miércoles, 14 de septiembre de 2016

  


                                                  RUTA DE LA PLATA III
                              

DÍA 7  (León)
                               
            Después de un rico desayuno y de abonar la factura en El Descanso de Wendy (59 euros A/D), cargué la moto y decidí abjurar de mi religión, no sin esfuerzo, en vista de la experiencia del día anterior. Así que tomé la autopista de peaje y con lágrimas resbalando por el casco pagué los 5 euritos y en un santiamén me planté en León.
          Aquí tengo que confesar que me había permitido un pequeño capricho. Había elegido para pasar el día en la ciudad el Parador de S. Marcos que, decían, era uno de los más bonitos de España. Llegué hasta él sin problemas y aparqué en el parking gratuito del mismo.
           No he sido mucho de Paradores, aunque he pernoctado en ellos bastantes veces. Me parece que su labor ha sido encomiable al rescatar muchos edificios históricos que, de otra manera, hubieran desaparecido pero en el aspecto puramente hotelero la mayoría dejan bastante que desear. Habitaciones y decorados plúmbeos, con exceso de cortinajes y muebles muy pesados de estilo castellano, además de precios bastante elevados dónde realmente lo que pagas es poder dormir en un castillo, un convento o un palacete con historia. Sin embargo éste tenía otra pinta.

           Ya simplemente la fachada era impresionante. Se trata de un edificio mandado construir por los Reyes Católicos como sede de la Orden de Caballería de Santiago y que se edificó al lado del puente medieval de S. Marcos por el que los peregrinos continuaban el Camino de Santiago. Presenta un estilo plateresco y tiene varios autores: Juan de Orozco se ocupó de la iglesia, Martín de Villarreal de la fachada y Juan de Badajoz El Mozo del claustro y la sacristía. Es un edificio con mucha historia a sus espaldas, fue cárcel con un reo de tronío ya que estuvo preso durante varios años Francisco de Quevedo por orden del Conde-Duque de Olivares, posteriormente se transformó en cuartel y más tarde se instalaron los estudios veterinarios, germen de la Facultad de Veterinaria. También fué sede del Instituto General y Técnico e incluso durante la Guerra Civil se utilizó como campo de concentración. Muchos avatares para devenir en el actual Parador frente al que me encontraba y que me iba a acoger durante todo el día.

                                                             Parador de León


           Después de dejar las cosas en la habitación, salí y dándome un agradable paseo por la ribera del rio Bernesga me fuí acercando hacia el centro neurálgico de León para visitar mi objetivo: la Catedral de Santa María de Regla.

                                                                 Rio Bernesga

           Al comenzar la zona peatonal me detuve a contemplar dos preciosos edificios contiguos. Uno era la casa Botines, obra neogótica de Gaudí (se vé que como tenía que ir a Astorga a realizar el Palacio Episcopal pues … ya de paso). Tiene una estructura en forma de trapecio rematada por cuatro torres y ventanas que recuerdan al triforio de la catedral. En la fachada hay una figura de S. Jorge matando al dragón. El edificio fue encargado por unos comerciantes de tejidos para establecer su negocio en la planta baja y el resto dedicarlo a viviendas y, por mediación de Güell, se le encomendó al genial arquitecto catalán. Hoy es sede de una entidad bancaria (para variar).
           El segundo edificio, perpendicular con el anterior, es el Palacio de los Guzmanes que se debe a Rodrigo Gil de Hontañón por encargo del obispo de Calahorra. También presenta una estructura trapezoidal con grandes gárgolas y dos puertas del S.XVI, una de las cuales presenta columnas jónicas con soldados que portan las armas de la familia. Hoy es la sede de la Diputación Provincial.

                                                             Casa Botines

                                                       Palacio de los Guzmanes

            Continué mi paseo por la calle más transitada de León para terminar desembocando ante la majestuosa visión de la Catedral de Santa María de la Regla. Si a todo el que se para delante le dijeran que calificara el edificio con una sola palabra supongo que serían cientos los adjetivos, a mí se me ocurre uno que sería ESBELTA. Es un edificio fino, elegante, en el que la mirada se pierde hacia arriba para observar sus torres.
            Es una obra cumbre del arte gótico y para entenderla hay que recurrir a la historia. El lugar que ocupa fueron inicialmente unas termas romanas, después sobre ellas se edificó el Palacio Real en los terrenos cedidos por Ordoño II y sobre él la antigua catedral románica. El románico constituyó un período en el que los edificios se proyectaban “hacia el interior”, como signo de reconocimiento para encontrarse con Dios. Se construían con material de piedra muy pesado que impedía que alcanzaran gran altura y sin grandes ornamentos externos porque lo importante estaba dentro de ellos, el recogimiento y la fé. Por el contrario, en el gótico se produce la exaltación de Dios “hacia arriba”, el descubrimiento de sistemas como los arbotantes y el empleo de materiales más ligeros (como la piedra caliza empleada en éste templo), hacía posible “sujetar” mejor las paredes y repartir el peso de manera que se pudiera elevar la altura de sus bóvedas, ello se une al empleo de elementos más decorativos en el exterior y del manejo exquisito de la luz interior mediante el uso de vidrieras, de las cuales esta catedral es un ejemplo sublime y constituye, junto a la Catedral de Reims, el máximo exponente del arte gótico que tenía como finalidad “elevar sus templos hacia Dios” iluminados por la luz divina como reconocimiento de la fé.

                                                               Catedral de León


            Como es fácil suponer el edificio ha sufrido diversos avatares. El cuerpo principal fué terminado a principios del S. XIV junto al claustro y la torre norte, la torre sur se completó en el S.XV y durante los S.XVII y XVIII sufrió modificaciones por, entre otros, Joaquín de Churriguera que la afectaron profundamente y que hubo que retirar en el S.XIX ya que comprometían seriamente su estructura y amenazaban con su ruina. Gracias, entre otros, a Juan de Madrazo y Demetrio de los Rios la catedral pudo salvarse y llegar hasta nosotros en relativo buen estado, aunque requiere de cuidados permanentes y vigilancia constante para evitar su deterioro.
                 La catedral se halla “protegida” por una reja cuya construcción duró 200 años. La entrada principal se realiza por la puerta occidental dónde encontramos el espectacular Pórtico de los Pies, con tres arcadas que delimitan las puertas de acceso (S. Juan, la Blanca y S. Francisco) y, sobre ellas, numerosos personajes bíblicos. Para visitarla hay que pagar un “peaje” de 6 euros (audioguía y revista incluidas) y, sinceramente y que no se me ofendan los zamoranos, comparados con los 5 euros para ver la  Catedral de Zamora no tiene color (ya es hora de unificar criterios para cobrar la entrada a catedrales y otros edificios históricos, parece que se sortean los mismos en la tómbola o se dejan al libre albedrío del mandamás de turno).     

                                                                        Portada
   
           Una vez dentro y ,aunque la catedral en sí misma no es muy grande, la verdad es que sobrecoge. Inconscientemente nuestra mirada se eleva a lo más alto y descubre las vidrieras en el cielo del edificio. Todas y cada una de ellas con diferentes formas están primorosamente labradas y dispuestas para que la luz del sol las vaya iluminando en un orden secuencial siguiendo la trayectoria del astro rey. Nos llama la atención el coro y transcoro, el  primero en madera de nogal y el segundo en alabastro, que ocupa el lugar central del edificio aunque su emplazamiento original era cerca del altar mayor. La catedral se recorre empezando por la derecha, deteniéndose en cada capilla y cada vidriera, admirando la imagen de la Virgen Blanca (de autor anónimo) que preside los dos ejes del templo.
              Hay muchas formas de visitar ésta joya del arte gótico, pero yo  aconsejo que simplemente os dejéis llevar, pararos donde os plazca, admirad lo que llame vuestra atención y, en definitiva, independientemente de creencias extasiaros ante una obra de arte creada por el hombre  y que, con sus achaques, ahí sigue para deleite de todos.
           Salí de nuevo al exterior y, antes de irme, la rodeé para contemplar la fachada sur, con la Puerta de la Muerte (tiene un pequeño esqueleto esculpido en ella), la Puerta de S. Froilán y la Puerta del Traslado. Me recreé en sus dobles arcos arbotantes y las torres contrafuertes de los mismos (“la Silla de la Reina” y “la Limoná”) y satisfecho emprendí camino de regreso, parando en un restaurante con buena pinta para repostar y volviendo a mi humilde posada para una siesta reparadora. 

                                                                Coro y transcoro
                                                                        Vidrieras


                                                                            Capilla
                                                               Coro y transcoro

                                                                      Vidrieras

             Después del descanso bajé a ver el Parador. Primero paseé por el claustro y luego entré a la iglesia de S. Marcos anexa, del S.XVI y realizada en un gótico decadente y con una bonita bóveda de crucería así como un interesante coro obra de Juan de Juni.

                                                                  Claustro del Parador

                                                                   Iglesia de S. Marcos

          El tiempo había mejorado considerablemente e invitaba al paseo. Me dí una vuelta por el parque Quevedo cercano y volví a recorrer el margen del rio dónde gran cantidad de mascotas retozaban y jugaban en el césped recordándome a mi Trasto. Después me dirigí a visitar el último edificio destacado de León que me quedaba pendiente, la Basílica de S. Isidoro.

                                                              Imágenes de León

              Se halla en una recoleta plaza y constituye uno de los templos románicos más importantes de España. Fue mandada construir por Fernando I en el S.XI y originariamente era un monasterio dedicado a S. Juan Bautista pero que, al trasladar los restos de S. Isidoro a León, el edificio cambió de titularidad. En ella es obligatoria la visita al Museo que incluye el acceso al Panteón de los Reyes, que es conocido como la Capilla Sixtina del Arte Románico por los extraordinarios frescos muy bien conservados. De igual forma no hay que dejar de ver el Tesoro con valiosas piezas de diferentes épocas y una excepcional Biblioteca que guarda, entre otras muchas obras e incunables, una Biblia visigótico-mozárabe del S.X. Para terminar la visita hay que pasear por su claustro románico que es el más antiguo de España y donde se celebraron las Cortes de León de 1188 durante el reinado de Alfonso IX, que han sido reconocidas por la UNESCO como “el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo”.

                                                               Basílica de S. Isidoro

            Regresé el Parador y me dispuse a descansar para, al día siguiente completar la última etapa de mi pequeña aventura.
                              

DÍA 8 (León – Gijón)

              La distancia que separa éstas dos ciudades es de 142 kms que se recorren sin dificultad por la A-66 pero hay que llevar cuidado porque en éste tramo se convierte en ”autovía de alta montaña” (así está indicado) y se corre el riesgo de verse apurado en algunas curvas si se va a excesiva velocidad. Se atraviesan paisajes muy bonitos que invitan a la parada y foto de rigor.



            Así pués sin más contratiempos llegué a mi destino final en Gijón y, con la satisfacción de haber completado mi viaje, me fuí directo a buscar el paseo marítimo y hacerme la foto de rigor para que constara en acta.



             Después localicé el alojamiento (AC Hotel Gijón), bastante bueno como todos los AC aunque algo alejado del centro y ,tras dejar el equipaje, fuí a buscar mis objetivos en ésta bella ciudad asturiana.
          Ambos estaban juntos, al lado del puerto deportivo. Uno era el Palacio de Revillagigedo que fué fundado por el primer Marqués de San Esteban del Mar en el S.XVIII. El edificio es de estilo barroco y está formado por un cuerpo central y dos torres almenadas que no fueron construidas al unísono, ya que la de la izquierda se construyó con posterioridad para mantener la simetría. El cuerpo central presenta 5 arcos que conforman una galería porticada. Encima se sitúan dos pisos con ventanas con balconada y en el centro se halla el escudo heráldico que tuvo que ser reconstruido por completo en arenisca en el 2004. Actualmente es la sede de la Fundación Cajastur-Liberbank.
       El otro edificio, pegado a éste, es la Colegiata de S. Juan Bautista casi contemporánea del Palacio. Es un templo barroco de tamaño medio pero de gran aspecto, con una torre-campanario que sirve como pórtico. Lo más llamativo es la portada que hay frente al puerto, decorada con columnas jónicas y la Cruz de Calatrava sostenida por ángeles. Parece ser que el edificio tiene una gran acústica, por lo que se utiliza para la celebración de conciertos. Está desacralizada y es propiedad (¡cómo no!) de Cajastur.

                                                       Palacio de Revillagigedo

                                                         Colegiata de S. Juan Bautista

            Después de un pequeño paseo por la cercana Plaza Mayor con su Ayuntamiento, busqué un sitio para comer tranquilamente y luego retirarme al hotel ya que al día siguiente me esperaba el mayor trayecto de toda la ruta para regresar a casa.

                                                     Plaza Mayor y Ayuntamiento
                                                               Estatua de D. Pelayo
                                                   La obra de un camarero muy creativo
                                                                    Imágenes de Gijón


DÍAS 9 y 10 (Gijón-Arganda del Rey-Murcia)
                         
           Me levanté temprano y preparé la moto. Como ya os conté en la primera entrada de ésta ruta, había decidido hacer la ida al punto de partida y el regreso en dos etapas. En el segundo caso decidí que la primera fuera la más larga que la segunda para no llegar a casa muy cansado. Así que el punto intermedio lo establecí en Arganda del Rey ya pasado Madrid.
           La distancia a recorrer era, ni más ni menos, 500 kms exactos. Así que partí hacia Oviedo y sin entrar en ella tomar de nuevo la A-66 y desandar el camino hasta León y, desde ahí, continuar hasta Madrid. Ya había hecho con anterioridad una tirada similar (desde Córdoba a Murcia) pero, sinceramente, os recomiendo que en vuestras rutas no planifiquéis distancias de más de 300 kms porque se llega algo cansado. Así que tomándolo con tranquilidad y con paradas obligadas (la autonomía de mi moto está sobre los 200 kms) fuí bajando desde el norte para ir poco a poco reencontrándome con el calorcito, comer por el camino y sobre las 6 de la tarde llegar a Arganda del Rey. El hotel para pernoctar era el Sercotel AB Arganda y al llegar me encontré varios coches, un autobús y una gran caravana, todos pintados de azul y que pertenecían al equipo técnico y de mantenimiento de uno de los equipos ciclistas de la Vuelta a España (Astana). Tuve suerte porque, debido a éste overbooking, me asignaron una habitación de superior categoría a la reservada, con cama extragrande, equipo de CD y minibar gratuitos. Aproveché la cama para la siesta prolongada que me pedía el cuerpo y luego bajé a ver el partido (jé, jé) del Barça con el Alavés y después de cenar a dormir que al día siguiente estaría en casa.
           Los 372 kms por la A-3 primero y luego por la A-30 que me separaban de mi querida Murcia me eran muy conocidos (obligatoriamente hay que ir por ellas para llegar a Madrid en espera de que nos traigan el AVE), así que, ya en territorio amigo, llegué casa tranquilamente finalizando mi periplo.
          Con éste viaje no he pretendido demostrar nada. Sólo quería comprobar que, a mi edad, todavía se pueden experimentar nuevas sensaciones, recorrer lugares y descubrir sitios muy bellos subido encima de una moto. Y hablando de motos (y no es publicidad gratuita de Suzuki), mi pesada Burgman 650 y yo hemos recorrido exactamente 2.727 kms juntos y tengo que decir que no me ha dado el más mínimo problema, me ha respondido perfectamente cuando lo he necesitado, hemos recorrido autovías, autopistas de peaje, nacionales, comarcales e incluso algún tramo pedregoso sin asfaltar y se ha comportado de maravilla en todos ellos. Sólo he tenido que preocuparme de echarle gasolina y de aparcarla adecuadamente para luego poder salir con comodidad, así que gracias “vaquita”.
                               Hasta otra.







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