lunes, 12 de septiembre de 2016




                                                      RUTA DE LA PLATA I

                               Aunque existen datos que parecen indicar su anterioridad, fueron los romanos de Hispania los que construyeron una calzada que iba desde Augusta Emerita (Mérida) a Asturica Augusta (Astorga), con el fin de unir éstas dos importantes poblaciones de sur y norte para establecer un flujo comercial y facilitar el intercambio de personas y mercancías. Posteriormente, en la época de la dominación árabe, se siguió utilizando y fué denominada al-Balat (el camino empedrado) de dónde, por deformación fonética, parece que viene el nombre de Vía de la Plata aunque en realidad nunca ha discurrido por ella este material. En época moderna, con fines sobre todo turísticos, se ha ampliado hasta llevarla por el sur a Sevilla y por el norte a Gijón, saliéndose de su trazado original.
                               Buceando en páginas moteras empecé a darle forma al proyecto de realizar ésta ruta con mi moto, considerada en el ambiente motero como una de las clásicas en España. Busqué mapas y distancias, lugares que visitar, sitios donde alojarme y todo aquello que pudiera serme de utilidad. Y así, poco a poco, fuí perfilando el viaje que os voy a contar. Necesitaba tiempo, ya que no se trataba de llegar cuanto antes sino de saborear los sitios por los que transcurre, por ello he empleado 10 días de mis vacaciones en recorrerla. A muchos les parecerá excesivo, ya que es cierto que se puede hacer en 3-4 días, pero como os he dicho no tenía ninguna prisa y quería disfrutar de la experiencia pausadamente además de que, viviendo en Murcia, tenía que desplazarme desde aquí hasta Sevilla y luego regresar desde Gijón. Este es el relato en 3 entradas de mi viaje por la Ruta de la Plata.

DÍA 1 (Murcia – Montefrío)

                               Llegado el momento y con la moto puesta a punto, preparé las cosas y cargué mi vehículo para iniciar mi particular aventura.


         Tanto  el desplazamiento a Sevilla como  la vuelta desde Gijón, había decidido hacerlo en dos días, así que había que buscar un punto intermedio que fuera atractivo para ver cosas y pasar la noche. Un compañero de trabajo me había sugerido que visitara Montefrío y animado por noticias recientes de que había sido elegido por National Geographic como uno de los 10 pueblos del mundo con las vistas más espectaculares me decidí a ir allí.
          Llegar a Montefrío es sencillo. Desde Murcia tomáis la A-92 y tras 280 kms. estáis en Granada. Sin entrar, tomáis la salida Granada Oeste-Córdoba y por la N-432, pasáis por Pinos Puente y, tras salir del pueblo, giráis a la izquierda por la GR-3410 que es una agradable comarcal, algo revirada, que en 19 kms. os deja en Montefrío. Tras llegar, busqué el alojamiento (Monterftur Apartahotel) que era una antigua casona transformada en 5 apartamentos acogedores. A mí me tocó el del último piso (ha sido la constante de casi todo el viaje) pero las escaleras tenían su recompensa en una amplia terraza con buenas vistas al castillo y la iglesia. Así que después de instalarme me dispuse a recorrer el pueblo.

                                              La iglesia "redonda" y el castillo

           Lo primero fué subir a los miradores para contemplar las maravillosas vistas anunciadas y, la verdad, es que son espectaculares, no sé si de las 10 mejores del mundo (las clasificaciones son siempre bastante subjetivas) pero si que merecen la pena. Después de algunas fotos que os dejo abajo proseguí recorriendo el pueblo.





          Llama poderosamente la atención la cúpula de la iglesia de la Encarnación del S.XVIII, totalmente redonda (de hecho los nativos la llaman “la redonda”). Es de estilo neoclásico granadino y fue diseñada tomando como modelo el Panteón de Agripa-Adriano en Roma. El interior (también totalmente circular) a mí no me pareció de gran interés.
               El segundo punto a visitar era el castillo, dónde sobre una fortaleza árabe en la vivió durante 7 años el rey de Granada Ismail, los Reyes Católicos levantaron una iglesia que fue encargada a Diego de Siloé que, tras dos intentos (el primer proyecto no gustó al pueblo), levantó la que hoy se puede visitar de estilo gótico-renacentista. Subir se puede hacer de dos formas, andando o en vehículo. Yo elegí la primera y no me arrepentí, ya que así pude ver una curiosidad y son las cruces que algunas casas lucen en su fachada y que tenían como objetivo salvaguardar a sus moradores de las epidemias (sobre todo de peste).

                                                   Cúpula de la iglesia desde el interior

                                                         Las cruces "protectoras"

           En el descenso me paré a contemplar el Ayuntamiento, que ocupa un palacete privado de la familia García-Valdecasas (un compañero, ya jubilado, se apellidaba así).


           Además de lo anterior, en los alrededores de Montefrío se hallan las denominadas Peñas de los Gitanos, que es un conjunto arqueológico del neolítico con dólmenes, una necrópolis visigoda y restos romanos y árabes. Después de tan productivo paseo y una buena cena me fui a descansar porque al día siguiente quería salir temprano hacia Sevilla, punto de origen de mi ruta.

DÍA 2 (Montefrío – Zafra)

           Las posibilidades para llegar a Sevilla eran varias. Como me apetecía curvear un rato y no ir siempre por autovía, tomé la A-339 hasta Priego de Córdoba y desde ahí la A-333 que, pasando por Iznájar, me llevó de nuevo a la A-92 a la altura de Archidona y ya directo a Sevilla (unos 250 kms.). En éste punto comenzaba la auténtica Ruta de la Plata y hay que aclarar una cosa. El recorrido se puede hacer de dos maneras: por la N-630 o por la A-66 que discurre paralela a la anterior. A mi (supongo que a todos) no me gustan mucho las autovías, de hecho realicé algunos tramos no muy largos por la N-630 y, aunque es una buena carretera y con poco tráfico, el hecho de atravesar numerosos pueblos y tener que salvar infinidad de rotondas ralentiza mucho la marcha, así que mi recorrido ha sido en un 90% por la A-66.
        Otro dato a tener en cuenta es el climatológico. Yo había planeado el viaje para la primera quincena de Septiembre pensando que haría más fresquito. Tremendo error. No podía sospechar que una ola de calor barrería España con temperaturas de 40º o superiores, así que entre la chupa, el casco y los guantes iba empapado de sudor debiendo, sobre la marcha, modificar algo los planes para procurar llegar al punto de destino al mediodía, descansar un poco evitando las horas de más calor y a media tarde salir para ver cosas. De este modo me planté en Zafra tras 134 kms. por la autovía.
        Zafra es una ciudad medieval con rico pasado árabe (Safra) que dividía la frontera entre las taifas de Sevilla y Badajoz. Fué reconquistada por Alfonso III el Santo y es con los señores de Suárez de Figueroa dónde alcanzó gran esplendor, construyéndose la muralla y el Alcázar. Varios zafrenses tuvieron un papel destacado en la conquista de América como Pedrarias de Almesto, Hernando de Santana o Juan Jaramillo de Andrade.
          Mi hotelito (Casa Ruy López) se hallaba en pleno casco histórico, en su mayor parte peatonal, así que tras varias vueltas y 50 metros por dirección prohibida conseguí aparcar la moto en la puerta del establecimiento, una casa señorial restaurada con esmero, con bonitos apartamentos decorados con gusto y todas las comodidades. El mio, lógicamente, estaba en el piso superior. Después de dejar las cosas pregunté al amable dueño un lugar para comer pues eran las 3 de la tarde y me recomendó un restaurante cercano en el que me llevé una grata sorpresa. Se llamaba La Marquesa y era un antiguo molino restaurado de forma exquisita, con suelo de cristal que dejaba ver las antiguas tinajas y donde, para completar el entorno, se come excelentemente por un precio muy asequible. Tanto me gustó que repetí en la cena.
          Dejé pasar las horas de más calor descansando un rato y salí a ver Zafra que, por lo demás, se recorre tranquilamente en unas 3 horas ya que todo está concentrado en el casco histórico. La vida de Zafra se concentra alrededor de sus dos plazas, la Chica y la Grande, ambas porticadas. La primera es la más antigua y suponía el centro comercial de la villa. Está porticada en tres de sus cuatro lados, ubicándose en el restante un edificio nobiliario ocupado por los segundones de la Casa de Feria, pasando después a ser Ayuntamiento y hoy en día Palacio de Justicia.
          Ambas plazas se comunican por el Arquillo de Pan, que cobija en sus soportales un retablo de la Virgen de la Esperancita y, al lado del mismo, una columna dónde aún subsiste la famosa Vara de Zafra, referencia de medida antigua para los comerciantes que trabajaban en la plaza.

                                            Plaza Chica con el Palacio de Justicia al fondo
                                                            Arquillo del Pan
                                                      Virgen de la Esperancita
                                                                 La vara de Zafra

          La Plaza Grande se halla porticada casi en su totalidad y data en su mayor parte del S. XVI, aunque algunos soportales perfectamente identificables son del S. XV. Es rectangular y dividida en dos espacios diferenciados, uno peatonal con palmeras y bancos y otro adoquinado que permite el tráfico rodado.

                                                                   Plaza Grande


         Muy cerca de la Plaza Grande se halla la iglesia de la Candelaria del S. XVI, construida sobre una antigua sinagoga y de estilo gótico. La torre es posterior, del S. XIX, con campanario de ladrillo. Hoy ostenta el rango de Colegiata. En su interior destacan varios cuadros de Zurbarán, un precioso retablo mayor y un bonito órgano.   


           El cuarto sitio que no hay que perderse si se pasa por aquí es el Palacio de los Duques de Feria (antiguo Alcázar y hoy Parador de Turismo). Se construyó en tan solo 6 años y, aunque presenta un aspecto fortificado, se planificó como una residencia señorial. Aunque de trazas góticas la decoración es mudéjar y destaca una impresionante torre del homenaje. Pude asomarme a su encantador patio central aunque, lógicamente, poco más pude ver por ser estancias destinadas a los huéspedes. Cuando desaparecieron los impulsores de la obra (la familia Suárez de Figueroa) el edificio decayó y se destinó a usos tan variopintos como cuartel, prisión, colegio e incluso hospital. Afortunadamente la recuperación como Parador Nacional ha permitido a este bello edificio su disfrute de todos.

                                               Palacio de los Duques de Feria (Parador)


          Después de callejear un poco volví a cenar en La Marquesa y me fui a dormir. El día siguiente se presentaba muy denso.

                                                              Rincones de Zafra


DÍAS 3 y 4 (Mérida, Trujillo y Cáceres)

               Desayuné y, después de pagar el alojamiento (48 euros A/D), retomé de nuevo la A-66 para recorrer los 62 kms. que las separan y llegar hasta Mérida.
         Así como Cáceres es una ciudad eminentemente medieval (yo lo veréis), Mérida es un homenaje al mundo romano. Es un lugar para estar un par de días por la gran cantidad de lugares a visitar pero yo sólo disponía de una mañana escasa aunque, como ya estuve hace muchos años, recordaba bastantes cosas. Me limitaré a citaros algunos lugares imprescindibles si os acercáis a ella: el Teatro y el Anfiteatro romano, además del Circo, el puente romano sobre el Guadiana, el acueducto de Los Milagros, el templo de Diana y el arco de Trajano, la casa del Mitreo y, como arquitectura religiosa, la Concatedral de Santa María y la Basílica de Santa Eulalia. Como era domingo y la entrada era gratuita, pasé a ver el Museo Arqueológico y, para terminar, me dí un garbeo por la Alcazaba donde el calor ya empezaba a hacer estragos. Os dejo unas fotos de estos lugares.

                                                   Monumento a la loba romana
                                                           Anfiteatro de Mérida
                                                        Teatro de mérida
                                                          Casa romana
                                                                  La Alcazaba
                                                       Puente romano sobre el Guadiana

          Aunque lamentando el haber dejado varios sitios en el tintero pero habiendo recorrido lo más importante de Mérida, volví a montarme en mi moto para seguir la A-66 hasta llegar a Cáceres (77 kms.) a mediodía (sudando a mares) y buscar el alojamiento (Hotel la Boheme) que se hallaba en plena Plaza Mayor. Aquí también todo el casco histórico es peatonal y tuve que recurrir a la ayuda de unos amables policías para dejar la moto lo más cerca posible.El hotel estaba ambientado y decorado en un estilo árabe (de hecho la planta baja funcionaba como una tetería con un jardincito muy agradable. Mi habitación (¿lo adivináis?) estaba en el último piso, totalmente abuhardillada (en algunos sitios demasiado) con decoración árabe, una ducha monísima pero poco funcional (se salía el agua por más cuidado que llevaras) y un lavabo muy bajito que hacía necesario arrodillarse para lavarse los dientes (se ve que la estatura de los árabes era bastante más baja que la nuestra o bien se aseaban sentados en el suelo) pero, en fin, todo muy coqueto y con éstas pequeñas cositas que pueden ser subsanadas. Bajé a tomar algo y luego a descansar a ver si decaía un poco el bochorno y podía pasear un rato por el casco histórico.
        A media tarde me atreví a asomar el hocico y ver algunas cosas, como por ejemplo la Torre de Bujaco, emblema de Cáceres, de construcción árabe con su pequeño balcón de los Fueros. En ella el almohade Abu Ya’qub pasó a cuchillo a 40 fratres que la defendían. Actualmente es el centro de interpretación y desde el almenar se contempla unas vistas preciosas de la ciudad.
         Si atravesáis el Arco de la Estrella, obra de uno de los hermanos Churriguera, bajo el cual Isabel la Católica juró los fueros de Cáceres, os halláis en pleno casco histórico. Uno de los primeros edificios que os encontraréis es la casa de los Ovando, renacentista del S.XVI y reformado en el S.XVIII.  Si seguís un poco estaréis en la Plaza de Santa María, dónde se halla el Palacio Episcopal, también renacentista, dónde se alojó Felipe II al regresar de su coronación como rey de Portugal y frente a éste se halla la Concatedral de Santa María, realizada entre los S.XV y XVI en un estilo románico de transición al gótico. Dentro sobresale el retablo mayor plateresco, realizado en pino de Flandes. La sacristía tiene una preciosa portada plateresca y también me llamó la atención una talla del Cristo Negro de Cáceres y un bonito órgano del S.XVIII. La Concatedral está declarada Monumento Histórico Artístico y, como curiosidad, en una de sus fachadas estaban levantando un decorado (ver foto) porque en ella se va a rodar parte de una serie (la Catedral del Mar).
      También pude ver la casa Aldana, de estilo gótico del S.XIV y que en su fachada presenta las cinco flores de lis de la familia Aldana. Como iba a pernoctar dos noches en mi coqueta y elevada habitación, transformé algo mis planes y decidí dedicar la mañana siguiente a visitar Trujillo y la tarde (si el tiempo lo permitía) a terminar de recorrer el casco histórico. Así que me senté en uno de los muchos bares que hay en la Plaza Mayor a tomar algo fresquito y, luego de picotear algo, me fuí a dormir.

                                               Torre de Bujaco y Arco de la Estrella
                                                           Casa de los Ovando
Decorado
                                                         Concatedral de Santa María

          Tal y como había planeado, al día siguiente me desplacé hasta Trujillo (apenas 45 kms. por la A-58). Esta ciudad es casi imposible recorrerla en coche o moto, sus calles muy estrechas y empinadas con pavimento de adoquines hacen que sea de alto riesgo circular por ellas.
        Lo primero que te sorprende de Trujillo es su gran Plaza Mayor, porticada y renacentista, presidida por una gran estatua ecuestre de Francisco de Pizarro (curiosamente de autor norteamericano y donada a la ciudad por sus familiares). Además de varios palacios, en la plaza se encuentra la iglesia de San Martín de Tours del S.XVI. Callejeando a pié conforme ascendemos podemos ir contemplando palacios como el de los Marqueses de la Conquista, el de los Orellana-Pizarro o el San Carlos con una preciosa portada plateresca. Así mismo, descubrimos conventos como el de Santa Clara (hoy Parador Nacional) o el monasterio de San Francisco el Real de la Coria y de esta manera llegaremos a la otra gran iglesia de Trujillo, la de Santa María la Mayor que, aunque data del S.XIII tuvo que ser reconstruida en estilo totalmente gótico en el S.XVI dado su deterioro. Otra curiosidad, un artesano encargado de realizar los 58 capiteles en piedra (Antonio Serván) no se le ocurrió otra cosa que esculpir como un capitel el escudo del club de sus amores, de manera que el Athletic Club de Bilbao figura para siempre impreso en la fachada. En su interior destaca un magnífico retablo y criptas donde están enterrados numerosos personajes pertenecientes a las familias Pizarro, Orellana y Altamirano, entre otros, además de Diego García de Paredes “el Sansón extremeño”, citado por Cervantes en El Quijote.
         También merece la pena subir hasta el castillo y las murallas y contemplar el paisaje que se divisa. Lamentablemente no pude ver el interior porque se hallaban recogiendo los bártulos de un concierto celebrado el día antes.

          De ésta forma y, tras volver a callejear sin rumbo, retorné a la Plaza Mayor y busqué mi moto para regresar a Cáceres, no sin antes tener que descender por una enorme cuesta adoquinada con los dos frenos cogidos, pero mi pesada moto se comportó admirablemente.

                                                             Plaza Mayor de Trujillo
                                                          Estatua equestre de Pizarro
                                                         Organo de S. Martin de Tours
                                              Convento de Santa Clara (Parador)
                                                          Iglesia de Sª Mª la Mayor
                                                             Curioso confesionario
                                                         Rincones de Trujillo0
                                                         Rincones de Trujillo
                                                             Rincones de Trujillo
                                                               Rincones de Trujillo

          La tarde en Cáceres la dediqué a completar el recorrido por el casco histórico. Visité la iglesia de San Francisco, monumental edificio barroco del S.XVIII y edificado por los jesuitas que, al estar a gran desnivel sobre la plaza, parece aún más imponente. Actualmente está desacralizada y presenta un bonito retablo en su interior.

                                                                        Iglesia de S. Francisco

            También pude ver el Palacio de los Golfines de los Golfines de Abajo y la iglesia de S. Mateo, gótica, donde se hallan enterrados numerosos nobles cacereños. Para terminar, por recomendación del dueño del hotel, llegué hasta el final del casco histórico para darme una vuelta por el barrio judío, con calles estrechas, trazadas sin orden concreto y que aún conserva muchas casas originales de ese período de la historia. En él se halla la puerta de entrada a Cáceres más antigua de origen romano y la coqueta y pequeña Ermita de San Antonio.
          Con la misión cumplida de haber recorrido bastante bien el casco histórico, regresé a la Plaza Mayor para cenar e irme a descansar. Al día siguiente me esperaba Salamanca y lo que fuera encontrando al paso.








No hay comentarios:

Publicar un comentario