las
comodidades. El mio, lógicamente, estaba en el piso superior. Después de dejar
las cosas pregunté al amable dueño un lugar para comer pues eran las 3 de la
tarde y me recomendó un restaurante cercano en el que me llevé una grata
sorpresa. Se llamaba La Marquesa y era un antiguo molino restaurado de forma
exquisita, con suelo de cristal que dejaba ver las antiguas tinajas y donde,
para completar el entorno, se come excelentemente por un precio muy asequible.
Tanto me gustó que repetí en la cena.
Dejé
pasar las horas de más calor descansando un rato y salí a ver Zafra que, por lo
demás, se recorre tranquilamente en unas 3 horas ya que todo está concentrado
en el casco histórico. La vida de Zafra se concentra alrededor de sus dos
plazas, la Chica y la Grande, ambas porticadas. La primera es la más antigua y
suponía el centro comercial de la villa. Está porticada en tres de sus cuatro
lados, ubicándose en el restante un edificio nobiliario ocupado por los
segundones de la Casa de Feria, pasando después a ser Ayuntamiento y hoy en día
Palacio de Justicia.
Ambas plazas se comunican por el Arquillo de Pan, que cobija
en sus soportales un retablo de la Virgen de la Esperancita y, al lado del
mismo, una columna dónde aún subsiste la famosa Vara de Zafra, referencia de
medida antigua para los comerciantes que trabajaban en la plaza.
Arquillo del Pan
Virgen de la Esperancita
La vara de Zafra
La Plaza Grande se halla
porticada casi en su totalidad y data en su mayor parte del S. XVI, aunque
algunos soportales perfectamente identificables son del S. XV. Es rectangular y
dividida en dos espacios diferenciados, uno peatonal con palmeras y bancos y
otro adoquinado que permite el tráfico rodado.
Muy
cerca de la Plaza Grande se halla la iglesia de la Candelaria del S. XVI,
construida sobre una antigua sinagoga y de estilo gótico. La torre es
posterior, del S. XIX, con campanario de ladrillo. Hoy ostenta el rango de
Colegiata. En su interior destacan varios cuadros de Zurbarán, un precioso
retablo mayor y un bonito órgano.
El cuarto sitio que no hay que
perderse si se pasa por aquí es el Palacio de los Duques de Feria (antiguo
Alcázar y hoy Parador de Turismo). Se construyó en tan solo 6 años y, aunque
presenta un aspecto fortificado, se planificó como una residencia señorial.
Aunque de trazas góticas la decoración es mudéjar y destaca una impresionante
torre del homenaje. Pude asomarme a su encantador patio central aunque,
lógicamente, poco más pude ver por ser estancias destinadas a los huéspedes.
Cuando desaparecieron los impulsores de la obra (la familia Suárez de Figueroa)
el edificio decayó y se destinó a usos tan variopintos como cuartel, prisión,
colegio e incluso hospital. Afortunadamente la recuperación como Parador
Nacional ha permitido a este bello edificio su disfrute de todos.
Después de callejear un poco
volví a cenar en La Marquesa y me fui a dormir. El día siguiente se presentaba
muy denso.
DÍAS
3 y 4 (Mérida, Trujillo y Cáceres)
Desayuné y,
después de pagar el alojamiento (48 euros A/D), retomé de nuevo la A-66 para
recorrer los 62 kms. que las separan y llegar hasta Mérida.
Así
como Cáceres es una ciudad eminentemente medieval (yo lo veréis), Mérida es un
homenaje al mundo romano. Es un lugar para estar un par de días por la gran
cantidad de lugares a visitar pero yo sólo disponía de una mañana escasa
aunque, como ya estuve hace muchos años, recordaba bastantes cosas. Me limitaré
a citaros algunos lugares imprescindibles si os acercáis a ella: el Teatro y el
Anfiteatro romano, además del Circo, el puente romano sobre el Guadiana, el
acueducto de Los Milagros, el templo de Diana y el arco de Trajano, la casa del
Mitreo y, como arquitectura religiosa, la Concatedral de Santa María y la
Basílica de Santa Eulalia. Como era domingo y la entrada era gratuita, pasé a
ver el Museo Arqueológico y, para terminar, me dí un garbeo por la Alcazaba
donde el calor ya empezaba a hacer estragos. Os dejo unas fotos de estos
lugares.
Anfiteatro de Mérida
Teatro de mérida
Casa romana
La Alcazaba
Puente romano sobre el Guadiana
Aunque lamentando el haber dejado
varios sitios en el tintero pero habiendo recorrido lo más importante de Mérida,
volví a montarme en mi moto para seguir la A-66 hasta llegar a Cáceres (77
kms.) a mediodía (sudando a mares) y buscar el alojamiento (Hotel la Boheme)
que se hallaba en plena Plaza Mayor. Aquí también todo el casco histórico es
peatonal y tuve que recurrir a la ayuda de unos amables policías para dejar la
moto lo más cerca posible.El hotel estaba ambientado y decorado en un estilo
árabe (de hecho la planta baja funcionaba como una tetería con un jardincito
muy agradable. Mi habitación (¿lo adivináis?) estaba en el último piso,
totalmente abuhardillada (en algunos sitios demasiado) con decoración árabe,
una ducha monísima pero poco funcional (se salía el agua por más cuidado que
llevaras) y un lavabo muy bajito que hacía necesario arrodillarse para lavarse
los dientes (se ve que la estatura de los árabes era bastante más baja que la
nuestra o bien se aseaban sentados en el suelo) pero, en fin, todo muy coqueto
y con éstas pequeñas cositas que pueden ser subsanadas. Bajé a tomar algo y
luego a descansar a ver si decaía un poco el bochorno y podía pasear un rato
por el casco histórico.
A
media tarde me atreví a asomar el hocico y ver algunas cosas, como por ejemplo
la Torre de Bujaco, emblema de Cáceres, de construcción árabe con su pequeño
balcón de los Fueros. En ella el almohade Abu Ya’qub pasó a cuchillo a 40
fratres que la defendían. Actualmente es el centro de interpretación y desde el
almenar se contempla unas vistas preciosas de la ciudad.
Si
atravesáis el Arco de la Estrella, obra de uno de los hermanos Churriguera,
bajo el cual Isabel la Católica juró los fueros de Cáceres, os halláis en pleno
casco histórico. Uno de los primeros edificios que os encontraréis es la casa
de los Ovando, renacentista del S.XVI y reformado en el S.XVIII. Si seguís un poco estaréis en la Plaza de
Santa María, dónde se halla el Palacio Episcopal, también renacentista, dónde
se alojó Felipe II al regresar de su coronación como rey de Portugal y frente a
éste se halla la Concatedral de Santa María, realizada entre los S.XV y XVI en
un estilo románico de transición al gótico. Dentro sobresale el retablo mayor
plateresco, realizado en pino de Flandes. La sacristía tiene una preciosa
portada plateresca y también me llamó la atención una talla del Cristo Negro de
Cáceres y un bonito órgano del S.XVIII. La Concatedral está declarada Monumento
Histórico Artístico y, como curiosidad, en una de sus fachadas estaban
levantando un decorado (ver foto) porque en ella se va a rodar parte de una
serie (la Catedral del Mar).
También
pude ver la casa Aldana, de estilo gótico del S.XIV y que en su fachada
presenta las cinco flores de lis de la familia Aldana. Como iba a pernoctar dos
noches en mi coqueta y elevada habitación, transformé algo mis planes y decidí
dedicar la mañana siguiente a visitar Trujillo y la tarde (si el tiempo lo
permitía) a terminar de recorrer el casco histórico. Así que me senté en uno de
los muchos bares que hay en la Plaza Mayor a tomar algo fresquito y, luego de
picotear algo, me fuí a dormir.
Casa de los Ovando
Decorado
Concatedral de Santa María
Tal y como había planeado, al día
siguiente me desplacé hasta Trujillo (apenas 45 kms. por la A-58). Esta ciudad
es casi imposible recorrerla en coche o moto, sus calles muy estrechas y
empinadas con pavimento de adoquines hacen que sea de alto riesgo circular por
ellas.
Lo
primero que te sorprende de Trujillo es su gran Plaza Mayor, porticada y
renacentista, presidida por una gran estatua ecuestre de Francisco de Pizarro
(curiosamente de autor norteamericano y donada a la ciudad por sus familiares).
Además de varios palacios, en la plaza se encuentra la iglesia de San Martín de
Tours del S.XVI. Callejeando a pié conforme ascendemos podemos ir contemplando
palacios como el de los Marqueses de la Conquista, el de los Orellana-Pizarro o
el San Carlos con una preciosa portada plateresca. Así mismo, descubrimos
conventos como el de Santa Clara (hoy Parador Nacional) o el monasterio de San
Francisco el Real de la Coria y de esta manera llegaremos a la otra gran
iglesia de Trujillo, la de Santa María la Mayor que, aunque data del S.XIII
tuvo que ser reconstruida en estilo totalmente gótico en el S.XVI dado su
deterioro. Otra curiosidad, un artesano encargado de realizar los 58 capiteles
en piedra (Antonio Serván) no se le ocurrió otra cosa que esculpir como un
capitel el escudo del club de sus amores, de manera que el Athletic Club de
Bilbao figura para siempre impreso en la fachada. En su interior destaca un
magnífico retablo y criptas donde están enterrados numerosos personajes
pertenecientes a las familias Pizarro, Orellana y Altamirano, entre otros,
además de Diego García de Paredes “el Sansón extremeño”, citado por Cervantes
en El Quijote.
También
merece la pena subir hasta el castillo y las murallas y contemplar el paisaje
que se divisa. Lamentablemente no pude ver el interior porque se hallaban
recogiendo los bártulos de un concierto celebrado el día antes.
De
ésta forma y, tras volver a callejear sin rumbo, retorné a la Plaza Mayor y
busqué mi moto para regresar a Cáceres, no sin antes tener que descender por
una enorme cuesta adoquinada con los dos frenos cogidos, pero mi pesada moto se
comportó admirablemente.
Estatua equestre de Pizarro
Organo de S. Martin de Tours
Convento de Santa Clara (Parador)
Iglesia de Sª Mª la Mayor
Curioso confesionario
Rincones de Trujillo0
Rincones de Trujillo
Rincones de Trujillo
Rincones de Trujillo
La
tarde en Cáceres la dediqué a completar el recorrido por el casco histórico.
Visité la iglesia de San Francisco, monumental edificio barroco del S.XVIII y
edificado por los jesuitas que, al estar a gran desnivel sobre la plaza, parece
aún más imponente. Actualmente está desacralizada y presenta un bonito retablo
en su interior.
Iglesia de S. Francisco
Con la misión cumplida de haber
recorrido bastante bien el casco histórico, regresé a la Plaza Mayor para cenar
e irme a descansar. Al día siguiente me esperaba Salamanca y lo que fuera
encontrando al paso.
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