RUTA DE LA PLATA II
DÍA 5 (Cáceres, Plasencia, Hervás, Béjar,
Salamanca)
Dejé
Cáceres bastante temprano para evitar el calor en lo posible y retomando mi ya
familiar A-66 me dirigí hacia mi primera parada: Plasencia. Esta ciudad es una de
las pocas en España que no tiene una catedral sino dos, la Antigua y la Nueva.
Después de aparcar la moto me acercé a verlas pero ¡oh desilusión!, en la
Catedral Antigua se estaba rodando una película o serie (Romeo y Julieta) y
estaba cerrada a los visitantes. ¡Me han tocado en el viaje todos los rodajes
del año!. Así que me tuve que conformar con visitar la Catedral Nueva, eso sí,
esperando a que terminara la misa que se estaba celebrando.
Su construcción comenzó en el S.XV y se prolongó durante el S.XVI en un estilo gótico-renacentista, participando en ella numerosos arquitectos como Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón. En ella destacan el coro, con los sitiales de los Reyes Católicos, el retablo mayor y dos retablos laterales, uno precioso obra de Churriguera que posee un pequeño sepulcro central que sólo se abre una vez al año (el 15 de Agosto). El otro retablo es denominado “de las reliquias”, porque guarda en su interior los restos de varios santos.
Catedral nueva de Plasencia
Después de visitar la Catedral
nueva y ya sobre la moto, me dí una vuelta para contemplar la muralla que
protegía el casco antiguo y el acueducto que, curiosamente, no es de origen
romano sino medieval y fué mandado construir en el S.XVI por Juan de Flandes.
Continuando
42 kms por la autovía llegamos a un pueblecito llamado Hervás. El objetivo de
ésta parada era visitar uno de los que dicen mejor conservados barrios judíos
de España. En la localidad se instalaron en el S.XV varias familias de este
origen y conformaron un barrio de calles estrechas y empinadas, con casas de
adobe y madera revocadas en teja, algunas de las cuales se conservan como
fueron originariamente. Pasear por allí es evocar otro mundo y sumergirse en
cómo debió ser la vida de los habitantes que ocuparon el lugar hasta que fueron
expulsados de éstas tierras. En una de ellas me topé con una curiosa y preciosa
cabina de teléfonos antigua de la que os dejo una foto.
Bonita cabina antigua
Embobado por la belleza del
barrio judío de Hervás seguí mi camino para llegar por la misma ruta hasta
Béjar, situada a tan sólo 26 kms de la anterior. Aunque en la población existen
varias iglesias notables y algún palacio, mi objetivo no eran estos sino
visitar un curioso jardín situado en una villa de recreo de los Duques de
Béjar. Es de tipo italorenacentista y cuenta con un estanque, fuentes,
plazoletas y hasta un palacete.
Después
de preguntar varias veces conseguí llegar hasta el lugar, recorriendo con mi
moto un tramo de unos 150 metros sin asfaltar, con piedras y tierra pero …
¡gran decepción!, el sitio conocido como Parque del Bosque se hallaba cerrado
por obras de restauración. Así que volví sobre mis pasos y retomé la carretera
para dirigirme ya sin más paradas al lugar de destino: Salamanca.
Tras
72 kms llegué a ésta bella ciudad y, antes de buscar el hotel paré a comer
porque se había hecho un poco tarde. El hotel elegido estaba muy céntrico, en
una pequeña calle situada a unos 100 metros de la Casa de las Conchas y
respondía a un nombre muy curioso (Microtel Placentinos). Pude aparcar la moto
casi en la puerta y observar que era una antigua casa noble a la que habían
respetado la fachada pero al entrar me llevé una gran sorpresa. Resulta que
estaba completamente reformada en un estilo ultramoderno, con detalles como no
tener llaves ya que cada puerta se abría mediante un código que había que
pulsar en el aparato situado al lado, un pequeño jardín central con mesas y un
jacuzzi (eso de darte un baño mientras la pareja de al lado habla de sus cosas
debía tener su encanto) y ¡un ascensor! (que tomé aunque mi habitación se
hallaba en el primer piso sólo por desquitarme de todas las escaleras que había
subido hasta entonces). La habitación, algo pequeña, tenía absolutamente de
todo y en el aseo había una ducha de hidromasaje que luego probaría (pero esa
es otra historia que os contaré más adelante). Dejé las cosas y me dispuse a
dar una vuelta por la ciudad que, no por conocida, resulta menos atractiva.
Me
dirigí en primer lugar a la mencionada Casa de las Conchas, un palacio
construido en el S.XVI en estilo gótico con elementos platerescos y mudéjares.
Actualmente es una biblioteca y su precioso claustro ¡también estaba de reformas!.
Después fui a la cercana Plaza
Mayor, un cuadrilátero porticado de estilo barroco del S.XVII y tan animada
como siempre. Me senté a tomar algo en uno de los cafés históricos de la ciudad
(el Novelty) y comprobé con ironía la veleta que habían instalado en la bandera
que hay sobre el Ayuntamiento (foto ilustrativa abajo).
¡¡¡ Olé !!!
Continué para ver la Universidad
de 1218 y la más antigua de España, por la que han pasado personajes como
Unamuno, Fray Luis de León, Fernando de Rojas, San Juan de la Cruz, Hernán
Cortés, Góngora o Calderón de la Barca. Me entretuve en buscar la famosa rana
de su fachada plateresca, pero no pude encontrarla (os desafío a que la encontréis
en la foto de abajo) y continué hacia las catedrales (sí en plural, porque
tiene dos como Plasencia).
La Catedral Vieja, que comparte
un muro con la Nueva, tiene cosas de románico y de gótico. Destacan la Torre
del Gallo y el retablo mayor.
La
Catedral Nueva, edificada entre los S.XVI y XVIII, es un impresionante edificio
cuya visión desde la Plaza Anaya resulta sencillamente espectacular. Tiene
elementos del gótico tardío y del barroco. Hay que visitar el interior y
asombrarse con su cimborrio y su campanario y, por supuesto, buscar el famoso
astronauta en la Puerta de Ramos (yo lo encontré).
Me hubiera gustado ver otros
lugares como el Huerto de Calixto y Melibea, la Casa Lis O EL Puente Mayor del
Tormes, pero era de noche y después de cenar a base de tapas me retiré a mi
Microtel (el nombre debe ser porque sólo tiene 6 habitaciones). Al llegar me
dispuse a darme una reconfortante ducha con hidromasaje.
La verdad sea dicha es que nunca
he comprendido muy bien la utilidad de estos cacharros pero, ya que estaba,
había que aprovecharlo. Después de un cursillo intensivo de informática para entender
su funcionamiento, comprobé que la temperatura del agua era la adecuada y me
introduje (no sin dificultad, abstenerse obesos) en la minúscula cabina. Ya
mojado adecuadamente pulsé uno de los botoncitos y un sinfín de chorritos
asesinos de agua fría descargaron sobre mí sin posibilidad de defenderme. Los
10 segundos que pasaron hasta que el agua tuvo la temperatura adecuada se me
hicieron eternos. Una vez recuperado del susto me armé de valor y pulsé otro de
los botoncitos, en éste caso otro chorro mortal de agua igualmente fría salió
despedido desde el suelo para atacarme en mis partes más íntimas. Aguanté
estoicamente los 10 segundos de rigor y para rematar la faena apreté el último
botoncito que quedaba. En este caso una especie de cosa giratoria que había en
el techo descargó sobre mi cuerpo una lluvia de micropartículas de agua (por
supuesto fría) que terminaron por rematarme. Volví a la ducha de toda la vida
para enjabonarme y aclararme y salí de aquel engendro del diablo como
buenamente pude. Desde que hice la mili y tenía que recorrer la “pista americana”
no lo había pasado peor. Me sequé y me fuí a dormir, aunque creo recordar que
tuve pesadillas de estar inmovilizado y que enormes tuberías de agua helada
descargaban sobre mí.
DÍA 6
(Salamanca, Zamora, Astorga)
A la
mañana siguiente (y aún con el susto en el cuerpo) desayuné bastante bien, hice
el chek-out (50 euros A/D suplicio hídrico incluido) y me dispuse a salir para
mi siguiente destino que era Astorga pasando por Zamora.
Conforme
iba subiendo la temperatura iba mejorando y los 66 kms que me separaban de
Zamora por la A-66 se me hicieron muy llevaderos.
Llegué
a Zamora y pregunté por la Catedral. Llegar no es fácil. Hay que dejar la moto
en la parte de abajo y luego subir andando un buen trecho, pero al llegar
arriba descubrí que podía haber subido con la
moto sin problemas, aunque según los carteles sólo estaba autorizado el
trenecito turístico de marras, pero arriba había varios coches y alguna moto.
Desde
arriba se tienen bonitas vistas sobre el rio Duero.
La Catedral de Zamora es su
monumento más importante y el único que tenía interés en visitar. Es del S.XII
y desde el exterior llama la atención sobremanera la gran cúpula de escamas que
la corona, obra genial con influencias bizantinas que se convirtió en modelo
para otras semejantes como la Catedral vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro
o la sala capitular de la seo de Plasencia. El resto del exterior presenta unas
formas sencillas, con planta de cruz latina y una cabecera gótica del S.XVI.
Destaca así mismo la Torre del Salvador.
Pasé
al interior previo pago de la nada modesta cifra de 5 euros (visitar catedrales
cada vez se está poniendo más caro, así que espero ilusionado el día de poder
hacerlo como jubilata). El retablo mayor actual es el último de los cuatro que
ha tenido esta catedral, es de estilo neoclásico, con mármoles y bronce dorado
y firmado por Ventura Rodríguez.
Catedral de Zamora
Retablo
El claustro actual, de estilo
herreriano, no es el original que fue destruido en un incendio. También merece
la pena el coro del S.XVI y una magnífica colección de tapices que se hallan en
el museo catedralicio. De nuevo en el exterior merece la pena pararse a
contemplar la extraordinaria Portada del Obispo.
Además de la Catedral, en Zamora existen hasta 22 iglesias románicas, destacando la de San Claudio Olivares, la de la Magdalena y la de Santiago de los Caballeros, que tiene a honra ser el lugar dónde fue armado caballero nada menos que el Cid Campeador. En mi hoja de ruta no tenía previsto visitarlas, además de que me hubiera consumido excesivo tiempo, así pués bajé de nuevo la rampa de acceso y volví a subir a la moto para desplazarme hasta León y de ahí a Astorga.
El
viaje hasta León son 143 kms por mi amiga la A-66. Se pasa por Benavente pero
no me detuve porque había estado hace unos meses en un viaje a Portugal pero,
si no la conocéis, merece la pena una paradita y subir hasta el Parador para
darse una vuelta por el centro. Al llegar a León se presentaban dos opciones
para llegar a Astorga, tomar la AP-71 (50 kms) o coger la N-120. Mi religión
motera me impide pagar peajes en autopistas, así que tomé la nacional. Mala
decisión. Un tráfico muy denso y pesado sin posibilidad de adelantamientos y un
corte por obras de más de 10´me hicieron retrasar mucho la llegada a Astorga.
Por
fin entré en ésta ciudad que, no olvidéis, es el fin de trayecto de la genuina
Vía de la Plata. Busqué el alojamiento que se hallaba algo escondido (El
Descanso de Wendy) y que se trataba de unos apartamentos turísticos muy bien
equipados y con decoración, para mi gusto, algo cursi. El mio (no os riáis
malvados) estaba en el último piso y era muy amplio, con dos camas grandes, un
sofá, TV enorme y un aseo con todo lo necesario. Me instalé y me fuí a comer y
recorrer la ciudad.
Dos
son las grandes obras que se hallan en Astorga. La primera es la Catedral de
Santa María, cuyo origen es del S.XI aunque sucesivas reconstrucciones se
prolongaron hasta el S.XVIII, con lo cual presenta numerosos estilos, gótico,
renacentista y barroco. El templo presenta planta rectangular con dos torres
laterales. La fachada principal es barroca churrigueresca y las torres son de diferentes
épocas, la de la izquierda del S.XVII se vió afectada por el terremoto de
Lisboa y la de la derecha se terminó a comienzos del S.XVIII. Sobre una torreta
hay una estatua de Pedro Mato, personaje legendario unido a la batalla de
Clavijo.
En
el interior destaca el coro y varias capillas entre ellas una dónde se halla la Virgen de la Majestad
del S.XII y otra en la que se encuentra un retablo renacentista de Gaspar
Becerra. Debajo del presbiterio hay una cripta donde están enterrados los
Marqueses de Astorga. El conjunto se completa con un claustro neoclásico.
El segundo gran edificio de
Astorga es el Palacio Episcopal que fué encargado por el obispo a un tal Gaudí,
el cual inició el proyecto pero lo dejó inconcluso (a falta del segundo piso y
el ático) siendo terminado por Ricardo García Guereta ya en el S.XX. El
edificio sirvió para varios usos, cuartel, sede de la Falange pero nunca para
la función que fué concebido que era la de residencia del obispo.
Está
construido en granito gris del Bierzo y tiene cuatro fachadas con cuatro torres
en cada uno de sus ángulos. Inicialmente pretendía ser un castillo-palacio, por
eso posee un foso. La entrada es un pórtico con cuatro arcos abocinados y que
Gaudí pretendía rematar con un ángel de 5 metros de altura que, finalmente, no
se construyó. El interior presenta un gran vestíbulo del que parte una escalera
noble que da acceso a las distintas dependencias y que, mediante ventanas
triangulares, le confiere una gran luminosidad. Este esquema constructivo ya fué
empleado por Gaudí en el Palacio Güell. Contiene numerosas salas, despacho,
salón del trono, comedor, dormitorio, etc. Aunque lo pude visitar todo,
lógicamente estaban de obras de reformas.
El tercer sitio de Astorga que
merece la pena es la Plaza Mayor con su Ayuntamiento. Se trata de una plaza
rectangular porticada, con numerosos bares y restaurantes y presidida por el
edificio del Ayuntamiento concluido en el S.XVIII. En la fachada se hallan los
escudos de la ciudad y de los Marqueses de Astorga y está rematada por un reloj
y unas campanas a los lados de las cuales hay dos muñecos vestidos de maragatos
(Juan Zancuda y Colasa) que son los encargados de dar las horas.
Juan Zancuda y Colasa
Tenía pensado cenar el famoso
cocido maragato pero, al ver lo que contenía en una mesa de al lado,
prudentemente desistí de mi idea con gran alborozo de mi aparato digestivo.
Tomé pues algo más ligero y me fuí a descansar. El día siguiente iba a ser de relax
bien merecido ya que lo iba a pasar en León a escasos 50 kms de allí.
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